viernes, 28 de octubre de 2011

Indignados e indignantes

Desde que el pasado 15 de marzo millares de personas en toda España consolidaron en la calle su cabreo hacia la clase política y hacia otros estamentos de la sociedad responsables directos de la agobiante situación en la que nos encontramos, han sido prácticamente todos los representantes de partidos grandes y pequeños los que se han apropiado vergonzosamente de su voz arrogándose la representación de los indignados. Todavía a día de hoy, estando como estamos en plena campaña electoral, los líderes y adláteres de esas fuerzas políticas siguen reclamando para su lado la titularidad de del 15-M.

Esta actitud resulta mucho más molesta todavía si se tiene en cuenta que esas mismas personas manifiestan verbalmente cada día su adhesión a los principios del movimiento ciudadano mientras, por otro lado, sus hechos desmienten radicalmente tal representación. El último hito de esta manifiesta hipocresía fue la decisión tomada ayer mismo por la Diputación Permanente del Congreso de los Diputados de gastarse 498.000 euros en 400 iPad para los futuros parlamentarios que representarán en la Cámara a los españoles (¿...?) a partir del día 20 de noviembre próximo. Las tabletas sustituirán a los 'viejos' portatiles de los que disponen cada uno de los diputados en un afán de darles las máximas facilidades para 'servir' a los ciudadanos. Vamos, un regalo "necesario" para el cumplimiento con la 'res publica'.

Noticias como ésta no hacen sino alimentar el fuego y la ira que anidan en el corazón de millones de paisanos. Dispendios como el mencionado invitan a recomendarles a sus señorías que rechacen el regalo 'envenenado' y con esos magníficos sueldos que perciben, si tan necesarios son esos aparatos para su labor, se los compren personalmente, que para eso cobran. Y en última instancia existen entidades financieras que se lo regalarán con la única condición de domiciliar su nómina, lo mismo que a cualquier hijo de vecino.

Parece obvio que tal cantidad de euros resulta insignificante frente a las tremendas necesidades que afronta la economía nacional, pero tampoco cabe duda que hacer esta clase de ostentaciones en épocas de vacas flacas resulta realmente indignante. El conflicto se agrava si se tiene en cuenta que los grandes partidos políticos, los mismos que tomaron ayer el citado acuerdo, llevan semanas gastando a manos llenas en una encubierta campaña electoral que, al menos legalmente, no ha empezado. Claro que lo único que se les exige es que no pidan todavía el voto. Lo demás está todo permitido.

En fin que ya a nadie pueden engañar los que predican desde el púlpito de sus poltronas la comprensión hacia los cabreados y no solamente se niegan a rebajarse ni uno solo de sus cuantiosos privilegios, sino que hacen alarde de un impúdico sentido del derroche. O, dicho de otra manera, que no pueden ser la voz de los indignados aquellos que, lejos de arrepentise de sus vicios incontrolados, los alimentan copiosamente y hacen alarde de ellos: los causantes de la indignación, los indignantes, no pueden ser jamás, de ninguna manera, la voz de los indignados. Sería un contrasentido absurdo.

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