Leo en la primera página de su edición de hoy del diario de mayor tirada del país, poco sospechoso de ser proclive a la derecha, que son entre 25.000 y 40.000 los parados que han quedado últimamente sin cobertura médica, dato a propósito del cual el rotativo plantea en titulares la siguiente pregunta: ¿Pero la sanidad no es universal?
El mismo periódico, también en portada, en su ejemplar del pasado viernes, hace referencia destacada al "frenazo" en los avances de la mujer hacia la igualdad -banderín de enganche del PSOE durante las dos últimas legislaturas-. El dato, en este caso, pertenece a un estudio reciente del Consejo Económico y Social, que resalta que algunas desigualdades persisten en los mismos niveles que en su anterior estudio, de ocho años antes (los que, aproximadamente, ha dirigido los destinos del país el citado Partido Socialista).
Entre ambas noticias hemos recibido, esta ya en todas las primeras páginas de los diarios españoles, la de las espeluznantes cifras del desempleo del mes de noviembre, con ese récord de 4,42 millones de personas que, además de ser el reflejo de otros tantos dramas, pone por vez primera en riesgo el sistema de la Seguridad Social, sobre el que fuentes del Gobierno de la nación admiten que puede cerrar el año con déficit por vez primera desde 1998.
Son tres datos, tres malísimos datos, de los últimos días, pero que vienen a unirse a los que a diario nos ponen el corazón en un puño desde hace ya demasiado tiempo.
Si yo fuera uno de los responsables del Partido Popular con mando en Génova empezaría a recortar y archivar estas noticias porque en muchas ocasiones la tensión y los diferentes frentes de un relevo en el Ejecutivo conducen a olvidarse de estos antecedentes a la hora de afrontar las responsabilidades reales de cada cual en los problemas.
Dentro de no mucho más de un par de meses -seguro que eso de los cien días de gracia ya no se aplica en los tiempos que nos ha tocado vivir-, cuando el nuevo Gobierno haya empezado a dar sus primeros pasos, se desatarán sin lugar a dudas las arremetidas de la oposición de la izquierda, principalmente de los socialistas, para culpar a los nuevos responsables de la gestión de la crisis de todos los males de la misma. Como ocurre casi siempre en la disputa política, el recurso de los que empiezan a gobernar al lastre de la "herencia recibida" tendrá por respuesta que ese argumento no vale y que hagan lo imposible por cumplir con el reto, por titánico que sea, pues para eso han recibido el apoyo mayoritario de los españoles en las urnas.
Para el que tenga dudas sobre este marco político no hay más que recordarle lo que ha pasado desde la pasada primavera en ayuntamientos y comunidades autónomas, donde los que se fueron parecen haber hecho borrón y cuenta nueva de su gestión y atribuyen, con machaconería, a los que llegan todos los males que padecemos.
Sin entrar a valorar esa especie de requerimiento que ya se detecta en los perdedores de exigir responsabilidades a quienes todavía ni siquiera han tomado posesión de sus cargos; dejando al margen eso, digo, los triunfadores del 20-N tendrían que empezar a blindarse desde el primer momento y recordar a la ciudadanía que los datos económicos y sociales fatídicos de los últimos meses pertenecen al Gobierno que, en este momento, aunque en funciones, todavía es el de José Luis Rodríguez Zapatero y del Partido Socialista. Así podrán estar preparados para ese más que previsible "la culpa, de los que vienen detrás", que ya se adivina en un futuro muy próximo.
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