Tantos años hablando de ellos y resulta que, al final, nos hemos acostumbrado a que eso de los 'chiringuitos' políticos o institucionales forma parte de los peajes que tenemos que pagar a nuestros representantes. Nos quejamos, es cierto. Y mucho. Pero da la sensación de que es como lo del tiempo. ¡Vaya mes de agosto!, clama la gente, pero forma parte del guión y todos lo seguimos.
Desde que nuestra democracia se ha ido consolidando, los gobiernos de aquí y de allá, de un color o de otro, se han empeñado en edificar un entramado de empresas públicas, de fundaciones, etcétera, sobre cuyo funcionamiento y utilidad siempre hemos percibido más sombras que claros. Desde la forma de 'rellenar' sus plantillas hasta el uso de los fondos públicos que manejan, su historial responde en la mayoría de los casos a clientelismos o pago de favores, convirtiéndose en empresas de colocación para afines, familiares y futuros cachorros de la organización política que las controla.
Durante muchos años, esa tela de araña ha ido creciendo a la sombra de presuntas nuevas necesidades de la gestión pública hasta alcanzar la solidez y la altura de un moderno rascacielos.
Llevamos años escuchando la necesidad de poner coto a esa tendencia, y, especialmente a raíz de la larga e interminable crisis económica, de la necesaria reducción de ese macrosistema parapolítico al servicio de los gestores de turno.
Me ha venido esta reflexión a la cabeza a raiz de la petición que los socialistas gijoneses han hecho al Ayuntamiento local para que retire la subvención que el municipio aporta a los cursos de La Granda, un montaje de escasa o nula repercusión que se mantiene a mayor "gloria" del economista Juan Velarde, por mucho que en sus orígenes se ofreciera como nuestro particular sistema de cursos internacionales de verano, capaces de dar lustre a cualquier región que se preciase.
Sospecho que no es ajena a esta petición de la edil Begoña Fernández la decisión de la Corporación que preside Carmen Moriyón de retirar las ayudas que la misma otorga a los Encuentro de Cabueñes, anunciada hace escasos días; otro de los 'eventos' que hace tiempo dejó de concitar interés alguno a los asturianos, por mucho que en sus objetivos iniciales y en sus primeros años de actividad la cita aportara interesantes conclusiones.
Y no se trata de aferrarse al ámbito territorial de las convocatorias, aunque podría considerarse argumento incontestable. Creo que esta clase de ayudas depende menos de los límites geográficos que de su alcance real para la ciudadanía.
Si nuestra clase política local está dispuesta a fomentar este debate, me parece muy bien. Sobre todo si sirve para poner en orden el derroche de fondos públicos para iniciativas que únicamente sirven a intereses personales, cuando no partidistas. Ha llegado la hora de optimizar el gasto público y para ello hay que recortar chiringuitos y chiringotes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario