Reformar la Constitución ha sido desde hace muchos años un posible objetivo político de este país, aunque su ejecución ha despertado -con razón o sin ella- numerosos recelos en los dos grandes sustentadores del bipartidismo, especialmente cuando se encontraban sucesivamente al frente del Gobierno de la nación. Aunque el Partido Socialista ha mostrado en numerosas ocasiones su mal disimulado temor a tocar la vigente Carta Magna, ha sido siempre el Partido Popular el que ha puesto toda clase de objecciones en aquellos momentos en los que hipotéticos cambios se han planteado. Sólo ambos lograron ponerse de acuerdo cuando la Unión Europea les obligó a modificar la regulación del déficit público.
Por eso sorprende ahora especialmente que, cuando vamos a abordar el último tramo de una legislatura en la que los conservadores cuentan con amplia mayoría en las dos cámaras legislativas estatales, gobiernan en la mayor parte de las comunidades autónomas y controlan buena parte de los grandes ayuntamientos españoles, a sus máximos responsables les haya entrado el 'afoguín' para reformar aspectos de la vida institucional que afectan muy directamente al texto constitucional, lo que obliga a enmendarla.
Y si primero fue la iniciativa, ahora cuestionada no sólo por toda la oposición sino también por expertos constitucionalistas -hoy mismo se han pronunciado en igual sentido organismos de la Unión Europea-, para promover el cambio que permita la elección directa de los alcaldes, en las últimas horas se ha descolgado el ministro de Justicia con la ocurrencia de eliminar prácticamente el aforamiento que actualmente ampara nada menos que a 17.621 cargos públicos en todo el territorio español hasta reducir el número solamente a 22 personas.
Otra vez una propuesta que afecta a la actual redacción de la vigente Carta Magna, a la que habría que 'meter mano' seriamente para convertir aquella en palabra de ley. Pero no solamente, puesto que los privilegios judiciales con respecto a los ciudadanos normales que implica el aforamiento afectan también a presidente, gobiernos y parlamentos autonómicos y está regulada en los respectivos estatutos, a cuya reforma tendrían que enfrentarse las instituciones dada la condición de ley orgánica de esas máximas normativas regionales.
¿Por qué el Partido Popular se embarca precisamente ahora, en un periodo marcado por las citas electorales de la primavera próxima y la subsiguiente del ámbito estatal, a semejante empresa, sobre todo si se tiene en cuenta que existen precedentes, en momentos mucho más favorables desde el punto de vista de la estabilidad institucional, de oposición abierta y declaraciones específicas contrarias a lo que ahora propone?
Parece obvio que, desde el punto de vista de la sensibilidad ciudadana, elegir a los regidores de cada municipio directamente representa, a priori, un avance en la decisión popular. Lo que no se dice es cómo va a regularse la nueva normativa para evitar que los ayuntamientos se conviertan en verdaderos gallineros solamente controlables mediante la dudosa concesión de poderes de difícil encaje democrático a los nuevos titulares del bastón de mando.
En lo que se refiere a la supresión de privilegios judiciales a la mayor parte de esos 17.621 aforados actuales, tampoco aquí cabe pensar que se trate de un objetivo que choque con la voluntad de millones de españoles. Cualquiera diríamos que suprimir esa posición preponderante a tantos y tantos cargos públicos es objetivo más que loable. El problema, en este caso, sería la extensión y alcance de este procedimiento y la dificultad para compatibilizar las voluntades de diecisiete parlamentos autonómicos, amén de las correspondientes a unas Cortes cada día más 'multicolores'. Dificultades que, por cierto, ha admitido el propio Ruiz-Gallardón.
Llegados a este punto, habría que convenir que el gobernante Partido Popular ha decidido sacar en procesión una serie de propuestas que en todos los casos afectan a la reforma de la vigente Constitución y que responden más a las prisas populistas y a intenciones manipuladoras de un Gobierno y la organización política que le sustanta que a una verdadera intención regeneracionista de la vida pública.
sábado, 30 de agosto de 2014
martes, 26 de agosto de 2014
Chiringuitos y chiringotes
Tantos años hablando de ellos y resulta que, al final, nos hemos acostumbrado a que eso de los 'chiringuitos' políticos o institucionales forma parte de los peajes que tenemos que pagar a nuestros representantes. Nos quejamos, es cierto. Y mucho. Pero da la sensación de que es como lo del tiempo. ¡Vaya mes de agosto!, clama la gente, pero forma parte del guión y todos lo seguimos.
Desde que nuestra democracia se ha ido consolidando, los gobiernos de aquí y de allá, de un color o de otro, se han empeñado en edificar un entramado de empresas públicas, de fundaciones, etcétera, sobre cuyo funcionamiento y utilidad siempre hemos percibido más sombras que claros. Desde la forma de 'rellenar' sus plantillas hasta el uso de los fondos públicos que manejan, su historial responde en la mayoría de los casos a clientelismos o pago de favores, convirtiéndose en empresas de colocación para afines, familiares y futuros cachorros de la organización política que las controla.
Durante muchos años, esa tela de araña ha ido creciendo a la sombra de presuntas nuevas necesidades de la gestión pública hasta alcanzar la solidez y la altura de un moderno rascacielos.
Llevamos años escuchando la necesidad de poner coto a esa tendencia, y, especialmente a raíz de la larga e interminable crisis económica, de la necesaria reducción de ese macrosistema parapolítico al servicio de los gestores de turno.
Me ha venido esta reflexión a la cabeza a raiz de la petición que los socialistas gijoneses han hecho al Ayuntamiento local para que retire la subvención que el municipio aporta a los cursos de La Granda, un montaje de escasa o nula repercusión que se mantiene a mayor "gloria" del economista Juan Velarde, por mucho que en sus orígenes se ofreciera como nuestro particular sistema de cursos internacionales de verano, capaces de dar lustre a cualquier región que se preciase.
Sospecho que no es ajena a esta petición de la edil Begoña Fernández la decisión de la Corporación que preside Carmen Moriyón de retirar las ayudas que la misma otorga a los Encuentro de Cabueñes, anunciada hace escasos días; otro de los 'eventos' que hace tiempo dejó de concitar interés alguno a los asturianos, por mucho que en sus objetivos iniciales y en sus primeros años de actividad la cita aportara interesantes conclusiones.
Y no se trata de aferrarse al ámbito territorial de las convocatorias, aunque podría considerarse argumento incontestable. Creo que esta clase de ayudas depende menos de los límites geográficos que de su alcance real para la ciudadanía.
Si nuestra clase política local está dispuesta a fomentar este debate, me parece muy bien. Sobre todo si sirve para poner en orden el derroche de fondos públicos para iniciativas que únicamente sirven a intereses personales, cuando no partidistas. Ha llegado la hora de optimizar el gasto público y para ello hay que recortar chiringuitos y chiringotes.
Desde que nuestra democracia se ha ido consolidando, los gobiernos de aquí y de allá, de un color o de otro, se han empeñado en edificar un entramado de empresas públicas, de fundaciones, etcétera, sobre cuyo funcionamiento y utilidad siempre hemos percibido más sombras que claros. Desde la forma de 'rellenar' sus plantillas hasta el uso de los fondos públicos que manejan, su historial responde en la mayoría de los casos a clientelismos o pago de favores, convirtiéndose en empresas de colocación para afines, familiares y futuros cachorros de la organización política que las controla.
Durante muchos años, esa tela de araña ha ido creciendo a la sombra de presuntas nuevas necesidades de la gestión pública hasta alcanzar la solidez y la altura de un moderno rascacielos.
Llevamos años escuchando la necesidad de poner coto a esa tendencia, y, especialmente a raíz de la larga e interminable crisis económica, de la necesaria reducción de ese macrosistema parapolítico al servicio de los gestores de turno.
Me ha venido esta reflexión a la cabeza a raiz de la petición que los socialistas gijoneses han hecho al Ayuntamiento local para que retire la subvención que el municipio aporta a los cursos de La Granda, un montaje de escasa o nula repercusión que se mantiene a mayor "gloria" del economista Juan Velarde, por mucho que en sus orígenes se ofreciera como nuestro particular sistema de cursos internacionales de verano, capaces de dar lustre a cualquier región que se preciase.
Sospecho que no es ajena a esta petición de la edil Begoña Fernández la decisión de la Corporación que preside Carmen Moriyón de retirar las ayudas que la misma otorga a los Encuentro de Cabueñes, anunciada hace escasos días; otro de los 'eventos' que hace tiempo dejó de concitar interés alguno a los asturianos, por mucho que en sus objetivos iniciales y en sus primeros años de actividad la cita aportara interesantes conclusiones.
Y no se trata de aferrarse al ámbito territorial de las convocatorias, aunque podría considerarse argumento incontestable. Creo que esta clase de ayudas depende menos de los límites geográficos que de su alcance real para la ciudadanía.
Si nuestra clase política local está dispuesta a fomentar este debate, me parece muy bien. Sobre todo si sirve para poner en orden el derroche de fondos públicos para iniciativas que únicamente sirven a intereses personales, cuando no partidistas. Ha llegado la hora de optimizar el gasto público y para ello hay que recortar chiringuitos y chiringotes.
miércoles, 20 de agosto de 2014
El gobierno del 'líder vecinal'
Voy a tener que repetir aquello de que dirigentes políticos y representantes institucionales solamente se han tomado vacaciones estivales en lo que respecta al trabajo que la ciudadanía les encomienda con su elección. No así en lo que se refiere a sus intereses partidarios que -también lo repetiré- se ha focalizado ya plenamente en la cita electoral de mayo del año próximo.
Mientras los jefes de filas se fotografían en su solaz veraniego, en las sedes de las distintas organizaciones los 'rodríguez' de turno siguen 'currando' a tope sobre la mejor forma de arrimar el ascua a la sardina propia, ya sea con estrategias, listas o programas, por llamar eufemísticamente a todos estos menesteres por su nombre más digno.
En lo que se refiere a estrategias, a alguno le ha podido aguantar las ganas y ha sacado a pasear el debate sobre la elección de alcaldes, originando una polémica que ha trascendido de cualquier otro asunto de este periodo vacacional. Se trata, como ocurre casi siempre, de viejos temas que periódicamente saltan a la palestra y causan controversia según unos u otros gobiernen o hagan oposición. Sin amargo, no parece que en esta ocasión se trate de un 'globo sonda' o de una de esas 'serpientes de verano'.
En esta ocasión ha sido el gobernante Partido Popular, parapetado en su mayoría absoluta, el que ha puesto sobre la mesa la reforma que permitiría ser alcalde al número uno de la lista más votada. Y, como no podía ser de otra manera, al flamante secretario general del PSOE, que ha aprovechado las últimas semanas para darse a conocer en todos los sitios en los que se le requería (me parece que, incluso, donde no) le ha faltado tiempo para oponerse radicalmente a esa 'ocurrencia' repetida. De nada sirve que su propio partido, por bocas destacadas, haya planteado la misma fórmula en pasados recientes. "El PP sólo busca una elección directa: la del PP", ha dicho Pedro Sánchez. Por supuesto que la apuesta de los populares tiene mucho que ver con intereses propios y poco con la salud democrática del país. Como lo sería si lo planteasen los socialistas de estar en la posición de sus adversarios. Ninguno es inocente, como no lo han sido ninguna de las organizaciones políticas asturianas en el todavía reciente debate sobre la reforma electoral autonómica. Es un ejemplo próximo, pero podríamos aportar muchos mas. "¿Me beneficia? Pues p'alante". "¿Me perjudica? Pues me opongo". Nada nuevo.
Sin embargo, a mi modesto entender, el debate se ha planteado desde argumentos simplistas y que en ningún caso han entrado al fondo de la cuestión en toda su complejidad.
Los populares se han posicionado interesadamente por la figura del alcalde en la persona más apoyada por sus ciudadanos. Eso podría ser relativamente adecuado y responder a principios muy democráticos. Pero lo que no nos han dicho es de qué forma va a gobernar ese 'líder' vecinal. Si se admite que la reforma va a ir solamente orientada en ese sentido, ¿alguien podría explicarnos cuál va a ser el día a día de la gestión municipal tras los comicios? Un gallinero, convendremos todos. Porque, si la pluralidad de opciones en una corporación actual obliga a buscar una base estable de gobierno mediante alianzas, ¿qué no podría ocurrir con la misma composición y sin ellas?
Puede que lo que se nos esté ocultando es que la reforma electoral tendría que ir mucho más allá de la 'anécdota' sobre la primera figura institucional y proceder a un cambio profundo de las reglas del juego para dotar a esa misma figura de poderes que actualmente no podríamos ni imaginar. Vamos, una traslación a las corporaciones locales del método del decretazo. Alcaldes plenipotenciarios que, ayudados por un equipo propio reducido, gestionarían monolíticamente la 'res pública' desde sus despachos. De esto no he escuchado hablar a nadie.
Está muy bien que los ciudadanos podamos decantarnos individualmente por nuestro regidor, obviando las listas de parásitos que le acompañan en la candidatura y que sirven solamente para alimentar el clientelismo de los partidos correspondientes. Suena bonito. Pero de nada serviría si su único objetivo estuviera fijado en la supresión del juego democrático para avanzar en el autoritarismo personalista.
Mientras los jefes de filas se fotografían en su solaz veraniego, en las sedes de las distintas organizaciones los 'rodríguez' de turno siguen 'currando' a tope sobre la mejor forma de arrimar el ascua a la sardina propia, ya sea con estrategias, listas o programas, por llamar eufemísticamente a todos estos menesteres por su nombre más digno.
En lo que se refiere a estrategias, a alguno le ha podido aguantar las ganas y ha sacado a pasear el debate sobre la elección de alcaldes, originando una polémica que ha trascendido de cualquier otro asunto de este periodo vacacional. Se trata, como ocurre casi siempre, de viejos temas que periódicamente saltan a la palestra y causan controversia según unos u otros gobiernen o hagan oposición. Sin amargo, no parece que en esta ocasión se trate de un 'globo sonda' o de una de esas 'serpientes de verano'.
En esta ocasión ha sido el gobernante Partido Popular, parapetado en su mayoría absoluta, el que ha puesto sobre la mesa la reforma que permitiría ser alcalde al número uno de la lista más votada. Y, como no podía ser de otra manera, al flamante secretario general del PSOE, que ha aprovechado las últimas semanas para darse a conocer en todos los sitios en los que se le requería (me parece que, incluso, donde no) le ha faltado tiempo para oponerse radicalmente a esa 'ocurrencia' repetida. De nada sirve que su propio partido, por bocas destacadas, haya planteado la misma fórmula en pasados recientes. "El PP sólo busca una elección directa: la del PP", ha dicho Pedro Sánchez. Por supuesto que la apuesta de los populares tiene mucho que ver con intereses propios y poco con la salud democrática del país. Como lo sería si lo planteasen los socialistas de estar en la posición de sus adversarios. Ninguno es inocente, como no lo han sido ninguna de las organizaciones políticas asturianas en el todavía reciente debate sobre la reforma electoral autonómica. Es un ejemplo próximo, pero podríamos aportar muchos mas. "¿Me beneficia? Pues p'alante". "¿Me perjudica? Pues me opongo". Nada nuevo.
Sin embargo, a mi modesto entender, el debate se ha planteado desde argumentos simplistas y que en ningún caso han entrado al fondo de la cuestión en toda su complejidad.
Los populares se han posicionado interesadamente por la figura del alcalde en la persona más apoyada por sus ciudadanos. Eso podría ser relativamente adecuado y responder a principios muy democráticos. Pero lo que no nos han dicho es de qué forma va a gobernar ese 'líder' vecinal. Si se admite que la reforma va a ir solamente orientada en ese sentido, ¿alguien podría explicarnos cuál va a ser el día a día de la gestión municipal tras los comicios? Un gallinero, convendremos todos. Porque, si la pluralidad de opciones en una corporación actual obliga a buscar una base estable de gobierno mediante alianzas, ¿qué no podría ocurrir con la misma composición y sin ellas?
Puede que lo que se nos esté ocultando es que la reforma electoral tendría que ir mucho más allá de la 'anécdota' sobre la primera figura institucional y proceder a un cambio profundo de las reglas del juego para dotar a esa misma figura de poderes que actualmente no podríamos ni imaginar. Vamos, una traslación a las corporaciones locales del método del decretazo. Alcaldes plenipotenciarios que, ayudados por un equipo propio reducido, gestionarían monolíticamente la 'res pública' desde sus despachos. De esto no he escuchado hablar a nadie.
Está muy bien que los ciudadanos podamos decantarnos individualmente por nuestro regidor, obviando las listas de parásitos que le acompañan en la candidatura y que sirven solamente para alimentar el clientelismo de los partidos correspondientes. Suena bonito. Pero de nada serviría si su único objetivo estuviera fijado en la supresión del juego democrático para avanzar en el autoritarismo personalista.
martes, 19 de agosto de 2014
El PSOE gijonés calienta motores
Aunque parezca que el estío ha dejado sin actividad el mundo político asturiano, esa imagen refleja solamente una verdad a medias. Mientras una parte de los dirigentes y cargos públicos aprovechan para solazarse fuera de nuestro territorio, aquí otros muchos trabajan incansablemente preparando la infraestructura necesaria para un otoño en el que las prioridades se van a centrar en las negociaciones de los presupuestos municipales y autonómicos para 2015 (tarea que ya tiene tela) y, sobre todo, del encaje de las listas que las diferentes fuerzas políticas presentarán a los comicios de mayo próximo. Así que de relax, nada de nada.
Comentaba hace algunos días el escenario sobre el que estaban trabajando los partidos asturianos para las elecciones regionales y hoy quisiera referirme someramente al trabajo que desarrollan las principales organizaciones con vistas a garantizarse los mejores resultados en la próxima corporación municipal gijonesa. Me referiré ahora, exclusivamente, al PSOE, dejando para próximos 'post' a otras organizaciones.
Quizá sean los socialistas quienes mejor tienen organizado ese futuro próximo, aunque ello no quiera decir que las cosas se le presenten fáciles. De mano, la consecuencia de apostar por primarias tiene como resultado que, a día de hoy, pueda pensarse en repetir en el ámbito local el guión de la reciente elección del secretario general federal, Pedro Sánchez, y que en nuestro municipio puedan presentarse tres candidaturas. Para la secretaría general, primero, y para la lista municipal, después. Aunque en la práctica podrían encabalgarse.
Estará, desde luego, la lista oficial, la que apoyará el 'aparato' regional y que podría tener continuidad o apostar por la renovación. La primera opción sería repetir con Santiago Martínez Argüelles, aunque ya he comentado en más de una ocasión que no cuenta con el apoyo del equipo de Javier Fernández, especialmente porque la valoración que se hace de su gestión como jefe de la oposición no es muy positiva. Hay que contar -eso sí- con que el actual líder local acepte voluntariamente el retiro, que cambiaría por el retorno a los escaños de la Junta General del Principado. La alternativa pensada desde Oviedo podría ser José María Pérez, uno de los pesos pesados del grupo parlamentario socialista y buen conocedor del Ayuntamiento gijonés, en el que se curtió a la sombra de los equipos de Paz Fernández Felgueroso. La imagen pública de 'Josechu' se valora especialmente en el Ejecutivo autónomo y cuenta con el aval que le da su fama de experto controlador del mundillo de las redes sociales, un plus que figura entre los más relevantes de un currículo institucional una vez que éxitos como el de Podemos se sustentan sobre la utilización adecuada de esos nuevos recursos tecnológicos.
La segunda opción, ésta segura, es la de José Antonio Garmón, quien ya ha anunciado su intención de ser alternativa, como lo fue frente a la candidatura de Martínez Argüelles en las últimas elecciones internas. Como buen defensor de la opción de Pérez Tapias en el ámbito estatal, sus posibilidades parecen reducidas a priori, aunque su imagen renovadora puede ser su particular bagaje.
Al margen de esas dos posibilidades, cobra fuerza la idea de una tercera opción. Detrás de ella podría detectarse la influencia de la UGT, sindicato que siempre ha demostrado su peso en este tipo de lances, y del ex presidente del Principado. Vicente Álvarez Areces no ha querido retirarse nunca y el escaño de senador, con todas sus prebendas, no es suficiente para el 'gran faraón', que repite una y otra vez allá donde se le invita (y también donde no) las grandezas de su gestión y sus méritos inalcanzables (venga a cuento o no en el marco en que se produce su intervención), desaparezca de la primera fila.
Sea como fuere, Tini se considera amortizado totalmente, incluso por aquéllos que siempre le han apoyado. Por ello, cobra fuerza la idea de que sea una de sus colaboradoras más estrechas la elegida para presentarse como aspirante a alcaldesa y retorna al primer plano el nombre de Mercedes Álvarez, que ya trabajó con el ex mandatario en su etapa municipal y a la que se llevó al Gobierno autónomo para ocupar la cartera de Cultura.
Así las cosas, el mes próximo empezará la guerra (si no ha comenzado ya) para conseguir los avales necesarios, tarea que se antoja dificultosa para algunos, como demostró el proceso federal de mediadios de julio pasado. Es de suponer que le ejecutiva regional preferirá que el proceso se reduzca, como máximo, a dos aspirantes, pero -como decía al principio- apostar por las primarias como procedimiento puede aportar sorpresas.
Comentaba hace algunos días el escenario sobre el que estaban trabajando los partidos asturianos para las elecciones regionales y hoy quisiera referirme someramente al trabajo que desarrollan las principales organizaciones con vistas a garantizarse los mejores resultados en la próxima corporación municipal gijonesa. Me referiré ahora, exclusivamente, al PSOE, dejando para próximos 'post' a otras organizaciones.
Quizá sean los socialistas quienes mejor tienen organizado ese futuro próximo, aunque ello no quiera decir que las cosas se le presenten fáciles. De mano, la consecuencia de apostar por primarias tiene como resultado que, a día de hoy, pueda pensarse en repetir en el ámbito local el guión de la reciente elección del secretario general federal, Pedro Sánchez, y que en nuestro municipio puedan presentarse tres candidaturas. Para la secretaría general, primero, y para la lista municipal, después. Aunque en la práctica podrían encabalgarse.
Estará, desde luego, la lista oficial, la que apoyará el 'aparato' regional y que podría tener continuidad o apostar por la renovación. La primera opción sería repetir con Santiago Martínez Argüelles, aunque ya he comentado en más de una ocasión que no cuenta con el apoyo del equipo de Javier Fernández, especialmente porque la valoración que se hace de su gestión como jefe de la oposición no es muy positiva. Hay que contar -eso sí- con que el actual líder local acepte voluntariamente el retiro, que cambiaría por el retorno a los escaños de la Junta General del Principado. La alternativa pensada desde Oviedo podría ser José María Pérez, uno de los pesos pesados del grupo parlamentario socialista y buen conocedor del Ayuntamiento gijonés, en el que se curtió a la sombra de los equipos de Paz Fernández Felgueroso. La imagen pública de 'Josechu' se valora especialmente en el Ejecutivo autónomo y cuenta con el aval que le da su fama de experto controlador del mundillo de las redes sociales, un plus que figura entre los más relevantes de un currículo institucional una vez que éxitos como el de Podemos se sustentan sobre la utilización adecuada de esos nuevos recursos tecnológicos.
La segunda opción, ésta segura, es la de José Antonio Garmón, quien ya ha anunciado su intención de ser alternativa, como lo fue frente a la candidatura de Martínez Argüelles en las últimas elecciones internas. Como buen defensor de la opción de Pérez Tapias en el ámbito estatal, sus posibilidades parecen reducidas a priori, aunque su imagen renovadora puede ser su particular bagaje.
Al margen de esas dos posibilidades, cobra fuerza la idea de una tercera opción. Detrás de ella podría detectarse la influencia de la UGT, sindicato que siempre ha demostrado su peso en este tipo de lances, y del ex presidente del Principado. Vicente Álvarez Areces no ha querido retirarse nunca y el escaño de senador, con todas sus prebendas, no es suficiente para el 'gran faraón', que repite una y otra vez allá donde se le invita (y también donde no) las grandezas de su gestión y sus méritos inalcanzables (venga a cuento o no en el marco en que se produce su intervención), desaparezca de la primera fila.
Sea como fuere, Tini se considera amortizado totalmente, incluso por aquéllos que siempre le han apoyado. Por ello, cobra fuerza la idea de que sea una de sus colaboradoras más estrechas la elegida para presentarse como aspirante a alcaldesa y retorna al primer plano el nombre de Mercedes Álvarez, que ya trabajó con el ex mandatario en su etapa municipal y a la que se llevó al Gobierno autónomo para ocupar la cartera de Cultura.
Así las cosas, el mes próximo empezará la guerra (si no ha comenzado ya) para conseguir los avales necesarios, tarea que se antoja dificultosa para algunos, como demostró el proceso federal de mediadios de julio pasado. Es de suponer que le ejecutiva regional preferirá que el proceso se reduzca, como máximo, a dos aspirantes, pero -como decía al principio- apostar por las primarias como procedimiento puede aportar sorpresas.
martes, 12 de agosto de 2014
IU busca la dote de Podemos
Defienden numerosos sicólogos que en el establecimiento de cualquier relación prima la pulsión egoísta sobre el sentimiento desinteresado, que la búsqueda de lo que nos falta se antepone a la entrega generosa a la otra parte. Esto, así formulado con carácter general, tiene su reflejo evidente en las concordancias políticas, donde se superponen los intereses de grupo o de partido a cualquier otro objetivo.
Y en eso están en estos momentos los responsables de IU de Asturias (como supongo que lo estarán los de otros territorios de España), en la búsqueda de formalizar una "alianza" de la izquierda con la que poder afrontar las elecciones del año próximo con garantías de mantener su condición actual como única marca representativa a la izquierda del Partido Socialista.
Podría decirse que Izquierda Unida es como esas viejas familias aristocráticas venidas a menos que conservan sus blasones y vetustas propiedades pero, como se dice por aquí, "no tienen una perra". Aparentan mucho, eso sí, pero en la saca no hay casi nada.
En esa tesitura, sus responsables han descubierto a la lozana muchacha que es Podemos -lo de Equo es otra historia porque ya tienen una estructura organizativa similar-, joven y con jugosa dote en forma de sufragios y apoyo popular. Y por ello ha decidido tirarle los tejos. No hay amor en esa iniciativa, no hay sinceridad en sus intenciones. En la mente de Manuel González Orviz y su equipo sobrevuela la meta de llevársela al huerto y cobrar la herencia.
Resulta difícil a estas alturas creer que la coalición pueda afrontar este proceso de igual a igual, como es difícil de creer que una estructuras sólidas de 'partido', fruto de años de experiencia desde las lejanas catacumbas del PCE, van a resquebrajarse sin más para encarar un futuro compartido. De eso podrían hablarnos dos ilustres dirigentes asturianos en la reciente historia de la organización, Gerardo Iglesias -ya lo ha hecho en una jugosa entrevista reciente- y Gaspar Llamazares. Uno, primero, y el otro, después, supieron canalizar la formación de esa 'plataforma' de la izquierda capaz de fagocitar a otras pequeñas fuerzas de su entorno para mantener la nueva estructura sobre la columna vertebral del Partido Comunista. Curiosamente, las siglas se las quedaron un grupo más o menos amplio de viejos nostálgicos de la URSS y de Lenin, pero la batuta pasó a manos de los 'renovadores' citados.
Ahora, tengo toda la impresión que Cayo Lara y sus 'capataces' regionales quieren repetir la operación, aunque el escenario ni se le parece. Entonces, IU aglutinó alrededor del PCE a algunas pequeñas fuerzas políticas sin peso en el electorado, algo parecido a lo que podría ocurrir con la citada Equo. Pero entonces no existía la plataforma de Pablo Iglesias, que ya ha superado en los sondeos a la coalición en la mayor parte de España; en Asturias, por supuesto.
No me sorprende, por eso, que Podemos se haga el 'estrecho' y, además de aplazar su consentimiento a las relaciones, haga patentes sus recelos sobre las verdaderas intenciones de su 'partenaire'.
Va a tener Izquierda Unida que aportar al hipotético matrimonio algo más que buenas palabras. Su 'pareja' va a exigirle hechos. Las prácticas y costumbres de tantos años no son una buena carta de presentación.
Y en eso están en estos momentos los responsables de IU de Asturias (como supongo que lo estarán los de otros territorios de España), en la búsqueda de formalizar una "alianza" de la izquierda con la que poder afrontar las elecciones del año próximo con garantías de mantener su condición actual como única marca representativa a la izquierda del Partido Socialista.
Podría decirse que Izquierda Unida es como esas viejas familias aristocráticas venidas a menos que conservan sus blasones y vetustas propiedades pero, como se dice por aquí, "no tienen una perra". Aparentan mucho, eso sí, pero en la saca no hay casi nada.
En esa tesitura, sus responsables han descubierto a la lozana muchacha que es Podemos -lo de Equo es otra historia porque ya tienen una estructura organizativa similar-, joven y con jugosa dote en forma de sufragios y apoyo popular. Y por ello ha decidido tirarle los tejos. No hay amor en esa iniciativa, no hay sinceridad en sus intenciones. En la mente de Manuel González Orviz y su equipo sobrevuela la meta de llevársela al huerto y cobrar la herencia.
Resulta difícil a estas alturas creer que la coalición pueda afrontar este proceso de igual a igual, como es difícil de creer que una estructuras sólidas de 'partido', fruto de años de experiencia desde las lejanas catacumbas del PCE, van a resquebrajarse sin más para encarar un futuro compartido. De eso podrían hablarnos dos ilustres dirigentes asturianos en la reciente historia de la organización, Gerardo Iglesias -ya lo ha hecho en una jugosa entrevista reciente- y Gaspar Llamazares. Uno, primero, y el otro, después, supieron canalizar la formación de esa 'plataforma' de la izquierda capaz de fagocitar a otras pequeñas fuerzas de su entorno para mantener la nueva estructura sobre la columna vertebral del Partido Comunista. Curiosamente, las siglas se las quedaron un grupo más o menos amplio de viejos nostálgicos de la URSS y de Lenin, pero la batuta pasó a manos de los 'renovadores' citados.
Ahora, tengo toda la impresión que Cayo Lara y sus 'capataces' regionales quieren repetir la operación, aunque el escenario ni se le parece. Entonces, IU aglutinó alrededor del PCE a algunas pequeñas fuerzas políticas sin peso en el electorado, algo parecido a lo que podría ocurrir con la citada Equo. Pero entonces no existía la plataforma de Pablo Iglesias, que ya ha superado en los sondeos a la coalición en la mayor parte de España; en Asturias, por supuesto.
No me sorprende, por eso, que Podemos se haga el 'estrecho' y, además de aplazar su consentimiento a las relaciones, haga patentes sus recelos sobre las verdaderas intenciones de su 'partenaire'.
Va a tener Izquierda Unida que aportar al hipotético matrimonio algo más que buenas palabras. Su 'pareja' va a exigirle hechos. Las prácticas y costumbres de tantos años no son una buena carta de presentación.
domingo, 10 de agosto de 2014
A las urnas con lo de siempre
Aunque se supone que nuestra clase política se ha tomado un respiro vacacional en esta primera quincena de agosto, la información diaria se empeña en mostrarnos que su inactividad (la estival, no la habitual del resto del año) no es tal y que las elecciones de la primavera próxima ya priman en sus agendas de partido.
En algunos territorios, como en el Principado de Asturias, se antepone incluso en el calendario el preceptivo proceso de negociación presupuestaria, que para el Gobierno de Javier Fernández se antoja prioritario después de la actual prórroga de sus Cuentas.
Pero no es de eso de lo que pretendía hablar hoy, sino de la cada día más cercana cita con las urnas, sobre la que sabemos fechas y barajamos candidatos, lo primero que sube a los titulares de los medios de comunicación, mucho antes de hablar de programas o prioridades sobre objetivos.
Como ya he realizado algún comentario sobre quiénes puedan ser cabezas de cartel de las principales fuerzas políticas, hay un aspecto que me parece especialmente reseñable, y es el hecho de que vamos a votar con una ley electoral manifiestamente mejorable y claramente injusta, como ya quedó patente a raíz de la negociación emprendida en su momento por todos los grupos parlamentarios de la Junta General; la misma que dio al traste con los acuerdos de gobierno que permitieron al presidente asturiano sacar adelante con apoyos suficientes su gestión institucional durante doce meses.
Pero en política, como en tantas cosas, la memoria es frágil y ahora parece que ya nadie recuerda que una mayoría de la Cámara autonómica apoyó una reforma de la ley electoral tendente, fundamentalmente, a corregir la desigualdad de voto que consagra la vigente norma. Que los socialistas se escudaran entonces en la imposibilidad de alcanzar para dicha reforma una mayoría "cualificada" como argumento para echarse atrás, no empece para que los argumentos a favor de la modificación no sigan siendo válidos para la mitad más uno de nuestros "representantes" actuales.
Al PSOE asturiano, como beneficiario junto con el PP de la ausencia de equidad en la valoración de cada sufragio, le vino muy bien aquella situación. Más aún cuando el paso del tiempo ha manifestado la posibilidad de un entendimiento entre ambos partidos 'mayoritarios', los más perjudicados por la desafección del elector hacia lo que la emergente Podemos llama "casta".
Y no es que el texto de la reformada norma electoral fuera la panacea capaz de romper la tónica de que un voto a PSOE o PP tenga mayor valor que el dirigido a Izquierda Unida o Unión, Progreso y Democracia. No. Pero sí es cierto que los cambios corregían relativamente la manifiesta desigualdad vigente y aproximaban de alguna manera un criterio más acorde con los auténticos principios de la democracia.
A medida que se acerque la cita con las urnas sería conveniente que quienes salen claramente damnificados con el mantenimiento de las reglas del juego actuales recuerden que, si bien han luchado denodadamente en su momento por la reforma, parecen haber dado paso en sus discursos a un peligroso olvido. Y ello pese a que del asunto puede depender su futuro institucional.
Al final, tenemos que concluir que la práctica política, como tantas otras actividades, es inconstante, desvcuidada y superflua.
En algunos territorios, como en el Principado de Asturias, se antepone incluso en el calendario el preceptivo proceso de negociación presupuestaria, que para el Gobierno de Javier Fernández se antoja prioritario después de la actual prórroga de sus Cuentas.
Pero no es de eso de lo que pretendía hablar hoy, sino de la cada día más cercana cita con las urnas, sobre la que sabemos fechas y barajamos candidatos, lo primero que sube a los titulares de los medios de comunicación, mucho antes de hablar de programas o prioridades sobre objetivos.
Como ya he realizado algún comentario sobre quiénes puedan ser cabezas de cartel de las principales fuerzas políticas, hay un aspecto que me parece especialmente reseñable, y es el hecho de que vamos a votar con una ley electoral manifiestamente mejorable y claramente injusta, como ya quedó patente a raíz de la negociación emprendida en su momento por todos los grupos parlamentarios de la Junta General; la misma que dio al traste con los acuerdos de gobierno que permitieron al presidente asturiano sacar adelante con apoyos suficientes su gestión institucional durante doce meses.
Pero en política, como en tantas cosas, la memoria es frágil y ahora parece que ya nadie recuerda que una mayoría de la Cámara autonómica apoyó una reforma de la ley electoral tendente, fundamentalmente, a corregir la desigualdad de voto que consagra la vigente norma. Que los socialistas se escudaran entonces en la imposibilidad de alcanzar para dicha reforma una mayoría "cualificada" como argumento para echarse atrás, no empece para que los argumentos a favor de la modificación no sigan siendo válidos para la mitad más uno de nuestros "representantes" actuales.
Al PSOE asturiano, como beneficiario junto con el PP de la ausencia de equidad en la valoración de cada sufragio, le vino muy bien aquella situación. Más aún cuando el paso del tiempo ha manifestado la posibilidad de un entendimiento entre ambos partidos 'mayoritarios', los más perjudicados por la desafección del elector hacia lo que la emergente Podemos llama "casta".
Y no es que el texto de la reformada norma electoral fuera la panacea capaz de romper la tónica de que un voto a PSOE o PP tenga mayor valor que el dirigido a Izquierda Unida o Unión, Progreso y Democracia. No. Pero sí es cierto que los cambios corregían relativamente la manifiesta desigualdad vigente y aproximaban de alguna manera un criterio más acorde con los auténticos principios de la democracia.
A medida que se acerque la cita con las urnas sería conveniente que quienes salen claramente damnificados con el mantenimiento de las reglas del juego actuales recuerden que, si bien han luchado denodadamente en su momento por la reforma, parecen haber dado paso en sus discursos a un peligroso olvido. Y ello pese a que del asunto puede depender su futuro institucional.
Al final, tenemos que concluir que la práctica política, como tantas otras actividades, es inconstante, desvcuidada y superflua.
viernes, 8 de agosto de 2014
Demasiado tiempo de espera
Insistía nuestro recordado director Francisco Carantoña a propósito de las grandes infraestructuras en que lo importante era que se hicieran, aunque las promesas sobre plazos fueran sistemáticamente olvidadas. Añadía que, una vez en uso, ya nadie recordaba el tiempo de espera sufrido para poder disfrutarlas.
Ayer, la actual ministra de Fomento, con su habitual ascetismo, acudió a Asturias para inaugurar los algo más de siete kilómetros y medio de la autovía del Cantábrico entre La Franca y Pendueles, y prácticamente 'firmó' para antes de fin de año la apertura de los cuatro kilómetros largos restantes hasta finalizar el trazado completo de dicha infraestructura en Asturias. Ciertamente es una grata noticia que un trazado tan relevante para el tráfico por todo el Norte de España esté a punto de completarse (queda aún un tramo en Cantabria) y podría considerarse bien empleada la espera si qeremos ser más o menos prácticos.
Sin embargo, nos cuesta trabajo acomodarse a tal teoría a quienes desde la primera línea de la información nos ha tocado vivir el nacimiento y progresión de esta vía aglutinadora de la Cornisa Cantábrica. Uno ya estaba al pie del cañón cuando en pleno periodo franquista se inicio el primer tramo de la "Y" entre Gijón y Avilés, primera 'vértebra' de un larguísimo esqueleto, hace ya cuatro décadas. Reivindicar ahora el debate sobre si aquella obra se inicio con vocación de convertirse en lo que ha acabado siendo o si hay que reducir su longevidd a algunos años menos me parece cuando menos superfluo. La realidad es que su periodo de construcción se ha prolongado excesivamente en el tiempo por mucho que ahora podamos celebrar su conclusión relativa.
En tantísimos años han pasado por las responsabilidades del Gobierno prácticamente todos. Desde el citado dictador hasta numerosos gobiernos socialistas, desde un ministro asturiano directamente responsable del ramo hasta una andaluza de cuyo nombre preferimos más no acordarnos por su nefasta gestión y su aversión hacia los problemas de la para ella lejana "invernalia". Todos han tenido en mayor o menor medida sus méritos, pero también a todos se les podría responsabilizar de haber dilatado más allá de toda razón una vía de comunicación imprescindible. Supongo que todavía quedamos muchos asturianos con vida que recordamos la odisea que representaba cruzar de Gijón A San Sebastián o de Oviedo a Santiago de Compostela. Algunos de los pioneros de los Estados Unidos de Norteamérica lo tuvieron solamente un poco más complicado. Por la presencia de los pieles roja, me refiero.
Inaugurar tramos, como ha hecho en la jornada de ayer Ana Pastor, puede dar relumbrón a una gestión, pero no podemos olvidar que su partido ha gobernado ocho años antes, amén de los casi tres actuales, y ha contribuido a que miles de conuctores no hayan podido ver satisfechas en vida sus necesidades. Ahora son realidades, pero durante demasiado tiempo se jugó con fantasías que solamente estaban en la boca de los responsables políticos de turno.
Si antes de fin de año se remata el tramo asturiano y en 2015 el que resta en Cantabria, todos nos alegraremos de tal acontecimiento. Perdonaremos tantos años de espera y la irracional programación de tramos que ha hecho que en determinados momentos la vía de comunicación fuera una auténtica carrera de obstáculos pasando de tramos de cuatro carriles de autovía a dos de conflictivo trazado, de curvas sin fin y de obligadas retenciones causadas por camiones y otros vehículos de gran tonelaje. Pero como en muchas otras cosa, perdonar no es olvidar y no creo que en el tema que nos ocupa la culpa sea de las dificultades orográficas o medioambientales (que las hubo, y muchas), ni siquiera de las económicas (que han influido en el último quinquenio), sino de la ausencia de voluntad política en quienes tuvieron la responsabilidad de completar una infraestructura prioritaria.
Ayer, la actual ministra de Fomento, con su habitual ascetismo, acudió a Asturias para inaugurar los algo más de siete kilómetros y medio de la autovía del Cantábrico entre La Franca y Pendueles, y prácticamente 'firmó' para antes de fin de año la apertura de los cuatro kilómetros largos restantes hasta finalizar el trazado completo de dicha infraestructura en Asturias. Ciertamente es una grata noticia que un trazado tan relevante para el tráfico por todo el Norte de España esté a punto de completarse (queda aún un tramo en Cantabria) y podría considerarse bien empleada la espera si qeremos ser más o menos prácticos.
Sin embargo, nos cuesta trabajo acomodarse a tal teoría a quienes desde la primera línea de la información nos ha tocado vivir el nacimiento y progresión de esta vía aglutinadora de la Cornisa Cantábrica. Uno ya estaba al pie del cañón cuando en pleno periodo franquista se inicio el primer tramo de la "Y" entre Gijón y Avilés, primera 'vértebra' de un larguísimo esqueleto, hace ya cuatro décadas. Reivindicar ahora el debate sobre si aquella obra se inicio con vocación de convertirse en lo que ha acabado siendo o si hay que reducir su longevidd a algunos años menos me parece cuando menos superfluo. La realidad es que su periodo de construcción se ha prolongado excesivamente en el tiempo por mucho que ahora podamos celebrar su conclusión relativa.
En tantísimos años han pasado por las responsabilidades del Gobierno prácticamente todos. Desde el citado dictador hasta numerosos gobiernos socialistas, desde un ministro asturiano directamente responsable del ramo hasta una andaluza de cuyo nombre preferimos más no acordarnos por su nefasta gestión y su aversión hacia los problemas de la para ella lejana "invernalia". Todos han tenido en mayor o menor medida sus méritos, pero también a todos se les podría responsabilizar de haber dilatado más allá de toda razón una vía de comunicación imprescindible. Supongo que todavía quedamos muchos asturianos con vida que recordamos la odisea que representaba cruzar de Gijón A San Sebastián o de Oviedo a Santiago de Compostela. Algunos de los pioneros de los Estados Unidos de Norteamérica lo tuvieron solamente un poco más complicado. Por la presencia de los pieles roja, me refiero.
Inaugurar tramos, como ha hecho en la jornada de ayer Ana Pastor, puede dar relumbrón a una gestión, pero no podemos olvidar que su partido ha gobernado ocho años antes, amén de los casi tres actuales, y ha contribuido a que miles de conuctores no hayan podido ver satisfechas en vida sus necesidades. Ahora son realidades, pero durante demasiado tiempo se jugó con fantasías que solamente estaban en la boca de los responsables políticos de turno.
Si antes de fin de año se remata el tramo asturiano y en 2015 el que resta en Cantabria, todos nos alegraremos de tal acontecimiento. Perdonaremos tantos años de espera y la irracional programación de tramos que ha hecho que en determinados momentos la vía de comunicación fuera una auténtica carrera de obstáculos pasando de tramos de cuatro carriles de autovía a dos de conflictivo trazado, de curvas sin fin y de obligadas retenciones causadas por camiones y otros vehículos de gran tonelaje. Pero como en muchas otras cosa, perdonar no es olvidar y no creo que en el tema que nos ocupa la culpa sea de las dificultades orográficas o medioambientales (que las hubo, y muchas), ni siquiera de las económicas (que han influido en el último quinquenio), sino de la ausencia de voluntad política en quienes tuvieron la responsabilidad de completar una infraestructura prioritaria.
martes, 5 de agosto de 2014
Fernández y Fernández
Dicho y hecho. Fue lanzar al aire el presidente del Principado su lamento orientado a encontrar un socio para negociar los presupuestos del año próximo y rápidamente apareció Mercedes Fernández mostrandose muy dispuesta a entrar en ese terreno. Pero no a cualquier precio. No. Antes estableció la línea roja tras la cual todo serían sombras: la bajada de impuestos.
Se ha puesto en marcha así el complejo ajedrez electoral que antecede a cualquier convocatoria a las urnas, aunque sea con muchos meses de antelación. De sobra sabe la 'lideresa' del PP asturiano que esa marca que ha hecho en el suelo no la puede cruzar el Gobierno socialista. Y no la puede cruzar porque, si la recaudación anda ya por los suelos, a ver qué pasaría si se reducen tipos o figuras impositivas. Sin embargo, desde el punto de vista estratégico, no ha estado mal ese 'jaque de la dama', que muestra su mejor rostro de "responsabilidad" y se asegura que no van a 'pillarla' nuevamente en el ya reiterativo 'pacto del duernu'.
Javier Fernández sabe que precisa desesperadamente de algún tipo de acuerdo que le evite una nueva prórroga, pero también es consciente de que en el próximo otoño ese entendimiento se antoja más complicado que nunca. Tratará, eso sí, de buscar entre las zarzas del 'frayamiento' a sus antiguos socios prioritarios, pero estos no están precisamente para hacerle favores, especialmente después de un año de choques e insultos.
Todo lo condiciona la cita electoral. Las fuerzas políticas son conscientes de que no se puede dar 'ni la hora' a los rivales, especialmente tras la aparición de ese incómodo invitado que es Podemos, que amenaza con comerse una buena porción del pastel. Si a las encuestas nos remitimos, se diría que los de Pablo Iglesias van a dejar a más de uno con 'fame'.
Como ocurriera hace meses con los créditos extraordinarios que ayudaron a salvar la prórroga de las Cuentas del presente ejercicio económico, al mandatario autonómico no le va a quedar más asidero que el Partido Popular. Claro que, como queda antedicho, a éste tampoco le interesa mucho facilitar la tarea a los socialistas. Con la acumulación de fuerzas de la izquierda en la plataforma correspondiente de este tren 'de baja velocidad', a la Federación Socialista Asturiana no se le presenta otra alternativa que compartir los vagones de primera clase con esa derecha 'responsable' que con sentido de Estado renuncia a utilizar sus votos con fines partidistas para salvar a Asturias (sic).
Lo que ocurre es que dar ese difícil paso conllevaría un final de legislatura sin apenas recursos para tratar de sostener los restos del naufragio del estado del bienestar, torpedeado por José Luis Rodríguez Zapatero y saqueados sus deshechos por Mariano Rajoy y los suyos. Traducido: pérdida de votos entre las clases menos favorecidas, auténticos paganos de una crisis interminable, por mucho que los voceros del Ejecutivo de Madrid traten de trasladarnos a un imaginario país de las maravillas.
Así las cosas, Fernández y Fernández se reunirán unas cuantas veces escenificando su responsabilidad hasta concluir que la entente es imposible. Habrá prórroga de nuevo y, si fuera el caso extremo, recuperarán el diálogo a la busca de otra ración de créditos extraordinarios con los que llegar al menos hasta mayo.
Se ha puesto en marcha así el complejo ajedrez electoral que antecede a cualquier convocatoria a las urnas, aunque sea con muchos meses de antelación. De sobra sabe la 'lideresa' del PP asturiano que esa marca que ha hecho en el suelo no la puede cruzar el Gobierno socialista. Y no la puede cruzar porque, si la recaudación anda ya por los suelos, a ver qué pasaría si se reducen tipos o figuras impositivas. Sin embargo, desde el punto de vista estratégico, no ha estado mal ese 'jaque de la dama', que muestra su mejor rostro de "responsabilidad" y se asegura que no van a 'pillarla' nuevamente en el ya reiterativo 'pacto del duernu'.
Javier Fernández sabe que precisa desesperadamente de algún tipo de acuerdo que le evite una nueva prórroga, pero también es consciente de que en el próximo otoño ese entendimiento se antoja más complicado que nunca. Tratará, eso sí, de buscar entre las zarzas del 'frayamiento' a sus antiguos socios prioritarios, pero estos no están precisamente para hacerle favores, especialmente después de un año de choques e insultos.
Todo lo condiciona la cita electoral. Las fuerzas políticas son conscientes de que no se puede dar 'ni la hora' a los rivales, especialmente tras la aparición de ese incómodo invitado que es Podemos, que amenaza con comerse una buena porción del pastel. Si a las encuestas nos remitimos, se diría que los de Pablo Iglesias van a dejar a más de uno con 'fame'.
Como ocurriera hace meses con los créditos extraordinarios que ayudaron a salvar la prórroga de las Cuentas del presente ejercicio económico, al mandatario autonómico no le va a quedar más asidero que el Partido Popular. Claro que, como queda antedicho, a éste tampoco le interesa mucho facilitar la tarea a los socialistas. Con la acumulación de fuerzas de la izquierda en la plataforma correspondiente de este tren 'de baja velocidad', a la Federación Socialista Asturiana no se le presenta otra alternativa que compartir los vagones de primera clase con esa derecha 'responsable' que con sentido de Estado renuncia a utilizar sus votos con fines partidistas para salvar a Asturias (sic).
Lo que ocurre es que dar ese difícil paso conllevaría un final de legislatura sin apenas recursos para tratar de sostener los restos del naufragio del estado del bienestar, torpedeado por José Luis Rodríguez Zapatero y saqueados sus deshechos por Mariano Rajoy y los suyos. Traducido: pérdida de votos entre las clases menos favorecidas, auténticos paganos de una crisis interminable, por mucho que los voceros del Ejecutivo de Madrid traten de trasladarnos a un imaginario país de las maravillas.
Así las cosas, Fernández y Fernández se reunirán unas cuantas veces escenificando su responsabilidad hasta concluir que la entente es imposible. Habrá prórroga de nuevo y, si fuera el caso extremo, recuperarán el diálogo a la busca de otra ración de créditos extraordinarios con los que llegar al menos hasta mayo.
domingo, 3 de agosto de 2014
Pensando en mayo.
Aunque sin el tono triunfalista de Mariano Rajoy, los socialistas asturianos también han decidido no irse de vacaciones sin dejar constancia de las excelencias de su último año de gobierno. Y lo han hecho por boca de su portavoz parlamentario, Fernando Lastra, quien ha calificado este último periodo de "útil, intenso y productivo", y ello a pesar de que no exista tipo alguno de pacto "vergonzante" entre su partido y el PP de Mercedes Fernández. Podemos creérnoslo o no. Allá cada cual.
Balances aparte, lo que resulta evidente es que nuestra clase política ha decidido tomarse unas 'merecidas' vacaciones para hacer como cientos de miles de españoles y disfrutar de las delicias del verano. Les vendrán bien para reponerse del 'esfuerzo' desarrollado en los pasados meses pero, sobre todo, para empezar a pensar que, a la vuelta del estío, tendrán que ponerse ya con la ardua tarea de confeccionar listas para las municipales y autonómicas de mayo próximo.
Antes, por si acaso a alguien se le olvidaba, hay que aprobar presupuestos, labor siempre ingrata sin mayorías absolutas y que exigen flexibilidad de cintura y capacidad de diálogo. Quizá por eso, y porque son los últimos de la legislatura, el presidente del Principado ha aprovechado la inauguración de la Feria Internacional de Muestras de Asturias para reclamar de los distintos partidos de la oposición eso que suele llamarse "responsabilidad", o más pomposamente "altura de miras", en la necesaria colaboración para que 2015 tenga una Cuentas nuevas y no otra prórroga como el pasado año. Javier Fernández es consciente de que las condiciones para un acuerdo con Izquierda Unida y con Unión, Progreso y Democracia no son mejores que el pasado año (más bien al contrario), por lo que solamente le queda el recurso a la colaboración 'desinteresada' con el Partido Popular. Aunque el Ejecutivo de Mariano Rajoy no pare de poner palos en las ruedas de los objetivos del equipo de gobierno socialista.
Decía antes que el objetivo que bulle en las mentes de los dirigentes de las diferentes fuerzas políticas será, a partir de ahora, el encaje de los carteles y nombres de sus candidatos para la cita con las urnas de la próxima primavera. Y lo hacen con más dudas que nunca, a mi modesto entender.
El partido del gobierno debería tener las cosas muy claras ya, pero la continuidad de Javier Fernández me parece que está aún en el aire. El líder de los socialistas asturianos se muestra bastante quemado, de ánimo y físicamente. El susto recibido hace algunos meses para su salud y las guerras diarias con las distintas oposiciones y con su propio partido puede que le están pasando factura a una persona que siempre se ha mostrado reacia a ocupar el primer plano. No hay que olvidar, tampoco, que el PSOE ha aceptado el proceso de primarias como procedimiento habitual para elegir a sus candidatos, y aunque no veo a otro dirigente dispuesto a enfrentarse a Fernández, su retirada facilitaría la aparición de aspirantes. Tengo para mi que el dirigente asturiano lleva tiempo preparando a su actual número dos en el Ejecutivo, Guillermo Martínez, aunque su padrinazgo podría ser insuficiente para unir a las bases socialistas.
Más claro parece tenerlo el Partido Popular donde el liderazgo de Mercedes Fernández, aunque criticado 'soto voce' por algunos dirigentes, está fuera de toda duda. Y ello a pesar de que, desde que aterrizó en su cargo, no cuenta precisamente por éxitos su mandato. La inaceptable parálisis de su organización en Gijón podría pasarle factura no sólo en las municipales. Habría que contar, eso sí, con el reaparecido Juan Morales, que probablemente ocupe una de las primeras plazas en la circunscripción central y podría repetir de portavoz, con 'Cherines' de presidenta del grupo parlamentario. Ya le gustaría a ésta poder situar a su 'hijo pródigo' para cartel local, pero en Oviedo no creo que nadie se atreva a tocar a Agustín Iglesias Caunedo y en Gijón, tal y como está la organización local, no sé como podría caer un 'paracaidista' por mucha buena vitola que traiga.
Más complicado se le presenta el trabajo a Izquierda Unida. Desvencijada la dirección con sus repetidos enfrentamientos, no puedo ni imaginarme de candidato a Manuel González Orviz, por más que ostente el título de coordinador general. De la otra facción, ni pensarlo. Así que sólo quedaría el recurso de convencer a Gaspar Llamazares para que sea otra vez el rostro de la coalición en Asturias. Una opción presumiblemente dificultosa. Eso, o recurrir una vez más a Jesús Iglesias, felizmente instalado en el Senado, aunque no hay que olvidar que lo hace en representación del Parlamento asturiano, por lo que tras los comicios podría quedar otra vez descabalgado.
En la orilla opuesta se sitúa UPyD. Nadie cuestiona que su candidato repita. Ignacio Prendes, que podría dejar de estar en solitario en la Junta General, al menos formalmente, ha sabido ser 'gobierno' y oposición, lo que le avala ante los suyos y ante la 'lideresa' nacional de esa fuerza política.
Tampoco me imagino un lista de Foro Asturias Ciudadanos sin Francisco Álvarez-Cascos. Aunque a éste hace tiempo que dejó de interesarle la política asturiana (se le ve más por el concurso hípico gijonés que por el Parlamento), es bien consciente de que el producto necesita una etiqueta que venda y esa sólo puede ponerla él. El día que decida retirarse de nuevo será el inicio de la descomposición de una fuerza política sin demasiado espacio que ocupar.
Todos ellos, claro está, viven muy pendientes del que parece haberse convertido en el enemigo común, el emergente Podemos. Pablo Iglesias vive una relación de amor con las encuestas que saca de sus casillas a la izquierda, sobre todo, pero también a la derecha. Creo haber dicho ya que, tras los éxitos iniciales, el futuro partido político de los "indignados" tiene un reto decisivo con la elaboración de sus candidaturas para mayo. Son muchas listas y muchos nombres para una organización con estructuras aún precarias. Su condición de 'favorito' hará que multitud de arrivistas y descabalgados de otras fuerzas políticas traten de aterrizar allí para luchar por una plaza. No voy a citar nombres concretos pero me imagino que algunos están en la mente de quienes siguen la política regional.
La condición 'asamblearia' de Podemos hace que todavía sea prematuro hablar de nombres, pero no me extrañaría ver en las primeras plazas a caras conocidas. Y si no, al tiempo.
Balances aparte, lo que resulta evidente es que nuestra clase política ha decidido tomarse unas 'merecidas' vacaciones para hacer como cientos de miles de españoles y disfrutar de las delicias del verano. Les vendrán bien para reponerse del 'esfuerzo' desarrollado en los pasados meses pero, sobre todo, para empezar a pensar que, a la vuelta del estío, tendrán que ponerse ya con la ardua tarea de confeccionar listas para las municipales y autonómicas de mayo próximo.
Antes, por si acaso a alguien se le olvidaba, hay que aprobar presupuestos, labor siempre ingrata sin mayorías absolutas y que exigen flexibilidad de cintura y capacidad de diálogo. Quizá por eso, y porque son los últimos de la legislatura, el presidente del Principado ha aprovechado la inauguración de la Feria Internacional de Muestras de Asturias para reclamar de los distintos partidos de la oposición eso que suele llamarse "responsabilidad", o más pomposamente "altura de miras", en la necesaria colaboración para que 2015 tenga una Cuentas nuevas y no otra prórroga como el pasado año. Javier Fernández es consciente de que las condiciones para un acuerdo con Izquierda Unida y con Unión, Progreso y Democracia no son mejores que el pasado año (más bien al contrario), por lo que solamente le queda el recurso a la colaboración 'desinteresada' con el Partido Popular. Aunque el Ejecutivo de Mariano Rajoy no pare de poner palos en las ruedas de los objetivos del equipo de gobierno socialista.
Decía antes que el objetivo que bulle en las mentes de los dirigentes de las diferentes fuerzas políticas será, a partir de ahora, el encaje de los carteles y nombres de sus candidatos para la cita con las urnas de la próxima primavera. Y lo hacen con más dudas que nunca, a mi modesto entender.
El partido del gobierno debería tener las cosas muy claras ya, pero la continuidad de Javier Fernández me parece que está aún en el aire. El líder de los socialistas asturianos se muestra bastante quemado, de ánimo y físicamente. El susto recibido hace algunos meses para su salud y las guerras diarias con las distintas oposiciones y con su propio partido puede que le están pasando factura a una persona que siempre se ha mostrado reacia a ocupar el primer plano. No hay que olvidar, tampoco, que el PSOE ha aceptado el proceso de primarias como procedimiento habitual para elegir a sus candidatos, y aunque no veo a otro dirigente dispuesto a enfrentarse a Fernández, su retirada facilitaría la aparición de aspirantes. Tengo para mi que el dirigente asturiano lleva tiempo preparando a su actual número dos en el Ejecutivo, Guillermo Martínez, aunque su padrinazgo podría ser insuficiente para unir a las bases socialistas.
Más claro parece tenerlo el Partido Popular donde el liderazgo de Mercedes Fernández, aunque criticado 'soto voce' por algunos dirigentes, está fuera de toda duda. Y ello a pesar de que, desde que aterrizó en su cargo, no cuenta precisamente por éxitos su mandato. La inaceptable parálisis de su organización en Gijón podría pasarle factura no sólo en las municipales. Habría que contar, eso sí, con el reaparecido Juan Morales, que probablemente ocupe una de las primeras plazas en la circunscripción central y podría repetir de portavoz, con 'Cherines' de presidenta del grupo parlamentario. Ya le gustaría a ésta poder situar a su 'hijo pródigo' para cartel local, pero en Oviedo no creo que nadie se atreva a tocar a Agustín Iglesias Caunedo y en Gijón, tal y como está la organización local, no sé como podría caer un 'paracaidista' por mucha buena vitola que traiga.
Más complicado se le presenta el trabajo a Izquierda Unida. Desvencijada la dirección con sus repetidos enfrentamientos, no puedo ni imaginarme de candidato a Manuel González Orviz, por más que ostente el título de coordinador general. De la otra facción, ni pensarlo. Así que sólo quedaría el recurso de convencer a Gaspar Llamazares para que sea otra vez el rostro de la coalición en Asturias. Una opción presumiblemente dificultosa. Eso, o recurrir una vez más a Jesús Iglesias, felizmente instalado en el Senado, aunque no hay que olvidar que lo hace en representación del Parlamento asturiano, por lo que tras los comicios podría quedar otra vez descabalgado.
En la orilla opuesta se sitúa UPyD. Nadie cuestiona que su candidato repita. Ignacio Prendes, que podría dejar de estar en solitario en la Junta General, al menos formalmente, ha sabido ser 'gobierno' y oposición, lo que le avala ante los suyos y ante la 'lideresa' nacional de esa fuerza política.
Tampoco me imagino un lista de Foro Asturias Ciudadanos sin Francisco Álvarez-Cascos. Aunque a éste hace tiempo que dejó de interesarle la política asturiana (se le ve más por el concurso hípico gijonés que por el Parlamento), es bien consciente de que el producto necesita una etiqueta que venda y esa sólo puede ponerla él. El día que decida retirarse de nuevo será el inicio de la descomposición de una fuerza política sin demasiado espacio que ocupar.
Todos ellos, claro está, viven muy pendientes del que parece haberse convertido en el enemigo común, el emergente Podemos. Pablo Iglesias vive una relación de amor con las encuestas que saca de sus casillas a la izquierda, sobre todo, pero también a la derecha. Creo haber dicho ya que, tras los éxitos iniciales, el futuro partido político de los "indignados" tiene un reto decisivo con la elaboración de sus candidaturas para mayo. Son muchas listas y muchos nombres para una organización con estructuras aún precarias. Su condición de 'favorito' hará que multitud de arrivistas y descabalgados de otras fuerzas políticas traten de aterrizar allí para luchar por una plaza. No voy a citar nombres concretos pero me imagino que algunos están en la mente de quienes siguen la política regional.
La condición 'asamblearia' de Podemos hace que todavía sea prematuro hablar de nombres, pero no me extrañaría ver en las primeras plazas a caras conocidas. Y si no, al tiempo.
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