miércoles, 25 de junio de 2014

De crisis larvada a guerra abierta

De crisis larvada a guerra abierta. Así ha sido el rápido proceso afrontado en los últimos días en el seno de la organización gijonesa de Izquierda Unida. Los iniciales escarceos entre dos miembros de la dirección local dieron paso a un cruce de acusaciones que, desde ayer, se ha intensificado destacando las hostilidades en niveles próximos a la ruptura.

A priori, casi nadie se explica cómo es posible que una fuerza política en claro ascenso en el favor del electorado pueda llegar a tales conflictos precisamente en estos momentos. Incluso algunos de sus protagonistas resaltan este aspecto, aunque no sean capaces de explicarlo a las claras.

Como ocurre casi siempre en estos casos, se apela a una lucha interna por el poder.  Y esto no debería escandalizar a nadie pues sólo el poder permite a quienes tienen la opción de ejercerlo sacar adelante sus proyectos para el partido y para la socidad. Hasta aquí la teoría. Cosa bien distinta suele ser la realidad. La distribución de personas específicas en cargos orgánicos, el reparto de puestos en las listas electorales, tienen más de interés personal o de grupo que general.

En IU de Gijón, como en la organización asturiana de la coalición, el problema viene relativamente adormecido desde el último congreso regional, un cónclave en el que surgieron las puñaladas traperas, las traiciones de última hora, los quiebros interesados, que dejaron numerosas heridas que nunca acabaron de cicatrizar.

En el ámbito local, concretamente, la forzada retirada de Jesús Montes Estrada y la aparición del emergente Jorge Espina repitió el conflicto que, muy esquemáticamente, reproducía el choque de dos conceptos diferentes de partido, la tradicional lucha entre el 'aparato' de siempre y los 'renovadores'. El crecimiento de la figura de quien fue hasta hace unas horas portavoz de la coalición en el Consistorio gijonés se vio equilibrado con la llegada a la coordinación general de Marcos Muñiz, quien muy pronto se perfiló como contrapeso del renovado grupo municipal.

Este equilibrio es el que se ha roto en las últimas horas con los sucesivos aldabonazos de Espina, quien ha querido poner sobre el tapete la necesidad de practicar desde ya esos mismos cambios a la hora de los inminentes procesos internos y electorales. De nada han valido las llamadas desde las direcciones local y territorial al diálogo y a un aplazamiento de las hostilidades. Ahora la organización local de IU ha entrado en una espiral de enfrentamientos de incierto final.

A todo este proceso no es ajena la aparición en el panorama político español de Podemos. Y no es que el 'no partido' de Pablo Iglesias haya superado numéricamente en Asturias a Izquierda Unida, que también. Es que la plataforma 'anti casta' se ha apropiado de principios y prácticas que se suponían básicos en la coalición, aunque buena parte de sus dirigentes se hubieran olvidado de ellos.

Podemos, más allá de su recorrido futuro, ha puesto a la coalición de la izquierda ante un espejo que le devuelve una imagen bastante distorsionada de su perfil oficial. Al partido de Cayo Lara le está ocurriendo algo similar a lo que le sucede al PSOE con su ideario republicano y su presente monárquico. En ambas situaciones los dirigentes respectivos marchan ahora con el pie cambiado.

Y un aviso para los navegantes en lo que a IU se refiere. Si nadie le pone remedio a sus incomprensibles crisis, no me extrañaría que en unos meses veamos que la coalición de la izquierda se convierta en fértil cantera experimentada del futuro partido de los descontentos.


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