Uno ya está demasiado acostumbrado a escuchar de boca de los cargos políticos relevantes frases insustanciales y por ello no puede sorprendernos leer cada día una o dos más. Cierto que en muchas ocasiones esos responsables de partidos o instituciones se ven en la obligación de responder algo ante la insistencia de los colegas de la prensa, aunque la pregunta sea un día tras otro prácticamente la misma. Sin embargo, en muchas ocasiones, mal que nos pese a los profesionales, sería mucho mejor el típico "no hay novedades" que buscar una alternativa que, objetivamente hablando, no responde a planteamientos acordes con la realidad.
A los dirigentes nacionales del PP les reclaman jornada tras jornada, allá donde van, quién va a ser el candidato del partido a la Presidencia del Principado o cuándo se va a saber. No mucho más. Siempre lo mismo. Las respuestas suelen ser generalmente también las mismas y podrían resumirse muy sucintamente en el citado "no hay novedades". Pero hay ocasiones en que a algunos de esos dirigentes el momento les coge con el pie cambiando y se saltan el guión para, sin aportar nada nuevo, ponerse en evidencia con auténticos sinsentidos.
La última en caer en esta práctica ha sido la 'número dos' de la cúpula nacional popular, quien muy 'ocurrentemente', para quitarse de encima a los demandantes de información, ha soltado una frase que en sí misma no tendría mayor trascendencia si no fuera por los antecedentes que se han venido sucediendo hasta la fecha. María Dolores de Cospedal dijo ayer textualmente que, de momento, no hay acuerdo entre la dirección nacional que ella representa y el PP asturiano. Una frase aparentemente normal, pero que no deja de ser, en estos momentos, una perogrullada de tomo y lomo. Que no hay acuerdo ya lo sabemos todos, pero también sabemos que ni ahora ni más adelanta puede haberlo. Y ello gracias, en principio, a las dos partes en litigio entre los populares asturianos, pero, sobre todo, a la indecisión de la dirección nacional del partido que permite que el tiempo transcurra y un cuerpo 'gangrenado' irremisiblemente se pudra sin intentar algún tipo de intervención, a estas alturas ya necesariamente traumática, que ponga fin al 'sufrimiento' del cuerpo electoral de los conservadores.
No tengo muy claro si realmente la actitud de Rajoy y los suyos responde a una candidez infantil o a un desinterés que lo fía todo a un imposible milagro donde los hoy contrincantes irreductibles se vean tocados por una gracia divina y, tras una conversión digna de las Sagradas Escrituras se abracen en un beatífico acuerdo conciliador. Ni una ni otra actitud son de recibo.
El único acuerdo posible a estas alturas está o bien en lo que peyorativamente podríamos denominar "bajada de pantalones" de Génova ante el grupo dominante regional aglutinado en torno a Gabino de Lorenzo, dando entrada a quien ya está actuando como candidata sin pasar por ningún órgano oficial, o bien un "pucherazo" de la misma dirección nacional imponiendo al candidato a priori natural pero rechazado frontalmente por el regidor ovetense y sus acólitos. A una de estas dos soluciones va a tener que recurrir el dubitativo líder conservador, siempre con el consiguiente desangramiento interno de su organización en Asturias, un estado que ya no admite vuelta atrás y que se emponzoña cada día que pasa.
No es de extrañar que a estas alturas sólo en una cosa coincidan los dos frentes en combate del PP asturiano: el convencimiento de que el candidato ya tendría que estar designado y es que, en las actuales circunstancias, el tiempo corre en contra de cualquiera de los dos. Y mientras tanto, la efigie con barbas sigue guardando silencio y aplazando 'sine die' una decisión sobre la que, en definitiva, tiene la última responsabilidad. Y 'tragos' como éste van en el sueldo, señor Rajoy.
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