Tras la lectura diaria de las noticias que afectan a nuestras instituciones políticas y a sus protagonistas no hago sino reafirmarme en la obsolescencia de los arcaicos conceptos de "izquierda" y "derecha" que las elecciones del 24 de mayo pasado han vuelto a colocar interesadamente sobre el tablero institucional. Desde aquella noche son miríada los que han desempolvado las viejas etiquetas para sumar las cifras que las urnas han dividido.
¿Se puede hablar de izquierda cuando hablamos del Partido Socialista Obrero Español? ¡Hombre! Si se pone en consonancia con el Partido Popular parece lógico diferenciarlos de alguna manera. Sin embargo, el centenario partido de Pablo Iglesias (el otro, el de verdad) hace años que se apuntó a una socialdemocracia inventada por los 'nuevos' socialistas para enmascarar sus vergüenzas conservadoras.
Voy a decir más. A mi no me parece siquiera izquierda la coalición Izquierda Unida, por mucho que lo lleve en sus siglas. Quizá la dificultad de alcanzar el poder haya permitido a sus dirigentes mantener ese prurito de ser los guardianes del fuego sagrado, aunque las escasas veces que han compartido gobierno hayan mostrado un rostro bien diferente y a ratos confundido con el de sus partenaires socialistas.
Es IU la más empeñada ahora en agrupar bajo un solo manto a toda la "izquierda", aunque la tercera pata de la mesa no quiere ni oir hablar del asunto y se haya desmarcado contundentemente de la susodicha marca. No están los tiempos para ello. Ahora, lo que importa es tomar el palacio de invierno (de otoño, habría que decir) y para ello hay que huir de las "amistades peligrosas".
Con este panorama a nadie deben extrañar los avances en el concubinato con el que la muy polarizada Junta General del Principado ha vuelto a juntar a "socialistas" y "ecocomunistas" en un pacto que se cocina lentamente a los ojos de la opinión pública aunque todos sabemos hace ya semanas que el verdadero guiso se hizo mucho antes y en olla express.
Resulta hilarante ver a Javier Fernández y Gaspar Llamazares sentarse a una mesa con fuertes escoltas respectivas para anunciar el entendimiento en asuntos tan viejos como la reforma electoral. ¿Acaso no sirvió de nada la "traición" del presidente del Principado en funciones durante la pasada legislatura? Javier Fernández, cual bizarro conquistador muestras los cristalitos de colores a los indios arrodillados que se los cambian por el reluciente oro.
En el fondo, los que tenemos ya el culo pelado y conocemos la historia de la autonomía asturiana, sabemos que los guiones se repiten y que, como antes Vicente Álvarez Areces, su sucesor hará el necesario cambio de cromos con una fuerza política siempre entregada interesadamente a "la causa de la izquierda".
El Fernández del PSOE ha tenido desde el minuto cero una indisimulada prisa por ser investido y ahora, con la seguridad de los votos de la coalición, ya ni siquiera considera que haya tiempo para incorporar a Podemos, menos permeables a sus juegos malabares. Esos diecinueve votos le parecen, dadas las circunstancias, más que suficientes. Renovar el cargo es la meta y después, ya veremos. Es una actitud muy característica del dirigente del socialismo asturiano.
No quiero terminar sin hacer una referencia a otro de los aspectos que desmontan día a día el cacareado bloque de la izquierda, o bloque de progreso, o como cada cual lo quiera llamar. Estoy pensando en lo de las retribuciones de los cargos institucionales. ¿Habrá algo más incongruente al respecto que la postura de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Oviedo, apoyándose en el Partido Popular para subir los sueldos de los concejales?
Estrategias electorales aparte, puede que la negativa de Pablo iglesias (el nuevo, el de la coleta) a sumar sus huestes a la plataforma de unidad de la "izquierda" promovida por IU tenga su sustento en que en su discurso siempre se refirió a una casta que personificaban PSOE y PP, pero eludió sus consideraciones sobre esa otra "castita" de los adláteres que se aferran a las sobras que les dejan los "mayoritarios".
El empeño de IU equivale a un intento de erigir un totem de cartón piedra sobre un basamento irregular y resbaladizo. Por muy diversas razones: integrar sin empacho alguno al PSOE en la izquierda, más allá de sus siglas, soslayando su acción política de estos últimos años; amnistiar al PSOE de sus corruptelas, especialmente las que han tenido consecuencias para nuestra comunidad autónoma, y que IU venía denunciando; imponer (al menos intentarlo), desde una posición minoritaria, un acoplamiento tan rancio en sus argumentos como forzado y falaz, ignorando que Podemos surgió precisamente para combatir a la casta representada por PSOE y PP; olvidar tan rápidamente que se antoja imposible regenerar la política apoyando incondicionalmente a uno de los causantes de su deterioro.
ResponderEliminarNo sé lo que votarán los militantes de IU en el referendo sobre ese apoyo para la investidura de Javier Fernández. Lo que opino yo es que Gaspar Llamazares y Manuel Orviz están más cerca de la casta que de la regeneración política. Y me parece muy lamentable y decepcionante.