miércoles, 17 de marzo de 2010

Me quedan para setiembre Cálculo y Feminismo

Lo de esta ministra ya empieza a pasar de castaño oscuro. Cuando el país se encuentra abrumado por el debate sobre las hipotéticas salidas a una crisis económica de caballo, cuando ni con este escenario es posible poner de acuerdo a los dos principales partidos nacionales, cuando el paro sigue creciendo y las reconvenciones sobre los números del Estado español llueve desde todos los frentes, cuando el sistema financiero nos tiene a todos con la mosca detrás de la oreja, cuando el futuro de este tremendo embrollo capitaliza las preocupaciones de la gran mayoría de la ciudadanía (veanse los datos de los sondeos oficiales), viene la titular de Igualdad y, en unas jornadas celebradas hoy en el Senado organizadas por su propio partido, no se le ocurre otra cosa que plantear que ha llegado la hora de incorporar el feminismo como asignatura troncal en la Universidad española.
Con esta señora uno ya no sabe si es que actúa de cuando en cuando como si fuera un señuelo para distraer a la opinión pública de lo importante o si realmente, como muchos piensan, no debería estar en todo un Gobierno de la nación.
Por si alguien no conoce el significado de sus intenciones, hay que recordar que se considera asignatura troncal en términos universitarios a aquella "común y obligatoria" para una titulación en todos los centros de España. Comprendo que es muy duro sostener la existencia de un ministerio que tiene como objetivo exclusivo lograr la igualdad entre hombres y mujeres, algo que bien se podría resolver, en el mejor de los casos, con una dirección general. Pero las banderas de Zapatero son todas así.
En realidad, este nuevo arranque de ingenio de la ministra sólo viene a reforzar una larga trayectoria -pese a la todavía corta experiencia del departamento- de la señora Aído con las que trata de defenderse de los millones de personas que se preguntan qué hace en el Ejecutivo.
Supongo que sería interesante preguntar a un estudiante de cualquier Ingeniería, o de Medicina, o también de Filología o de Historia del Arte, ¿por qué no?, qué piensan de esta iniciativa. No creo necesario apuntar la previsible respuesta.
Lo malo de estos gobernantes es que hasta sus propios compañeros los ponen en evidencia. En la misma jornada intervino la secretaria de Igualdad del PSOE, Soledad Cabezón, y apeló a otro objetivo mucho más razonable: lograr que en la Universidad la mujer vaya alcanzando unas cuotas igualitarias con el hombre en lo que a cargos de responsabilidad se refiere: rectoras, catedráticas, etcétera, actualmente en manifiesto desequilibrio en detrimento del género femenino, y ello en un momento en el que los porcentajes de matriculación y el de titulados ha superado ya el de mujeres con respecto al de hombres. Puede ser discutible el criterio, y lo es para muchos, pero en le dinámica de paridad en la que España ha entrado en los últimos años ese camino es objetivamente planteable; no así la ocurrencia de que "los estudios de género y la tradición histórica del feminismo tienen que ocupar un lugar troncal de nuestros universitarios", el palabras de la señora Aído.
Lo más lamentable es que este tipo de actuaciones, atacables desde cualquier flanco, constituyen en los cálculos de Zapatero un refuerzo de la persona que los protagoniza y, si como ya nadie duda, en junio tendremos un cambio de Gobierno, doña Bibiana seguirá seguro. A estas alturas ya todos los españoles sabemos que el presidente no es aquel 'bambi' de sus primeros años y que no admite que le lleven la contraria ni le fuercen a tomar decisiones; más bien al contrario, la evidencia contraria a sus designios no hace sino reforzarlos.
Hoy mismo hemos conocido unas interesantes declaraciones del ex ministro Jordi Sevilla en las que afirma que Zapatero "no deposita toda su confianza en nadie" y se atreve a incluir en el paquete a la propia esposa del presidente. La entrevista se publica en el número que hoy mismo lanzó a la calle la revista 'Vanity Fair' y cita como rasgo del carácter del presidente para con sus más directos colaboradores que "castiga con su indiferencia" o "haciendo el vacío" a quien ya no le complace. es el caso de la vicepresidenta primera, caída en desgracia hace meses y de la que el propio ex ministro confiesa que ella misma ha dicho "que se va". Tampoco parece estar ya en el grupo de los elegidos el titular de Exteriores, aunque en este caso él mismo ha ayudado bastante en algunos momentos. Así las cosas, el cambio parece estar servido y, como ya dije en cierta ocasión, podemos empezar a hacer las quinielas con un nuevo todopoderoso vicepresidente, el incombustible José Blanco, actual ministro de Fomento y uno de los pocos que, dentro de esa general desconfianza a la que alude Jordi Sevilla, parece quedar prácticamente excluido de ella.

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