miércoles, 19 de agosto de 2009

Parches y confusion

Desde que la crisis económica tomó carta de naturaleza con su declaración oficial por parte del Gobierno -antes ya existía pero el equipo de Zapatero la había negado más veces que Pedro a Jesús- éste ha venido improvisando medidas de "ayuda" que, en líneas generales, han merecido casi siempre los mismos calificativos de "improvisadas", "indiscriminadas", "propagandísticas",... No hace falta volver la vista muy atrás para recordar el alcance y el 'territorio' de las sucesivas compensaciones que unas veces eran para los banqueros, otras para los autónomos, otras para el simple ciudadano de a pie o ahora para los parados.
El análisis de los sucedido en los tres últimos días es, sin embargo, paradigmático del modo de funcionar que ha adoptado en el último año el actual Gobierno socialista. A saber, el lunes se pone en marcha la medida de facilitar un subsidio de 420 euros a los parados que hayan agotado las prestaciones y no tengan ninguna fuente de ingresos. El resultado fue uno de esos caos que podrían competir con los peores momentos en las peores épocas de un gran aeropuerto como el de Barajas. Escenario, las oficinas del Inem, donde no hay papeles para las solicitudes; se carece de instrucciones precisas sobre la población afectada,... Llega el martes y el Gobierno tiene que salir al paso con justificaciones como aquello de que no se leyó la letra pequeña, que quizá no se explicaron con claridad los detalles y, lo que más enfado causó, la confirmación de la limitación de los beneficios a aquellos parados que se quedaron sin prestación después del 1 de agosto pasado. En paralelo, sindicatos, partidos y otros agentes sociales y políticos ponen sobre el tapete las dudas sobre el acierto de la medida, sobre todo por su carácter indiscriminado y, lo que es peor, por estar dirigida solamente a quienes hasta unos días antes aún cobraban el desempleo y la exclusión de los parados de larga duración. Y llega el miércoles, o sea hoy, y el presidente del Gobierno se ve obligado a dejar por un rato sus vacaciones para admitir la posibilidad de que la medida se amplíe a otros colectivos. En definitiva, la crónica de una actitud de parcheado -bienvenido para los que tienen la suerte de disfrutarlo, a fin de cuentas- que recuerda una vez más que, para administrar una crisis como la actual, hace falta algo más que estar dispuesto una semana sí y otra también a poner sobre la mesa unos miles de millones de euros para entregar al colectivo correspondiente sin un resultado efectivo en la economía productiva.
Si el Ejecutivo está dispuesto a mantener en marcha la máquina de hacer dinero -inflaciones aparte- mejor sería que fuera para impulsar medidas capaces de crear empleo. El resto no deja de ayudar a hacer la situación ocupacional y productiva cada día más lastrada. Así se arregla un roto o se tapa un hueco, pero la economía española tardará aún más en recuperarse que las del resto de países de nuestro entorno, que ya empiezan a sacar la cabeza. El argumento de que en España la crisis empezó más tarde y la salida será, en consecuencia, más tardía, se quedará desactivado si con las actuales perspectivas se mantiene la política de la subsidiariedad y el regalo oportunista y parcial.

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