No va a pasar a la historia el Gobierno socialista de Javier Fernández como un equipo de gestión precisamente cuidadoso. Más bien, si nos atenemos a estos últimos meses, como un grupo chapucero al que tiene que llamarle la atención no solamente la oposición -algo lógico-, sino los propios servicios jurídicos de la Junta general del Principado ante la que, en última instancia, le corrresponde rendir cuentas de su actuación.
Mientras el presidente del Principado pasea por el territorio su 'press book' de los mil días -cuidado Javier, no vayas a ser como Ana Bolena y acabes con la cabeza separada del tronco (figuradamente claro)- los coletazos de su legislatura acumulan muchas más sombras que luces por el día a día de la actuación de los miembros de su Ejecutivo. Pero si en algo se lleva la palma ésta más que dudosa gestión es en el permanente emplasto en que ha convertido su producción legislativa de un tiempo a esta parte. Y entre la misma sobresale con nitidez esa astracanada escrita semana a semana sobre la base textual de la pomposamente llamada ley del buen gobierno, una norma que, desde que salió por vez primera del Consejo de Gobierno, ha ido en su trámite parlamentario dando tumbos, fruto de sus taras de nacimiento, inaceptables para todo un ejecutivo autonómico.
Cada vez que el Gobierno de Javier Fernández 'corrige' las indefendibles deficiencias legales detectadas por los servicios jurídicos del Parlamento asturiano, el laboratorio creativo del Ejecutivo provoca una auténtica 'brain storming' en la que supuestos expertos pescan ideas correctoras que acaban por mostrarse de difícil encaje en una norma legislativa. Como ahora ha ocurrido en el ¿penúltimo? episodio de su lamentable tránsito. Nuevamente la sospecha del tan recurrido corta y pega ha dejado al equipo socialista con las vergüenzas al aire al dejar fuera de una ley con el pomposo objetivo de regular "el buen gobierno" al presidente de la comunidad y los miembros de su ejecutivo, en concreto a la hora de establecer un régimen sancionador.
Creo que ya expresé en una ocasión anterior que los coletazos de esos famosos "mil días" del actual Gobierno del Principado transmiten más improvisación y prisas que objetivos e ideas. En su última proyección para este periodo, Javier Fernández estableció como prioridades irrenunciables unas metas legislativas claras que incluían dicha ley de buen gobierno y de incompatibilidades de altos cargos y su hermana gemela de transparencia, íntimamente relacionadas. Si las cosas siguen como hasta ahora nada hace prever que, finalmente, puedan ver la luz en una legislatura a la que le quedan algunas semanas.
Mal epílogo para un ejecutivo débil que, aunque sin entusiasmo, se había comprometido a completar una reforma del sector público autonómico que también se ha caído de la agenda recientemente. Cierto que abordaron esta tarea un par de años atrás empujados por los entonces socios de gobierno, Izquierda Unida y Unión, Progreso y Democracia. La parcialización de sus objetivos y la ruptura de dicho acuerdo han dejado tal renovación o limpieza en prácticamente nada.
Puede que a algunos la agenda legislativa no les diga nada, pero en ella está la base de una gestión responsable y cabal. Es verdad que Javier Fernández ha logrado sacar adelante la ley entre las leyes, la de los presupuestos, merced a un trato hace poco inimaginable con el Partido Popular. Pero si en sus cifras están los cimientos de un gobierno, no es menos cierto que el resto de las normativas con rango de ley son las que ayudan a edificar el esqueleto organizativo de toda una administración. Corregir eso será una señal de auténtico buen gobierno.
jueves, 26 de febrero de 2015
martes, 24 de febrero de 2015
El cuento de la lechera no es un programa
Me permito tomar este título prestado de un artículo publicado hace algunos años por el periodista y escritor Javier Valenzuela porque me parece que viene como anillo al dedo ahora que estamos empezando una interminable etapa electoral que, podría decirse, se ha iniciado semanas atrás con la precampaña para las municipales y autonómicas de mayo y que se prolongará, si nadie lo remedia, hasta los últimos meses del presente año, con la celebración de las legislativas.
Y digo que el título me parece apropiado porque es éste el momento en el que las fuerzas políticas comienzan a echarse en cara lo que han hecho o han dejado de hacer los otros y sientan los cimientos de lo que serán sus famosas promesas electorales, esas que, según se acepta generalmente, se hacen para no cumplirlas o, en el mejor de los casos, sin ninguna seguridad de que se van a poder llevar a efecto.
Un ejemplo paradigmático lo pone el desarrollo de esta primera jornada de un devaluado debate sobre el estado de la nación, el último -según se dice- del bipartidismo PP-PSOE, aunque en el mismo no tengan protagonismo alguno esos otros partidos emergentes que, si hacemos caso de las encuestas, van a dar un vuelco al mapa político español. De momento, Mariano Rajoy y los suyos se han empeñado en reescribir "Alicia en el país de las maravillas" para hacer llegar a la sociedad el mensaje de que hemos empezado a transitar por caminos seguros y que "somos ejemplo para Europa", un eslogan de difícil tragadera para millones de españoles. Enfrente, el debutante Pedro Sánchez ha querido enseñar a sus conciudadanos que tiene colmillos de pitbull y no los del caniche de Susana Díez. Y para ello ha adoptado un discurso agresivo enarbolando la bandera del desempleo, de la corrupción y de la pérdida de libertades, como la "herencia" aportada por los conservadores en estos tres años de mayoría absolutista.
Tras sus discursos laten dos claras consignas electorales. En el primer caso, la recuperación económica (la creación de tres millones de empleos recuerda bastante a la decepcionante realidad de algunos compromisos de los primeros años de la etapa democrática actual). En el segundo, la reconquista del estado del bienestar, arrasado -dicen- por los gobiernos conservadores hasta arrumbar a España a una depauperación de los derechos más elementales.
En ambos casos, los dos rivales políticos nos recuerdan -como antes sus predecesores- la filosofía del cuento de la lechera, donde aquella joven niña iba realizando sus cálculos de multiplicar su estatus social sustentados solamente en el viejo cántaro que llevaba al mercado, sin tener en cuenta la fragilidad o volatilidad del mismo.
De aquí en adelante, vamos a asistir -nuevamente- a una carrera en la que los hasta ahora partidos dominantes, pero también las minorías y aquellos demoscópicamente ensalzados, van a competir en la tarea de multiplicar exponencialmente los recursos sin detenerse a pensar en cuáles y cuántos son en la cruda realidad y la verdadera potencialidad de los mismos.Ya se sabe: aquello de prometer hasta meter.
Y digo que el título me parece apropiado porque es éste el momento en el que las fuerzas políticas comienzan a echarse en cara lo que han hecho o han dejado de hacer los otros y sientan los cimientos de lo que serán sus famosas promesas electorales, esas que, según se acepta generalmente, se hacen para no cumplirlas o, en el mejor de los casos, sin ninguna seguridad de que se van a poder llevar a efecto.
Un ejemplo paradigmático lo pone el desarrollo de esta primera jornada de un devaluado debate sobre el estado de la nación, el último -según se dice- del bipartidismo PP-PSOE, aunque en el mismo no tengan protagonismo alguno esos otros partidos emergentes que, si hacemos caso de las encuestas, van a dar un vuelco al mapa político español. De momento, Mariano Rajoy y los suyos se han empeñado en reescribir "Alicia en el país de las maravillas" para hacer llegar a la sociedad el mensaje de que hemos empezado a transitar por caminos seguros y que "somos ejemplo para Europa", un eslogan de difícil tragadera para millones de españoles. Enfrente, el debutante Pedro Sánchez ha querido enseñar a sus conciudadanos que tiene colmillos de pitbull y no los del caniche de Susana Díez. Y para ello ha adoptado un discurso agresivo enarbolando la bandera del desempleo, de la corrupción y de la pérdida de libertades, como la "herencia" aportada por los conservadores en estos tres años de mayoría absolutista.
Tras sus discursos laten dos claras consignas electorales. En el primer caso, la recuperación económica (la creación de tres millones de empleos recuerda bastante a la decepcionante realidad de algunos compromisos de los primeros años de la etapa democrática actual). En el segundo, la reconquista del estado del bienestar, arrasado -dicen- por los gobiernos conservadores hasta arrumbar a España a una depauperación de los derechos más elementales.
En ambos casos, los dos rivales políticos nos recuerdan -como antes sus predecesores- la filosofía del cuento de la lechera, donde aquella joven niña iba realizando sus cálculos de multiplicar su estatus social sustentados solamente en el viejo cántaro que llevaba al mercado, sin tener en cuenta la fragilidad o volatilidad del mismo.
De aquí en adelante, vamos a asistir -nuevamente- a una carrera en la que los hasta ahora partidos dominantes, pero también las minorías y aquellos demoscópicamente ensalzados, van a competir en la tarea de multiplicar exponencialmente los recursos sin detenerse a pensar en cuáles y cuántos son en la cruda realidad y la verdadera potencialidad de los mismos.Ya se sabe: aquello de prometer hasta meter.
sábado, 21 de febrero de 2015
Demolition Woman
Cuando todavía no se han apagado los ecos de la desastrosa gestión de la crisis sufrida en la organización del Partido Popular en Gijón, la 'lideresa' del partido ha decidido colocar otra carga de profundidad en la de Avilés que amenaza con tener un alcance mediático relevante. Como antes en Gijón, Mercedes Fernández ha optado por colocar como cabeza de cartel de los populares en la Villa del Adelantado a alguien -de momento desconozco quien- surgido de su particular y exclusiva elección. Desde la dirección local se habían barajado nombres como el de Carlos Rodríguez de la Torre y Javier Vidal García-Sánchez, éste último fichado hace pocos meses con carácter 'estelar' para la recuperación del terreno arrebatado por Foro que promueve 'Cherines'.
Todo parecía apuntar a que este veterano político retornado a la militancia activa estaba llamado a ser el aspirante a recuperar para el PP la Alcaldía de Avilés y, si mis informaciones no me fallan, para tal objetivo contaba con el aval del presidente local, Joaquín Aréstegui, y de la presidenta del comité electoral avilesino, Carmen Rodríguez Maniega. Todo en orden salvo esa inveterada costumbre de los conservadores de tomar todas las decisiones importantes de arriba hacia abajo y pasándose por el arco de triunfo los deseos de su militancia. Y, en este sentido, ninguno de los candidatos tanteados por sus compañeros avilesinos satisface los criterios del dedo que tanto gustan a la presidenta regional del partido. Como antes hizo con David González Medina en Gijón y repitió posteriormente, cuando un juez le echo abajo todo su castillo de naipes, con Mariano Marín, parece que ha preferido cocinar el retrato de su candidato en su despacho ovetense, de acuerdo a los mismos criterios empleados en la villa de Jovellanos: persona de perfil político bajo y, sobre todo, fiel hasta la muerte a los designios de la dirección regional.
Si no fuera por su larga militancia en el PP, alguien podría pensar que Mercedes Fernández fue elegida desde otras instancias para ser el submarino de los adversarios políticos en la tarea de poner en marcha una demolición lenta de su organización. En Gijón ya ha conseguido dejarla hecha unos zorros y la historia quizá se repita en Avilés. De la postura que adopten los protagonistas locales dependerá si la bomba le explota en las narices o consigue medianamente desactivarla. Conociendo a los responsables de la dirección local es fácil que opten por no alzar la voz y plegarse a los criterios de 'Cherines'. Otra cosa bien diferente será la reacción de Javier Vidal, quien ya ha empezado a hacer algunas declaraciones que aventuran su malestar e, incluso, la posibilidad de abandonar la militancia.
Claro que tal actitud va a abrir un flanco en las defensas del veterano político de la UCD, flanco por el que sin lugar a dudas será atacado por los 'oficialistas'. "Sólo venía a por el cargo", dirán sus todavía compañeros. Y ese el el toro que él, y sólo el, tendrá que lidiar.
Todo parecía apuntar a que este veterano político retornado a la militancia activa estaba llamado a ser el aspirante a recuperar para el PP la Alcaldía de Avilés y, si mis informaciones no me fallan, para tal objetivo contaba con el aval del presidente local, Joaquín Aréstegui, y de la presidenta del comité electoral avilesino, Carmen Rodríguez Maniega. Todo en orden salvo esa inveterada costumbre de los conservadores de tomar todas las decisiones importantes de arriba hacia abajo y pasándose por el arco de triunfo los deseos de su militancia. Y, en este sentido, ninguno de los candidatos tanteados por sus compañeros avilesinos satisface los criterios del dedo que tanto gustan a la presidenta regional del partido. Como antes hizo con David González Medina en Gijón y repitió posteriormente, cuando un juez le echo abajo todo su castillo de naipes, con Mariano Marín, parece que ha preferido cocinar el retrato de su candidato en su despacho ovetense, de acuerdo a los mismos criterios empleados en la villa de Jovellanos: persona de perfil político bajo y, sobre todo, fiel hasta la muerte a los designios de la dirección regional.
Si no fuera por su larga militancia en el PP, alguien podría pensar que Mercedes Fernández fue elegida desde otras instancias para ser el submarino de los adversarios políticos en la tarea de poner en marcha una demolición lenta de su organización. En Gijón ya ha conseguido dejarla hecha unos zorros y la historia quizá se repita en Avilés. De la postura que adopten los protagonistas locales dependerá si la bomba le explota en las narices o consigue medianamente desactivarla. Conociendo a los responsables de la dirección local es fácil que opten por no alzar la voz y plegarse a los criterios de 'Cherines'. Otra cosa bien diferente será la reacción de Javier Vidal, quien ya ha empezado a hacer algunas declaraciones que aventuran su malestar e, incluso, la posibilidad de abandonar la militancia.
Claro que tal actitud va a abrir un flanco en las defensas del veterano político de la UCD, flanco por el que sin lugar a dudas será atacado por los 'oficialistas'. "Sólo venía a por el cargo", dirán sus todavía compañeros. Y ese el el toro que él, y sólo el, tendrá que lidiar.
viernes, 20 de febrero de 2015
La cofradía de la conspiración
A estas alturas de la película todavía puede causarnos una cierta sorpresa la actitud de algunos dirigentes políticos cuando se trata de investigar irregularidades. Los mismos que se muestran exigentes y radicales a la hora de solicitar que se aclaren los trapos sucios de los adversarios se manifiestan renuentes y partidarios de la evanescencia cuando se trata de hurgar en la 'mierda' propia.
Viene esto a cuento por el acaloramiento con que ha recibido ese 'perro de presa' con que cuenta el grupo parlamentario socialista, su portavoz Fernando Lastra, la decisión de la comisión que investiga el presunto enriquecimiento ilicito de su otrora compañero y jefe José Ángel Fernández Villa de encargar al presidente de la misma, Ignacio Prendes, la elaboración del informe final de los trabajos. El dirigente socialista no ha escatimado descalificaciones e insultos para quien hasta no hace mucho era su socio de gobierno "responsable".
No le gusta al señor Lastra que la fuerza política a la que representa no pueda tener el control de un asunto tan espinoso para sus intereses. Nunca le ha gustado ni la propia existencia de dicha comisión, a cuya creación los socialistas se vieron obligados. Hubieran querido, él y sus correligionarios, que el asunto se hubiera zanjado con la urgente y concisa desautorización que del ex líder minero hizo su jefe de filas, el presidente del Principado, a raíz de conocerse la regularización que hizo de unas cantidades hasta entonces ocultas para el fisco y cuya procedencia nunca se ha podido aclarar.
Relegar el problema a un culpable fue desde el pitido inicial el objetivo de Javier Fernández. Extirpar el miembro enfermo del 'corpus' socialista para evitar que pudiera gangrenarse la imagen del conjunto. El hecho de que del 'caso Villa' pudieran derivarse implicaciones más amplias (veanse los fondos mineros) ponía los pelos de punta a los ex compañeros del sospechoso.
Por eso, el apoyo del resto de los partidos con representación parlamentaria a la creación de una comisión de investigación fue recibido con manifiesto disgusto por el grupo mayoritario, que aprovechó las sesiones de la misma para enturbiar con ninguneos y evasivas sus posibles trabajos. Ayudados, es verdad, por unos protagonistas que, lejos de buscar la vía directa para lograr la meta final, se enzarzaron en continuas recriminaciones y se internaron por vericuetos que transformaron la investigación en una caricatura patética de lo que conceptualmente debería ser un instrumento de este tipo.
Ahora, el trabajo llega a su final y todos los grupos, a excepción del socialista, han apoyado que sea el diputado único de UpyD quien se encargue de elaborar el dictamen de estas semanas de languideciente investigación.
Y uno se pregunta: ¿Habrá algo más lógico que sea el presidente de la comisión el que redacte el informe final? ¿Acaso debería haber sido el señor Lastra o alguno de los suyos? ¿Se puede permitir el portavoz socialista desautorizar con insultos un dictamen que todavía ni está elaborado? ¿Qué ocurriría si se cambiaran los papeles y fuera un adversario político el que rechazara antes de conocerla la redacción final del señor Lastra? No es de recibo, pues, la verborrea del diputado socialista, que desearía poder difuminar o diluir cualquier sombra de sospecha que pudiera tocar, aunque fuera colateralmente, a su formación política.
Además, no hay que olvidar que, aunque se diera por cierto que Ignacio Prendes pudiera elaborar un dictamen apocalíptico, absolutamente parcial, torticeramente orientado, no debería olvidar la mayoría socialista que la opinión escrita del diputado magenta no es vinculante para nadie, como también podría afirmarse que no será tan siquiera condicionante. Eso salvo que se piense que el resto de grupos parlamentarios carezcan de criterio propio. Si se admite que cada cual defenderá el suyo -los socialistas también-, un principio democrático básico obliga a todos a reconocer la opinión mayoritaria. Dar por sentado que todos tienen ya tomada su decisión de ir conjuntamente a por ti responde a la mentalidad de los integrantes de la cofradía de la conspiración.
Viene esto a cuento por el acaloramiento con que ha recibido ese 'perro de presa' con que cuenta el grupo parlamentario socialista, su portavoz Fernando Lastra, la decisión de la comisión que investiga el presunto enriquecimiento ilicito de su otrora compañero y jefe José Ángel Fernández Villa de encargar al presidente de la misma, Ignacio Prendes, la elaboración del informe final de los trabajos. El dirigente socialista no ha escatimado descalificaciones e insultos para quien hasta no hace mucho era su socio de gobierno "responsable".
No le gusta al señor Lastra que la fuerza política a la que representa no pueda tener el control de un asunto tan espinoso para sus intereses. Nunca le ha gustado ni la propia existencia de dicha comisión, a cuya creación los socialistas se vieron obligados. Hubieran querido, él y sus correligionarios, que el asunto se hubiera zanjado con la urgente y concisa desautorización que del ex líder minero hizo su jefe de filas, el presidente del Principado, a raíz de conocerse la regularización que hizo de unas cantidades hasta entonces ocultas para el fisco y cuya procedencia nunca se ha podido aclarar.
Relegar el problema a un culpable fue desde el pitido inicial el objetivo de Javier Fernández. Extirpar el miembro enfermo del 'corpus' socialista para evitar que pudiera gangrenarse la imagen del conjunto. El hecho de que del 'caso Villa' pudieran derivarse implicaciones más amplias (veanse los fondos mineros) ponía los pelos de punta a los ex compañeros del sospechoso.
Por eso, el apoyo del resto de los partidos con representación parlamentaria a la creación de una comisión de investigación fue recibido con manifiesto disgusto por el grupo mayoritario, que aprovechó las sesiones de la misma para enturbiar con ninguneos y evasivas sus posibles trabajos. Ayudados, es verdad, por unos protagonistas que, lejos de buscar la vía directa para lograr la meta final, se enzarzaron en continuas recriminaciones y se internaron por vericuetos que transformaron la investigación en una caricatura patética de lo que conceptualmente debería ser un instrumento de este tipo.
Ahora, el trabajo llega a su final y todos los grupos, a excepción del socialista, han apoyado que sea el diputado único de UpyD quien se encargue de elaborar el dictamen de estas semanas de languideciente investigación.
Y uno se pregunta: ¿Habrá algo más lógico que sea el presidente de la comisión el que redacte el informe final? ¿Acaso debería haber sido el señor Lastra o alguno de los suyos? ¿Se puede permitir el portavoz socialista desautorizar con insultos un dictamen que todavía ni está elaborado? ¿Qué ocurriría si se cambiaran los papeles y fuera un adversario político el que rechazara antes de conocerla la redacción final del señor Lastra? No es de recibo, pues, la verborrea del diputado socialista, que desearía poder difuminar o diluir cualquier sombra de sospecha que pudiera tocar, aunque fuera colateralmente, a su formación política.
Además, no hay que olvidar que, aunque se diera por cierto que Ignacio Prendes pudiera elaborar un dictamen apocalíptico, absolutamente parcial, torticeramente orientado, no debería olvidar la mayoría socialista que la opinión escrita del diputado magenta no es vinculante para nadie, como también podría afirmarse que no será tan siquiera condicionante. Eso salvo que se piense que el resto de grupos parlamentarios carezcan de criterio propio. Si se admite que cada cual defenderá el suyo -los socialistas también-, un principio democrático básico obliga a todos a reconocer la opinión mayoritaria. Dar por sentado que todos tienen ya tomada su decisión de ir conjuntamente a por ti responde a la mentalidad de los integrantes de la cofradía de la conspiración.
jueves, 19 de febrero de 2015
De normalidad, nada de nada
Se puede desgañitar Francisco Álvarez-Cascos proclamando a los cuatro vientos la normalidad que vive Foro Asturias Ciudadanos tras su anuncio de retirada de la Presidencia del partido y de la candidatura a la Presidencia del Principado bajo esas mismas siglas. Puede reiterar cuantas veces quiera y en todos los foros en los que participa que "Unos que vienen, otros que se van.... La vida sigue igual", parafraseando a Julio Iglesias. Puede hacerlo pero es una aseveración que no ha calado ni mucho menos en la opinión pública, ni siquiera entre los militantes de su misma fuerza política.
La realidad es que la decisión del líder único ha pillado a todos con el pie cambiado y ha creado una situación de desconcierto interno tal que se ha visto obligado a tapar la fuga de agua con el apoyo expreso a su actual pupila, Cristina Coto, para una 'sucesión tranquila'.
La primera sensación de tal apoyo es que el paso atrás -utilizando una terminología muy querida por él mismo- dado por el veterano político hace pocos días no ha sido tal, toda vez que ha aplicado su dedo poderoso para señalar a la persona llamada a ocupar los cargos más importantes del partido. No ha caído muy bien entre grupos importantes de sus correligionarios tal procedimiento, como lo demuestra la actitud de la militancia gijonesa, que entendía que el relevo generacional no pasaba por la actual portavoz parlamentaria. Y no es que Coto sea una anciana. No. Pero sí una política lo suficientemente veterana como para identificarla con el 'rejuvenecimiento' de Foro.
Las cosas se enredan si a eso se añadiera la previsible aceptación de Cascos de la Secretaría General del Partido, convirtiendo la operación en un a modo de "cambio de cromos" en el que una personalidad como la del ministro siempre se superpondría a la de su nueva 'protegida'.
Pero todavía hay un paso más en las 'exigencias' de la formación política a su líder indiscutible y es el de que acepte, también, ver su nombre incluido en puestos de relevancia de la candidatura autonómica para el próximo mes de mayo. Aquí ya parece más improbable que esos deseos tengan cumplimiento. La sospecha de que el paso atrás de Cascos tenga bastante que ver con el previsible descenso en el apoyo ciudadano a FAC no encajaría con esa ubicación electoral, que haría recaer sobre su persona el peso de un posible fracaso.
Lo que parece evidente es que, por esa u otras razones, la 'retirada' del ex vicepresidente del Gobierno de la nación y ex presidente del Principado ha dejado a su partido, creado a su imagen y semejanza, totalmente huérfano y a expensas de los vaivenes de un periodo electoral probablemente más complicado que nunca antes. Y lo que es aún más evidente es que el escenario que el propio Cascos ha diseñado para este proceso destila cualquier cosa menos normalidad.
La realidad es que la decisión del líder único ha pillado a todos con el pie cambiado y ha creado una situación de desconcierto interno tal que se ha visto obligado a tapar la fuga de agua con el apoyo expreso a su actual pupila, Cristina Coto, para una 'sucesión tranquila'.
La primera sensación de tal apoyo es que el paso atrás -utilizando una terminología muy querida por él mismo- dado por el veterano político hace pocos días no ha sido tal, toda vez que ha aplicado su dedo poderoso para señalar a la persona llamada a ocupar los cargos más importantes del partido. No ha caído muy bien entre grupos importantes de sus correligionarios tal procedimiento, como lo demuestra la actitud de la militancia gijonesa, que entendía que el relevo generacional no pasaba por la actual portavoz parlamentaria. Y no es que Coto sea una anciana. No. Pero sí una política lo suficientemente veterana como para identificarla con el 'rejuvenecimiento' de Foro.
Las cosas se enredan si a eso se añadiera la previsible aceptación de Cascos de la Secretaría General del Partido, convirtiendo la operación en un a modo de "cambio de cromos" en el que una personalidad como la del ministro siempre se superpondría a la de su nueva 'protegida'.
Pero todavía hay un paso más en las 'exigencias' de la formación política a su líder indiscutible y es el de que acepte, también, ver su nombre incluido en puestos de relevancia de la candidatura autonómica para el próximo mes de mayo. Aquí ya parece más improbable que esos deseos tengan cumplimiento. La sospecha de que el paso atrás de Cascos tenga bastante que ver con el previsible descenso en el apoyo ciudadano a FAC no encajaría con esa ubicación electoral, que haría recaer sobre su persona el peso de un posible fracaso.
Lo que parece evidente es que, por esa u otras razones, la 'retirada' del ex vicepresidente del Gobierno de la nación y ex presidente del Principado ha dejado a su partido, creado a su imagen y semejanza, totalmente huérfano y a expensas de los vaivenes de un periodo electoral probablemente más complicado que nunca antes. Y lo que es aún más evidente es que el escenario que el propio Cascos ha diseñado para este proceso destila cualquier cosa menos normalidad.
jueves, 12 de febrero de 2015
Crónica de un fracaso
El sorprendente anuncio de Francisco Álvarez-Cascos de que no optará a repetir en la Presidencia de Foro Asturias Ciudadanos y, por consiguiente, no volverá a ser candidato a la Presidencia del Principado ha pillado con el pie cambiado a buena parte de los asturianos, incluidos la mayoría de los militantes de su propio partido. Aunque pendientes de un congreso, los medios de comunicación habían obviado tal cita y dado entre los seguros para los comicios autonómicos de mayo al veterano político asturiano.
Dejando de lado el argumentario dado por Cascos en su reunión de ayer con los fieles del consejo de dirección, su decisión no deja de ser el reconocimiento de un fracaso. Un fracaso que se empezó a gestar cuando se vio empujado a convocar elecciones anticipadas va casi para tres años. Poner como objetivo la batalla contra el emergente Podemos o recurrir como referencia a Susana Díaz se me antoja un recurso dialéctico alejado de la cruda realidad.
El ex presidente del Principado nunca se ha sentido cómodo en su escaño de 'co-jefe' de la oposición y su presencia en la vida política asturiana se ha ido desinflando progresivamente como un globo averiado. Fuimos muchos los que estábamos convencidos de que el ex ministro dio el paso de abandonar el Partido Popular y crear un partido a su imagen y semejanza con el convencimiento de que sólo la responsabilidad de gobierno le volvería a atar con lazos marineros a su territorio. Y ganó unos comicios -los ganó porque pudo formar gobierno-. Pero, buen conocedor de la política asturiana, debería haber tenido en cuenta las miserias que arrastran los protagionista de la misma en el Principado. No las tuvo. Y por eso perdió cuando apostó por plebiscitarse de nuevo con el voto de sus paisanos.
De ahí en adelante, por mucho que Cascos trate de sacar pecho, su formación se ha ido diluyendo en el día a día de una Junta General del Principado que languidece y se ha convertido en algo más aburrido que una comedia romántica norteamericana actual.
Crónica de un fracaso. Personal y colectivo. De una deriva que ha acabado por caricaturizarse en algunos de sus comportamientos.
Ahora, todo parece indicar que Foro va a iniciar una nueva etapa sin su fundador y líder único. Habrá primarias y, probablemente, al frente se sitúe uno de los componentes de la guardia personal del actual presidente. Cristina Coto, Enrique Álvarez Sostres, ... Da igual. Foro concurrirá a los comicios montado sobre la ola de su presencia anterior y, como en tantos otros proyectos personales de los que da fe la historia de la política asturiana, logrará un grupo parlamentario menor y abordará los que posiblemente sean sus últimos cuatro años de presencia parlamentaria. Otra cosa bien diferente probablemente sea el buque insignia del partido, Gijón, auténtico nicho de poder que aspira a conservar amparándose en la persona de Carmen Moriyón, auténtico valor emergente en la formación tras sus primeros titubeos después de acceder a la Alcaldía de la ciudad, y en una gestión que, por mucho que se afanen todos sus adversarios locales, ha calado bastante en la ciudadanía. Además, cuenta FAC con el páramo en que ha convertido Mercedes Fernández la organización gijonesa del Partido Popular.
En fin, Cascos ha decidido retirarse y, de paso, hacerle el harakiri a la formación que surgió en su cabeza y que creó bajo sus propias siglas y a su imagen y semejanza. Pasar página tiene sus riesgos. Salvo que, emulando viejos caudillismos tan del gusto del protagonista, en su interior subyazca el deseo de una reacción unitaria de sus compañeros que le 'obliguen' a reconsiderar su postura y dar marcha atrás en su retirada.
Dejando de lado el argumentario dado por Cascos en su reunión de ayer con los fieles del consejo de dirección, su decisión no deja de ser el reconocimiento de un fracaso. Un fracaso que se empezó a gestar cuando se vio empujado a convocar elecciones anticipadas va casi para tres años. Poner como objetivo la batalla contra el emergente Podemos o recurrir como referencia a Susana Díaz se me antoja un recurso dialéctico alejado de la cruda realidad.
El ex presidente del Principado nunca se ha sentido cómodo en su escaño de 'co-jefe' de la oposición y su presencia en la vida política asturiana se ha ido desinflando progresivamente como un globo averiado. Fuimos muchos los que estábamos convencidos de que el ex ministro dio el paso de abandonar el Partido Popular y crear un partido a su imagen y semejanza con el convencimiento de que sólo la responsabilidad de gobierno le volvería a atar con lazos marineros a su territorio. Y ganó unos comicios -los ganó porque pudo formar gobierno-. Pero, buen conocedor de la política asturiana, debería haber tenido en cuenta las miserias que arrastran los protagionista de la misma en el Principado. No las tuvo. Y por eso perdió cuando apostó por plebiscitarse de nuevo con el voto de sus paisanos.
De ahí en adelante, por mucho que Cascos trate de sacar pecho, su formación se ha ido diluyendo en el día a día de una Junta General del Principado que languidece y se ha convertido en algo más aburrido que una comedia romántica norteamericana actual.
Crónica de un fracaso. Personal y colectivo. De una deriva que ha acabado por caricaturizarse en algunos de sus comportamientos.
Ahora, todo parece indicar que Foro va a iniciar una nueva etapa sin su fundador y líder único. Habrá primarias y, probablemente, al frente se sitúe uno de los componentes de la guardia personal del actual presidente. Cristina Coto, Enrique Álvarez Sostres, ... Da igual. Foro concurrirá a los comicios montado sobre la ola de su presencia anterior y, como en tantos otros proyectos personales de los que da fe la historia de la política asturiana, logrará un grupo parlamentario menor y abordará los que posiblemente sean sus últimos cuatro años de presencia parlamentaria. Otra cosa bien diferente probablemente sea el buque insignia del partido, Gijón, auténtico nicho de poder que aspira a conservar amparándose en la persona de Carmen Moriyón, auténtico valor emergente en la formación tras sus primeros titubeos después de acceder a la Alcaldía de la ciudad, y en una gestión que, por mucho que se afanen todos sus adversarios locales, ha calado bastante en la ciudadanía. Además, cuenta FAC con el páramo en que ha convertido Mercedes Fernández la organización gijonesa del Partido Popular.
En fin, Cascos ha decidido retirarse y, de paso, hacerle el harakiri a la formación que surgió en su cabeza y que creó bajo sus propias siglas y a su imagen y semejanza. Pasar página tiene sus riesgos. Salvo que, emulando viejos caudillismos tan del gusto del protagonista, en su interior subyazca el deseo de una reacción unitaria de sus compañeros que le 'obliguen' a reconsiderar su postura y dar marcha atrás en su retirada.
viernes, 6 de febrero de 2015
Un hombre/mujer, un partido
Son numerosas las ocasiones en las que nos echamos las manos a la cabeza por los monstruos que creamos a través de la fama. De la noche a la mañana, el éxito multitudinario convierte a un perfecto desconocido en un caprichoso y extravagante divo. Ocurre en el cine y la televisión, en la música, en el teatro. Pero ocurre también, y cada vez más, en la política.
Digo esto porque he seguido estos días las abundantes informaciones que han acompañado a la salida de Izquierda Unida de la que había sido ratificada como su cabeza de cartel en las autonómicas madrileñas. Hasta aquí, podríamos admitir que todo entra dentro del juego político y que Tania Sánchez, a la que ha perseguido la polémica desde ese mismo procesión de elección interna en la coalición por el sistema de primarias, está en su derecho de sentirse "traicionada" -lo mismo piensan de ella sus adversarios dentro de IU- y abandonar la militancia en la formación a la que ha pertencido tantos años y de la que era hasta ahora portavoz en la Comunidad de Madrid.
Lo que ya me resulta excesivo es que en cuestión de horas se haya planteado la sorprendente creación de unas nuevas siglas y un nuevo partido que, por supuesto, liderará ella misma. No sabemos qué va a ser este enésimo experimento de la izquierda española, sus intenciones, si los objetivos están guiados por ese producto tan apetitoso que es Podemos o si solamente se trata de preservar lo que serían las esencias de la izquierda real.
Lo que parece evidente es que en esto de la política cada vez existen más egos y cualquier 'desconocido', cuando se le pone en el moño, coge un rebote y funda su propio partido. Y como son muchos los que padecen ese mal, no sería de extrañar que, con el paso del tiempo, volvamos a aquella sopa de letras que resultaron ser las primeras convocatorias electorales en este país en la transición democrática. Al final, rizando el rizo, acabaremos sustituyendo aquello de "un hombre/mujer, un voto" por el más 'moderno' "un hombre/mujer, un partido".
Digo esto porque he seguido estos días las abundantes informaciones que han acompañado a la salida de Izquierda Unida de la que había sido ratificada como su cabeza de cartel en las autonómicas madrileñas. Hasta aquí, podríamos admitir que todo entra dentro del juego político y que Tania Sánchez, a la que ha perseguido la polémica desde ese mismo procesión de elección interna en la coalición por el sistema de primarias, está en su derecho de sentirse "traicionada" -lo mismo piensan de ella sus adversarios dentro de IU- y abandonar la militancia en la formación a la que ha pertencido tantos años y de la que era hasta ahora portavoz en la Comunidad de Madrid.
Lo que ya me resulta excesivo es que en cuestión de horas se haya planteado la sorprendente creación de unas nuevas siglas y un nuevo partido que, por supuesto, liderará ella misma. No sabemos qué va a ser este enésimo experimento de la izquierda española, sus intenciones, si los objetivos están guiados por ese producto tan apetitoso que es Podemos o si solamente se trata de preservar lo que serían las esencias de la izquierda real.
Lo que parece evidente es que en esto de la política cada vez existen más egos y cualquier 'desconocido', cuando se le pone en el moño, coge un rebote y funda su propio partido. Y como son muchos los que padecen ese mal, no sería de extrañar que, con el paso del tiempo, volvamos a aquella sopa de letras que resultaron ser las primeras convocatorias electorales en este país en la transición democrática. Al final, rizando el rizo, acabaremos sustituyendo aquello de "un hombre/mujer, un voto" por el más 'moderno' "un hombre/mujer, un partido".
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