Tras casi dos meses de espera y más de un sobresalto, el Principado de Asturias tiene otra vez presidente. Al final, los 'faroles' de Podemos se quedaron en eso, en 'faroles', y Javier Fernández revalidó el cargo en una sesión meteórica en la que, esta vez sí, se cumplió el guión.
Los diputados que comanda Emilio León se encargaron de que no hubiera filtración alguna sobre la decisión que tomaron anoche y la sesión se abrió con inusitada expectación. El aviso de que los 'emergentes' podrían haber prestado a la otra aspirante a la Presidencia, la popular Mercedes Fernández, parte de sus sufragios para forzar un nuevo empate y la continuidad de una situación de provisionalidad, había puesto a más de uno de los nervios. No fue así y, finalmente, los vencedores respiraron con alivio.
Porque el paso dado hoy mismo se antojaba cuestión de vida o muerte para el grupo socialista y sus apoyos de Izquierda Unida. No creo que a causa de la interinidad de un gobierno, ni por la preocupación de contar con el dudoso titular de ser la única autonomía que hasta ahora se había mostrado incapaz de alcanzar un acuerdo capaz de desatascar la situación precedente. Esos son razonamientos con los que siempre se puede argumentar políticamente. Sin embargo, la impresión generalizada era que al grupo con mayor número de diputados le urgía renovar su situación en las labores ejecutivas y punto. Después, ya veremos.
Ese objetivo ya está logrado y Javier Fernández tiene las manos libres para jurar el cargo y nombrar a su nuevo gabinete. Pero no creo que a nadie se le escape que era ese un obstáculo relativamente fácil de superar y que la verdadera carrera empieza ahora.
No tiene el reelegido presidente asturiano un escenario favorable, con una Cámara en la que encontrará con frecuencia dificultades para formar mayorías que impulsen su labor de gobierno. Sabe -y lo sabe bien- que solamente puede contar con los votos de sus representantes y esos otros cinco escaños que le ha brindado Gaspar Llamazares. Y estos, con el agravante de un apoyo poco consistente en las bases de la coalición al apuntalamiento del mandatario socialista que podrían causarle más de un problema al complaciente líder de IU. La derecha, por una parte, no va a facilitarle "ni el agua" (parecen lejos, al menos en los primeros compases de esta legislatura, los entendimientos con el Partido Popular de la pasada en los que llamarían "asuntos de Estado"), y los de Pablo Iglesias, por su parte, ya le han demostrado que están dispuestos a no pasar ni una y que tienen poco que ver con "la izquierda" que sustenta al nuevo gobierno. Quedan en la recámara -no los olvidemos- los de Ciudadanos, que lo mismo pueden servir para un roto que para un descosido, si las circunstancias lo exigieran.
Y en ese camino la siguiente etapa, la inminente, es la formación de un ejecutivo monocolor, dada la decisión de IU de no integrarse en el mismo. Su cabeza de filas ha sido muy específico al hablar de la composición de ese gabinete y de su propuesta de heterogeneidad. Sin embargo, no es Javier Fernández amigo de las 'aventuras' y las caras del viejo equipo de incondicionales y fieles no eran las de alguien que está a punto de cesar. Seguramente volverá a repetirse el viejo axioma de cambiar algo para que no cambie nada.
Pero tampoco eso representará el gran hándicap de un libreto que solamente acaba de abrir sus primeras páginas. Lo verdaderamente complicado para el renovado presidente del Principado empieza a la hora de ponerse a gestionar. Los modos y maneras empleados en la pasada legislatura ya no van a valerle y cada iniciativa legislativa, cada decisión, cada sesión parlamentaria va a representar, con toda seguridad, un desafío que le va a exigir el ciento y pico por ciento de sus aptitudes. La situación de Asturias, con unos números descorazonadores, tampoco va a contribuir seguramente a impulsar sus esfuerzos. Habrá que desearle suerte.
Yo, la suerte se la deseo a todos los asturianos por los que Javier Fernández dice que va a trabajar. La cruda realidad es que no resulta fácil tomárselo en serio. Las dificultades y los desafíos son consustanciales al cargo, y además Javier Fernández se los ha ganado a pulso por dos motivos: por los resultados reflejados en las urnas, y por sus discutibles actuaciones a lo largo de las dos (recortadas) legislaturas precedentes.
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