Hay encuentros deportivos que trascienden más allá de la propia competición en la que se producen. Y uno de ellos ya es, sin duda, el que hoy protagonizaron Rafael Nadal y Juan Martín del Potro en la final de la Copa Davis que enfrentó este fin de semana en Sevilla a los equipos de España y Argentina.
Es evidente que el partido de esta tarde no tiene la belleza y la brillantez de aquella histórica final de Wimbledon 2009 entre el propio Nadal y el maestro Roger Federer que se adjudicó el español en cinco maravillosos sets. No. Quizá se podría decir que el punto que dio a la Roja su quinta ensaladera estuvo presidido, en lo que al juego se refiere, más por los errores que por los aciertos y, sin desmerecer el juego de los primeros de cada equipo en la pista de tierra batida de La Cartuja, habrá que convenir en que las distintas etapas de dominio de uno y otro coincidieron con bajones del contrario que se reflejaban en el marcador.
A falta de un juego preciso, Nadal y Del Potro ofrecieron lo mejor de cada uno en lo que a sensaciones se refiere, a pundonor y a ganar de sacar adelante el partido, aunque fuera casi siempre más con el corazón que con la cabeza.
La disputa de ese importante y decisivo punto de la eliminatoria tuvo fases en las que todo hacía indicar que el argentino iba a forzar el quinto partido entre su compatriota David Nalbaldián y el número dos español, David Ferrer. Así fue en el primer set, tras el espejismo de una esperanzadora ruptura del servicio del de Tindal por el manacorí. Y así volvió a parecerlo cuando Del Potro rompió por cuarta vez el servicio de su rival en el primer juego de la segunda manga y se colocó, acto seguido, con una 40-0 con su saque. Pero reapareció Nadal.
El mallorquín empezó a irse arriba y mantuvo equilibrado ese set para anotárselo con autoridad en los dos últimos juegos. El tercero ya fue absolutamente del español, mientras que su rival parecía tocado de muerte y fallaba todo lo que antes le entraba. Con el comienzo del cuarto los optimistas quemaron sus naves y cuando el español colocó el 2-0 en el marcador pronosticaron que ya todo estaba hecho.
Pero en tenis, y más en Copa Davis, no se puede sacar pecho hasta que llega el final. Resucitó Del Potro y con continuas rupturas del servicio de uno y otro se llegó a un empate a cuatro juegos marcados por los errores más que por los aciertos. Cuando parecía que el argentino, otra vez mas entero, se iba a adjudicar la manga tras la ruptura del servicio del español, éste le devolvió la moneda con un empate a seis que obigaba a la peligrosa muerte súbita. Aquí, cuando más lo necesitaba, resurgió el de Manacor y se impuso con un contundente siete a cero que le daba el triunfo definitivo.
Es seguro que, en lo que a un tenis modélico y académico se refiere el de esta tarde no va a ser un encuentro para la historia. Sí en cambio lo será por la emoción, por las alternativas y por la pasión que su desarrollo despertó en la pista y en los millones de hogares que lo siguieron por televisión. En este aspecto, el Nadal-Del Potro será, sin ninguna posibilidad de duda, un partido para la historia, para recordar durante mucho tiempo.
Espero que, como sucedió con el más arriba citado Nadal-Federer de Wimbledon 2009, en los próximos días algún periódico nacional incluya entre sus promociones el deuvedé de este partido. Será una joya más para la videoteca de los que de verdad amamos el tenis.
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