martes, 30 de noviembre de 2010

Gabino se hace ventrílocuo

La larguísima y por el momento interminable saga de la conflictiva elección del candidato del PP a la Presidencia del Principado en las autonómicas del año próximo tiene, como toda historia, algunos picos álgidos y otros momentos de aparente calma chicha salpicada por algunas declaraciones que, en los últimos tiempos parecían haber bajado el tono de la provocación.

Las últimas salidas a la opinión pública de Gabino de Lorenzo e Isabel Pérez-Espinosa, sin mostrar arrepentimiento alguno o cambio en su estrategia de imponer a la segunda para el cartel electoral asturiano, parecían dar a entender que los tirones de orejas de Génova habían surtido su efecto y, cuando menos, dejaban la batalla dentro de las más elementales normas de la mínima cortesía y respeto exigibles. "Dejar ya de liarla todavía más", parecía ser el mensaje que les llegaba desde el entorno de Mariano Rajoy.

Resulta difícil que a un personaje de la prepotencia del regidor ovetense se le calle sin más y, aún reconociendo las advertencias de Madrid y recurriendo a ese peculiar sentido del humor que solamente entienden él mismo y sus acólitos, en su recientes comparecencias con la prensa delante no había vuelto a cargar las tintas, limitándose a asegurar que ya sabe "quién" va a ser el candidato, si bien luego atribuyó tal aseveración a una corazonada. Todo muy al 'estilo Gabino' pero esta vez sin descalificaciones explícitas. Por su parte, su pupila, menos dada al chascarrillo y más silenciosa -de momento se limita a estar en todos los actos públicos para dar esa ansiada sensación de candidata sin candidatura- se ha remitido -como no debería haber sido nunca de otra manera- a la decisión última de la dirección nacional, dando a entender que sea ésta la que sea será aceptada.

El problema es que al veterano alcalde de la capital no hay quien le apee de la burra y, ante las insistentes collejas de Génova, ha sustituido su silencio por la designación de un vocero, un responsable de comunicación del partido a nivel regional del que hasta ahora muchos desconocíamos su existencia, pero que cual animal enjaulado al que se le ha abierto la puerta del toril, ha salido en estampida, ha relevado a su 'promotor' en el lanzamiento de las más feroces andanadas y ha soltado la lengua a pacer con un estilo que casi ha dejado en buen lugar a sus jefes de filas en los momentos más encarnizados de su guerra a muerte contra Cascos. ¿Quién es este Joaquín Fernández?, se preguntan muchos militantes del propio PP. Un personaje que aparece de repente para decir que el ex vicepresidente del Gobierno no será candidato, que renueva la etapa de insultos y se permite calificar de reuniones "clandestinas" -publicitada muchos días antes- aquellas que como la que Cascos celebró el pasado fin de semana con diez de los doce alcaldes que tienen en Asturias los populares, a los que tildo de desleales, no representativos -si ya no lo son para el PP asturiano ni quienes le mantienen la antorcha de gobernar municipios (cada vez menos si la cosa sigue como hasta ahora)- y otras lindezas que ahora no recuerdo.

El señor Joaquín Fernández tiene todas las características de ser uno de esos simpáticos muñecos con los que los ventrílocuos se permiten decir con 'voz ajena' sus más ácidas opiniones. Gabino mueve la marioneta y despelleja, aunque con el tono impostado, a todos los que no van por el camino que él marca. Así 'respeta' las órdenes de la dirección nacional sin renunciar por ello a mostrar una vez más, como hiciera con tantos y tantos dirigentes del partido en esta región, empezando por el inexistente presidente regional, últimamente mudo, salvo para rechazar que él pueda ser una tercera vía o alternativa (¿pero, de verdad, el señor Ovidio Sánchez se puede creer que alguien se lo pida en serio?), muestra -digo- que no está dispuesto a plegarse a reglamentos o estatutos. A fin de cuentas, ese estilo monarquico absolutista y de fuerte componente personalista es el que le ha caracterizado hasta la fecha y también ha entrado en una edad -la de los "sexagenarios"- en la que ya va a resultar casi imposible cambiarle. Como a su actual enemigo Cascos.

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