Defienden numerosos sicólogos que en el establecimiento de cualquier relación prima la pulsión egoísta sobre el sentimiento desinteresado, que la búsqueda de lo que nos falta se antepone a la entrega generosa a la otra parte. Esto, así formulado con carácter general, tiene su reflejo evidente en las concordancias políticas, donde se superponen los intereses de grupo o de partido a cualquier otro objetivo.
Y en eso están en estos momentos los responsables de IU de Asturias (como supongo que lo estarán los de otros territorios de España), en la búsqueda de formalizar una "alianza" de la izquierda con la que poder afrontar las elecciones del año próximo con garantías de mantener su condición actual como única marca representativa a la izquierda del Partido Socialista.
Podría decirse que Izquierda Unida es como esas viejas familias aristocráticas venidas a menos que conservan sus blasones y vetustas propiedades pero, como se dice por aquí, "no tienen una perra". Aparentan mucho, eso sí, pero en la saca no hay casi nada.
En esa tesitura, sus responsables han descubierto a la lozana muchacha que es Podemos -lo de Equo es otra historia porque ya tienen una estructura organizativa similar-, joven y con jugosa dote en forma de sufragios y apoyo popular. Y por ello ha decidido tirarle los tejos. No hay amor en esa iniciativa, no hay sinceridad en sus intenciones. En la mente de Manuel González Orviz y su equipo sobrevuela la meta de llevársela al huerto y cobrar la herencia.
Resulta difícil a estas alturas creer que la coalición pueda afrontar este proceso de igual a igual, como es difícil de creer que una estructuras sólidas de 'partido', fruto de años de experiencia desde las lejanas catacumbas del PCE, van a resquebrajarse sin más para encarar un futuro compartido. De eso podrían hablarnos dos ilustres dirigentes asturianos en la reciente historia de la organización, Gerardo Iglesias -ya lo ha hecho en una jugosa entrevista reciente- y Gaspar Llamazares. Uno, primero, y el otro, después, supieron canalizar la formación de esa 'plataforma' de la izquierda capaz de fagocitar a otras pequeñas fuerzas de su entorno para mantener la nueva estructura sobre la columna vertebral del Partido Comunista. Curiosamente, las siglas se las quedaron un grupo más o menos amplio de viejos nostálgicos de la URSS y de Lenin, pero la batuta pasó a manos de los 'renovadores' citados.
Ahora, tengo toda la impresión que Cayo Lara y sus 'capataces' regionales quieren repetir la operación, aunque el escenario ni se le parece. Entonces, IU aglutinó alrededor del PCE a algunas pequeñas fuerzas políticas sin peso en el electorado, algo parecido a lo que podría ocurrir con la citada Equo. Pero entonces no existía la plataforma de Pablo Iglesias, que ya ha superado en los sondeos a la coalición en la mayor parte de España; en Asturias, por supuesto.
No me sorprende, por eso, que Podemos se haga el 'estrecho' y, además de aplazar su consentimiento a las relaciones, haga patentes sus recelos sobre las verdaderas intenciones de su 'partenaire'.
Va a tener Izquierda Unida que aportar al hipotético matrimonio algo más que buenas palabras. Su 'pareja' va a exigirle hechos. Las prácticas y costumbres de tantos años no son una buena carta de presentación.
Rebasados por la izquierda, intentan coger el rebufo para una hipotética remontada final o, en su defecto, obtener la victoria por 'equipos' (en proyecto, todavía). Claro que... el otro proyecto de 'equipo', el conservador, está dispuesto a echar el resto para impedirlo. Animada (e incierta) carrera.
ResponderEliminarPS
EliminarEl 'equipo' conservador del bipartidismo, para entendernos.