jueves, 27 de agosto de 2009

Ruiz-Gimenez y la democracia cristiana

Al margen de los halagos oficiales que se le hacen a cualquier político fallecido, a Joaquín Ruiz-Giménez es de justicia reconocerle un papel decisivo no tanto en lo que hemos dado en llamar la transición democrática que se inicia con la muerte de Franco como en un periodo mucho más amplio que se inicia dentro de la etapa de la dictadura. Porque, a fin de cuentas, Ruiz Giménez cuanta con una biografía forjada políticamente en el franquismo y arroja, para algunos, determinados claroscuros que mirados con lupa apuntan a ciertos periodos de ambigüedad. Sin embargo, este veterano luchador fue del selecto grupo -ahora esa nómina se aumenta con frecuencia gracias a las neblinas que en la memoria instala el paso del tiempo- de los que verdaderamente iniciaron los esfuerzos para un cambio desde dentro del régimen anterior. Desde los intentos de reforma de la Educación -fue ministro del ramo en los años cincuenta- hasta una visión más amplia de la necesaria transformación hacia una democracia, Ruiz-Giménez supo hacer su propia ruptura con las ataduras que le ligaban al franquismo y apuntar el camino que luego otros se encargaron de andar.
En lo personal, para algunas generaciones como la mía, un símbolo de lo que el político democristiano representó fue la creación de la revista 'Cuadernos para el diálogo' -toda una denominación definitoria- plataforma de los variopintos grupos de personas con talante democrático que convergieron luego en los inicios de la Transición propiamente dicha. Luego vendrían otras, como 'Triunfo' o, más tarde, 'Cambio 16'. Todas ellas concebían una especie de liturgia a la hora de acudir semanalmente al quiosco a comprarlas, siempre el primer día y a la primera hora, por si acaso llegaba el secuestro. Su lectura tenía algo de clandestino y las guardábamos cuidadosamente como los libros prohibidos con los que uno se podía hacer aquí o allá. Eso siempre será para algunos de nosotros un haber en el equipaje con el que ahora se va el veterano político.
En lo ya estrictamente institucional, como genuino representante de la democracia cristiana, Ruiz-Giménez intento la aventura electoral sin ningún éxito. Una injusticia difícil de tragar cuando, con posterioridad y dentro de la Unión de Centro Democrático, otras personas se encargaron de poner a la DC en gobiernos y parlamentos. A día de hoy, los democristianos tienen en España -aunque no figuren con sus siglas en las instituciones- una de las peores valoraciones de entre las fuerzas políticas. Algunos nombres que están en la memoria de todos tienen esa responsabilidad. Uno cree que, con don Joaquín a la cabeza, una de las ideologías que cuentan en buena parte de los países de nuestro entorno tendría en nuestro país un eco popular diferente y un protagonismo más acusado. Descanse en paz.

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