Son numerosas las ocasiones en las que nos echamos las manos a la cabeza por los monstruos que creamos a través de la fama. De la noche a la mañana, el éxito multitudinario convierte a un perfecto desconocido en un caprichoso y extravagante divo. Ocurre en el cine y la televisión, en la música, en el teatro. Pero ocurre también, y cada vez más, en la política.
Digo esto porque he seguido estos días las abundantes informaciones que han acompañado a la salida de Izquierda Unida de la que había sido ratificada como su cabeza de cartel en las autonómicas madrileñas. Hasta aquí, podríamos admitir que todo entra dentro del juego político y que Tania Sánchez, a la que ha perseguido la polémica desde ese mismo procesión de elección interna en la coalición por el sistema de primarias, está en su derecho de sentirse "traicionada" -lo mismo piensan de ella sus adversarios dentro de IU- y abandonar la militancia en la formación a la que ha pertencido tantos años y de la que era hasta ahora portavoz en la Comunidad de Madrid.
Lo que ya me resulta excesivo es que en cuestión de horas se haya planteado la sorprendente creación de unas nuevas siglas y un nuevo partido que, por supuesto, liderará ella misma. No sabemos qué va a ser este enésimo experimento de la izquierda española, sus intenciones, si los objetivos están guiados por ese producto tan apetitoso que es Podemos o si solamente se trata de preservar lo que serían las esencias de la izquierda real.
Lo que parece evidente es que en esto de la política cada vez existen más egos y cualquier 'desconocido', cuando se le pone en el moño, coge un rebote y funda su propio partido. Y como son muchos los que padecen ese mal, no sería de extrañar que, con el paso del tiempo, volvamos a aquella sopa de letras que resultaron ser las primeras convocatorias electorales en este país en la transición democrática. Al final, rizando el rizo, acabaremos sustituyendo aquello de "un hombre/mujer, un voto" por el más 'moderno' "un hombre/mujer, un partido".
Quizás pueda ser considerado ese fenómeno como una válvula de escape frente a los represores vicios de la rancia partitocracia instalada (sin descartar los personalismos, por supuesto). Y no es exclusivo de la izquierda, por muchas convulsiones que hayan soportado los partidos comunistas. Así, a bote pronto, se me vienen a la mente varias escisiones en el seno del PP, algunas de ellas con sello asturiano: la del URAS de Sergio Marqués, la de IDEAS de Juan Morales ("felizmente" retornado a sus orígenes) y la más sonada, la del FAC de Álvarez Cascos; la última, ya a nivel nacional, la del VOX de Ortega Lara y Abascal. Lo importante es que se cuente detrás con el apoyo e impulso de un número importante de ciudadanos descontentos con las prácticas viciadas.
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