¿Puede una jugada cambiar el curso de un partido? Evidentemente, sí. Que en lo que queda del encuentro puede pasar cualquier cosa y el resultado final acabe siendo el mismo. También. Lo que no cabe duda es que en cualquier duelo futbolístico se producen lances que, en ese preciso momento, desvían la trayectoria ordinaria de su curso normal. Así le ocurrió ayer al Sporting en su encuentro con el Real Madrid en el Santiago Bernabeu. Los rojiblancos son un equipo modesto, aunque en numerosas ocasiones sabe mostrar su personalidad, y así lo estaba haciendo ayer, gol de Barral incluido, hasta que que un árbitro decidió reformar el guión y darle a los 'merengues' el empate en una clarísima jugada ilegal. Un futbolista con nombre español y apellido holandés que, a principios de temporada, sobraba en la plantilla -como tantos otros de los que acaban por sacarle a Florentino las castañas del fuego- detuvo un rechace del guardameta Juan Pablo con ambas manos -¡si hasta el 'Marca' lo reconoce!- e introdujo en la portería sportinguista el balón. En un par de minutos, con un Sporting descompuesto por la tremenda injusticia, el Madrid marcó el segundo y ahí prácticamente se acabó todo.
La experiencia nos dice que en esto del fútbol se pueden encontrar interpretaciones para todos los gustos y justificaciones contundentes de cualquier jugada. En este caso, más elocuente que las imágenes que la televisión sirvió y repitió varias veces de la jugada, resulta la entrevista posterior al protagonista, a partir de ahora Van der 'Hands' -manos en inglés, por si todavía hay alguien que no lo sabe- en la que muestras sus dudas porque la jugada sucedió "muy rápido" mientras muestra a las cámaras una socarrona sonrisa cómplice.
Si un señor apellidado Paradas Romero -que sólo trae malos recuerdos a los colores gijoneses- hubiera anulado un tanto que nunca debió subir al marcador, ¿qué hubiera pasado? Es posible que los madridistas hubieran tirado del carro de la potencia -que no del juego- como en otras muchas ocasiones y hubieran sacado adelante el partido igualmente, pero es algo que nunca llegaremos a saber.
El partido ya se ha jugado y nada va a mover que los tres puntos sean de los blancos. A mí, personalmente, lo que me preocupa es que al segundo proyecto galáctico de Florentino sólo le queda la Liga para agarrarse y un club que lleba media temporada quejándose de las ayudas arbitrales a su eterno rival, el Barcelona, puede pesar mucho en el Colegio de Árbitros y en la Liga de Fútbol Profesional. El Real Madrid no se puede quedar toda una temporada en 'blanco' y la Liga es el último recurso para que así sea. Yo estaría preocupado realmente si fuera uno de los clubes que todavía tienen que enfrentarse al Real Madrid hasta el final de temporada. Todo hace presagiar que, al margen de la pegada y calidad de su plantilla, si es necesario un 'empujoncito' lo van a tener. Lo de ayer frente al Sporting, al margen de lo que representa para los que somos rojiblancos, podría quedarse en un desafortunada anécdota -o en un malintencionado error-. Ojalá fuera así, por el bien del fútbol.
Por cierto, ¿para cuándo va a tratar de implantarse algún tipo de coto a la todopoderosa capacidad de los árbitros para equivocarse, ya sea sin intención o con la más malévola de las voluntades? Muchos otros deportes ya la tienen y la tecnología permite remediar errores graves al instante. ¡Y no me vengan a estas alturas con la milonga de que eso sería tanto como acabar con el fútbol! Lo que puede acabar con él son todas esas jugadas que cada fin de semana vemos repetidas y que, al margen de la inamovilidad del resultado, permiten a colegiados ineptos o partidarios seguir pitando una semana tras otra; eso sí, siempre que no yerren contra un equipo importante.
domingo, 21 de marzo de 2010
miércoles, 17 de marzo de 2010
Me quedan para setiembre Cálculo y Feminismo
Lo de esta ministra ya empieza a pasar de castaño oscuro. Cuando el país se encuentra abrumado por el debate sobre las hipotéticas salidas a una crisis económica de caballo, cuando ni con este escenario es posible poner de acuerdo a los dos principales partidos nacionales, cuando el paro sigue creciendo y las reconvenciones sobre los números del Estado español llueve desde todos los frentes, cuando el sistema financiero nos tiene a todos con la mosca detrás de la oreja, cuando el futuro de este tremendo embrollo capitaliza las preocupaciones de la gran mayoría de la ciudadanía (veanse los datos de los sondeos oficiales), viene la titular de Igualdad y, en unas jornadas celebradas hoy en el Senado organizadas por su propio partido, no se le ocurre otra cosa que plantear que ha llegado la hora de incorporar el feminismo como asignatura troncal en la Universidad española.
Con esta señora uno ya no sabe si es que actúa de cuando en cuando como si fuera un señuelo para distraer a la opinión pública de lo importante o si realmente, como muchos piensan, no debería estar en todo un Gobierno de la nación.
Por si alguien no conoce el significado de sus intenciones, hay que recordar que se considera asignatura troncal en términos universitarios a aquella "común y obligatoria" para una titulación en todos los centros de España. Comprendo que es muy duro sostener la existencia de un ministerio que tiene como objetivo exclusivo lograr la igualdad entre hombres y mujeres, algo que bien se podría resolver, en el mejor de los casos, con una dirección general. Pero las banderas de Zapatero son todas así.
En realidad, este nuevo arranque de ingenio de la ministra sólo viene a reforzar una larga trayectoria -pese a la todavía corta experiencia del departamento- de la señora Aído con las que trata de defenderse de los millones de personas que se preguntan qué hace en el Ejecutivo.
Supongo que sería interesante preguntar a un estudiante de cualquier Ingeniería, o de Medicina, o también de Filología o de Historia del Arte, ¿por qué no?, qué piensan de esta iniciativa. No creo necesario apuntar la previsible respuesta.
Lo malo de estos gobernantes es que hasta sus propios compañeros los ponen en evidencia. En la misma jornada intervino la secretaria de Igualdad del PSOE, Soledad Cabezón, y apeló a otro objetivo mucho más razonable: lograr que en la Universidad la mujer vaya alcanzando unas cuotas igualitarias con el hombre en lo que a cargos de responsabilidad se refiere: rectoras, catedráticas, etcétera, actualmente en manifiesto desequilibrio en detrimento del género femenino, y ello en un momento en el que los porcentajes de matriculación y el de titulados ha superado ya el de mujeres con respecto al de hombres. Puede ser discutible el criterio, y lo es para muchos, pero en le dinámica de paridad en la que España ha entrado en los últimos años ese camino es objetivamente planteable; no así la ocurrencia de que "los estudios de género y la tradición histórica del feminismo tienen que ocupar un lugar troncal de nuestros universitarios", el palabras de la señora Aído.
Lo más lamentable es que este tipo de actuaciones, atacables desde cualquier flanco, constituyen en los cálculos de Zapatero un refuerzo de la persona que los protagoniza y, si como ya nadie duda, en junio tendremos un cambio de Gobierno, doña Bibiana seguirá seguro. A estas alturas ya todos los españoles sabemos que el presidente no es aquel 'bambi' de sus primeros años y que no admite que le lleven la contraria ni le fuercen a tomar decisiones; más bien al contrario, la evidencia contraria a sus designios no hace sino reforzarlos.
Hoy mismo hemos conocido unas interesantes declaraciones del ex ministro Jordi Sevilla en las que afirma que Zapatero "no deposita toda su confianza en nadie" y se atreve a incluir en el paquete a la propia esposa del presidente. La entrevista se publica en el número que hoy mismo lanzó a la calle la revista 'Vanity Fair' y cita como rasgo del carácter del presidente para con sus más directos colaboradores que "castiga con su indiferencia" o "haciendo el vacío" a quien ya no le complace. es el caso de la vicepresidenta primera, caída en desgracia hace meses y de la que el propio ex ministro confiesa que ella misma ha dicho "que se va". Tampoco parece estar ya en el grupo de los elegidos el titular de Exteriores, aunque en este caso él mismo ha ayudado bastante en algunos momentos. Así las cosas, el cambio parece estar servido y, como ya dije en cierta ocasión, podemos empezar a hacer las quinielas con un nuevo todopoderoso vicepresidente, el incombustible José Blanco, actual ministro de Fomento y uno de los pocos que, dentro de esa general desconfianza a la que alude Jordi Sevilla, parece quedar prácticamente excluido de ella.
Con esta señora uno ya no sabe si es que actúa de cuando en cuando como si fuera un señuelo para distraer a la opinión pública de lo importante o si realmente, como muchos piensan, no debería estar en todo un Gobierno de la nación.
Por si alguien no conoce el significado de sus intenciones, hay que recordar que se considera asignatura troncal en términos universitarios a aquella "común y obligatoria" para una titulación en todos los centros de España. Comprendo que es muy duro sostener la existencia de un ministerio que tiene como objetivo exclusivo lograr la igualdad entre hombres y mujeres, algo que bien se podría resolver, en el mejor de los casos, con una dirección general. Pero las banderas de Zapatero son todas así.
En realidad, este nuevo arranque de ingenio de la ministra sólo viene a reforzar una larga trayectoria -pese a la todavía corta experiencia del departamento- de la señora Aído con las que trata de defenderse de los millones de personas que se preguntan qué hace en el Ejecutivo.
Supongo que sería interesante preguntar a un estudiante de cualquier Ingeniería, o de Medicina, o también de Filología o de Historia del Arte, ¿por qué no?, qué piensan de esta iniciativa. No creo necesario apuntar la previsible respuesta.
Lo malo de estos gobernantes es que hasta sus propios compañeros los ponen en evidencia. En la misma jornada intervino la secretaria de Igualdad del PSOE, Soledad Cabezón, y apeló a otro objetivo mucho más razonable: lograr que en la Universidad la mujer vaya alcanzando unas cuotas igualitarias con el hombre en lo que a cargos de responsabilidad se refiere: rectoras, catedráticas, etcétera, actualmente en manifiesto desequilibrio en detrimento del género femenino, y ello en un momento en el que los porcentajes de matriculación y el de titulados ha superado ya el de mujeres con respecto al de hombres. Puede ser discutible el criterio, y lo es para muchos, pero en le dinámica de paridad en la que España ha entrado en los últimos años ese camino es objetivamente planteable; no así la ocurrencia de que "los estudios de género y la tradición histórica del feminismo tienen que ocupar un lugar troncal de nuestros universitarios", el palabras de la señora Aído.
Lo más lamentable es que este tipo de actuaciones, atacables desde cualquier flanco, constituyen en los cálculos de Zapatero un refuerzo de la persona que los protagoniza y, si como ya nadie duda, en junio tendremos un cambio de Gobierno, doña Bibiana seguirá seguro. A estas alturas ya todos los españoles sabemos que el presidente no es aquel 'bambi' de sus primeros años y que no admite que le lleven la contraria ni le fuercen a tomar decisiones; más bien al contrario, la evidencia contraria a sus designios no hace sino reforzarlos.
Hoy mismo hemos conocido unas interesantes declaraciones del ex ministro Jordi Sevilla en las que afirma que Zapatero "no deposita toda su confianza en nadie" y se atreve a incluir en el paquete a la propia esposa del presidente. La entrevista se publica en el número que hoy mismo lanzó a la calle la revista 'Vanity Fair' y cita como rasgo del carácter del presidente para con sus más directos colaboradores que "castiga con su indiferencia" o "haciendo el vacío" a quien ya no le complace. es el caso de la vicepresidenta primera, caída en desgracia hace meses y de la que el propio ex ministro confiesa que ella misma ha dicho "que se va". Tampoco parece estar ya en el grupo de los elegidos el titular de Exteriores, aunque en este caso él mismo ha ayudado bastante en algunos momentos. Así las cosas, el cambio parece estar servido y, como ya dije en cierta ocasión, podemos empezar a hacer las quinielas con un nuevo todopoderoso vicepresidente, el incombustible José Blanco, actual ministro de Fomento y uno de los pocos que, dentro de esa general desconfianza a la que alude Jordi Sevilla, parece quedar prácticamente excluido de ella.
La trampa del IVA
Al final, tal y como estaba previsto, el Gobierno ha sacado adelante en el Congreso de los Diputados su empeño en poner el acento para la salida de la crisis en el incremento de los tipos del IVA, un objetivo ya plasmado en los Presupuestos Generales del Estado para este ejercicio, y lo ha hecho, precisamente, con dos únicos apoyos -además del de sus propios diputados- los del PNV y los de Coalición Canaria, curiosamente dos colectivos a los que les afecta en menor medida que al resto de los españoles el efecto de la subida; a los canarios porque no tienen IVA y pagan solamente un 4,5% de gravamen, y a los vascos, porque tienen un régimen económico especial, el foral, distinto al del resto de los españoles. A ello habría que añadir que son precisamente esos dos grupos parlamentarios los que aprobaron el proyecto presupuestario a finales del pasado año a golpe de millones, cuando el presidente Zapatero sacó el talonario y reforzó las inversiones en esas dos comunidades con criterios más mercantilistas que políticos.
Dejando a un lado esta cuestión, que no es baladí ni mucho menos -¿por qué los canarios deciden que paguemos dos puntos más de IVA la mayoría de los españoles cuando a ellos no les afecta?-, el hecho en sí es que la democracia tiene este tipo de resultados, aunque siga siendo el mejor de los sistemas posibles.
El IVA va a subir; era un empeño del Ejecutivo y lo ha logrado. Otra cosa bien distinta es si la medida va a ser el revulsivo que sus miembros se empeñan obsesivamente en defender contra la crisis o se trata de un parche que traerá al déficit público español pan para hoy y hambre para mañana. Los socialistas y sus socios ocasionales apuntan, como siempre, al PP y le acusan de oponerse a la subida de impuestos en un momento en el que hace falta recaudación. Sin embargo, no quieren ni oir hablar de que, aun no coincidiendo en el fondo de la argumentación, han votado con los populares grupos tan varipintos como CiU, ERC, IU, UPyD,....
El problema principal es el de no escuchar. A estas alturas hasta el más lerdo de los ciudadanos sabe que la subida del IVA para el primero de julio va a provocar una estampida en el consumo en lo que resta de tiempo hasta entonces, porque lo que van a influir esos dos puntos en los bolsillos de los españoles ni siquiera pone de acuerdo a los miembros del Gobierno. Compremos ahora para evitar el recargo de la segunda mitad del año. Significa esto que, efectivamente, la actividad económica va a experimentar presumiblemente, una reactivación temporal importante. Pero, ¿qué va a pasar después de esa fecha mágica de mediados de año? Lo previsible es que, a partir de ahí, se produzca el efecto contrario y el freno de mano de los españoles nos devuelva a la contracción. Entonces veremos por dónde nos salen.
No podemos olvidar que la subida que el Gobierno defiende inflexiblemente es la de un impuesto indirecto y que va a afectar a la mayoría de la ciudadanía. ¿Quién lo diría escuchando hace no tanto tiempo a los socialistas y a sus socios de la izquierda de entonces? ¿No era la política de izquierdas actuar sobre los impuestos directos? Entre las cosas más razonables que ayes se escucharon en en el Congreso de los Diputados estuvo la reconvención de la representante de UPyD. Rosa Díez recriminó a quienes otro fueron sus compañeros que apliquen la subida del IVA habiendo suprimido previamente el impuesto sobre el Patrimonio.
Quizá por eso a esa señora cada día le tienen más miedo; los socialistas, primero; y los populares, después. Pueden criticársele muchas cosas, pero, desde luego, está sabiendo conectar con el sentido común, que es el más común de los sentidos, como todo el mundo sabe,
en numerosos pronunciamientos. En las encuestan su imberbe partido sigue creciendo, lento pero seguro, y ya son muchos los cálculos que se empiezan a hacer para municipales y autonómicas en las que unos pocos representantes pueden decidir de qué lado se inclina la balanza.
Dejando a un lado esta cuestión, que no es baladí ni mucho menos -¿por qué los canarios deciden que paguemos dos puntos más de IVA la mayoría de los españoles cuando a ellos no les afecta?-, el hecho en sí es que la democracia tiene este tipo de resultados, aunque siga siendo el mejor de los sistemas posibles.
El IVA va a subir; era un empeño del Ejecutivo y lo ha logrado. Otra cosa bien distinta es si la medida va a ser el revulsivo que sus miembros se empeñan obsesivamente en defender contra la crisis o se trata de un parche que traerá al déficit público español pan para hoy y hambre para mañana. Los socialistas y sus socios ocasionales apuntan, como siempre, al PP y le acusan de oponerse a la subida de impuestos en un momento en el que hace falta recaudación. Sin embargo, no quieren ni oir hablar de que, aun no coincidiendo en el fondo de la argumentación, han votado con los populares grupos tan varipintos como CiU, ERC, IU, UPyD,....
El problema principal es el de no escuchar. A estas alturas hasta el más lerdo de los ciudadanos sabe que la subida del IVA para el primero de julio va a provocar una estampida en el consumo en lo que resta de tiempo hasta entonces, porque lo que van a influir esos dos puntos en los bolsillos de los españoles ni siquiera pone de acuerdo a los miembros del Gobierno. Compremos ahora para evitar el recargo de la segunda mitad del año. Significa esto que, efectivamente, la actividad económica va a experimentar presumiblemente, una reactivación temporal importante. Pero, ¿qué va a pasar después de esa fecha mágica de mediados de año? Lo previsible es que, a partir de ahí, se produzca el efecto contrario y el freno de mano de los españoles nos devuelva a la contracción. Entonces veremos por dónde nos salen.
No podemos olvidar que la subida que el Gobierno defiende inflexiblemente es la de un impuesto indirecto y que va a afectar a la mayoría de la ciudadanía. ¿Quién lo diría escuchando hace no tanto tiempo a los socialistas y a sus socios de la izquierda de entonces? ¿No era la política de izquierdas actuar sobre los impuestos directos? Entre las cosas más razonables que ayes se escucharon en en el Congreso de los Diputados estuvo la reconvención de la representante de UPyD. Rosa Díez recriminó a quienes otro fueron sus compañeros que apliquen la subida del IVA habiendo suprimido previamente el impuesto sobre el Patrimonio.
Quizá por eso a esa señora cada día le tienen más miedo; los socialistas, primero; y los populares, después. Pueden criticársele muchas cosas, pero, desde luego, está sabiendo conectar con el sentido común, que es el más común de los sentidos, como todo el mundo sabe,
en numerosos pronunciamientos. En las encuestan su imberbe partido sigue creciendo, lento pero seguro, y ya son muchos los cálculos que se empiezan a hacer para municipales y autonómicas en las que unos pocos representantes pueden decidir de qué lado se inclina la balanza.
miércoles, 10 de marzo de 2010
Jo, tío, ¿qué hacemos con las pensiones?
El actual Gobierno de la nación se ha metido en muchos berenjanales, esos que les han colocado la etiqueta de "ocurrente", especialmente en los últimos tiempos, pero si alguno se lleva la palma es el absurdo debate fuera de los conductos institucionales y sociales propios de su condición sobre el futuro de las pensiones. Desde que soltara en el ruedo de la opinión pública la idea de la ampliación a los 67 años de la edad para la jubilación, la bola de nieve ha ido creciendo y haciéndose enorme hasta el extremo de antojársele incontrolable, por mucho que algunos de sus miembros hayan tratado de parar su creciente acción desgastadora.
Si primero vino la puntualización de que era sólo una idea, el paso de los días llevó ese proyecto a una batalla perdida de antemano hasta llegar a el que parece decidido abandono, aunque matizado por la advertencia de que no se ha retirado de la mesa de forma definitiva.
De por medio han surgido otras posibles modificaciones en el actual sistema de pensiones, como la ampliación del periodo de cálculo, otra iniciativa que ha merecido el rechazo de trabajadores y sindicatos, aunque en este caso la presión social no ha conducido a esta otra alternativa a una vía muerta, al menos de momento. Sin concretar con precisión los años en que se aumentaría el cómputo, una medida que rebajaría obligatoriamente -así lo han reconocido miembros del equipo económico de Zapatero y, aunque no lo hubieran hecho, no hace falta estar titulado en Matemáticas para saberlo- la prestación en un futuro próximo es otro de los juegos en los que jornada a jornada fluctúa con matices diversos en las manifestaciones de los miembros del Ejecutivo.
Otra de las perlas de estos días han sido las declaraciones del ministro Corbacho recomendando a los españoles que se vayan haciendo sus propios planes privados de pensiones -él mismo ya lo ha hecho-, otra salida que ha originado malestar y revuelo entre sus compañeros del Consejo de Ministros, hasta el extremo de tener que reconocer a preguntas directas -unos cuantos- que han recurrido a esa alternativa, mientras que otros -los menos- se confiesan tranquilos son el sistema público y han renunciado a 'la hucha' privada para garantizarse el futuro. Lo que late bajo todo este debate es la manifiesta falta de tacto de algunos gobernantes que, en momentos de angustia económica entre la ciudadanía, no pierden oportunidad, lejos de lo que debía ser su obligación y por la que cobran -e incluso se hacen acreedores a pensiones vitalicias-, de alimentar el clima de desconfianza en uno de los pilares de la seguridad en un futuro tranquilo, la jubilación, y con ella una pensión digna para la que han estado contribuyendo, en muchos casos, durante decenas de años, con una parte importante de sus emolumentos.
Dejando de lado -cuestión nada baladí- que los planes privados de pensiones cuestan y que, en la actual situación, tampoco los sueldos, mayoritariamente, están pasa sacar unos miles de euros para tales menesteres, la conclusión es que a nadie puede extrañar que Zapatero haya cambiado recientemente de secretario de Estado de Comunicación. Las 'vacas flacas' han exteriorizado con más claridad que nunca la 'jaula de grillos' en que se ha convertido su equipo, con miembros que dicen lo primero que se les viene a la cabeza, para ser matizados, cuando no desmentidos, por los propios compañeros de bancada a las pocas horas.
Esta descoordinación galopante, que dudo mucho que el nuevo responsable de Comunicación elegido directamente por Zapatero vaya a poder controlar, tiene en el caso de las pensiones una gravedad especial.
Parece obvio que, dentro de las medidas que el Gobierno deberá afrontar responsabilizándose plenamente a la hora de afrontar con los agentes sociales una ineludible reforma laboral, el sistema público de pensiones va a ser una de las piezas a mover, y no precisamente para bien de sus beneficiarios. La situación y el cargo obligan -¡que le vamos a hacer1- a tomar medidas impopulares, pero esto es lo que no parece dispuesto a afrontar el actual Ejecutivo, más preocupado por hacer cuentas sobre la sangría de votos que se va a ir sumando a la que ya les sitúa, a medida que pasa el tiempo, bastante por detrás del PP, un Partido Popular sentado plácidamente y dispuesto a ver pasar por delante de su casa el 'cadáver' de su enemigo, aunque ello signifique una marea de 'daños colaterales' en el grueso de los españoles.
Son muchos los elementos que pueden configurar la búsqueda de una salida a la actual recesión salvaje, pero algunos de ellos son especialmente sensibles, y entre los que más está precisamente el de la reforma de las pensiones.
Ante este panorama, lo mínimo que se puede pedir al Ejecutivo es que se tome el asunto en serio y deje de barajar las cartas a ver si le sale el comodín o tiene que seguir eligiendo otro palo. Si todo el mundo está de acuerdo que la sostenibilidad del sistema actual está en riesgo, su obligación es poner al enfermo en la mesa de operaciones e intervenir para salvar el 'cuerpo social' con los menores daños posibles. No se puede trasladar a los preocupados futuros beneficiarios del sistema público de pensiones la sensación de que cada día sus responsables se levantan, se miran entre sí y dicen: "Jo, tío, ¿qué hacemos con las pensiones?".
Si primero vino la puntualización de que era sólo una idea, el paso de los días llevó ese proyecto a una batalla perdida de antemano hasta llegar a el que parece decidido abandono, aunque matizado por la advertencia de que no se ha retirado de la mesa de forma definitiva.
De por medio han surgido otras posibles modificaciones en el actual sistema de pensiones, como la ampliación del periodo de cálculo, otra iniciativa que ha merecido el rechazo de trabajadores y sindicatos, aunque en este caso la presión social no ha conducido a esta otra alternativa a una vía muerta, al menos de momento. Sin concretar con precisión los años en que se aumentaría el cómputo, una medida que rebajaría obligatoriamente -así lo han reconocido miembros del equipo económico de Zapatero y, aunque no lo hubieran hecho, no hace falta estar titulado en Matemáticas para saberlo- la prestación en un futuro próximo es otro de los juegos en los que jornada a jornada fluctúa con matices diversos en las manifestaciones de los miembros del Ejecutivo.
Otra de las perlas de estos días han sido las declaraciones del ministro Corbacho recomendando a los españoles que se vayan haciendo sus propios planes privados de pensiones -él mismo ya lo ha hecho-, otra salida que ha originado malestar y revuelo entre sus compañeros del Consejo de Ministros, hasta el extremo de tener que reconocer a preguntas directas -unos cuantos- que han recurrido a esa alternativa, mientras que otros -los menos- se confiesan tranquilos son el sistema público y han renunciado a 'la hucha' privada para garantizarse el futuro. Lo que late bajo todo este debate es la manifiesta falta de tacto de algunos gobernantes que, en momentos de angustia económica entre la ciudadanía, no pierden oportunidad, lejos de lo que debía ser su obligación y por la que cobran -e incluso se hacen acreedores a pensiones vitalicias-, de alimentar el clima de desconfianza en uno de los pilares de la seguridad en un futuro tranquilo, la jubilación, y con ella una pensión digna para la que han estado contribuyendo, en muchos casos, durante decenas de años, con una parte importante de sus emolumentos.
Dejando de lado -cuestión nada baladí- que los planes privados de pensiones cuestan y que, en la actual situación, tampoco los sueldos, mayoritariamente, están pasa sacar unos miles de euros para tales menesteres, la conclusión es que a nadie puede extrañar que Zapatero haya cambiado recientemente de secretario de Estado de Comunicación. Las 'vacas flacas' han exteriorizado con más claridad que nunca la 'jaula de grillos' en que se ha convertido su equipo, con miembros que dicen lo primero que se les viene a la cabeza, para ser matizados, cuando no desmentidos, por los propios compañeros de bancada a las pocas horas.
Esta descoordinación galopante, que dudo mucho que el nuevo responsable de Comunicación elegido directamente por Zapatero vaya a poder controlar, tiene en el caso de las pensiones una gravedad especial.
Parece obvio que, dentro de las medidas que el Gobierno deberá afrontar responsabilizándose plenamente a la hora de afrontar con los agentes sociales una ineludible reforma laboral, el sistema público de pensiones va a ser una de las piezas a mover, y no precisamente para bien de sus beneficiarios. La situación y el cargo obligan -¡que le vamos a hacer1- a tomar medidas impopulares, pero esto es lo que no parece dispuesto a afrontar el actual Ejecutivo, más preocupado por hacer cuentas sobre la sangría de votos que se va a ir sumando a la que ya les sitúa, a medida que pasa el tiempo, bastante por detrás del PP, un Partido Popular sentado plácidamente y dispuesto a ver pasar por delante de su casa el 'cadáver' de su enemigo, aunque ello signifique una marea de 'daños colaterales' en el grueso de los españoles.
Son muchos los elementos que pueden configurar la búsqueda de una salida a la actual recesión salvaje, pero algunos de ellos son especialmente sensibles, y entre los que más está precisamente el de la reforma de las pensiones.
Ante este panorama, lo mínimo que se puede pedir al Ejecutivo es que se tome el asunto en serio y deje de barajar las cartas a ver si le sale el comodín o tiene que seguir eligiendo otro palo. Si todo el mundo está de acuerdo que la sostenibilidad del sistema actual está en riesgo, su obligación es poner al enfermo en la mesa de operaciones e intervenir para salvar el 'cuerpo social' con los menores daños posibles. No se puede trasladar a los preocupados futuros beneficiarios del sistema público de pensiones la sensación de que cada día sus responsables se levantan, se miran entre sí y dicen: "Jo, tío, ¿qué hacemos con las pensiones?".
lunes, 8 de marzo de 2010
Me aburren los Oscar
Llevo unos cuantos años aguantando como un jabato hasta altas horas de la madrugada para asistir al "acontecimiento más glamouroso" de cuantos en el mundo se celebran. Esta experiencia te hace sabedor de que los galardones tienen, generalmente, poco que ver con el propio espectáculo cinematográfico y que en la concesión de las doradas estatuillas influyen elementos de todo tipo que tienen que ver con compromisos, coyunturas, poses y demás accesorios que podemos llamar 'extraculturales'. Pese a todo, el carácter de juego quinielístico, la posibilidad de ver en unas pocas horas a la plana mayor del estrellato cinematográfico y la constatación de las diferencias entre esos famosos señores y señoras que deciden y los gustos propios me han parecido siempre alicientes suficientes para repetir un año tras otro.
Siguiendo esos mismos criterios, aunque con la mosca detrás de la oreja por el desarrollo de las últimas ediciones, esta madrugada preparé unas cervezas y algo que picar y me dispuse a contemplar de nuevo el 'gran espectáculo'.
Un par de horas después, prolegómenos incluidos, empecé a bostezar, y no necesariamente por el sueño. La edición de este año me resultó especialmente aburrida y sin esas pequeñas chispas que anteriormente aparecían para iluminar la galaxia del 'glamour'. De entrada, podría decirse, con carácter general, que a la ceremonia empieza a pasarle lo que al circo -por cierto, tiene mucho de él- y que el 'más difícil todavía' hace tiempo que se agotó y los pequeños cambios -por ejemplo doblar el número de candidatas a la mejor película- son piruetas que nada aportan al triple salto mortal de toda la vida. Si a ello se añade que el mundo occidental -Estados Unidos incluida- atraviesa una grave crisis económica, podría entenderse que el despliegue de medios se vio afectado notablemente hasta el extremo de dar una cierta sensación de pobreza, por mucho que la ceremonia se iniciara con un número musical al estilo más clásico de Hollywood y los dos presentadores de este año -Alec Baldwin y Steve Martin- descendieran al escenario en una burbuja metálica desde las alturas del teatro.
La pareja citada hizo buenos a casi todos sus anteriores predecesores. Sus chistes sólo merecían educadas sonrisas y algún que otro gesto amable, cuando no caras de póker como la de George Clooney -y eso que todavía no sabía que se iba a quedar sin nada en el reparto posterior-. Bromas aparte, la larga introducción se limitó a un insulso repaso a muchos de los famosos que llenaban la sala, que ya habíamos visto previamente en la alfombra roja.
Pero lo más grave de todo fue el desastre en la organización de los tiempos, con absurdos como el largo homenaje a John Hughes, un cineasta mediocre de películas juveniles, para pasar a toda velocidad por otros destacados profesionales desaparecidos en el último año con una simple foto o, en el colmo de los despropósitos, limitar la mención de los galardones honoríficos a Lauren Bacall o Roger Corman -recluidos en una remota esquina de la sala- a que ambos se pusieran en pie para que se les viera. Otros años, este apartado ponía en pie a todo el teatro y no creo que los premiados este año se lo merecieran menos.
Decía que los autores del guión parecían escolares de primaria. Otro ejemplo. Se montan un largo espectáculo de danza para presentar las cinco bandas sonoras seleccionadas y no nos dan la oportunidad de escuchar siquiera las cinco canciones originales, otro de los instantes clásicos y siempre atractivos de años precedentes. El colmo de este desaguisado llegó ya al final, obviamente pasados de tiempo, cuando Tom Hanks abrió el sobre a la mejor película sin siquiera nombrarlas, obligando a Kathryn Bigelow, que ya se iba a su butaca con la estatuilla a la mejor dirección, a girar ciento ochenta grados en su camino sin saber al principio muy bien la razón. La cosa ya venía de atrás y la parte final se vio afectada de un acelerón impropio de los premios mayores. Quizá alguien culpe de ello a la larga intervención de Jeff Bridges, mejor actor, pero para entonces la cosa ya iba fuera de control. Podría citar algunos otros casos, y también la escasa imaginación -o falta de mdios- para 'darle la vuelta' al escenario, que se nos antojaba siempre igual por mucho que se cambiasen los focos o el color de las luces.
Eso en lo que al 'gran espectáculo' se refiere. Por lo que a la decisión de los ganadores, apelo de nuevo a la variedad de condicionantes que la Academia baraja y, también hay que decirlo, a la subjetividad de cada uno de nosotros. Para muchos "En tierra hostil" no era ni mucho menos la gran película merecedora de más y mejores premios, a pesar de su buena intención argumental y su estilo seco y duro, aunque como cada año hay que dar una campanada, no está mal que Bigelow recibiera su premio para convertirse en la primera mujer que lo gana por la dirección. Sobre "Avatar", qué decir. Todo el mundo habla de ella y muchos situando en su realización un antes y un después del cine comercial, pero al final se tuvo que conformar con tres premios 'menores', lo que la convirtió en la gran perdedora de la noche al ser una de las grandes favoritas. Claro que para otros, el gran fracaso fue el de "Up in the air", que se marchó de vacío, pese a su calidad intrínseca. El culto a los géneros y, concretamente al melodrama, animó a que "Precious" no se quedará también en blanco , pese a llegar directamente al corazón de muchos votantes, y se la reconociera con dos Oscar. Éxito puede considerarse el de "Up", una película de animación que, si bien ganó en este apartado y en el de la banda sonora, tuvo un protagonismo superior en casi toda la madrugada y todo hace indicar que se pudo quedar a las puertas de mejores resultados, algo insólito en este estilo cinematográfico.
Una sorpresa agradable fue el premio a "La sonrisa de sus ojos" como mejor película de habla no inglesa y no por el patrioterismo habitual de tratarse de una coproducción española, sino por ser un 'peliculón' que cual pequeño david debía enfrentarse al goliath de Michael Haneke, "La cinta blanca", que había arrasado en todos los galardones concedidos hasta esta fecha.
Preferencias personales aparte, me quedo con la parte principal de este comentario. La ceremonia dejó mucho que desear y deja a los responsables del año que viene un inmenso campo para volver, al menos, a la 'normalidad' de tiempos pretéritos. La de este año, a mí personalmente, me ha parecido un ejemplo para lo que no se debe hacer y un aburrimiento total. Falta un año y uno cambia de criterio, pero si la 83 edición fuera ahora, aseguro que no le robaría horas al sueño. Para presenciar lo que fue la 82, prefiero enterarme por escrito al día sigiuente.
Siguiendo esos mismos criterios, aunque con la mosca detrás de la oreja por el desarrollo de las últimas ediciones, esta madrugada preparé unas cervezas y algo que picar y me dispuse a contemplar de nuevo el 'gran espectáculo'.
Un par de horas después, prolegómenos incluidos, empecé a bostezar, y no necesariamente por el sueño. La edición de este año me resultó especialmente aburrida y sin esas pequeñas chispas que anteriormente aparecían para iluminar la galaxia del 'glamour'. De entrada, podría decirse, con carácter general, que a la ceremonia empieza a pasarle lo que al circo -por cierto, tiene mucho de él- y que el 'más difícil todavía' hace tiempo que se agotó y los pequeños cambios -por ejemplo doblar el número de candidatas a la mejor película- son piruetas que nada aportan al triple salto mortal de toda la vida. Si a ello se añade que el mundo occidental -Estados Unidos incluida- atraviesa una grave crisis económica, podría entenderse que el despliegue de medios se vio afectado notablemente hasta el extremo de dar una cierta sensación de pobreza, por mucho que la ceremonia se iniciara con un número musical al estilo más clásico de Hollywood y los dos presentadores de este año -Alec Baldwin y Steve Martin- descendieran al escenario en una burbuja metálica desde las alturas del teatro.
La pareja citada hizo buenos a casi todos sus anteriores predecesores. Sus chistes sólo merecían educadas sonrisas y algún que otro gesto amable, cuando no caras de póker como la de George Clooney -y eso que todavía no sabía que se iba a quedar sin nada en el reparto posterior-. Bromas aparte, la larga introducción se limitó a un insulso repaso a muchos de los famosos que llenaban la sala, que ya habíamos visto previamente en la alfombra roja.
Pero lo más grave de todo fue el desastre en la organización de los tiempos, con absurdos como el largo homenaje a John Hughes, un cineasta mediocre de películas juveniles, para pasar a toda velocidad por otros destacados profesionales desaparecidos en el último año con una simple foto o, en el colmo de los despropósitos, limitar la mención de los galardones honoríficos a Lauren Bacall o Roger Corman -recluidos en una remota esquina de la sala- a que ambos se pusieran en pie para que se les viera. Otros años, este apartado ponía en pie a todo el teatro y no creo que los premiados este año se lo merecieran menos.
Decía que los autores del guión parecían escolares de primaria. Otro ejemplo. Se montan un largo espectáculo de danza para presentar las cinco bandas sonoras seleccionadas y no nos dan la oportunidad de escuchar siquiera las cinco canciones originales, otro de los instantes clásicos y siempre atractivos de años precedentes. El colmo de este desaguisado llegó ya al final, obviamente pasados de tiempo, cuando Tom Hanks abrió el sobre a la mejor película sin siquiera nombrarlas, obligando a Kathryn Bigelow, que ya se iba a su butaca con la estatuilla a la mejor dirección, a girar ciento ochenta grados en su camino sin saber al principio muy bien la razón. La cosa ya venía de atrás y la parte final se vio afectada de un acelerón impropio de los premios mayores. Quizá alguien culpe de ello a la larga intervención de Jeff Bridges, mejor actor, pero para entonces la cosa ya iba fuera de control. Podría citar algunos otros casos, y también la escasa imaginación -o falta de mdios- para 'darle la vuelta' al escenario, que se nos antojaba siempre igual por mucho que se cambiasen los focos o el color de las luces.
Eso en lo que al 'gran espectáculo' se refiere. Por lo que a la decisión de los ganadores, apelo de nuevo a la variedad de condicionantes que la Academia baraja y, también hay que decirlo, a la subjetividad de cada uno de nosotros. Para muchos "En tierra hostil" no era ni mucho menos la gran película merecedora de más y mejores premios, a pesar de su buena intención argumental y su estilo seco y duro, aunque como cada año hay que dar una campanada, no está mal que Bigelow recibiera su premio para convertirse en la primera mujer que lo gana por la dirección. Sobre "Avatar", qué decir. Todo el mundo habla de ella y muchos situando en su realización un antes y un después del cine comercial, pero al final se tuvo que conformar con tres premios 'menores', lo que la convirtió en la gran perdedora de la noche al ser una de las grandes favoritas. Claro que para otros, el gran fracaso fue el de "Up in the air", que se marchó de vacío, pese a su calidad intrínseca. El culto a los géneros y, concretamente al melodrama, animó a que "Precious" no se quedará también en blanco , pese a llegar directamente al corazón de muchos votantes, y se la reconociera con dos Oscar. Éxito puede considerarse el de "Up", una película de animación que, si bien ganó en este apartado y en el de la banda sonora, tuvo un protagonismo superior en casi toda la madrugada y todo hace indicar que se pudo quedar a las puertas de mejores resultados, algo insólito en este estilo cinematográfico.
Una sorpresa agradable fue el premio a "La sonrisa de sus ojos" como mejor película de habla no inglesa y no por el patrioterismo habitual de tratarse de una coproducción española, sino por ser un 'peliculón' que cual pequeño david debía enfrentarse al goliath de Michael Haneke, "La cinta blanca", que había arrasado en todos los galardones concedidos hasta esta fecha.
Preferencias personales aparte, me quedo con la parte principal de este comentario. La ceremonia dejó mucho que desear y deja a los responsables del año que viene un inmenso campo para volver, al menos, a la 'normalidad' de tiempos pretéritos. La de este año, a mí personalmente, me ha parecido un ejemplo para lo que no se debe hacer y un aburrimiento total. Falta un año y uno cambia de criterio, pero si la 83 edición fuera ahora, aseguro que no le robaría horas al sueño. Para presenciar lo que fue la 82, prefiero enterarme por escrito al día sigiuente.
domingo, 7 de marzo de 2010
Las cosas se aclaran
Que nadie espera que los dos principales partidos asturianos van a poner sobre la mesa hasta que pase el verano una palabra por escrito sobre sus candidatos a la Presidencia del Principado del año próximo. En eso de la agenda coinciden. Sin embargo, a estas alturas ya prácticamente nadie duda de que los asturianos, después de tres convocatorias decidiendo sobre el mismo menú (Areces/Sánchez), vamos a tener nueva 'carta' y por partida doble en 2011. Javier Fernández, por los socialistas, y Francisco Álvarez-Cascos, por los populares, serán los platos principales sobre los que elegir.
Este es un escenario sobre el que desde hace algunas semanas ya nadie parece tener dudas, aunque -como decía- tengamos que esperar unos meses para que nos lo digan oficialmente.
Sin embargo, si las respectivas apuestas de PSOE y PP estaban en el ánimo generalizado de los asturianos las declaraciones y los movimientos de ambos pre-candidatos durante la semana que ahora termina han resultado especialmente clarificadoras.
En lo que a Cascos se refiere, no hay nada como ponerle ante un auditorio 'no político' -lease un grupo de universitarios- para sacarle esas palabras que elude ante los medios de comunicación. Ya pasó el año pasado en un colegio universitario madrileño y en esta ocasión ha sido un ámbito similar el que ha facilitado que el ex vicepresidente del Gobierno haya facilitado algunas claves para seguir reforzando la idea de su candidatura asturiana. Empezó por recordar que meses antes ya había confesado que su negativa a volver a la política activa era "revisable" y no excluyó tal revisión dejándolo a un "el tiempo lo clarificará" y abundando en que no es éste el momento ni las circunstancias para adelantar una decisión que ya no se molesta en negar, como antes hacía. Luego, advirtió, con ese estilo tan personal, que nadie espere que se autoproclame candidato, para recordar a renglón seguido los muchos peticiones que cada día se producen para su vuelta y, sin ocultar su orgullo por el "pressing" que se está produciendo desde distintos ámbitos, una presión que aventura que aumentará. O sea, que no va a hacer falta que se postule personalmente, ni pida nada a nadie, algo impensable en un político de su carácter. El margen de autosuficiencia se lo reafirmaron con posterioridad políticos de su partido de la región -el secretario general, Fernando Goñi, por ejemplo- y nacionales, entre ellos la propia secretaria general del partido María Dolores de Cospedal. ¡Que cambio han experimentado los discursos de los dirigentes de aquí y de allá desde que la candidatura es para todos un hecho!
Por lo que al PSOE se refiere, hay dos hitos importantes en los últimos días. El principal, la salida continua a la palestra de su presumible candidato, Javier Fernández, una actitud poco usual en un hombre que siempre se ha caracterizado por la huída de las declaraciones y, aunque bravucón, buen medidor de sus apariciones y celoso guardián de su presencia pública. Esta trayectoria ha cambiado. Nunca Fernández se había prodigado tanto verbalmente ni se había dejado ver con protagonismo en tantos escenarios públicos, sean institucionales o del partido. En definitiva, que -como comentaba en esta tribuna hace algunas semanas- ya se ha empezado a 'vender', porque en eso si que lleva una notable desventaja con su presunto rival. El otro dato relevante de estos días es que, pese a que las candidaturas son una hipótesis, el líder de los socialistas asturianos ya no elude las preguntas sobre Cascos y le ataca sin disimulo, ya sea culpándole de todos los 'males' del Gobierno de Aznar -ya no sólo de los relativos a infraestructuras, sino incluso de la trágica 'burbuja inmobiliaria'- o retándole a "que venga", cuál si de dos pistoleros de 'western' se tratase. Escuchándole, casi se puede uno imaginar esa escena final de la calle principal de un pequeño pueblo y los dos protagonistas avanzando uno hacia el otro dispuestos a desenfundar y ser el primero. También en esto tengo que recordar que en un comentario anterior avanzaba que la apertura de la 'veda' estaría en función de la progresiva confirmación del retorno de ex ministro de Aznar.
En fin, que es posible que tengamos que esperar al otoño para saber con 'precisión de BOE' que ambos serán los carteles electorales de sus respectivos partidos en la primavera del año próximo, pero no hay duda de que estos últimos días han servido para que las cosas -si es que no lo estaban ya- se nos aclaren bastante y empecemos a trabajar sobre una base, aunque extraoficial, realista y con muchos visos de ser ya una obviedad.
De lo que no cabe duda es de que algo de positivo va a tener la nueva situación para la política asturiana. Primero, cambiar del aburrido bimonologuismo de tantas convocatorias anteriores, y segundo, y lo más importante, que en esta ocasión podemos ser testigo de un auténtico 'choque de trenes'. Porque en esto del carácter -'chulería', incluso, si se me permite la palabra sin intención de darle un carácter peyorativo- aquí no hay ventajas.
Este es un escenario sobre el que desde hace algunas semanas ya nadie parece tener dudas, aunque -como decía- tengamos que esperar unos meses para que nos lo digan oficialmente.
Sin embargo, si las respectivas apuestas de PSOE y PP estaban en el ánimo generalizado de los asturianos las declaraciones y los movimientos de ambos pre-candidatos durante la semana que ahora termina han resultado especialmente clarificadoras.
En lo que a Cascos se refiere, no hay nada como ponerle ante un auditorio 'no político' -lease un grupo de universitarios- para sacarle esas palabras que elude ante los medios de comunicación. Ya pasó el año pasado en un colegio universitario madrileño y en esta ocasión ha sido un ámbito similar el que ha facilitado que el ex vicepresidente del Gobierno haya facilitado algunas claves para seguir reforzando la idea de su candidatura asturiana. Empezó por recordar que meses antes ya había confesado que su negativa a volver a la política activa era "revisable" y no excluyó tal revisión dejándolo a un "el tiempo lo clarificará" y abundando en que no es éste el momento ni las circunstancias para adelantar una decisión que ya no se molesta en negar, como antes hacía. Luego, advirtió, con ese estilo tan personal, que nadie espere que se autoproclame candidato, para recordar a renglón seguido los muchos peticiones que cada día se producen para su vuelta y, sin ocultar su orgullo por el "pressing" que se está produciendo desde distintos ámbitos, una presión que aventura que aumentará. O sea, que no va a hacer falta que se postule personalmente, ni pida nada a nadie, algo impensable en un político de su carácter. El margen de autosuficiencia se lo reafirmaron con posterioridad políticos de su partido de la región -el secretario general, Fernando Goñi, por ejemplo- y nacionales, entre ellos la propia secretaria general del partido María Dolores de Cospedal. ¡Que cambio han experimentado los discursos de los dirigentes de aquí y de allá desde que la candidatura es para todos un hecho!
Por lo que al PSOE se refiere, hay dos hitos importantes en los últimos días. El principal, la salida continua a la palestra de su presumible candidato, Javier Fernández, una actitud poco usual en un hombre que siempre se ha caracterizado por la huída de las declaraciones y, aunque bravucón, buen medidor de sus apariciones y celoso guardián de su presencia pública. Esta trayectoria ha cambiado. Nunca Fernández se había prodigado tanto verbalmente ni se había dejado ver con protagonismo en tantos escenarios públicos, sean institucionales o del partido. En definitiva, que -como comentaba en esta tribuna hace algunas semanas- ya se ha empezado a 'vender', porque en eso si que lleva una notable desventaja con su presunto rival. El otro dato relevante de estos días es que, pese a que las candidaturas son una hipótesis, el líder de los socialistas asturianos ya no elude las preguntas sobre Cascos y le ataca sin disimulo, ya sea culpándole de todos los 'males' del Gobierno de Aznar -ya no sólo de los relativos a infraestructuras, sino incluso de la trágica 'burbuja inmobiliaria'- o retándole a "que venga", cuál si de dos pistoleros de 'western' se tratase. Escuchándole, casi se puede uno imaginar esa escena final de la calle principal de un pequeño pueblo y los dos protagonistas avanzando uno hacia el otro dispuestos a desenfundar y ser el primero. También en esto tengo que recordar que en un comentario anterior avanzaba que la apertura de la 'veda' estaría en función de la progresiva confirmación del retorno de ex ministro de Aznar.
En fin, que es posible que tengamos que esperar al otoño para saber con 'precisión de BOE' que ambos serán los carteles electorales de sus respectivos partidos en la primavera del año próximo, pero no hay duda de que estos últimos días han servido para que las cosas -si es que no lo estaban ya- se nos aclaren bastante y empecemos a trabajar sobre una base, aunque extraoficial, realista y con muchos visos de ser ya una obviedad.
De lo que no cabe duda es de que algo de positivo va a tener la nueva situación para la política asturiana. Primero, cambiar del aburrido bimonologuismo de tantas convocatorias anteriores, y segundo, y lo más importante, que en esta ocasión podemos ser testigo de un auténtico 'choque de trenes'. Porque en esto del carácter -'chulería', incluso, si se me permite la palabra sin intención de darle un carácter peyorativo- aquí no hay ventajas.
jueves, 4 de marzo de 2010
La educación y sus tiempos
Escuchamos con frecuencia las amargas quejas de los mayores que reniegan del comportamiento y las costumbres de los más jóvenes. También oímos que, aunque el ambiente contribuye, los padres tienen buena parte de culpa de ciertas conductas antisociales, egoistas, insolidarias,... por la permisividad que han dado a sus descendientes. Parece obvio que los tiempos de bonanza que hemos vivido durante algunas largas etapas predisponen a la relajación en la disciplina y a la concesión a los vástagos de "lo que yo no tuve", aunque, en esa 'buena' disposición, en algunas cosas se pisa el acelerador más allá de lo aconsejable.
A nadie se le escapa que en estos asuntos de la educación no hay normas uniformes y cada individuo es un mundo complejo que contribuyen a forjar un sinfín de elementos. Sin embargo, la racionalidad nos dice que en la formación del niño, del joven, del adolescente, son precisos unos tiempos -más o menos flexibles- y que alterar esos periodos y 'saltarse' algunos de ellos no ayudan casi nunca al logro del individuo con sus derechos y sus deberes, con premios y con obligaciones, conocedor de hasta donde llega la frontera de sus actuaciones sin colisionar con la correspondiente a los que configuran con él la sociedad en la que vive.
Muchos de los problemas que se atribuyen, inadecuadamente con carácter general, a los chavales proceden de una dejadez de otras responsabilidades, las de los progenitores, del equivocado sentido de estos de que su hijo no tenga ni un teléfono móvil, ni ropa de marca, ni un medio de locomoción propio, peor que el de los compañeros de su entorno.
Ahora, dentro de la reforma en marcha de la normativa sobre seguridad vial, el Gobierno apunta a la rebaja a la edad de 17 años para poder conducir un automóvil. Cierto que -como tantas otras veces- la ciya como una idea sin perfilar y condiciona ese permiso a que el beneficiario vaya acompañado de un adulto. A los 17. ¿Y por qué no a los 16, o menos? ¿Qué condiciones debe reunir el acompañante que se supone que avala al nobel? ¿Debe tener su carné impoluto, con todos los puntos sin tocar o puede ser el mayor infractor de las normas de tráfico? Son muchas las incógnitas que una medida así plantea y casi siempre llevan a la conclusión de que se trata de una nueva "ocurrencia" cuyos objetivos últimos no me atrevo siquiera a aventurar. En cualquier caso, todo parece indicar que se trataría de una nueva modalidad de saltarse esos "tiempos" en la formación de la persona.
Si medidas de ese tipo prosperan y lo hacen, además, por iniciativa de la Administración -implicada en los últimos años en todo tipo de iniciativas tendentes a rebajar las sangrantes cifras de muertes en carretera- no es descabellado pensar que la rúptura de los 'calendarios' en ese proceso al que me refería irán a más y contribuirán a hacer todavía más complicada nuestra existencia en comunidad.
Quizá por ese camino, el escalofriante caso ocurrido estos días en Estados Unidos, donde un niño dirigió durante unos minutos el tráfico aéreo del JFK con la animada claque de su padre y otros compañeros del mismo, pueda no ser una execrable excepción y los infantes dirijan progresivamente nuestros destinos. En definitiva, como decía aquella famosa canción, "la vida no vale nada".
A nadie se le escapa que en estos asuntos de la educación no hay normas uniformes y cada individuo es un mundo complejo que contribuyen a forjar un sinfín de elementos. Sin embargo, la racionalidad nos dice que en la formación del niño, del joven, del adolescente, son precisos unos tiempos -más o menos flexibles- y que alterar esos periodos y 'saltarse' algunos de ellos no ayudan casi nunca al logro del individuo con sus derechos y sus deberes, con premios y con obligaciones, conocedor de hasta donde llega la frontera de sus actuaciones sin colisionar con la correspondiente a los que configuran con él la sociedad en la que vive.
Muchos de los problemas que se atribuyen, inadecuadamente con carácter general, a los chavales proceden de una dejadez de otras responsabilidades, las de los progenitores, del equivocado sentido de estos de que su hijo no tenga ni un teléfono móvil, ni ropa de marca, ni un medio de locomoción propio, peor que el de los compañeros de su entorno.
Ahora, dentro de la reforma en marcha de la normativa sobre seguridad vial, el Gobierno apunta a la rebaja a la edad de 17 años para poder conducir un automóvil. Cierto que -como tantas otras veces- la ciya como una idea sin perfilar y condiciona ese permiso a que el beneficiario vaya acompañado de un adulto. A los 17. ¿Y por qué no a los 16, o menos? ¿Qué condiciones debe reunir el acompañante que se supone que avala al nobel? ¿Debe tener su carné impoluto, con todos los puntos sin tocar o puede ser el mayor infractor de las normas de tráfico? Son muchas las incógnitas que una medida así plantea y casi siempre llevan a la conclusión de que se trata de una nueva "ocurrencia" cuyos objetivos últimos no me atrevo siquiera a aventurar. En cualquier caso, todo parece indicar que se trataría de una nueva modalidad de saltarse esos "tiempos" en la formación de la persona.
Si medidas de ese tipo prosperan y lo hacen, además, por iniciativa de la Administración -implicada en los últimos años en todo tipo de iniciativas tendentes a rebajar las sangrantes cifras de muertes en carretera- no es descabellado pensar que la rúptura de los 'calendarios' en ese proceso al que me refería irán a más y contribuirán a hacer todavía más complicada nuestra existencia en comunidad.
Quizá por ese camino, el escalofriante caso ocurrido estos días en Estados Unidos, donde un niño dirigió durante unos minutos el tráfico aéreo del JFK con la animada claque de su padre y otros compañeros del mismo, pueda no ser una execrable excepción y los infantes dirijan progresivamente nuestros destinos. En definitiva, como decía aquella famosa canción, "la vida no vale nada".
miércoles, 3 de marzo de 2010
No jugar con las cosas de comer
Desde que el Gobierno de Zapatero puso en marcha la comisión de la que debería salir un acuerdo global entre todas las fuerzas políticas y sociales para buscar una salida a una crisis económica cuya fecha de caducidad se prolonga periódicamente hasta llegar a parecerles a algunos de carácter indefinido, desde ese mismo instante, los diferentes actores de este decisivo escenario histórico han ido aportando sus puntos de vista, sus propuestas con las que colaborar a ese 'libro mágico' que recogería las fórmulas para abandonar el túnel y ver una luz que todos desearíamos.
Parece lógico que en este proceso cada uno de los protagonistas plantee ideas, propuestas, soluciones que, en un principio, por lógica deberían discrepar en puntos muy concretos de la política económica (vease el caso de la fiscalidad, que distancia permanentemente a PSOE y PP). Sin embargo, si nos atenemos a algunas de las últimas manifestaciones de los responsables, podría haber alguna razón para el optimismo y pensar que el acercamiento, aunque lento, se está produciendo y, aunque quizá excesivamente optimista, podría llegar a un punto de encuenro más o menos global. Es más de lo que la mayoría hubiera esperado cuando se inició el proceso.
Esta empresa, que ya debió de abordarse hace mucho tiempo -se perdió demasiado en remarcar los desencuentros y en posturas inflexibles- es un objetivo irrenunciable y así lo manifestaron en voz alta personas tan dispares como el Rey o dirigentes de ERC, hasta el extremo de que los sectores residuales del 'guerrismo' se atrevieron a plantear una 'gobierno de salvación nacional' de socialistas y populares. Parecía el mundo al revés. Lo que era obvio para personas y estamentos, sectores y entidades, ciudadanos en general no entraba en las agendas de los grandes partidos, sobre todo, hasta hace muy poco. Finalmente, sin demasiado entusiasmo, el presidente del Gobierno planteó la plataforma de salvación con los resultados ya reseñados, modestos pero esperanzadores.
Llegados a este punto, lo que debería eliminarse de la agenda de trabajo serían las ocurrencias, los globos sonda, las apuestas inviables. De esta tendencia nos ha dado excesivas muestras el Gobierno: la elevación de la edad de jubilación a los 67 años, el aumento del número de años para el cálculo de las pensiones, la congelación del sueldo de los funcionarios,... Propuestas que, si en términos estrictamente económicos podrían estar en los manuales de los gurús del sector, el Ejecutivo sabía que se iba a encontar al plantearlas con un muro insalvable, so pena de imponerlas por la fuerza con las consecuencias que todos nos podemos imaginar. Al final, todas esas 'soluciones' tenían una matización, cuando no una corrección posterior, que aumentaban la desconfianza general de los verdaderos sufridores diarios de la crisis. Matizaciones, correcciones, que en ciertos casos han marcado diferencias entre los propios miembros del Ejecutivo.
Lo peor es que este tipo de actuaciones corre el riesgo de crear escuela y ahora ha sido la CEOE, a través de uno de sus dirigentes, la que ha planteado la creación de una nueva figura de contrato específico para jóvenes que no puede recibir otro calificativo que el de 'basura', un contrato sin indemnización por despido ni prestación por desenpleo. Esta bomba de relojería ha sido inmediatamente desactivada por el máximo responsable de la patronal, Gerardo Díaz Ferrán al asegurar que en modo alguno la organización que preside defiende este tipo de fórmulas laborales y que era sólo "un ejemplo".
Gobierno, oposición, patronal y sindicatos tienen una responsabilidad -cada uno la suya- frente a la crisis y deben poner todos sus esfuerzos en cumplirla. Lo que no incluye sembrar de chinas el camino con planteamientos que arriman el ascua a su respectiva sardina. Hasta ahora, como tales, ninguno de ellos está sufriendo los efectos de esa crisis y, por ello, no deberían especular con las herramientas que puedan contribuir a avanzar en el trayecto hacia una recuperación, y mucho menos con los sectores más castigados por la tremenda depresión económica que atravesamos, como es el caso citado de los jóvenes. Cuando el paro crece cada mes los buscadores de primer empleo son uno de los sectores que más altos dígitos aportan a las preocupantes cifras. Plantear que en tanto a la brutal recesión le buscamos un arreglo los más débiles se apañen con lo que sea, aunque sean migajas, ya se está convirtiendo en un lugar común. Y si no que se lo pregunten a los chavales que intentan sin éxito colocarse y, cuando les aparece algo, es de tales características que parece más una broma pesada, cuando no un insulto.
Vamos a ser serios y buscar soluciones reales y dignas, acordes con los más mínimos derechos humanos. Ya sabemos que los objetivos no son fáciles, pero, a fin de cuentas, ese es su trabajo y por ello cobran. Entre tanto, ¡con las cosas de comer no se juega!
Parece lógico que en este proceso cada uno de los protagonistas plantee ideas, propuestas, soluciones que, en un principio, por lógica deberían discrepar en puntos muy concretos de la política económica (vease el caso de la fiscalidad, que distancia permanentemente a PSOE y PP). Sin embargo, si nos atenemos a algunas de las últimas manifestaciones de los responsables, podría haber alguna razón para el optimismo y pensar que el acercamiento, aunque lento, se está produciendo y, aunque quizá excesivamente optimista, podría llegar a un punto de encuenro más o menos global. Es más de lo que la mayoría hubiera esperado cuando se inició el proceso.
Esta empresa, que ya debió de abordarse hace mucho tiempo -se perdió demasiado en remarcar los desencuentros y en posturas inflexibles- es un objetivo irrenunciable y así lo manifestaron en voz alta personas tan dispares como el Rey o dirigentes de ERC, hasta el extremo de que los sectores residuales del 'guerrismo' se atrevieron a plantear una 'gobierno de salvación nacional' de socialistas y populares. Parecía el mundo al revés. Lo que era obvio para personas y estamentos, sectores y entidades, ciudadanos en general no entraba en las agendas de los grandes partidos, sobre todo, hasta hace muy poco. Finalmente, sin demasiado entusiasmo, el presidente del Gobierno planteó la plataforma de salvación con los resultados ya reseñados, modestos pero esperanzadores.
Llegados a este punto, lo que debería eliminarse de la agenda de trabajo serían las ocurrencias, los globos sonda, las apuestas inviables. De esta tendencia nos ha dado excesivas muestras el Gobierno: la elevación de la edad de jubilación a los 67 años, el aumento del número de años para el cálculo de las pensiones, la congelación del sueldo de los funcionarios,... Propuestas que, si en términos estrictamente económicos podrían estar en los manuales de los gurús del sector, el Ejecutivo sabía que se iba a encontar al plantearlas con un muro insalvable, so pena de imponerlas por la fuerza con las consecuencias que todos nos podemos imaginar. Al final, todas esas 'soluciones' tenían una matización, cuando no una corrección posterior, que aumentaban la desconfianza general de los verdaderos sufridores diarios de la crisis. Matizaciones, correcciones, que en ciertos casos han marcado diferencias entre los propios miembros del Ejecutivo.
Lo peor es que este tipo de actuaciones corre el riesgo de crear escuela y ahora ha sido la CEOE, a través de uno de sus dirigentes, la que ha planteado la creación de una nueva figura de contrato específico para jóvenes que no puede recibir otro calificativo que el de 'basura', un contrato sin indemnización por despido ni prestación por desenpleo. Esta bomba de relojería ha sido inmediatamente desactivada por el máximo responsable de la patronal, Gerardo Díaz Ferrán al asegurar que en modo alguno la organización que preside defiende este tipo de fórmulas laborales y que era sólo "un ejemplo".
Gobierno, oposición, patronal y sindicatos tienen una responsabilidad -cada uno la suya- frente a la crisis y deben poner todos sus esfuerzos en cumplirla. Lo que no incluye sembrar de chinas el camino con planteamientos que arriman el ascua a su respectiva sardina. Hasta ahora, como tales, ninguno de ellos está sufriendo los efectos de esa crisis y, por ello, no deberían especular con las herramientas que puedan contribuir a avanzar en el trayecto hacia una recuperación, y mucho menos con los sectores más castigados por la tremenda depresión económica que atravesamos, como es el caso citado de los jóvenes. Cuando el paro crece cada mes los buscadores de primer empleo son uno de los sectores que más altos dígitos aportan a las preocupantes cifras. Plantear que en tanto a la brutal recesión le buscamos un arreglo los más débiles se apañen con lo que sea, aunque sean migajas, ya se está convirtiendo en un lugar común. Y si no que se lo pregunten a los chavales que intentan sin éxito colocarse y, cuando les aparece algo, es de tales características que parece más una broma pesada, cuando no un insulto.
Vamos a ser serios y buscar soluciones reales y dignas, acordes con los más mínimos derechos humanos. Ya sabemos que los objetivos no son fáciles, pero, a fin de cuentas, ese es su trabajo y por ello cobran. Entre tanto, ¡con las cosas de comer no se juega!
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