Insistía nuestro recordado director Francisco Carantoña a propósito de las grandes infraestructuras en que lo importante era que se hicieran, aunque las promesas sobre plazos fueran sistemáticamente olvidadas. Añadía que, una vez en uso, ya nadie recordaba el tiempo de espera sufrido para poder disfrutarlas.
Ayer, la actual ministra de Fomento, con su habitual ascetismo, acudió a Asturias para inaugurar los algo más de siete kilómetros y medio de la autovía del Cantábrico entre La Franca y Pendueles, y prácticamente 'firmó' para antes de fin de año la apertura de los cuatro kilómetros largos restantes hasta finalizar el trazado completo de dicha infraestructura en Asturias. Ciertamente es una grata noticia que un trazado tan relevante para el tráfico por todo el Norte de España esté a punto de completarse (queda aún un tramo en Cantabria) y podría considerarse bien empleada la espera si qeremos ser más o menos prácticos.
Sin embargo, nos cuesta trabajo acomodarse a tal teoría a quienes desde la primera línea de la información nos ha tocado vivir el nacimiento y progresión de esta vía aglutinadora de la Cornisa Cantábrica. Uno ya estaba al pie del cañón cuando en pleno periodo franquista se inicio el primer tramo de la "Y" entre Gijón y Avilés, primera 'vértebra' de un larguísimo esqueleto, hace ya cuatro décadas. Reivindicar ahora el debate sobre si aquella obra se inicio con vocación de convertirse en lo que ha acabado siendo o si hay que reducir su longevidd a algunos años menos me parece cuando menos superfluo. La realidad es que su periodo de construcción se ha prolongado excesivamente en el tiempo por mucho que ahora podamos celebrar su conclusión relativa.
En tantísimos años han pasado por las responsabilidades del Gobierno prácticamente todos. Desde el citado dictador hasta numerosos gobiernos socialistas, desde un ministro asturiano directamente responsable del ramo hasta una andaluza de cuyo nombre preferimos más no acordarnos por su nefasta gestión y su aversión hacia los problemas de la para ella lejana "invernalia". Todos han tenido en mayor o menor medida sus méritos, pero también a todos se les podría responsabilizar de haber dilatado más allá de toda razón una vía de comunicación imprescindible. Supongo que todavía quedamos muchos asturianos con vida que recordamos la odisea que representaba cruzar de Gijón A San Sebastián o de Oviedo a Santiago de Compostela. Algunos de los pioneros de los Estados Unidos de Norteamérica lo tuvieron solamente un poco más complicado. Por la presencia de los pieles roja, me refiero.
Inaugurar tramos, como ha hecho en la jornada de ayer Ana Pastor, puede dar relumbrón a una gestión, pero no podemos olvidar que su partido ha gobernado ocho años antes, amén de los casi tres actuales, y ha contribuido a que miles de conuctores no hayan podido ver satisfechas en vida sus necesidades. Ahora son realidades, pero durante demasiado tiempo se jugó con fantasías que solamente estaban en la boca de los responsables políticos de turno.
Si antes de fin de año se remata el tramo asturiano y en 2015 el que resta en Cantabria, todos nos alegraremos de tal acontecimiento. Perdonaremos tantos años de espera y la irracional programación de tramos que ha hecho que en determinados momentos la vía de comunicación fuera una auténtica carrera de obstáculos pasando de tramos de cuatro carriles de autovía a dos de conflictivo trazado, de curvas sin fin y de obligadas retenciones causadas por camiones y otros vehículos de gran tonelaje. Pero como en muchas otras cosa, perdonar no es olvidar y no creo que en el tema que nos ocupa la culpa sea de las dificultades orográficas o medioambientales (que las hubo, y muchas), ni siquiera de las económicas (que han influido en el último quinquenio), sino de la ausencia de voluntad política en quienes tuvieron la responsabilidad de completar una infraestructura prioritaria.
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