Mientras las adversarios del rincón de enfrente siguen desangrándose en una lucha incomprensible para una amplia mayoría de los asturianos, los socialistas, superadas intramuros las discrepancias para decidir su cartel electoral en el Principado con una discreción envidiable, se preparan ahora para afrontar otra empresa importante y difícil cuál es la aprobación de los presupuestos autonómicos para el próximo ejercicio económico, unos presupuestos que, necesariamente, al margen de una cuantificación racional, pasan por el recorte de las inversiones.
El primer escollo, como ocurre todos los años con mayor o menor crudeza, consiste en lograr el apoyo de los socios de gobierno. Izquierda Unida, cada otoño en las dos últimas legislaturas, recibe un primer aviso de la consejería de Jaime Rabanal que, sistemáticamente es contestado con un rechazo previo a los grandes números. Los de la coalición, aprovechando su papel determinante en la configuración de mayorías, "barren para casa" cada año y, al margen de los grandes principios y palabras, estiran la cuerda para que las consejerías que son de su responsabilidad "se lleven el gato al agua" y sean las más favorecidas, hasta hace poco, o en su caso, las que reciban el tijeretazo más leve, en el nuevo clima de austeridad. Su fuerza, aunque no numérica, la explicitaron ya hace dos años con un rechazo a las cuentas de la comunidad autónoma que obligó al Gobierno de Areces a prorrogar las del ejercicio anterior. En esta ocasión, con un margen financiero mucho más escaso, ya han dejado oir su voz para mostrar que no están dispuestos a aceptar los efectos de la crisis en el presupuesto de gastos, en general, y en los de sus dos departamentos, en particular.
Ahora, la inevitable negociación saldrá, como ocurre asiduamente, del obligado marco del Ejecutivo para trasladarlo al de las direcciones de los dos partidos coaligados. El margen de maniobra es pequeño y el ambiente pre-electoral tampoco va a ayudar mucho a facilitar un acuerdo.
Éste escenario, con las peculiaridades específicas señaladas, no es muy diferente del de ocasiones anteriores. Sin embargo, en este "tête a tête" obligado surge en este momento un tercer elemento que convierte la resolución del problema en un triángulo original y muy pocas veces experimentado en Asturias. El problema suplementario surge precisamente en el seno de uno de esos partidos, precisamente el mayoritario. Los socialistas van a tratar de alcanzar un acuerdo con IU y será el Gobierno de Areces el que, de lograrlo, aprobará las cuentas para 2011. Pero esas mismas cuentas, dada la decisión del PSOE de cambiar de cabeza de cartel y sustituir al actual mandatario por Javier Fernández, implica que el líder de la FSA sería, de ganar los comicios, el encargado de gestionar en algo más de medio año esos recursos. Cierto que -como antes indicaba- el hecho de que la negociación salga, al menos parcialmente, del seno del Ejecutivo, al de los 'aparatos' partidistas puede facilitar las cosas. Cierto también que el citado Fernández aceptó hace cuatro años incorporarse como diputado a la Junta General, lo que le ha permitido compaginar sin intermediarios las posibles disfunciones entre Ejecutivo y partido y su doble faceta le permite una mayor intervención.
Así las cosas, alguno se preguntará dónde está el problema. Pues está en que Areces y Fernández no tienen exactamente la misma idea sobre la línea de gestión que debe llevar un Gobierno socialista. En los últimos meses ha habido algunos ejemplos -y el que suscribe se ha referido en esta misma tribuna a ellos- de por dónde van uno y otro. Todavía ayer, el flamante nuevo candidato protagonizaba en Mieres un acto político en el que defendía para Asturias "una nueva (recalcaba la palabra 'nueva') economía más competitiva, para añadir más tarde que el modelo a aplicar es el seguido por las cuencas mineras (un guiño al todavía importante peso del SOMA-FIA-UGT y su líder, José Ángel Fernández Villa), apostando claramente por los sectores productivos tradicionales que han sido la base económica en la historia de esta región en el pasado siglo. Éste, obviamente, no es el discurso de Areces.
Ocurre también que el actual presidente del Principado va a salir del cargo sin rechistar, pero no por ello convencido de su relevo. Su proverbial optimismo, palabras al margen, tendría mala defensa si, a pesar de los reducidos mimbres de los que va a disponer, finalizará doce años de mandato con un escenario económico de grandes recortes y de "reparto de la miseria". Mala imagen dejaría a los asturianos, y no es Tini de los que está dispuesto a permitir borrones en su biografía institucional. Para ello, va a contar con esa baza ya antes mencionada del tirón de IU, que le facilitará cualquier tipo de ayuda para endeudarse hasta las cejas con tal de no bajar el listón de las políticas sociales reales o de las infraestructuras.
Por otra parte, el escenario electoral de los primeros meses del año próximo hará que el equipo que entonces dirigirá todavía los destinos de esta autonomía probablemente apure al máximo los recursos para que el que es, a fin de cuentas, su partido gane los comicios, sin olvidar los egos propios. O sea que, dicho en plata, haga que el hipotético presidente Javier Fernández empiece su gestión con las arcas medio vacías.
Me consta que este latente conflicto existe y que, una vez más, los socialistas van a poner toda la sordina del mundo para que no trascienda más allá de las paredes de la calle de Santa Teresa o de la de Suárez de la Riva. Sin embargo, las diatribas internas ya han empezado a funcionar. A Rabanal se le va a acumular el trabajo en las próximas semanas.
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