José Luis Rodríguez Zapatero ha cambiado su Gobierno y, a medida que pasan las horas, nos vamos dando cuenta de que, al margen de caras y figuras, el verdadero giro está en las actitudes. En un par de días ya hemos visto que, mientras en las reuniones formales se insuflan ingentes dosis de optimismo, las primeras manifestaciones de los ministros difieren notablemente de las que presidían el tono general de anteriores equipos. El presidente del Ejecutivo ha iniciado esta nueva etapa con una arenga que, en lenguaje vulgar se traduciría en un "¡Vamos! salid a la calle y a por ellos". Aunque aún es pronto para establecer categorías estables, empieza a parecer evidente que la consigna es pasar al ataque, dejar cualquier tipo de defensa y 'morder' al contrario, insultos incluidos - algo que hasta la fecha los portadores de las carteras ministeriales no prodigaban-. Recuperar la iniciativa en esta 'naturaleza salvaje' que es el mundo de la alta política es -parece- tirarse a la yugular del contrario. Si al PP con su "estrategia de crispación" no le va tan mal como podría esperarse en una democracia serena, pues los socialistas -da la sensación que se han dicho-, más.
Aunque las muestras dialécticas de estas primeras horas de los nuevos gobernantes son muchas y variadas, todo apunta a que Zapatero y el PSOE han decidido recuperar una imagen que hace tiempo ellos idearon para aplicar a sus rivales del PP y emplearon en sus vídeos de tinte electoral: la del "Doberman". En aquellos tiempos era Cascos quien personificaba ese papel y ahora, en este renovado escenario, el presidente ha entregado idéntico rol a su verdadero 'hombre fuerte', un político veterano y curtido en cientos de batallas, el vicepresidente Rubalcaba. Él ha asumido la condición de cánido de raza peligrosa y en sus primeras salidas públicas -no en vano, entre sus muchos cargos actuales está el de portavoz del Gobierno- ha dejado claro que puede ser tan agresivo como el ex ministro asturiano. Queda por ver, ahora, si Zapatero ha soltado a su 'doberman' solo o la decisión implica abrir las puertas de las jaulas y soltar en la misma dirección al resto de la jauría. La condición más "política" de su nuevo equipo facilitaría el ir a por todas de un golpe. Hay que explicar mejor la gestión del Ejecutivo y, además, atacar la yugular del adversario. Algunos de los representantes de estos, aunque a alguien le pueda parecer anecdótico, parecen dispuestos a dar facilidades; y estoy pensando en el regidor vallisoletano. La batalla ya se plantea a campo abierto.
Por cierto, y a propósito del cambio de Gobierno, quizá haya pasado un tanto desapercibida, entre tanto nombramiento de relumbrón, una medida especialmente significativa y que no encaja demasiado con la "austeridad" de la que alardea el presidente: las dos ministras que se han quedado sin cartera, la de Igualdad, Bibiana Aído, y la de Vivienda, Beatriz Corredor, han pasado directamente de los despachos ministeriales a otros contiguos, los de sendas secretarías de Estado, lo que refuerza la costumbre generalizada en todos los partidos de no dejar tirado a nadie de los suyos. A estas dos mujeres no les va a empezar a preocupar la crisis más allá de lo que pudiera hacerlo hasta mitad de semana; sus sueldos no van a bajar prácticamente nada, así que al final puede que, en lo que a personas y cargos se refiere, Zapatero "haya cambiado todo para que no cambie nada".
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