lunes, 21 de enero de 2013

Minimizar daños

Dentro del desolador e irritante panorama que ofrece nuestra actual clase política hay algunos representantes que se las pintan solos para sacar la cabeza y ofrecerse como los más solventes para acabar con el desgobierno político y social. Uno de ellos es, sin duda, la actual presidenta del PP de Madrid y ex mandataria de esa misma comunidad. Esperanza Aguirre, más allá de las simpatías o antipatías que pueda generar entre propios o extraños, ha logrado hasta la fecha ser una de los dirigentes conservadores con cargos de máxima relevancia que no se ha visto directa o indirectamente involucrada en chanchullos o prevaricaciones de gran calado. Tampoco se nos oculta que su flamante carrera política no se vio coronada por la que pareció ser una de sus ambiciones no declaradas, la de dirigir desde la planta noble de la calle de Génova el Partido Popular.

La conocida como 'lideresa' por antonomasia amagó en diversos momentos para buscar el resquicio por el que plantarse ante los militantes como alternativa a Mariano Rajoy. La batalla de Madrid contra Ruiz-Gallardón, y la nacional frente al 'heredero' de José María Aznar -ésta más brumosa- la pusieron en numerosas ocasiones a las puertas de su meta, aunque se vio obligada en esa última contienda a plegar velas a última hora.

Su cercana retirada de la Presidencia de la Comunidad de Madrid parecía dar a entender que abandonaba la guerra interna, aunque la pareja confirmación de que mantenía las riendas de su partido en la capital nos devolvía a la realidad de una luchadora difícil de rendir. Al final, más bien parecía que, como experta estratega, retrocedía para reagrupar sus efectivos.

Ahora, la grave crisis desatada en su partido a nivel estatal con el 'caso Bárcenas' la ha devuelto al primer plano con una presencia pródiga en medios informativos y foros, apuntándose hábilmente a la 'rehabilitación' de su partido. Y la primera medida pública ha sido el lanzamiento de la figura del 'fiscal anticorrupción' interno, que ejercerá la supervisión de limpieza y transparencia dentro de las huestes de los conservadores madrileños. Y para esta empresa ha optado por contar con Manuel Pizarro, la 'gran esperanza blanca del PP en las últimas elecciones ganadas por Zapatero, cuando el ex presidente de Endesa fue presentado como la alternativa al sobrio y templado Pedro Solbes. Luego, su 'fracaso' en los debates electorales, le fue condenando al ostracismo de un puesto sin relumbrón en la dirección del partido y un escaño que calentar.

Ahora, a Esperanza Aguirre se le ha ocurrido recuperarlo para su guardia pretoriana y, para ello, darle el importante encargo de acabar con esa "corrupción generalizada" que parece rodearla por todas partes y que la llevan a una airada "indignación".

Sincera o interesada la dirigente conservadora madrileña ha demostrado una vez más que sabe manejar como nadie los hilos más sensibles de la práctica política política y aquellos resortes que más fácil llegan a la ciudadanía en general. Y lo hace para 'entrar a saco' en las miserias de su partido, frente a lo que muy gráficamente denominó intento de "minimizar daños" con el que tratan de defenderse sus compañeros. De esta manera ha mostrado ya sus cartas y, bajo la bandera de la lucha contra la corrupción y el enriquecimiento ilícito, ha vuelto a situarse en los puestos relevantes de una carrera que, en realidad, nunca abandonó.

2 comentarios:

  1. ¿Cuando decidira esta señora salir del armario?
    En Toledo todo el mundo conoce a su amiga.

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  2. Saldrá de la mano del "amigo" de Javier Fernández, reconocido homosexual asturiano.

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