viernes, 20 de febrero de 2015

La cofradía de la conspiración

A estas alturas de la película todavía puede causarnos una cierta sorpresa la actitud de algunos dirigentes políticos cuando se trata de investigar irregularidades. Los mismos que se muestran exigentes y radicales a la hora de solicitar que se aclaren los trapos sucios de los adversarios se manifiestan renuentes y partidarios de la evanescencia cuando se trata de hurgar en la 'mierda' propia.

Viene esto a cuento por el acaloramiento con que ha recibido ese 'perro de presa' con que cuenta el grupo parlamentario socialista, su portavoz Fernando Lastra, la decisión de la comisión que investiga el presunto enriquecimiento ilicito de su otrora compañero y jefe José Ángel Fernández Villa de encargar al presidente de la misma, Ignacio Prendes, la elaboración del informe final de los trabajos. El dirigente socialista no ha escatimado descalificaciones e insultos para quien hasta no hace mucho era su socio de gobierno "responsable".

No le gusta al señor Lastra que la fuerza política a la que representa no pueda tener el control de un asunto tan espinoso para sus intereses. Nunca le ha gustado ni la propia existencia de dicha comisión, a cuya creación los socialistas se vieron obligados. Hubieran querido, él y sus correligionarios, que el asunto se hubiera zanjado con la urgente y concisa desautorización que del ex líder minero hizo su jefe de filas, el presidente del Principado, a raíz de conocerse la regularización que hizo de unas cantidades hasta entonces ocultas para el fisco y cuya procedencia nunca se ha podido aclarar.

Relegar el problema a un culpable fue desde el pitido inicial el objetivo de Javier Fernández. Extirpar el miembro enfermo del 'corpus' socialista para evitar que pudiera gangrenarse la imagen del conjunto. El hecho de que del 'caso Villa' pudieran derivarse implicaciones más amplias (veanse los fondos mineros) ponía los pelos de punta a los ex compañeros del sospechoso.

Por eso, el apoyo del resto de los partidos con representación parlamentaria a la creación de una comisión de investigación fue recibido con manifiesto disgusto por el grupo mayoritario, que aprovechó las sesiones de la misma para enturbiar con ninguneos y evasivas sus posibles trabajos. Ayudados, es verdad, por unos protagonistas que, lejos de buscar la vía directa para lograr la meta final, se enzarzaron en continuas recriminaciones y se internaron por vericuetos que transformaron la investigación en una caricatura patética de lo que conceptualmente debería ser un instrumento de este tipo.

Ahora, el trabajo llega a su final y todos los grupos, a excepción del socialista, han apoyado que sea el diputado único de UpyD quien se encargue de elaborar el dictamen de estas semanas de languideciente investigación.

Y uno se pregunta: ¿Habrá algo más lógico que sea el presidente de la comisión el que redacte el informe final? ¿Acaso debería haber sido el señor Lastra o alguno de los suyos? ¿Se puede permitir el portavoz socialista desautorizar con insultos un dictamen que todavía ni está elaborado? ¿Qué ocurriría si se cambiaran los papeles y fuera un adversario político el que rechazara antes de conocerla la redacción final del señor Lastra? No es de recibo, pues, la verborrea del diputado socialista, que desearía poder difuminar o diluir cualquier sombra de sospecha que pudiera tocar, aunque fuera colateralmente, a su formación política.

Además, no hay que olvidar que, aunque se diera por cierto que Ignacio Prendes pudiera elaborar un dictamen apocalíptico, absolutamente parcial, torticeramente orientado, no debería olvidar la mayoría socialista que la opinión escrita del diputado magenta no es vinculante para nadie, como también podría afirmarse que no será tan siquiera condicionante. Eso salvo que se piense que el resto de grupos parlamentarios carezcan de criterio propio. Si se admite que cada cual defenderá el suyo -los socialistas también-, un principio democrático básico obliga a todos a reconocer la opinión mayoritaria. Dar por sentado que todos tienen ya tomada su decisión de ir conjuntamente a por ti responde a la mentalidad de los integrantes de la cofradía de la conspiración.

1 comentario:

  1. Valiente y honesto comentario, Marcelino. No es frecuente encontrarse con periodistas y analistas que describan con ese crudo realismo una situación y una actitud. Yo no me canso de calificar a este "profesional" de la política de la conspiración, la tergiversación y la mentira. Pero tengo que contenerme si quiero que mis comentarios vean la luz. Hoy, la inspiración (?) me viene en términos futbolísticos. Nuestro personaje bien pudiera ser ese delegado de campo que encharcaba el terreno de juego, convirtiéndolo en impracticable, con la esperanza de que la presión ambiental y el caserismo del arbitro se tradujera en un penalti a favor en los minutos finales. O el clásico defensa central que abusaba de su físico para intimidar al hábil delantero contrario. O ese zaguero rompepiernas que, tras realizar una entrada espeluznante, se retuerce de ficticio dolor para confundir al árbitro y a la grada.
    En fin, para qué seguir: tú ya lo has calificado adecuadamente.

    Personaje absolutamente amortizable; lo he expresado en multitud de ocasiones.

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