Voy a tener que repetir aquello de que dirigentes políticos y representantes institucionales solamente se han tomado vacaciones estivales en lo que respecta al trabajo que la ciudadanía les encomienda con su elección. No así en lo que se refiere a sus intereses partidarios que -también lo repetiré- se ha focalizado ya plenamente en la cita electoral de mayo del año próximo.
Mientras los jefes de filas se fotografían en su solaz veraniego, en las sedes de las distintas organizaciones los 'rodríguez' de turno siguen 'currando' a tope sobre la mejor forma de arrimar el ascua a la sardina propia, ya sea con estrategias, listas o programas, por llamar eufemísticamente a todos estos menesteres por su nombre más digno.
En lo que se refiere a estrategias, a alguno le ha podido aguantar las ganas y ha sacado a pasear el debate sobre la elección de alcaldes, originando una polémica que ha trascendido de cualquier otro asunto de este periodo vacacional. Se trata, como ocurre casi siempre, de viejos temas que periódicamente saltan a la palestra y causan controversia según unos u otros gobiernen o hagan oposición. Sin amargo, no parece que en esta ocasión se trate de un 'globo sonda' o de una de esas 'serpientes de verano'.
En esta ocasión ha sido el gobernante Partido Popular, parapetado en su mayoría absoluta, el que ha puesto sobre la mesa la reforma que permitiría ser alcalde al número uno de la lista más votada. Y, como no podía ser de otra manera, al flamante secretario general del PSOE, que ha aprovechado las últimas semanas para darse a conocer en todos los sitios en los que se le requería (me parece que, incluso, donde no) le ha faltado tiempo para oponerse radicalmente a esa 'ocurrencia' repetida. De nada sirve que su propio partido, por bocas destacadas, haya planteado la misma fórmula en pasados recientes. "El PP sólo busca una elección directa: la del PP", ha dicho Pedro Sánchez. Por supuesto que la apuesta de los populares tiene mucho que ver con intereses propios y poco con la salud democrática del país. Como lo sería si lo planteasen los socialistas de estar en la posición de sus adversarios. Ninguno es inocente, como no lo han sido ninguna de las organizaciones políticas asturianas en el todavía reciente debate sobre la reforma electoral autonómica. Es un ejemplo próximo, pero podríamos aportar muchos mas. "¿Me beneficia? Pues p'alante". "¿Me perjudica? Pues me opongo". Nada nuevo.
Sin embargo, a mi modesto entender, el debate se ha planteado desde argumentos simplistas y que en ningún caso han entrado al fondo de la cuestión en toda su complejidad.
Los populares se han posicionado interesadamente por la figura del alcalde en la persona más apoyada por sus ciudadanos. Eso podría ser relativamente adecuado y responder a principios muy democráticos. Pero lo que no nos han dicho es de qué forma va a gobernar ese 'líder' vecinal. Si se admite que la reforma va a ir solamente orientada en ese sentido, ¿alguien podría explicarnos cuál va a ser el día a día de la gestión municipal tras los comicios? Un gallinero, convendremos todos. Porque, si la pluralidad de opciones en una corporación actual obliga a buscar una base estable de gobierno mediante alianzas, ¿qué no podría ocurrir con la misma composición y sin ellas?
Puede que lo que se nos esté ocultando es que la reforma electoral tendría que ir mucho más allá de la 'anécdota' sobre la primera figura institucional y proceder a un cambio profundo de las reglas del juego para dotar a esa misma figura de poderes que actualmente no podríamos ni imaginar. Vamos, una traslación a las corporaciones locales del método del decretazo. Alcaldes plenipotenciarios que, ayudados por un equipo propio reducido, gestionarían monolíticamente la 'res pública' desde sus despachos. De esto no he escuchado hablar a nadie.
Está muy bien que los ciudadanos podamos decantarnos individualmente por nuestro regidor, obviando las listas de parásitos que le acompañan en la candidatura y que sirven solamente para alimentar el clientelismo de los partidos correspondientes. Suena bonito. Pero de nada serviría si su único objetivo estuviera fijado en la supresión del juego democrático para avanzar en el autoritarismo personalista.
Estamos de acuerdo en lo fundamental, Marcelino: del pucherazo que prepara Rajoy, por mucho que invoque un deseable amplio consenso (tenemos sobrados ejemplos de que la única versión de consenso aceptada por el PP es la de plegarse a sus postulados), lo que nos falta por conocer es la letra menuda. Es más, con la propuesta de Rajoy, a día de hoy y sin mayores especificaciones, en el caso de que un partido lograra el 40% de los votos (con una ley actual que ya otorga una injusta ventaja a los dos grandes), bastaría con nombrar sólo al alcalde (tu "líder vecinal"), dado que el resto de munícipes (propios y opositores) no servirían para nada; estarían sólo de adorno, calentando el sillón y malgastando una jugosa partida de los presupuestos municipales.
ResponderEliminarLas reacciones contrarias a esta "reforma" (hablando de eufemismos) no se han hecho esperar. Y espero que sigan creciendo. Como espero (no sé si me lo creo) que Rajoy no se deje cegar por esta coyuntura que le ha impulsado a concebir lo que sería un auténtico pucherazo electoral de imprevisibles consecuencias.