"Estamos en campaña. Disculpen las promesas". Así rezaba la viñeta de El Roto que anteayer insertaba en sus páginas el diario El País, una nueva muestra del talento en la observación de la actualidad de ese ingenioso humorista gráfico que es Andrés Rábago.
Seis palabras en un sencillo dibujo que definen con precisión la situación que los españoles estamos viviendo a raíz de la inminente contienda electoral que desembocará en las urnas el próximo día 24.
Porque, si bien son numerosas las fuerzas políticas en liza que concurren a esa cita que han preferido no mostrar aún sus cartas en lo que a programas específicos se refiere, también es cierto que la extraordinaria competencia que ha establecido la presencia de nuevos partidos emergentes obliga de alguna manera a unos y a otros a marcar territorio en lo que a aspectos ideológico-generales' se refiere. Así, llevamos ya semanas escuchando a organizaciones de la derecha, de la izquierda o del presunto centro manifestarse poseedores de la pócima mágica capaz de terminar con algunos de los problemas más acuciantes de la ciudadanía. Todo hay que decirlo, mucho tiene que ver la intrusión en esta campaña de unos líderes nacionales que se sienten , como algunos deportistas en encuentros de trámite, poco obligados a respetar unas mínimas normas de racionalidad y son capaces de convertirse en feriantes de tómbola para asegurarnos que vamos a ganar -todos- el ansiado 'perro piloto'. "Qué alegría, qué alboroto", proclaman a voz en grito. Y, tras invitarnos a traspasar el espejo, nos conducen por un remedo de 'país de las maravillas' en el que sus malabares se entrecruzan con sombrereros locos, reinas de corazones o conejos blancos que, con su excepcionalidad, nos emboban mientras ellos siguen a lo suyo.
Bajadas de impuestos, atención a sectores desfavorecidos, mejores servicios básicos,... Son algunos eslóganes recurridos que nos suenan a viejos, que se han repetido cada equis años hasta la saciedad para mostrarse más falsos que una moneda de dos euros y medio con el transcurrir del tiempo.
Pues todo esto volverá a escucharse en las semanas inminentes, si es que no ha aparecido ya en los discursos preparatorios. Se abrirá de nuevo la puja -aún más si cabe por la presencia de más demandantes- y el conductor de la subasta esperará a que la cifra vaya subiendo antes de hacer caer su mazo decisorio.
A expensas de lo que pueda depararnos esa vorágine de apuestas superlativas, de la simple lectura de algunas de las que ya han ido haciendo acto de presencia se me ocurre que, juntándolas, podría hacerse un verdadero programa capaz de satisfacer hasta la última de las exigencias del común de los mortales, una auténtica plasmación de la utopía social, una sabia combinación de la piedra filosofal y el elixir de la eterna juventud.
Claro que, como ha quedado demostrado hasta la saciedad, los sueños, sueños son.
Conocemos los manidos viejos eslóganes. Sabemos de la (poca) credibilidad de quien los pronuncia. Mucho ruido... y nunca vemos las nueces.
ResponderEliminarA estas alturas de la vida, mi sueño preferido es que aparecerán otras caras, nuevos políticos que buscarán regenerar la política y las instituciones, arrinconando a la casta de reaccionarios y saqueadores.
¿Un sueño? Sí, pero a que es bonito.