Al final, tal y como estaba previsto, el Gobierno ha sacado adelante en el Congreso de los Diputados su empeño en poner el acento para la salida de la crisis en el incremento de los tipos del IVA, un objetivo ya plasmado en los Presupuestos Generales del Estado para este ejercicio, y lo ha hecho, precisamente, con dos únicos apoyos -además del de sus propios diputados- los del PNV y los de Coalición Canaria, curiosamente dos colectivos a los que les afecta en menor medida que al resto de los españoles el efecto de la subida; a los canarios porque no tienen IVA y pagan solamente un 4,5% de gravamen, y a los vascos, porque tienen un régimen económico especial, el foral, distinto al del resto de los españoles. A ello habría que añadir que son precisamente esos dos grupos parlamentarios los que aprobaron el proyecto presupuestario a finales del pasado año a golpe de millones, cuando el presidente Zapatero sacó el talonario y reforzó las inversiones en esas dos comunidades con criterios más mercantilistas que políticos.
Dejando a un lado esta cuestión, que no es baladí ni mucho menos -¿por qué los canarios deciden que paguemos dos puntos más de IVA la mayoría de los españoles cuando a ellos no les afecta?-, el hecho en sí es que la democracia tiene este tipo de resultados, aunque siga siendo el mejor de los sistemas posibles.
El IVA va a subir; era un empeño del Ejecutivo y lo ha logrado. Otra cosa bien distinta es si la medida va a ser el revulsivo que sus miembros se empeñan obsesivamente en defender contra la crisis o se trata de un parche que traerá al déficit público español pan para hoy y hambre para mañana. Los socialistas y sus socios ocasionales apuntan, como siempre, al PP y le acusan de oponerse a la subida de impuestos en un momento en el que hace falta recaudación. Sin embargo, no quieren ni oir hablar de que, aun no coincidiendo en el fondo de la argumentación, han votado con los populares grupos tan varipintos como CiU, ERC, IU, UPyD,....
El problema principal es el de no escuchar. A estas alturas hasta el más lerdo de los ciudadanos sabe que la subida del IVA para el primero de julio va a provocar una estampida en el consumo en lo que resta de tiempo hasta entonces, porque lo que van a influir esos dos puntos en los bolsillos de los españoles ni siquiera pone de acuerdo a los miembros del Gobierno. Compremos ahora para evitar el recargo de la segunda mitad del año. Significa esto que, efectivamente, la actividad económica va a experimentar presumiblemente, una reactivación temporal importante. Pero, ¿qué va a pasar después de esa fecha mágica de mediados de año? Lo previsible es que, a partir de ahí, se produzca el efecto contrario y el freno de mano de los españoles nos devuelva a la contracción. Entonces veremos por dónde nos salen.
No podemos olvidar que la subida que el Gobierno defiende inflexiblemente es la de un impuesto indirecto y que va a afectar a la mayoría de la ciudadanía. ¿Quién lo diría escuchando hace no tanto tiempo a los socialistas y a sus socios de la izquierda de entonces? ¿No era la política de izquierdas actuar sobre los impuestos directos? Entre las cosas más razonables que ayes se escucharon en en el Congreso de los Diputados estuvo la reconvención de la representante de UPyD. Rosa Díez recriminó a quienes otro fueron sus compañeros que apliquen la subida del IVA habiendo suprimido previamente el impuesto sobre el Patrimonio.
Quizá por eso a esa señora cada día le tienen más miedo; los socialistas, primero; y los populares, después. Pueden criticársele muchas cosas, pero, desde luego, está sabiendo conectar con el sentido común, que es el más común de los sentidos, como todo el mundo sabe,
en numerosos pronunciamientos. En las encuestan su imberbe partido sigue creciendo, lento pero seguro, y ya son muchos los cálculos que se empiezan a hacer para municipales y autonómicas en las que unos pocos representantes pueden decidir de qué lado se inclina la balanza.
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