A siete días de celebrar las elecciones municipales y autonómicas, la gran atracción de la jornada de hoy -visto el fiasco de una campaña electoral más improductiva que nunca- era conocer las últimas encuestas autorizadas que en esta fecha pueden publicar los medios de comunicación. Pero nos hemos quedado con las ganas. Pocos y, en muchos casos, poco creíbles han sido los sondeos de intención de voto publicados, quizá porque son muchas las alternativas electorales con opciones reales de tener representación en consistorios y parlamentos autonómicos o, también, porque cada día los presupuestos están menos predispuestos a ser gastados en estimaciones que la realidad se encarga en el momento preciso de deslegitimar.
Sí que hemos tenido ocasión de comprobar una vez más que los que no renuncian a aventurar la futura aritmética parlamentaria son los propios partidos políticos en liza, aunque todos sabemos a estas alturas que ninguna empresa demoscópica vende resultados negativos a aquél que le va a pagar por su trabajo. Sólo la voracidad para arañar un voto aquí y otro allá les lleva a seguir intentando convencer a los dudosos.
Lo que sí parece más evidente es que del análisis de tendencias, que no de representación, no es tan aventurado estimar que al menos seis candidaturas electorales van a estar presentes en la Junta General del Principado y también que a los amantes de las mayorías les va a ser harto difícil conjugar escaños para alcanzar una base de gobierno estable. Ríete tú de lo de Andalucía podríamos afirmar ante lo que se nos viene encima.
Porque, aunque todas las previsiones apuntan a que el Partido Socialista será de nuevo el más votado, también es una evidencia que no va a estar en condiciones de sumar con otras siglas esos 23 diputados regionales que dan un soporte suficiente a una gestión de gobierno. Bien es cierto que esas mismas previsiones perfilan una posible mayoría de los más votados con Podemos e Izquierda Unida, un teórico conglomerado de la izquierda al que únicamente amalgama el rechazo a sus adversarios de la derecha, algo que puede ser insuficiente a la hora de poner un programa realista en funcionamiento.
Por lo que se refiere a esa misma derecha, tal parece que Asturias ha vuelto a sus tiempos 'rojos' toda vez que el Partido Popular no ofrece visos de remontar sus malos resultados de las dos últimas citas con las urnas, Ciudadanos entrará seguramente con menos fuerza de la que algunos le pronostican y Foro, el partido de Álvarez-Cascos, se desinfla claramente una vez que su líder y motor de hace cuatro años se ha desentendido progresivamente de su proyecto por mucho que ahora trate de aparecer en público durante esta campaña (Historia bien diferente puede ser el Ayuntamiento de Gijón, un auténtico oasis para los casquistas, que se han ganado cierto reconocimiento en cuatro años de gestión al contrario -o precisamente por eso- de lo que tratan de mostrar los furibundos ataques de los socialistas de José María Pérez que en esta ocasión han centralizado toda se artillería en la regidora Carmen Moriyón y su equipo).
Queda por saber si, como dicen muchos, pervive aún una bolsa importante de indecisos que no tienen claro si van a votar el domingo próximo y, de hacerlo, a favor de quién. Sinceramente, yo no me lo creo. Pienso que a estas alturas prácticamente todos sabemos qué hacer aunque en muchos casos no estemos tan seguros del porqué. Las inercias han funcionado de forma espectacular en los últimos meses pero, a la hora de entregar a alguien nuestra confianza, pesan tanto o más las credibilidades de quienes se ofrecen para recogerla. Lo que sí tengo claro es que con sólo dos dedos de frente nadie en su sano juicio se habrá sentido incentivado estos últimos días por unos políticos incansables en su objetivo de ofrecer todo lo que no han sido capaces de llevar a la práctica con anterioridad o, en caso de no haber tocado poder, los que han transformado su ideario en auténtica utopía incapaz de casar con la realidad de los recursos de una comunidad, y de un país, que sigue instalada en la crisis por mucho en que se empeñen algunos de sus dirigentes en tratar de convencernos de lo contrario.
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