A estas alturas de la vida y con los años que uno tiene encima ya no dipone de tiempo para mogigaterías. Pero una cosa es la 'S' y otra la 'X', como cabalmente se distinguió en los productos del primer cine de la transición, y con lo que uno no puede es con el hecho de que la zafiedad y el discurso soez se estén instalando peligrosamente en la vida social y política española.
En este aspecto, la palma se la llevan las cadenas de televisión que en ese más difícil todavía en que han convertido el logro de audiencias han abierto la puerta a un 'todo vale' con tal de lograr el escándalo. El ejemplo más reciente y también el más despreciable probablemente lo ha protagonizado estos días Telemadrid, donde un contertulio -esta palabra amenaza con convertirse en sinónimo de indeseable, y que me perdonen quienes mantienen unos principios éticos mínimos-, un fenómeno de nombre Salvador Sostres -cazado fuera de antena, eso sí- se ha permitido alardear de sus preferencias sexuales por las jovencitas de 18 ó 19 años porque "no huelen a ácido úrico" y son "dulces como lionesas de crema y con curvas que rebotan". Son dos muestras de la catadura del personaje en cuestión, que añadió en el mismo plató -donde había estudiantes de tres colegios- otras perlas que me resisto a reproducir. No hay que olvidar que dentro del mismo entorno no hace mucho Fernando Sánchez-Drago se hizo 'famoso' por alardear de sus experiencias con chicas muy jóvenes, a las que aprovechó para adornar con calificativos vergonzantes.
Pero si de la televisión y sus nuevos 'estilos' cazaaudiencias ya no nos sorprende casi nada, lo preocupante es que este asentamiento de la glorificacición de la bragueta se esté convirtiendo en 'la mano que mece a la sociedad', parafraseando el título de una conocida película. A este recurso al sexo se ha sumado también la política, con un historial de sobra conocido por la mayoría, pero que parece intensificarse a medida que la 'cosa pública' se tensiona y se encona. Viene esto a cuento porque todavía no salgo de mi asombro tras visionar a través de internet un vídeo promocional electoral de los socialistas catalanes en el que, bajo el lema 'votar da gusto', convierten la práctica del sufragio en algo tan placentero que origina en la joven que protagoniza las imágenes un orgasmo en toda regla, con gestos y sonidos guturales incluidos, fruto del 'privilegio' de introducir en una urba la papeleta de los socialistas catalanes, metidos estos días de lleno en la contienda autonómica. En este caso, ya no se trata tan sólo de una zafiedad machista incomprensible -podría haber sido un tío, ¿no?-, porque más que indignación provoca una tremenda vergüenza ajena y deja en evidencia tanto a quienes lo han pagado como a los supuestos profesionales de la publicidad que lo han plasmado en imágenes.
No creo necesario recordar, por otra parte, que no hace tantos días el alcalde de Valladolid, del PP, tuvo una intervención vergonzante con palabras impropias, ya no de un cargo público, sino de un hombre cabal, a propósito de la actual ministra de Sanidad, Leire Pajín. Una 'machada' que viene a unirse a un largo historial que -como decía- está en la mente de la mayoría.
O alguien pone coto a toda esta suciedad o muy pronto la ya ganada mala fama de los colectivos aludidos va a rozar los límites del desprestigio más absoluto. ¡Señores, un poco de educación -aunque no sea Educación para la Ciudadanía- y mantengan la bragueta y la boca cerradas!
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