Mientras periódicamente aparecen escritos y plataformas de apoyo a la candidatura de Cascos a la Presidencia del Principado el año próximo, el verdadero meollo de la cuestión sigue enquistado y lo hace en el mismo punto en el que, si recuerdan, empezó todo el proceso hace ya muchos meses: Quién da el primer paso o, en el lenguaje de aquel momento, más metáforico, quién le invita a salir a bailar toda vez que el interesado permanece sentado en su silla y no va a romper el papel que se ha impuesto de no pedir nada.
Así las cosas, por mucho que sus seguidores redacten cartas a Rajoy, recojan firmas aquí y allá y dé la sensación -sólo eso, sensación- de que en Asturias todos -o casi todos- los populares están por la labor, la realidad es que nadie debe esperar que el líder nacional y su actual equipo vaya a dar cualquier tipo de facilidades (sigo sin creerme cierta información a la que ya me he referido en otra ocasión según la cual el político gallego aseguró a Ovidio Sánchez que, si para resolver el problema era él mismo quien tenía que llamar a Cascos, lo haría).
Mientras la 'entregada' dirección regional decide el momento para formalizar la petición de que el 'ex número dos' de Aznar sea su cartel electoral autonómico a través del órgano competente, el comité electoral, y logra la exigencia del interesado de que esa propuesta tenga la condición de unánime, los movimientos del grupo de incondicionales 'casquistas' y las dudas o dilaciones de quienes aceptándolo no derrochan entusiasmo ya han dejado en las filas de la derecha asturiana sus efectos en forma de "daños colaterales". Me estoy refiriendo a una clara división que no ha aflorado hasta ahora a la luz pública y que en los dos últimos meses ha inoculado su virus en el grupo parlamentario del PP en la Junta General del Principado.
No hace falta recordar que este colectivo ya quedó seriamente tocado a raíz del último congreso regional, donde el posicionamiento contrario a la ratificación de Ovidio Sánchez como presidente regional o los coqueteos con su entonces oponente, Juan Morales, sirvieron para dejar algunos cadáveres en el camino, aunque sólo políticamente, dado que los escaños en el Parlamento autonómico, como en todos los demás, están asociados a la persona. Apartando de responsabilidades a unos de aquí y a otros de allí, la cosa se calmó e incluso soplaron vientos de bonanza en la que, aunque no como amigos, los diputados populares trabajaron juntos sin mayores problemas.
La 'polémica Cascos', sin embargo, ha sacado de nuevo a la luz una herida que, aunque no lo aparentara, seguía abierta, y en estos momentos puede hablarse de dos bloques dentro del propio grupo que, según admiten algunos de ellos, llegan a negarse el saludo en el Palacio de la calle de Fruela y desarrollan sus funciones por separado. Uno de los grupos, como es lógico es el del 'aparato', con Ovidio Sánchez a la cabeza, con el que están portavoces, adjuntos, secretarios, etcétera. En el otro, el jefe de filas es Pelayo Roces, indiscutible lugarteniente de Cascos desde hace muchos años, opción que nunca ha ocultado y que quienes no simpatizan tanto con el ex-ministro han tolerado siempre. Roces ha reclamado en más de una ocasión mayor ímpetú de la dirección asturiana de su partido para lograr el objetivo de traer a Cascos como sea. Este marco ha dado pie a los damnificados del citado último congreso regional para subirse a ese carro y ahora gente como Reinerio Álvarez Saavedra, Cristina Coto, Emilio Rodríguez o Luis Pelaez han logrado amalgamar un colectivo numéricamente inferior pero que constituye una piedra en el zapato del equipo dirigente. Éste, que se vio inicialmente sorprendido por la nueva situación, ha pasado al contraataque y, al margen de no considerar oportuna la 'estrategia Cascos' de los 'desheredados', echan leña al fuego al atribuir a Pelayo Roces intereses suplementarios a los de su propio fervor 'casquista', los derivados de los relevos aplicados por Sánchez y su equipo en los órganos de dirección de Cajastur hace algo más de un año, relevos que dejaron al propio Roces fuera de tan 'estratégica' posición.
Por una cosa o por otra, o por la dos, la realidad es que en estos momentos el grupo parlamentario popular tiene un serio problema, problema que se vería incrementado sí la candidatura de Cascos se concretase, dado que, aunque no con totales manos libres, es previsible que el ex vicepresidente del Gobierno tenga mucho que decir sobre quienes le acompañarían en la lista para las autonómicas de 2011. Y aquí es donde el 'grupo disidente', formado por 'casquistas' y 'conversos', aunque todos parezcan últimamente haber asumido un discurso común, va a echar el resto, dado que si bien su cabeza visible no tendría ningún problema con el nuevo líder, algunos de quienes ahora le alaban y claman por su presencia no entran precisamente en el reducido catálogo de los elogios del otrora 'general secretario' del PP a nivel nacional.
Aunque la incógnita principal a despejar de la ecuación sigue siendo una decisión formal sobre la aceptación de Cascos a ser cabeza de cartel, este clima enrarecido, que también, aunque no me haya referido a ello por obvio, se traslada a ciertas juntas locales, de las que el paradigma es Gijón y su presidenta, Pilar Fernández Pardo, y que también trabajan a quí y en Madrid en la labor de zapa para minar el hipotético camino de regreso a casa de Cascos, aunque ésta sea la cuestión fundamental y primigenia -digo-, el ambiente que se está creando no es el mejor precisamente para la vuelta del ex ministro, aunque a algunos les pueda parecer que ha llegado la hora de pasar facturas por el pasado reciente. Todos tienen que ser conscientes de que si Cascos fuera el candidato va a necesitar que se olviden de momento afrentas y odios para empujar todos en busca de la necesaria -no lo olvidemos- mayoría absoluta. Las guerras internas serían lo mejor que le podría pasar a sus adversarios socialistas. Después, si el PP asturiano alcanzara el objetivo de gobernar, quedan años por delante para ir 'saldando cuentas', 'limpiando a fondo la casa', retirando de la circulación a los 'acomodados en la derrota', en fin, para dar la vuelta a la tortilla, aunque eso sí, con estilo de auténtico 'chef'. Las precipitaciones viscerales pueden hacer que el huevo y la patata se derramen y el festín se tenga que suspender.
Espléndido análisis, don Marcelino. De los que crean afición. Todo un compendio de la situación aunque yo continuo en mi tesis de que "no hay ninguna prisa" la nominación de Alvarez Cascos, pero que llegada la necesaria conversación con Mariano Rajoy, nada impedirá que el PP asturiano tenga por fin un líder que le sirva de referencia.
ResponderEliminarEn cuanto a las vendettas, la llegada de Cascos no va a servir de pretexto para pasar por la quilla a los que no solamente no han hecho nada por su vuelta, sino que han puesto trabas y más trabas. Lo de la quilla vendrá, como usted señala, con el tiempo y solamente si Cascos obtiene la presidencia del Principado. De lo contrario, de no ganar, será a él a quien le corten la cabeza.
A mí me parece que la misión inmediata de Cascos una vez nominado, es restallar las heridas restallables (hay cosas que... como que no; y eso no tiene vuelta de hoja), recuperar a la gente extraviada del PP (que no son pocos y además están repartidos por toda Asturias) y unir al PP en pos del objetivo de la victoria.