Cuando hace unos pocos meses el comandante en jefe Gabino de Lorenzo y su tripulación decidieron embarcarse en la singladura cuyo estandarte tenía como emblema una sólida muralla orientada a frenar el posible desembarco de Francisco Álvarez-Cascos en Asturias no podían imaginarse que la inicialmente planificada y aparente fácil empresa pudiera tener las dificultades que el tiempo se está encargando de mostrar.
Al margen de la ya reiterada táctica de dejar de lado las más elementales normas de organización interna del partido en el que militan, parecía que, con independencia de que los marineros pudieran rumiar su malestar con las estrictas órdenes recibidas para sacar adelante los objetivos de parar al 'indeseado', la escala de mando del buque insignia estaba perfectamente estructurada para responder a una estrategia minuciosamente estudiada y respaldada incondicionalmente por el número de 'mandos' precisos para transmitir al Almirantazgo de Génova una sensación diáfana de unidad por arriba, de una cúpula cohesionada en la meta común de no dejar ni un resquicio al adversario interno.
Sin embargo, el tiempo se está encargando de poner en evidencia que hasta al citado buque insignia le están apareciendo vías de agua, que la fortaleza manifestada con arrogancia no es tal y que el riesgo de que la entusiasta empresa se pueda ir al traste ya no sólo depende de una decisión de las más altas instancias qu podría originar una fractura interna, sino de la dificultad más próxima de taponar los huecos que van apareciendo en el casco del barco y que pueden acabar en un sonado naufragio, muy ajeno a los optimistas principios y arengas con que se inició la batalla.
Al comandante en jefe le han ido apareciendo fisuras otrora impensables desde su propio equipo de mando. Primero fue la 'salida de tono' de Arias-Cachero, hueco que se trato de tapar rápidamente con un contraataque hacia el susodicho, con irregularidades de por medio, anomaías contables que, aunque pasadas, salieron a relucir justo en el momento en el que mostró su indisciplina frente el plan común de derribar al enemigo. Luego, fue otra edil ovetense, Carmen Manjón, la que alabó la idoneidad del ex vicepresidente del Gobierno, saliéndose del guión insospechadamente, aunque a ésta por el momento no se le han tratado de desactivar mediante la fórmula de sacarle los colores con dosieres y expedientes tintados de prevaricación.
Al buque insignia ha empezado a entrarle el agua en las bodegas y no es descartable que en lo sucesivo, mientras se tratan de taponar 'furacos', puedan aparecer otros nuevos.
Sin embargo, lo más sorprendente quizá es que las desgracias para quienes han hecho del objetivo de parar a Cascos su meta es que los problemas se multipliquen por el resto de la flota. Si sorprendente es que a De Lorenzo le salgan en su propio equipo algunos respondones, no lo es menos que en otro de los pilares de la operación, el de Gijón, la historia se repita.
Si de algo ha presumido durante estos últimos años la presidenta local gijonesa, Pilar Fernández Pardo, es de que, tras ganar con holgura sus congresos y eliminar o reducir al ostracismo a sus adversarios internos, consiguió configurar un equipo cohesionado, tanto en la dirección local del partido como en el grupo municipal, capaz de resistir cualquier prueba que pusiera en cuestión su liderazgo. Pero tampoco en este caso la realidad ha respondido a tales premisas. Se comentaba desde hace tiempo que, al igual que en el pasado mandato, la líder popular gijonesa no había sido capaz de sostener esa férrea disciplina y a su hipotético sólido edificio orgánico le empezaban a aparecer grietas, aunque hasta la fecha no se dejaban ver hacia el exterior. Ha tenido que ser también el 'caso Cascos' el que se ha encargado de poner en evidencia esos primeros deterioros en los consistentes muros de su 'casa'. Aquí fue el concejal Pablo González el primero en desmarcarse del 'todo vale con tal de frenar a Cascos' para situarse justamente en el lado contrario y alabar las cualidades del ex ministro de Fomento como la mejor opción para las autonómicas del año próximo. Aunque pudo sorprender a algunos, en los círculos internos el citado edil ya estaba marcado como 'disidente', etiqueta de la que se ha hecho acreedor formal con su 'salida del armario pilipardista'. Sin embargo, de las sucesivas deserciones en la empresa regional común del frente anticasquista quizá la más sorprendente haya sido la de la también edil gijonesa y senadora Dorinda García, habitual compañera política y presunta 'mano derecha' -era extraño no verlas juntas en cualquier cita medianamente importante- de la lider de los populares en la villa de Jovellanos. Para muchos, Dorinda era -podría decirse- la lugarteniente no discutida de Fernández Pardo en los ámbitos regional y nacional, de la misma manera que Eduardo Junquera hace idéntico papel en el local. Su defensa de la idoneidad de Cascos como cartel electoral del partido para ganar la Presidencia del Principado ha sido, sin duda, la gran sorpresa de esta interminable historia de encuentros y desencuentros.
En definitiva que a los capitanes de la subversión contra la 'opción Cascos' pueden empezar a no salirles las cuentas y no sería descartable que en los próximos días empiecen a aparecer nuevas vías de agua o grietas en los cuarteles generales de los citados mandamases.
Cabría pensar que estas salidas de guión responden a la lógica de los números y que quienes así se están empezando a pronunciar solamente s0n conscientes de que, ante la perspectiva de arrebatar el poder a los socialistas en esta comunidad, hay que apostar por el mejor, o quizá sería más adecuado decir por el único que tiene las posibilidades reales de lograrlo.
Sin embargo, se comenta en el partido que quizá la explicación no sea tan sencilla y responda a métodos más sutiles, métodos emanados de la cúpula nacional, según todos los indicios claramente favorable a apostar por Cascos (dejamos a un lado a la secretaria general, María Dolores de Cospedal, por razones que a estas alturas conococe hasta el más lerdo), que, ante la persistencia en la rebeldía de sus compañeros que ocupan algunos de los puestos más relevantes en esta región, han decidido socavar sus argumentos desde sus propias bases. El resultado sería que la sólida unión de 'la Banda de los Cuatro' empezara a resquebrajarse, haciéndola tambalearse hasta llegar a un próximo escenario en el que la oposición al desembarco del ex ministro quedara aislada y sin argumentos sólidos en lo que a apoyos consistentes se refiere. En esta sibilina operación podría encontrarse argumento al para muchos inexplicable retraso de Rajoy en dar una solución a un problema largamente enquistado y con signos de derivar en podredumbre a costa de no afrontarlo.
No hay que descartar que en esta supuesta estrategia ya estuvieran incluidos incluso personajes más relevantes de la escena política del PP asturiano. Ya comenté hace días que tras las declaraciones recientes de Fernández Pardo fijándose como objetivo la Alcaldía de Gijón podría estar un toque directo de Madrid para ir eliminando obstáculos a la apuesta de Cascos. Del líder avilesino, Joaquín Aréstegui, hace tiempo que no sabemos nada. Así las cosas, quedaría solamente como meta derribar la obstinada e inalterable posición del regidor ovetense y la de su fiel transmisor, el formalmente todavía presidente regional, Ovidio Sánchez, ambos apoyados por su reducidas aunque incondicionales hasta la muerte respectivas guardias de corps. Claro que esa sería la última parte de la batalla y a estas alturas de la película, por las buenas o por las malas, ya parece empresa menos dificultosa de lo que aparentaba hace algunas semanas.
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