miércoles, 14 de abril de 2010

Al Sporting le gusta jugar a la ruleta rusa

Después de sufrir la mala digestión de la derrota del Sporting en su feudo de el Molinón ante el Tenerife hace unas horas, con la mente ya más sosegada, no puedo evitar hacer un rápido comentario sobre la situación en la que se encuentra en estos momentos el equipo rojiblanco después de que este año sus seguidores nos las prometíamos muy felices de, por fin, no tener que sufrir hasta los estertores de la Liga, como ocurrió las dos últimas temporadas, la del ascenso a la Primera División y la de su retorno a la categoría de horo del fútbol español.
Hace solamente nueve días, mientras agonizaba el encuentro entre entre el Sporting y el Xerez a la vera del Piles, la permanencia estaba prácticamente hecha con una victoria por la mínima que en cuestión de segundos y por una desafortunada acción de Rivera se convirtió en un empate. Sin embargo, otros resultados acompañaban y el camino hacia la salvación no perdía sus contornos favorables al optimismo. No se aseguraba nada, pero las cosas seguían en su lugar y con un partido menos a disputar. Luego vino lo de Villareal, que parecía que no entraba en los planes de Preciado para recuperar el terreno perdido porque todo se fiaba al siguiente partido contra el Tenerife. También en esa jornada la derrota, más o menos aceptada de antemano -¿no sé por qué, cuando a los rojiblancos parecen dársele mejor los equipos 'grandes' que los 'facilones'?-, se vio paliada por otros resultados que acercaban, pese a todo al equipo de Gijón a su sueño de no pasar apuros, una vez más con un encuentro menos a disputar hasta el final de la temporada.
El 'derrotismo' previo de Villareal parece que respondía a concentar todo el esfuerzo al partido de anoche contra los canarios, a los que una derrota dejaba a 14 puntos del Sporting a falta de seis partidos. Ello sin contar que el otro equipo que marcaba la línea de la tranquilidad, el Valladolid, se la jugaba en casa ante un Sevilla aspirante a la Champions.
Al final, ni lo uno ni lo otro y con esos seis choques de por medio los rojiblancos marcan una diferencia de ocho puntos con sus hasta ahora referentes para obtener la salvación.
Supongo que a estas alturas muchos quisieran para sí esa diferencia y la situación en la tabla de los gijoneses y también es cierto que no debería cundir el desánimo ante la acumulación de adversidades en los peores momentos, después de una temporada mucho más tranquila de lo que nadie podría imaginarse al empezar.
Por el momento, todavía la cosa pinta relativamente bien, pero la afición rojiblanca está acostumbrada desde la temporada del ascenso a algunas grandes alegrías, pero, sobre todo, a incontables angustias que solamente en los últimos instantes de la 'película' ofrecían el ansiado final feliz; y, por ello, parece que empieza ahora a tener la mosca detrás de la oreja, sobre todo porque la confianza ya se había instalado entre sus componentes y nada hacía presagiar hipotéticos problemas.
Ahora, esos problemas se configuran como hipotéticos negros nubarrones en las próximas semanas, unos nubarrones que podrían desaparecer con un solo golpe de efecto en forma de victoria. Málaga y Valladolid son dos ocasiones para zanjar el asunto y, a priori, entrarían en el calendario deseable si se hubiera podido elegir. Claro que, después de Xérez y Tenerife, ya no existen las confianzas y el juego del equipo, resultados aparte, no invita a tomárselas.
Será lo que tenga que ser y espero que muy pronto podamos estar celebrando que el Sporting estará un año más en la división de honor del fútbol español -en esa llamada 'Liga de las Estrellas'-. De no ser así, está claro que en esta ocasión solamente habría un culpable y sería el propio conjunto rojiblanco, que siempre ha dependido de sí mismo y aún sigue haciéndolo.
Lo que sí queda claro es que al equipo de Manolo Preciado le gusta el juego de la ruleta rusa, como ha demostrado en los dos últimos años. En ambos casos la bala no estaba en la recamara y el problema se resolvió satisfactoriamente. Dicen que no hay dos sin tres. Esperemos que así sea.

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