domingo, 31 de octubre de 2010

Las "conversaciones de Argel"

Si algo no se le puede negar al alcalde de Oviedo es la legitimidad democrática que las urnas le han dado repetidamente para regir los destinos del ayuntamiento de la capital y, en el plano interno, a ser el líder indiscutible de la junta directiva del PP en su municipio.

Hasta ahora ese papel lo ha desempeñado con su particular estilo, llevando simultáneamente, aunque con relativa discreción, el bastón de mando también en la cúpula regional del partido, fruto, fundamentalmente, de la debilidad de quien debería ser el líder territorial, Ovidio Sánchez, convertido con frecuencia en "chico de los recados" del regidor ovetense.

La polémica desatada por la posible candidatura de Francisco Álvarez-Cascos a la Presidencia del Principado en los comicios del año próximo, frente a la que De Lorenzo se ha puesto a la cabeza, le ha llevado a cambiar el 'camuflaje' y asumir la jefatura absoluta en el partido. Desde hace algunos meses, sus manifestaciones, otrora expresadas con cuentagotas, se han ido multiplicando y creciendo en agresividad exponencialmente contra la figura del ex presidente del Gobierno con José María Aznar y los defensores de su alternativa como cabeza de cartel. El resto, presidente regional incluido, apostillan sus palabras o asienten silenciosamente dejando todo el protagonismo al regidor de la capital.

Hace ya algunas semanas que sus palabras dejan mucho que desear en quien se supone que tiene el control regional y los instrumentos democráticos en ese mismo ámbito para defender su propia opción electoral, la de su compañera Isabel Pérez-Espinosa. Los procedimientos, que critica en los 'casquistas', no se corresponden ni mucho menos en su caso con los estatutos y reglamentos internos que rigen las normas de procedimiento democrático del PP.

Del particular estilo de Gabino de Lorenzo al que antes me refería tenemos los asturianos un buen 'dossier' del que echar mano desde que el todopoderoso regidor ocupa dicha plaza. Ese "casticismo" y "lenguaje popular" que tanto gustan a sus seguidores tuvieron un punto de inflexión durante la campaña electoral de las últimas legislativas, las primeras en las que decidió abandonar su feudo municipal y ponerse al frente de la lista del partido, cosechando los peores resultados del PP en Asturias. En ese periodo concreto trató de trasladar los signos definitorios de su 'figura' local al ámbito de la alta política. El resultado fue, votos aparte, la sensación de una cierta vergüenza que alcanzó, incluso, a sus propios correligionarios.

Ahora, en el actual proceso de acoso y derribo a la teórica candidatura de Cascos para el Principado que él capitanea, el discurso arrogante y pretencioso de quien se considera dominador de la situación ha traspasado la línea roja de la cortesía mínima exigible para entrar en el insulto. Sin embargo, más allá de los adjetivos, quizá más grave que esos apelativos sea haber llegado al terreno de la "babayada", pues no de otra manera se puede denominar su última diatriba a sus enemigos internos 'casquistas", a los que ha comparado con la 'kale borroka' vasca por recabar firmas de apoyo a la opción del ex ministro de Fomento "incluso a la salida de las iglesias". Si no fuera De Lorenzo quien acuñara este símil quizá la única respuesta posible sería una carcajada. Sin embargo, cuando hace tiempo que las dagas están desenvainadas y las hostilidades amenazan con romper definitivamente el partidos en dos (si no lo está ya, como este modesto periodista en la reserva opina), la 'frasecita' en cuestión roza ya en lo políticamente irresponsable y punible.

Claro que si alguno de sus oponentes quiere ponerse en su nivel y participar en la representación de esa ópera bufa que ha empezado a componer el alcalde de la capital podría responderle que, si los procedimientos de los seguidores de Cascos son asimilables a la "kale borroka", sus almuerzos ajenos a los órganos del partido con dirigentes regionales y locales que se arrogan la representación de las juntas directivas que presiden o en las que están presentes, reuniones en las que se decide el futuro del partido sin legitimidad alguna, la podrían ser perfectamente (comparables) a las conversaciones de Argel entre el Gobierno socialista en los años ochenta; las de Suiza del Ejecutivo del PP en los años noventa, o las de Ginebra entre el equipo de Zapatero y la banda terrorista de esta primera década del nuevo siglo. En ese escenario de palabrería impropia tal argumento no desentonaría, ni mucho menos, con las "ocurrentes" últimas frases de Gabino de Lorenzo.

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