De la interminable crisis por la que tristemente llevamos transitando desde hace algunos años se ha hablado, escrito y especulado con profusión, se ha dicho de todo, se han aportado visiones, complementarias, unas; contradictorias, otras, hasta el extremo de dejar a una inmensa mayoría de los afectados que -no lo olvidemos- somos prácticamente todos con el único bagaje de unos principios básicos elementales, casi de manual de escuela primaria. El exceso de información -ya se sabe- lo único que origina es 'ruido'.
Precisamente por la constatación de este escenario disperso, simplista, confuso, valoro muy positivamente el que un medio como el cine trate de ayudarnos a entender dónde nos encontramos y cómo hemos llegado hasta aquí. Me estoy refiriendo a un filme realizado especialmente para la televisión por la prestigiosa HBO y que esta misma semana ha estrenado Digital+. Su escueto título es "Malas noticias" y se remite al corto periodo de unas pocas aunque intensas jornadas en las que, hace algo más de cuatro años, nuestra sociedad -la mundial, no la española- estuvo a punto de irse a hacer puñetas. A muchos les sonará el 'affaire' del banco de inversión norteamericano Lehman Brothers, cuyas complicaciones financieras fueron el principio de un terremoto sin precedentes en la economía mundial. Lehman y su quiebra representaron la punta del iceberg de unos días durante los cuales el mundo tembló haciendo añicos la 'escala Richter' y todo el andamiaje que sostiene nuestra existencia amenazó con irse abajo con estrépito.
La gran virtud de "Malas noticias" es la de servir de clase magistral de economía aplicada, real, de espejo de los frágiles cimientos sobre los que, sin saberlo, nuestra economía está viviendo y de hacerlo con un estilo al alcance de todos (o de casi todos). Es verdad que la película, dirigida por Curtis Hanson (autor de la magistral "L. A. Confidencial" o de la más que interesante "La mano que mece la cuna"), exige del espectador una dedicación exclusiva a lo largo de sus poco más de noventa minutos, sobre todo para no perderse en el laberinto de las grandes entidades financieras "que mecen la cuna del mundo" y de sus todopoderosos grandes ejecutivos, en la complejidad de la estructura administrativa de la Administración norteamericana y los que entonces eran sus responsables.
Pero, aparte de mantener la mente despierta para no perder el hilo y mantener a cada cuál en su rol, este telefilme (¡qué lástima de peyorativismo con el que se ha investido el término!) pone al alcance de todos los que quieran acercarse a él con el espíritu abierto el trágico escenario sobre el que nos movemos a diario, un escenario en el que una exigua minoría maneja en función de sus intereses, el destino de la humanidad. Y a veces lo hace con la impericia con la que manipularía un niño de pocos años una maquinaria de alta tecnología.
"Malas noticias" nos da -si estamos dispuestos a estar atentos- una lección de historia y también de economía, nos ayuda a entender los resortes de los que dependen nuestros destinos y las verdaderas entrañas de un sistema cuya manija solamente manejan unos pocos privilegiados -entiéndase la palabra en todas sus acepciones-.
Para aquellos que quieran saber qué es lo que ha pasado en los dos últimos lustros y todos los elementos esenciales que nos han arrojado a una situación de recesión desconocida hasta ahora y para la que no acabamosde vislumbrar un fin, el filme de Hanson es un vehículo perfecto, y tras su visión podremos analizar con muchos más elementos de juicio por qué estamos en la inmensa sima en ela que nos encontramos.
En su metraje hay muchos y variados elementos de interés. Si acaso, voy a destacar especialmente dos: el primero, cuando un responsable de la Reserva Federal, confundido entre el bullicio del Middle Town neoyorquino, se detiene mientras registra frotográficamente lo que ocurre a su alrededor, una imagen que a través del móvil transmite al Secretario del Tesoro: toda esa gente sigue haciendo su vida como si tal cosa y ni siquiera atisba lo que se está produciendo a su alrededor -y ello a pesar de que la crisis ocupa todos los informativos audiovisuales y las grandes cabeceras periodísticas-. Lo dice con sorpresa, con incomprensión, cuando en los despachos de algunos relevantes edificios se está decidiendo el futuro de toda esa gente y muchos millones más, o mejor sería decir si van a tener algún futuro.
La otra secuencia que subrayaría -ésta más fácil de elevar a tal categoría- es la que cierra la película, una vez que menos de medio centenar de personas creen haber evitado con su "esfuerzo" y "altruismo" algo así como el fin del mundo. Entre las múltiples soluciones barajadas, desestimadas, retomadas, reestructuradas, la elegida es -¿de qué nos suena?- inyectar miles de millones a los nueve grandes bancos del país para darles una liquidez destinada a hacer circular de nuevo el dinero a través del crédito, en definitiva que los ciudadanos puedan sobrevivir y no se lancen a retirar sus depósitos, antes de llegar al incendio o saqueo. La pregunta de uno de los personajes secundarios es si, dada la condición de cheque en blanco que acompañaba a tal medida, las más poderosas entidades financieras van a darle a ese billonario capital el destino previsto. El rostro de un impresionante William Hurt entrevisto a través de los visillos de la ventana pronuncia con aparente convencimiento un "seguro que lo harán". Obvio añadir, por si alguno desconoce este tramo tan reciente de nuestra historia, que una serie de 'letreros' se encargan de aclarar por qué derroteros acabo por ir la realidad.
Productos como "Malas noticias", amén de su valor intrínseco, nos sirven también para hacer una pequeña reflexión sobre el futuro inmediato del cine, una reflexión sobre un hecho machacón y contundente que se puede contrastar cada vez con más frecuencia. Mientras los productos para la gran pantalla se multiplican sin sentido, con una largo desfile de absurdos superhéroes, de abusos del 3-D, de insulsas y repetidas llamadas comedias románticas; en fin, con el gran erial en el que se van convirtiendo nuestras pantallas comerciales, quizá haya que empezar a pensar en que este tipo de producciones pensadas para la televisión son la única alternativa para recuperar la esperanza en que en los próximos años podamos seguir hablando de Cine (con mayúscula).
domingo, 28 de agosto de 2011
miércoles, 17 de agosto de 2011
El interesado debate de las diputaciones
La inseguridad del todavía presidente del Gobierno de la nación nos ha metido finalmente en una nueva campaña electoral en pleno verano, cuando todavía nos estábamos reponiendo de la cita con las urnas de mayo pasado. Mientras la economía, el tema que promete centrar la estrategia de la actual oposición, sigue dándonos sustos un día sí y otro también -con espejismos pasajeros que casi nunca duran más allá de las veinticuatro horas-, el aspirante a la Presidencia del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, y sus equipos se esfuerzan con empeño en buscar nuevos temas que les permitan desengancharse del 'sobrepeso' de desencanto y de descrédito fruto de su pertenencia al Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero y buscar otros debates que aparentemente parezcan ajenos a la crisis económica en la que nos hallamos sumidos o, al menos, su conexión tenga que ver con la forma de poner remedio a ese grave panorama.
El último cebo lanzado al ruedo político ha sido el debate de la conveniencia o no de mantener las diputaciones provinciales, un debate interesado al que, como era de esperar ya ha entrado el Partido Popular.
Sorprende que la figura de las diputaciones se ponga en tela de juicio más de treinta años después de las primeras elecciones democráticas tras el franquismo. No recuerdo que esta reflexión haya estado presente durante todo este tiempo, al menos en un plano de mínima repercusión pública, un periodo en el que los socialistas han gobernado bastantes más años que sus oponentes de la derecha. Quizá, como estos han dicho, los agobios económicos sean un buen pretexto para enmascarar una derrota sin paliativos en los comicios del 22-M. Vamos, que como tantas otras de las ideas que el señor 'R' viene lanzando desde que fuera proclamado candidato a la Presidencia del Gobierno tienen , para su desgracia, una reiterada y única respuesta, la misma que ya le han dado millones de españoles -no se crea que son sólo sus adversarios políticos y ecuche a la ciudadanía ahora que parece que, aunque sólo sea formalmente, ha elegido ese camino para mostrarse 'próximo'-, una respuesta que siempre es :¿Y por qué no lo hizo mientras estaba en el Gobierno? Pero, entretanto, los compañeros del 'aspirante' cuando éste estaba en el Gobierno ya se han apresurado a sumarse incondicionalmente a la iniciativa en una imagen que se asemeja bastante a la de los coros de las tragedias clásicas griegas, caretas incluidas.
En todo caso, ahora que el 'rollito' de los indignados y del 15-M se ha visto que no da rendimientos apetecibles y que ya se desalojan de nuevo plazas y la Policía vuelve a cargar contra quienes hasta hace poco "nos transmitían un mensaje necesario que asumimos como propio", ahora -digo- hay que seguir buscando bajo las piedras cualquier tema que produzca beneficios en forma de votos, y en esa tesitura se sitúa el reciente debate sobre el futuro de las diputaciones.
Decía antes que el PP ha saltado sin reparos a este ruedo porque estos órganos provinciales son mayoritariamente feudos propios y nadie quiere renunciar a sus cuotas de poder, aunque sean de una teórica 'segunda división'. Quizá en Asturias no tengamos la perspectiva adecuada del posible conflicto porque, desde la misma constitución de las instituciones de autogobierno, como el resto de las comunidades uniprovinciales, las diputaciones representaban una duplicación obvia de servicios imposible de sostener y se procedió a su disolución.
Sin embargo, en otras autonomías territorialmente más extensas, con unas cuantas, o muchas, provincias, su existencia se ha convertido en un arma política relevante; de ahí que, hasta la fecha, no se haya puesto en cuestión su continuidad como se ha hecho ahora.
Al margen de los intereses de unos y de otros, lo cierto es que la existencia de las diputaciones provinciales es más que cuestionable. Se argumenta a favor de su existencia con que son decenas de miles los españoles que dependen de las mismas, porque prestan unos servicios concretos y directos. Lo que debería situarse también en el centro de la polémica es que esos organismos de origen franquista, aunque ahora genuinamente democráticos, dan ocupación a cientos de políticos y a millares de funcionarios cuya necesidad puede cuestionarse legítimamente.
En un Estado como el de las autonomías estructurado en tres niveles: el nacional, el de las comunidades y el local, no parece difícil ensamblar esos servicios que ahora prestan los órganos provinciales -como recordaba, ya se hizo en las autonomías uniprovinciales- y proceder a su progresiva desaparación.
Se podrá argumentar que comunidades como Andalucía o Castilla y León, de gran extensión geográfica y con ocho y nueve provincias, respectivamente, precisan de las diputaciones por su proximidad al administrado. No obstante, tal argumento no se sostiene cuando los ayuntamientos cumplen funciones superiores a las que la Constitución les asignan y los ejecutivos autonómicos tienen servicios descentralizados -en algunos casos desmesurados- en todas y cada una de las unidades provinciales de su ámbito. ¡Ah! Y no nos olvidemos de que estamos en el siglo de las buenas comunicaciones, de las autovías y de las altas velocidades, que cada día unen en tiempos mínimos lo que otrora eran distancias dignas de aventureros.
Personalmente pienso que las diputaciones provinciales son perfectamente prescindibles, pero ya lo eran hace veinticinco, veinte o diez años atrás. El problema es que con la clase política que nos ha tocado padecer en este país siempre tengamos que colegir que el que debiera haber sido un debate rsuelto hace mucho solamente haya aparecido ahora, cuando los intereses de los dos principales partidos están en juego. eso sí, comoocurre siempre, se trata de intereses que poco o nada tienen que ver con los españoles que les votan.
El último cebo lanzado al ruedo político ha sido el debate de la conveniencia o no de mantener las diputaciones provinciales, un debate interesado al que, como era de esperar ya ha entrado el Partido Popular.
Sorprende que la figura de las diputaciones se ponga en tela de juicio más de treinta años después de las primeras elecciones democráticas tras el franquismo. No recuerdo que esta reflexión haya estado presente durante todo este tiempo, al menos en un plano de mínima repercusión pública, un periodo en el que los socialistas han gobernado bastantes más años que sus oponentes de la derecha. Quizá, como estos han dicho, los agobios económicos sean un buen pretexto para enmascarar una derrota sin paliativos en los comicios del 22-M. Vamos, que como tantas otras de las ideas que el señor 'R' viene lanzando desde que fuera proclamado candidato a la Presidencia del Gobierno tienen , para su desgracia, una reiterada y única respuesta, la misma que ya le han dado millones de españoles -no se crea que son sólo sus adversarios políticos y ecuche a la ciudadanía ahora que parece que, aunque sólo sea formalmente, ha elegido ese camino para mostrarse 'próximo'-, una respuesta que siempre es :¿Y por qué no lo hizo mientras estaba en el Gobierno? Pero, entretanto, los compañeros del 'aspirante' cuando éste estaba en el Gobierno ya se han apresurado a sumarse incondicionalmente a la iniciativa en una imagen que se asemeja bastante a la de los coros de las tragedias clásicas griegas, caretas incluidas.
En todo caso, ahora que el 'rollito' de los indignados y del 15-M se ha visto que no da rendimientos apetecibles y que ya se desalojan de nuevo plazas y la Policía vuelve a cargar contra quienes hasta hace poco "nos transmitían un mensaje necesario que asumimos como propio", ahora -digo- hay que seguir buscando bajo las piedras cualquier tema que produzca beneficios en forma de votos, y en esa tesitura se sitúa el reciente debate sobre el futuro de las diputaciones.
Decía antes que el PP ha saltado sin reparos a este ruedo porque estos órganos provinciales son mayoritariamente feudos propios y nadie quiere renunciar a sus cuotas de poder, aunque sean de una teórica 'segunda división'. Quizá en Asturias no tengamos la perspectiva adecuada del posible conflicto porque, desde la misma constitución de las instituciones de autogobierno, como el resto de las comunidades uniprovinciales, las diputaciones representaban una duplicación obvia de servicios imposible de sostener y se procedió a su disolución.
Sin embargo, en otras autonomías territorialmente más extensas, con unas cuantas, o muchas, provincias, su existencia se ha convertido en un arma política relevante; de ahí que, hasta la fecha, no se haya puesto en cuestión su continuidad como se ha hecho ahora.
Al margen de los intereses de unos y de otros, lo cierto es que la existencia de las diputaciones provinciales es más que cuestionable. Se argumenta a favor de su existencia con que son decenas de miles los españoles que dependen de las mismas, porque prestan unos servicios concretos y directos. Lo que debería situarse también en el centro de la polémica es que esos organismos de origen franquista, aunque ahora genuinamente democráticos, dan ocupación a cientos de políticos y a millares de funcionarios cuya necesidad puede cuestionarse legítimamente.
En un Estado como el de las autonomías estructurado en tres niveles: el nacional, el de las comunidades y el local, no parece difícil ensamblar esos servicios que ahora prestan los órganos provinciales -como recordaba, ya se hizo en las autonomías uniprovinciales- y proceder a su progresiva desaparación.
Se podrá argumentar que comunidades como Andalucía o Castilla y León, de gran extensión geográfica y con ocho y nueve provincias, respectivamente, precisan de las diputaciones por su proximidad al administrado. No obstante, tal argumento no se sostiene cuando los ayuntamientos cumplen funciones superiores a las que la Constitución les asignan y los ejecutivos autonómicos tienen servicios descentralizados -en algunos casos desmesurados- en todas y cada una de las unidades provinciales de su ámbito. ¡Ah! Y no nos olvidemos de que estamos en el siglo de las buenas comunicaciones, de las autovías y de las altas velocidades, que cada día unen en tiempos mínimos lo que otrora eran distancias dignas de aventureros.
Personalmente pienso que las diputaciones provinciales son perfectamente prescindibles, pero ya lo eran hace veinticinco, veinte o diez años atrás. El problema es que con la clase política que nos ha tocado padecer en este país siempre tengamos que colegir que el que debiera haber sido un debate rsuelto hace mucho solamente haya aparecido ahora, cuando los intereses de los dos principales partidos están en juego. eso sí, comoocurre siempre, se trata de intereses que poco o nada tienen que ver con los españoles que les votan.
sábado, 13 de agosto de 2011
Ser y estar
Que Francisco Álvarez-cascos era hace un año una personalidad relevante en el Partido Popular -aunque estuviera teóricamente y de forma voluntaria apartado de la primera línea- es algo que solamente sus enemigos políticos han venido negando. Más o menos por entonces saltó la chispa de su posible retorno al frente en forma de una previsible candidatura a la Presidencia del Principado. El proceso es conocido prácticamente por una amplia mayoría de asturianos y su cartel fue creciendo como una bola de nieve que alimentaban -unos días más que otros- tanto desde Génova como desde Manuel Pedregal. Las previsiones de triunfo del partido de Mariano Rajoy reforzaban, si cabe, el efecto de un cartel con la efigie de Cascos capaz de alcanzar, como ocurrió en otras muchas comunidades y con aspirantes con menos peso político. Pero todo se fue al traste. Su partido de toda la vida rechazó ese escenario y el ex vicepresidente del Gobierno edificó sobre la piedra maestra de su propia figura y en unos meses una fuerza política que terminó por ser la ganadora en Asturias tras obtener mayor número de diputados que cualquiera de los otros aspirantes.
Ahora, Cascos es el enemigo a batir por su antiguo partido y la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas para el 20 de noviembre próximo no ha hecho sino reforzar ese papel. Un Rajoy que ya se permite hablar como presidente -algunas veces se le va la lengua en demasía- y que tiene en sus manos, según todas las encuestas y previsiones, ser el próximo inquilino de La Moncloa no puede permitirse el lujo de empañar su hipotética gloria con lunares como una derrota en el Principado, aunque sólo sea una pequeña comunidad uniprovincial con poco más del millón de habitantes. Por eso, a medida que el tiempo pasa la figura de su antiguo compañero de asiento en el Consejo de Ministros se hace más molesta y se sitúa en la diana de los objetivos a abatir el 22-N.
No es de extrañar, por ello, que los dirigentes nacionales del PP aprovechen con frecuencia para devaluar "los proyectos regionalistas de carácter personal" a los que les auguran un negro y corto futuro. Entre estos detractores actuales están algunos que lo han sido siempre y que han visto en la figura del ex ministro a un enemigo, dentro o fuera del partido. Pero también están aquellos que en su momento no escatimaron elogios para el veterano político asturiano y manifestaron por activa y por pasiva su condición de mejor candidato del PP para las pasadas autonómicas. Muchos de ellos seguramente lo siguen pensando y mantienen en secreto su admiración mientras hacia afueta ningunean su proyecto y, de paso, al alma mater del mismo.
Esta es la foto general. Pero en lo que a política se refiere siempre hay alguien dispuesto a saltarse las normas y moverse, sin miedo a que ello le lleve a no 'salir en la foto'. Porque si de fotos hablamos resulta significativa la que recogía el encuentro de ayer en un palco de la plaza de toros de Gijón de la presidenta madrileña y del propio Cascos, o la ambos acudiendo a cenar juntos pocas horas más tarde. Parece obvio que la actitud de esperanza Aguirre, aunque no sorprenda a nadie, responde en estos momentos a lo políticamente incorrecto. Claro que a la 'lideresa' parece traerle al pairo lo que piensen de ellas sus propios compañeros. Dentro o fuera de la militancia, es amiga de sus amigos y Cascos es uno de ellos, algo que no evitó mostrar públicamente con hechos y palabras en todo el proceso al que más arriba me refería.
Ser del PP y relacionarse con Cascos no se lleva en estos momentos. Sin embargo, estoy convencido que son muchos los dirigentes populares a quienes les gustaría manifestarse de idéntica manera, pero no se atreven, ni lo van a hacer. Muchos son, pero pocos están. Aguirre se expresa públicamente partidaria de ser y estar.
Ahora, Cascos es el enemigo a batir por su antiguo partido y la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas para el 20 de noviembre próximo no ha hecho sino reforzar ese papel. Un Rajoy que ya se permite hablar como presidente -algunas veces se le va la lengua en demasía- y que tiene en sus manos, según todas las encuestas y previsiones, ser el próximo inquilino de La Moncloa no puede permitirse el lujo de empañar su hipotética gloria con lunares como una derrota en el Principado, aunque sólo sea una pequeña comunidad uniprovincial con poco más del millón de habitantes. Por eso, a medida que el tiempo pasa la figura de su antiguo compañero de asiento en el Consejo de Ministros se hace más molesta y se sitúa en la diana de los objetivos a abatir el 22-N.
No es de extrañar, por ello, que los dirigentes nacionales del PP aprovechen con frecuencia para devaluar "los proyectos regionalistas de carácter personal" a los que les auguran un negro y corto futuro. Entre estos detractores actuales están algunos que lo han sido siempre y que han visto en la figura del ex ministro a un enemigo, dentro o fuera del partido. Pero también están aquellos que en su momento no escatimaron elogios para el veterano político asturiano y manifestaron por activa y por pasiva su condición de mejor candidato del PP para las pasadas autonómicas. Muchos de ellos seguramente lo siguen pensando y mantienen en secreto su admiración mientras hacia afueta ningunean su proyecto y, de paso, al alma mater del mismo.
Esta es la foto general. Pero en lo que a política se refiere siempre hay alguien dispuesto a saltarse las normas y moverse, sin miedo a que ello le lleve a no 'salir en la foto'. Porque si de fotos hablamos resulta significativa la que recogía el encuentro de ayer en un palco de la plaza de toros de Gijón de la presidenta madrileña y del propio Cascos, o la ambos acudiendo a cenar juntos pocas horas más tarde. Parece obvio que la actitud de esperanza Aguirre, aunque no sorprenda a nadie, responde en estos momentos a lo políticamente incorrecto. Claro que a la 'lideresa' parece traerle al pairo lo que piensen de ellas sus propios compañeros. Dentro o fuera de la militancia, es amiga de sus amigos y Cascos es uno de ellos, algo que no evitó mostrar públicamente con hechos y palabras en todo el proceso al que más arriba me refería.
Ser del PP y relacionarse con Cascos no se lleva en estos momentos. Sin embargo, estoy convencido que son muchos los dirigentes populares a quienes les gustaría manifestarse de idéntica manera, pero no se atreven, ni lo van a hacer. Muchos son, pero pocos están. Aguirre se expresa públicamente partidaria de ser y estar.
viernes, 12 de agosto de 2011
¿Y tú cuánto tienes?
El cambio de ciclo político experimentado en el Principado de Asturias fruto de los resultados del pasado mes de mayo ha dado lugar a un curioso juego que no por sano y necesario se ha practicado con frecuencia hasta este momento. Se trata de la carrera por conocer y hacer saber al votante el patrimonio de sus representantes electos. En poco tiempo hemos asistido a la publicación de los bienes de, al menos, los munícipes gijoneses y, hasta ahora, de los integrantes del grupo parlamentario socialista en la Junta General del Principado. Pronto sabremos más.
Si no nos estuviéramos refiriendo a un asunto espinoso y en el que, de lo que en definitiva se trata, es de demostrar que los cargos públicos tienen una economía más o menos acorde con la media de la ciudadanía y que su condición actual no lleva aparejada necesariamente unas holgadas propiedades y finanzas; si no fuera por este marco particular y la cuestión fuera otra -digo-, se podría pensar que lo normal sería alardear de quién es el que mejor vive y más tiene. Pero como servidores públicos nuestros representantes prefieren jugar a la carta más baja y -excepciones contadas aparte- aquí el que puede ganar en la consideración del pueblo llano es aquel que tiene lo justo para llevar una vida modesta sin pasar necesidades.
En la mente de todos está cuando el pasado año, y con posterioridad éste, se hizo público el patrimonio de los parlamentarios nacionales, con datos que se mostraban propicios a la ironía si no fuera porque ofendían al sentido común de quienes verdaderamente tienen problemas para sacar adelante cada mes a sus familias. Tras aquel doble cachondeo nacional, ahora le ha tocado el turno a esta pequeña comunidad y hemos podido conocer que alcaldes, ediles y diputados regionales son, de alguna manera, modelos de lo que debe ser la clase media, con algunas sonoras y curiosas excepciones, como decía más arriba.
Nuestros políticos no son multimillonarios ni se enriquecen cada día aprovechándose de su posición; son personas -reflejan los datos dados ahora a conocer- como muchos de nosotros, con hipotecas, uno o, en algunos casos, dos pisos, una plaza de garaje, un poco de dinero en el banco,... En fin, que deberíamos estar tranquilos con respecto a su honestidad fuera de toda duda.
El problema es que, a estas alturas de la liga, somos mayoría los que conocemos ya que no es oro todo lo que reluce y que esas declaraciones patrimoniales, como todo lo que tenga que ver con el dinero y la propiedad, es susceptible de pasar por el tamiz de la ingeniería financiera. No pongo en duda que la declaración pública de bienes de muchos de esos representantes institucionales se corresponda con la realidad y que, realmente, se sirvan de su profesión temporal para vivir de acuerdo a como lo harían en caso de tener como sustento solamente los rendimientos de su trabajo. Lo malo es que todos sabemos que, si alguno quiere camuflar sus posesiones, existen cientos de posibilidades de escamotearlas a la opinión pública -y también a Hacienda- mediante familiares, sociedades interpuestas, etcétera. Y ello es lo que nos lleva a ser cuando menos cautos en nuestra valoración y a dejar en suspense nuestra capacidad de credulidad al respecto.
No hace mucho tiempo tuve la oportunidad de conversar largo y tendido con un importante empresario del ámbito nacional y en su disertación llegó a asegurarme textualmente que "hay millares de fórmulas" para ser un ricachón "sin que nadie pueda meterte mano". No es que me descubriera nada nuevo, ni que provocara en mí escándalo alguno. Conocedor de su poder económico, se me ocurrió preguntarle "¿Y tú cuanto tienes en realidad". La respuesta fue rápida y contundente: "Si te refieres a mi nombre, por tener no tengo ni el coche", pese a lo cual no se recató en jactarse de su poderío económico.
En suma, que el sistema es el que es y que cualquiera, por lerdo que sea, tiene hoy en día opciones para, si ese es su deseo, declarar oficialmente menos patrimonio y 'plata' en el banco que aquel del que dispone uno de los asiduos de la Cocina Económica o un inmigrante de los que recorren los bares y cafeterías ofreciendo deuvedés y cedés piratas o falsificaciones de camisetas y bolsos de las marcas más exclusivas.
¿Les extraña entonces que algunos optemos por refugiarnos en el escepticismo y en una cierta incredulidad cuando nuestros representantes institucionales se dedican, como ahora parece estar de moda, al noble juego de forjarse una imagen de personas formales y austeras, ajenos a las tentaciones que siempre ofrece el ejercicio del poder?
Si no nos estuviéramos refiriendo a un asunto espinoso y en el que, de lo que en definitiva se trata, es de demostrar que los cargos públicos tienen una economía más o menos acorde con la media de la ciudadanía y que su condición actual no lleva aparejada necesariamente unas holgadas propiedades y finanzas; si no fuera por este marco particular y la cuestión fuera otra -digo-, se podría pensar que lo normal sería alardear de quién es el que mejor vive y más tiene. Pero como servidores públicos nuestros representantes prefieren jugar a la carta más baja y -excepciones contadas aparte- aquí el que puede ganar en la consideración del pueblo llano es aquel que tiene lo justo para llevar una vida modesta sin pasar necesidades.
En la mente de todos está cuando el pasado año, y con posterioridad éste, se hizo público el patrimonio de los parlamentarios nacionales, con datos que se mostraban propicios a la ironía si no fuera porque ofendían al sentido común de quienes verdaderamente tienen problemas para sacar adelante cada mes a sus familias. Tras aquel doble cachondeo nacional, ahora le ha tocado el turno a esta pequeña comunidad y hemos podido conocer que alcaldes, ediles y diputados regionales son, de alguna manera, modelos de lo que debe ser la clase media, con algunas sonoras y curiosas excepciones, como decía más arriba.
Nuestros políticos no son multimillonarios ni se enriquecen cada día aprovechándose de su posición; son personas -reflejan los datos dados ahora a conocer- como muchos de nosotros, con hipotecas, uno o, en algunos casos, dos pisos, una plaza de garaje, un poco de dinero en el banco,... En fin, que deberíamos estar tranquilos con respecto a su honestidad fuera de toda duda.
El problema es que, a estas alturas de la liga, somos mayoría los que conocemos ya que no es oro todo lo que reluce y que esas declaraciones patrimoniales, como todo lo que tenga que ver con el dinero y la propiedad, es susceptible de pasar por el tamiz de la ingeniería financiera. No pongo en duda que la declaración pública de bienes de muchos de esos representantes institucionales se corresponda con la realidad y que, realmente, se sirvan de su profesión temporal para vivir de acuerdo a como lo harían en caso de tener como sustento solamente los rendimientos de su trabajo. Lo malo es que todos sabemos que, si alguno quiere camuflar sus posesiones, existen cientos de posibilidades de escamotearlas a la opinión pública -y también a Hacienda- mediante familiares, sociedades interpuestas, etcétera. Y ello es lo que nos lleva a ser cuando menos cautos en nuestra valoración y a dejar en suspense nuestra capacidad de credulidad al respecto.
No hace mucho tiempo tuve la oportunidad de conversar largo y tendido con un importante empresario del ámbito nacional y en su disertación llegó a asegurarme textualmente que "hay millares de fórmulas" para ser un ricachón "sin que nadie pueda meterte mano". No es que me descubriera nada nuevo, ni que provocara en mí escándalo alguno. Conocedor de su poder económico, se me ocurrió preguntarle "¿Y tú cuanto tienes en realidad". La respuesta fue rápida y contundente: "Si te refieres a mi nombre, por tener no tengo ni el coche", pese a lo cual no se recató en jactarse de su poderío económico.
En suma, que el sistema es el que es y que cualquiera, por lerdo que sea, tiene hoy en día opciones para, si ese es su deseo, declarar oficialmente menos patrimonio y 'plata' en el banco que aquel del que dispone uno de los asiduos de la Cocina Económica o un inmigrante de los que recorren los bares y cafeterías ofreciendo deuvedés y cedés piratas o falsificaciones de camisetas y bolsos de las marcas más exclusivas.
¿Les extraña entonces que algunos optemos por refugiarnos en el escepticismo y en una cierta incredulidad cuando nuestros representantes institucionales se dedican, como ahora parece estar de moda, al noble juego de forjarse una imagen de personas formales y austeras, ajenos a las tentaciones que siempre ofrece el ejercicio del poder?
miércoles, 10 de agosto de 2011
Cascos rinde culto a su pasado
El anuncio de la concesión de las medallas con las que cada año el Principado rinde homenaje a asturianos ilustres tiene en esta edición unas connotaciones muy especiales. No parece que se deba a la casualidad que entre los galardonados aparezca el primer primer presidente preautonómico asturiano, Rafael Fernández, no hace muchos meses fallecido, junto con el que fuera el primer líder de los socialistas en esta comunidad en aquella etapa, Jesús Sanjurjo; el presidente y líder regional de la Unión de Centro Democrático, Emilio García-Pumarino, el histórico comunista Gerardo Iglesias y uno de los primeros dirigentes de la antigua Alianza Popular, Juan Luis de la Vallina Velarde, todos ellos apartados por distintos motivos de la vida pública hace bastante tiempo.
Si nos remontamos a aquellas primeras instituciones preautonómicas y autonómicas, socialistas, centrista, comunistas y populares formaban el arco político que contaba con representación en las mismas. Con la distinción a los mencionados es justo afirmar que la medallas del principado tienen este año un carácter casi monográfico. Aunque haya algunos otros reconocimientos, el grueso de la designación parece un claro homenaje a aquellos primeros compases de la política regional asturianos y a quienes la protagonizaron.
Con la elección de los mencionados ex-políticos se podría decir que Cascos ajusta cuentas -en sentido positivo- con el pasado que marca sus inicios en la 'cosa pública', actividad en la que llegó luego a alcanzar las más altas responsabilidades. Aun a riesgo de ser tachado de malintencionado, se podía afirmar que las medallas de oro y plata del Principado de este año están pensadas -es verdad- para destacar al grupo de personas que asumieron algunos de los papeles más relevantes de la transición en Asturias y, por ende, que el actual mandatario autonómico se rinde tributo a sí mismo, aunque él no recibirá la distinción el próximo mes de setiembre.
Si nos remontamos a aquellas primeras instituciones preautonómicas y autonómicas, socialistas, centrista, comunistas y populares formaban el arco político que contaba con representación en las mismas. Con la distinción a los mencionados es justo afirmar que la medallas del principado tienen este año un carácter casi monográfico. Aunque haya algunos otros reconocimientos, el grueso de la designación parece un claro homenaje a aquellos primeros compases de la política regional asturianos y a quienes la protagonizaron.
Con la elección de los mencionados ex-políticos se podría decir que Cascos ajusta cuentas -en sentido positivo- con el pasado que marca sus inicios en la 'cosa pública', actividad en la que llegó luego a alcanzar las más altas responsabilidades. Aun a riesgo de ser tachado de malintencionado, se podía afirmar que las medallas de oro y plata del Principado de este año están pensadas -es verdad- para destacar al grupo de personas que asumieron algunos de los papeles más relevantes de la transición en Asturias y, por ende, que el actual mandatario autonómico se rinde tributo a sí mismo, aunque él no recibirá la distinción el próximo mes de setiembre.
martes, 9 de agosto de 2011
Las diferencias entre un líder y un aspirante
En este país muchas cosas marchan en sentido contrario a las agujas del reloj, o los papeles están cambiados hasta el extremo de recurrir a un a modo de travestismo político. La afirmación viene a cuento por las declaraciones efectuadas hace escasas horas por el candidato socialista a la Presidencia de Gobierno en la cita con las urnas del próximo 20 de noviembre. Afirma don Alfredo Pérez Rubalcaba que no sólo está dispuesto, sino que reclama debates con todo adversario político, grande o pequeño, que concurra a esa cita con las urnas. Casi siempre este papel le corresponde asumirlo a la oposición, y así ha sido históricamente, mientras que el partido gobernante se hace el 'estrecho' y cual jovencita de buen ver y mejor familia, en el baile de debutantes, va despreciando a cada uno de los pretendientes que, sucesivamente, le van solicitando el "billete" para la próxima pieza.
Sin embargo, el señor de la "R", desde el mismo momento en que fue señalado por el dedo divino como aspirante a suceder al agónico Zapatero, se ha encargado, con palabras y hechos, de mostrarse muy lejos de pertenecer a la fuerza política a la que pertenece y que, no lo olvidemos, aunque penosamente sigue gobernando.
La actitud del señor Rubalcaba es más propia de un aspirante que de un líder, suena mucho más a oposición que a alguien que hace poco más de un mes era el todopoderoso vicepresidente del Ejecutivo español. Recurriendo a la ironía, este veterano político, cuando actúa como lo está haciendo en este etapa, a uno le recuerda aquella famosa historia de la mujer que en las bodas, cuando el sacerdote preguntaba a la novia si aceptaba a su pareja por esposo, alzaba la mano y decía en voz bien alta, para que todo el mundo la oyera, "y si no para mí". Tal era su deseo de encontrar marido. El candidato socialista, de la misma manera, parece dispuesto a aceptar lo que le echen, aunque sea lo que los otros no quieren.
Sin embargo, el señor de la "R", desde el mismo momento en que fue señalado por el dedo divino como aspirante a suceder al agónico Zapatero, se ha encargado, con palabras y hechos, de mostrarse muy lejos de pertenecer a la fuerza política a la que pertenece y que, no lo olvidemos, aunque penosamente sigue gobernando.
La actitud del señor Rubalcaba es más propia de un aspirante que de un líder, suena mucho más a oposición que a alguien que hace poco más de un mes era el todopoderoso vicepresidente del Ejecutivo español. Recurriendo a la ironía, este veterano político, cuando actúa como lo está haciendo en este etapa, a uno le recuerda aquella famosa historia de la mujer que en las bodas, cuando el sacerdote preguntaba a la novia si aceptaba a su pareja por esposo, alzaba la mano y decía en voz bien alta, para que todo el mundo la oyera, "y si no para mí". Tal era su deseo de encontrar marido. El candidato socialista, de la misma manera, parece dispuesto a aceptar lo que le echen, aunque sea lo que los otros no quieren.
¿Nos estamos yendo a la mierda?
Cuando, de unas semanas para acá, cada mañana repaso las primeras páginas de los periódicos me entran escalofríos y los pelos se me ponen como escarpias. Uno ya se ha acostumbrado un día sí y otro también a ver en titulares destacados el crecimiento de la prima de riesgo española, que ha rozado el estadio de intervención en algunos momentos, la caída de las bolsas y otros indicadores de que la crisis, lejos de haber empezado a alejarse, se refuerza jornada tras jornada y las sucesivas medidas, reformas, intervenciones externas, son pan de hoy y hambre para mañana, que, muy al contrario de fijar puntos de inflexión en el proceso de caída libre, se muestran a las veinticuatro horas como papel mojado. No somos los únicos -hasta los Estados Unidos parecen estar al borde de la quiebra y solamente los otrora 'diabólicos chinos' ayudan por ahora a sostener un edificio inestable-, pero el mal ajeno no supone bálsamo alguno para una situación que, como ya se empieza a reconocer, no tiene precedentes desde la segunda guerra mundial.
Soy de los que cree que este tremendo escenario no es precisamente para ser 'pasota' y limitarse a convertirlo en una mas de las conversaciones de chigre, como el fútbol o el veraneo de los famosos, que tal parece que es el efecto que causa en una gran mayoría de ciudadanos. A veces, uno piensa que el paisanaje se tropieza por las mañanas con esos nubarrones económicos y los aborda con el mismo espíritu de los hechos y situaciones que, en realidad, no le conciernen directamente, porque que "ya se sabe que los periódicos por el verano no tienen de qué escribir y recurren a cualquier cosa para llenar sus renglones". Y, sin embargo, este escapismo o ese empeño en refugiarse en la ignorancia puede constituir el principal peligro de que la situación llegue en un momento a mostrarse insalvable. ¿Y si uno de estos días nos desayunamos con que España ya ha superado todos los límites adsmisibles y se convierte en un país quebrado? Ya sabemos que nuestra clase política, que sus valedores de la UE, tratan cada día de calmar el pesimismo con vocablos que descartan que nuestro país pueda llegar a entrar en esos derroteros, pero la prolongada pendiente en la nos hallamos metidos puede dar lugar a cualquier tipo de hipótesis de futuro, inmediato, que nos retrotrae a los años más ocuros de nuestra historia, o a esos otros 'corralitos' en los que se vieron inmersos los habitantes de otros países históricamente próximos.
Cuando hasta esos mismos políticos a los que antes me refería empiezan a apelar a gobiernos de salvación, cuando se formar gabinetes de crisis, cuando hasta el adversario más fiero hace algún alto ocasional en su estrategia de acoso y derribo para tratar de frenar la especulación pesimista, me parece que es para empezar a tomarse las cosas en serio y pedir ya otro tipo de responsabilidades más drásticas a quienes tienen las principales responsabilidades ejecutivas.
La situación actual recuerda mucho a algunas de esas historietas en la que el malvado de turno pone en marcha todas sus poderosas armas para dominar el mundo y someter a la humanidad entera. Pero en la dolorosa realidad que nos está tocando vivir el mal no tiene cara, ni nombre y apellidos, y se diluye en un conglomerado de mercados, intereses, especulaciones, etcétera. Por otra parte, aunque estuviera claro quién es el enemigo a combatir y eliminar, tenemos la desgracia de carecer del imprescindible superhéroe que, en la ficción, es el único capaz de salvar el mundo. Desde luego, por ahora no conocemos a nadie que se le acerque ni de lejos. Siguiendo con la fantasía, también podríamos hablar de ese archimanido argumento del western según el cual el cacique de turno controla absolutamente todo y a todos. Pero tampoco en este argumento contamos con el silencioso forastero que llega al poblado y se encarga de 'limpiar' el panorama y acabar con los facinerosos.
Ni comics, ni novelas, ni películas. La realidad es que estamos solos ante el peligro y carecemos de líderes capaces de remontar. Y mientras el tiempo sigue pasando y a algunos nos empieza a agobiar la sensación de que, como quien no quiere la cosa, nos estamos yendo a la mierda como si tal cosa.
Soy de los que cree que este tremendo escenario no es precisamente para ser 'pasota' y limitarse a convertirlo en una mas de las conversaciones de chigre, como el fútbol o el veraneo de los famosos, que tal parece que es el efecto que causa en una gran mayoría de ciudadanos. A veces, uno piensa que el paisanaje se tropieza por las mañanas con esos nubarrones económicos y los aborda con el mismo espíritu de los hechos y situaciones que, en realidad, no le conciernen directamente, porque que "ya se sabe que los periódicos por el verano no tienen de qué escribir y recurren a cualquier cosa para llenar sus renglones". Y, sin embargo, este escapismo o ese empeño en refugiarse en la ignorancia puede constituir el principal peligro de que la situación llegue en un momento a mostrarse insalvable. ¿Y si uno de estos días nos desayunamos con que España ya ha superado todos los límites adsmisibles y se convierte en un país quebrado? Ya sabemos que nuestra clase política, que sus valedores de la UE, tratan cada día de calmar el pesimismo con vocablos que descartan que nuestro país pueda llegar a entrar en esos derroteros, pero la prolongada pendiente en la nos hallamos metidos puede dar lugar a cualquier tipo de hipótesis de futuro, inmediato, que nos retrotrae a los años más ocuros de nuestra historia, o a esos otros 'corralitos' en los que se vieron inmersos los habitantes de otros países históricamente próximos.
Cuando hasta esos mismos políticos a los que antes me refería empiezan a apelar a gobiernos de salvación, cuando se formar gabinetes de crisis, cuando hasta el adversario más fiero hace algún alto ocasional en su estrategia de acoso y derribo para tratar de frenar la especulación pesimista, me parece que es para empezar a tomarse las cosas en serio y pedir ya otro tipo de responsabilidades más drásticas a quienes tienen las principales responsabilidades ejecutivas.
La situación actual recuerda mucho a algunas de esas historietas en la que el malvado de turno pone en marcha todas sus poderosas armas para dominar el mundo y someter a la humanidad entera. Pero en la dolorosa realidad que nos está tocando vivir el mal no tiene cara, ni nombre y apellidos, y se diluye en un conglomerado de mercados, intereses, especulaciones, etcétera. Por otra parte, aunque estuviera claro quién es el enemigo a combatir y eliminar, tenemos la desgracia de carecer del imprescindible superhéroe que, en la ficción, es el único capaz de salvar el mundo. Desde luego, por ahora no conocemos a nadie que se le acerque ni de lejos. Siguiendo con la fantasía, también podríamos hablar de ese archimanido argumento del western según el cual el cacique de turno controla absolutamente todo y a todos. Pero tampoco en este argumento contamos con el silencioso forastero que llega al poblado y se encarga de 'limpiar' el panorama y acabar con los facinerosos.
Ni comics, ni novelas, ni películas. La realidad es que estamos solos ante el peligro y carecemos de líderes capaces de remontar. Y mientras el tiempo sigue pasando y a algunos nos empieza a agobiar la sensación de que, como quien no quiere la cosa, nos estamos yendo a la mierda como si tal cosa.
jueves, 4 de agosto de 2011
Políticos y redes sociales
De un tiempo a esta parte somos bastantes los que asistimos como testigos de excepción a la creciente inclinación de la que eufemísticamente llamamos clase política -¿cómo el proletariado, la burguesía o la aristocracia?- por el uso de las redes sociales para explayarse sin limitaciones. Tienen a su favor un argumento fácil: llegar más directamente a la sociedad y a sus simpatizantes, incluso a sus detractores. Se evitan así los molestos plumillas, las preguntas, los pormenores, la explicación de sus propuestas y el alcance de sus disquisiciones se ofrece libérrimo y carente de molestas cortapisas discrepantes.
Para los que ya tenemos unos cuantos años, cuesta trabajo acostumbrarse a este tipo de comunicación 'sin intermediarios', donde cada cual -muy legítimamente- lanza sus ideas, sus proyectos, sus diatribas y también ¿por qué no decirlo? sus falsedades con el tono imperturbable y la impunidad por bandera. El ciberespacio es un campo perfecto para el uniformismo y la ausencia de crítica que llevaban años buscando sin éxito esos políticos profesionales con respecto a sus 'verdades' y su gestión.
Sin embargo, a esas mismas personas que venían poniendo el grito en el cielo sobre el alcance de las libertades en el ejercicio de la profesión periodística no parece importarles ahora que ese supuesto 'libertinaje' lo hagan suyo merced a sus nuevos 'juguetes sin codificar'.
Saco a colación estas reflexiones a propósito de uno de los más característicos personajes que transitan en nuestra región por esas redes con total soltura e impunidad, el concejal socialista gijonés José María Pérez, auténtico rey de las nuevas tecnologías -hace años lo hubiera sido del pollo frito-, casi gurú para muchos de sus seguidores incondicionales y presunto experto en el arte del manejo de las sofisticadas herramientas del siglo XXI.
Pero, no nos engañemos, las herramientas pueden ir perfeccionándose, los recursos ampliarse hasta límites insospechados, pero nunca la tecnología podrá suplantar a las palabras, a lo que cuando forman frases comunican, es decir, a las ideas.
Y lo que el señor Pérez, "Josechu" para sus amigos, traslada cada día a sus lectores es una flagrante mala baba hacia todo lo que se mueve fuera del círculo de su ideología y sus amigos, recurriendo con frecuencia a la tergiversación torticera de las realidades, a la denigración de quien no está en su grupo, a la descalificación de quien no transita por su mismo trayecto. Y todo ello con una evidente mala memoria, ya que muchas de las actitudes que pone en la picota han sido práctica común entre él y los suyos durante decenas de años. Para aquellos que crean que exagero, les invitó a revisar los comentarios de sus foros, algunas veces cargados de un maquiavelismo que no logra ocultar su suave "estilo literario".
"Para la izquierda en el poder, por ejemplo en España, sólo es de izquierdas quien la aplaude siempre". La frase no es mía, sino de alguien tan poco sospechoso como José María Ridao, columnista asiduo del diario 'El País' y que no precisa recibir la titulación en izquierdismo de todos estos neófitos de nuevo cuño y carrera segura en la práctica política. Como tampoco otros necesitamos idéntica cualificación de personas como el citado "Josechu", quien con sus emponzoñadas pláticas diarias descalifica a adversarios y periodistas centrándose en el momento y olvidando quién es cada cuál y de dónde venimos.
Quizá este todavía relativamente joven edil, que no ha logrado en todos estos años de 'profesión' alcanzar sus reconocidas metas municipales, prefiera seguir repartiendo mandobles entre todos aquellos que no comulgan con sus planteamientos en lugar de asumir, como otros muchos compañeros socialistas, que han perdido unas elecciones. Él, al menos, todavía no lo ha hecho, como se desprende de su extensa producción en las redes sociales.
Para los que ya tenemos unos cuantos años, cuesta trabajo acostumbrarse a este tipo de comunicación 'sin intermediarios', donde cada cual -muy legítimamente- lanza sus ideas, sus proyectos, sus diatribas y también ¿por qué no decirlo? sus falsedades con el tono imperturbable y la impunidad por bandera. El ciberespacio es un campo perfecto para el uniformismo y la ausencia de crítica que llevaban años buscando sin éxito esos políticos profesionales con respecto a sus 'verdades' y su gestión.
Sin embargo, a esas mismas personas que venían poniendo el grito en el cielo sobre el alcance de las libertades en el ejercicio de la profesión periodística no parece importarles ahora que ese supuesto 'libertinaje' lo hagan suyo merced a sus nuevos 'juguetes sin codificar'.
Saco a colación estas reflexiones a propósito de uno de los más característicos personajes que transitan en nuestra región por esas redes con total soltura e impunidad, el concejal socialista gijonés José María Pérez, auténtico rey de las nuevas tecnologías -hace años lo hubiera sido del pollo frito-, casi gurú para muchos de sus seguidores incondicionales y presunto experto en el arte del manejo de las sofisticadas herramientas del siglo XXI.
Pero, no nos engañemos, las herramientas pueden ir perfeccionándose, los recursos ampliarse hasta límites insospechados, pero nunca la tecnología podrá suplantar a las palabras, a lo que cuando forman frases comunican, es decir, a las ideas.
Y lo que el señor Pérez, "Josechu" para sus amigos, traslada cada día a sus lectores es una flagrante mala baba hacia todo lo que se mueve fuera del círculo de su ideología y sus amigos, recurriendo con frecuencia a la tergiversación torticera de las realidades, a la denigración de quien no está en su grupo, a la descalificación de quien no transita por su mismo trayecto. Y todo ello con una evidente mala memoria, ya que muchas de las actitudes que pone en la picota han sido práctica común entre él y los suyos durante decenas de años. Para aquellos que crean que exagero, les invitó a revisar los comentarios de sus foros, algunas veces cargados de un maquiavelismo que no logra ocultar su suave "estilo literario".
"Para la izquierda en el poder, por ejemplo en España, sólo es de izquierdas quien la aplaude siempre". La frase no es mía, sino de alguien tan poco sospechoso como José María Ridao, columnista asiduo del diario 'El País' y que no precisa recibir la titulación en izquierdismo de todos estos neófitos de nuevo cuño y carrera segura en la práctica política. Como tampoco otros necesitamos idéntica cualificación de personas como el citado "Josechu", quien con sus emponzoñadas pláticas diarias descalifica a adversarios y periodistas centrándose en el momento y olvidando quién es cada cuál y de dónde venimos.
Quizá este todavía relativamente joven edil, que no ha logrado en todos estos años de 'profesión' alcanzar sus reconocidas metas municipales, prefiera seguir repartiendo mandobles entre todos aquellos que no comulgan con sus planteamientos en lugar de asumir, como otros muchos compañeros socialistas, que han perdido unas elecciones. Él, al menos, todavía no lo ha hecho, como se desprende de su extensa producción en las redes sociales.
miércoles, 3 de agosto de 2011
El peligro externo
Mientras la lluvia cae a chuzos en la economía española y cada día la situación es más preocupante (a veces da la sensación que estamos manteniendo a un enfermo terminal y de ese cuerpo formamos parte todos, ¡no sé si la mayoría se está dando cuenta!) a algunos nos intranquiliza de forma particular el gran embrollo que nuestros actuales gobernantes han creado con la reorganización del mercado financiero. Muy específicamente, me estoy refiriendo al de la reordenación de las cajas de ahorros.
Pese a los mensajes de tranquilidad emitidos desde el inicio de ese proceso, apoyados muchas veces por voces "autorizadas" -y espero que no interesadas-, somos muchos los que hemos expresado nuestras dudas a propósito del futuro a medio plazo de la operación. En el caso del Principado, el camino no ha estado exento de elementos capaces de alimentar esa desconfianza. Primero, fue la asignación a dedo a Cajastur de la 'machacada' Caja de Castilla-La Mancha, la primera entidad de este tipo que entró en quiebra y que salió adelante gracias al rescate público y la voluntariedad de los responsables de su homóloga asturiana. Después, vino el grueso del proceso de concentración y, tras salvar de milagro el escollo de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, ahora intervenida por el Banco de España, la asturiana asumió la concentración con otras dos entidades menores que, a juicio de algunos, poco o nada podían aportar a ese objetivo de consolidación de un grupo bancario fuerte. En fin, que el trayecto ha dado de sí lo suficiente como para hacer florecer el escepticismo.
Aún sin cerrar la compleja operación, empezamos a vislumbrar en el horizonte presuntos problemas nuevos derivados de todo lo acontecido hasta la fecha. El más reciente, importante aunque algunos quieren presentarlo como anecdótico, es la quiebra y el anunciado cierre del aeropuerto de Ciudad Real, una obra faraónica -más propia de un loco visionario- del Ejecutivo socialista de José María Barreda (por cierto, ¿cuándo se va a tomar alguien en serio la obligación política -y en su caso procesal- de pedir responsabilidades por su nefasta y lamentable gestión al mandatario castellano-manchego?) que no dispone ni de compañías que operen en él -las dos que lo hicieron ya abandonaron tras millonarias subvenciones- y del que, como heredera de la mencionada Caja Castilla-La Mancha, ahora es responsable nuestra (¿o sería mejor eliminar el posesivo?) Cajastur.
Parece ser que la nueva presidenta de la comunidad castellano-manchega y secretaria general del PP a nivel nacional, María Dolores de Cospedal, dentro de la lógica del páramo financiero con el que se ha encontrado, ha recurrido al responsable de la entidad asturiana, Manuel Menéndez, para buscar una salida a la difícil situación.
Cajastur ha sido siempre, en opinión generalizada, una de las cajas de ahorros mejor gestionada y más rentable de acuerdo a su tamaño medio en el anterior panorama. Ahora, este escenario es otro y ya se sabe que el omnipresente señor Menéndez nunca ha sido dado a dar explicaciones, al menos a los millares de asturianos que tiene sus 'perres' en el banco que dirige. Sin embargo, la situación preocupa a muchos de ellos y creo que se merecen conocer a qué se enfrentan realmente en los meses y años venideros. Si hasta ahora la casa estuvo bien cuidada, limpia y aseada, lista para pasar revista en cualquier momento, la entrada de nuevos inquilinos ofrece algunas dudas y no son pocos los que desconfían y creen firmemente en la posibilidad de que pudieran tener que llegar a atarse los machos por culpa del vislumbrado peligro externo.
Pese a los mensajes de tranquilidad emitidos desde el inicio de ese proceso, apoyados muchas veces por voces "autorizadas" -y espero que no interesadas-, somos muchos los que hemos expresado nuestras dudas a propósito del futuro a medio plazo de la operación. En el caso del Principado, el camino no ha estado exento de elementos capaces de alimentar esa desconfianza. Primero, fue la asignación a dedo a Cajastur de la 'machacada' Caja de Castilla-La Mancha, la primera entidad de este tipo que entró en quiebra y que salió adelante gracias al rescate público y la voluntariedad de los responsables de su homóloga asturiana. Después, vino el grueso del proceso de concentración y, tras salvar de milagro el escollo de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, ahora intervenida por el Banco de España, la asturiana asumió la concentración con otras dos entidades menores que, a juicio de algunos, poco o nada podían aportar a ese objetivo de consolidación de un grupo bancario fuerte. En fin, que el trayecto ha dado de sí lo suficiente como para hacer florecer el escepticismo.
Aún sin cerrar la compleja operación, empezamos a vislumbrar en el horizonte presuntos problemas nuevos derivados de todo lo acontecido hasta la fecha. El más reciente, importante aunque algunos quieren presentarlo como anecdótico, es la quiebra y el anunciado cierre del aeropuerto de Ciudad Real, una obra faraónica -más propia de un loco visionario- del Ejecutivo socialista de José María Barreda (por cierto, ¿cuándo se va a tomar alguien en serio la obligación política -y en su caso procesal- de pedir responsabilidades por su nefasta y lamentable gestión al mandatario castellano-manchego?) que no dispone ni de compañías que operen en él -las dos que lo hicieron ya abandonaron tras millonarias subvenciones- y del que, como heredera de la mencionada Caja Castilla-La Mancha, ahora es responsable nuestra (¿o sería mejor eliminar el posesivo?) Cajastur.
Parece ser que la nueva presidenta de la comunidad castellano-manchega y secretaria general del PP a nivel nacional, María Dolores de Cospedal, dentro de la lógica del páramo financiero con el que se ha encontrado, ha recurrido al responsable de la entidad asturiana, Manuel Menéndez, para buscar una salida a la difícil situación.
Cajastur ha sido siempre, en opinión generalizada, una de las cajas de ahorros mejor gestionada y más rentable de acuerdo a su tamaño medio en el anterior panorama. Ahora, este escenario es otro y ya se sabe que el omnipresente señor Menéndez nunca ha sido dado a dar explicaciones, al menos a los millares de asturianos que tiene sus 'perres' en el banco que dirige. Sin embargo, la situación preocupa a muchos de ellos y creo que se merecen conocer a qué se enfrentan realmente en los meses y años venideros. Si hasta ahora la casa estuvo bien cuidada, limpia y aseada, lista para pasar revista en cualquier momento, la entrada de nuevos inquilinos ofrece algunas dudas y no son pocos los que desconfían y creen firmemente en la posibilidad de que pudieran tener que llegar a atarse los machos por culpa del vislumbrado peligro externo.
martes, 2 de agosto de 2011
Semana Negra. ¿Quién dice la verdad?
Asisto en los últimos días alucinado al debate (¿...?) público en torno al futuro de la Semana Negra y en mi cabeza no deja de bullir el convencimiento de que en el mismo prácticamente nadie dice la verdad. En primer lugar, la perplejidad me la produce el órdago de su organizador y principal beneficiario desde su implantación en Gijón, Paco Ignacio Taibo II. Sus palabras de ayer tienen todos los elementos de un ultimátum: "o me mantienes las condiciones que tenía hasta ahora o me marcho a otra parte". Compaginando este planteamiento no carente de cierta dosis de 'matonismo', el sostenedor de la cita anual se ha molestado en esta ocasión en justificar la necesidad de su continuidad con una auditoria externa según la cual su idea ha dado a Gijón mucho más de los que le ha costado. Hay en esta actitud un claro trasfondo de hipocresía, dado que, por un lado, nunca antes se había molestado en aportar ni un solo dato económico, y, por otro, a muchos nos gustaría saber si ese superávit local ha tenido como beneficiarios a los ciudadanos o al propio interesado y su equipo de colaboradores habituales y de amiguetes invitados (A fin de cuantas en esas fechas están en Gijón).
Por si esto no fuera suficiente, en la edición que finalizó el domingo, se ha tratado como nunca anteriormente de resaltar "el carácter cultural" de la cita, subrayado con el apoyo 'incondicional' de escritores e invitados, un aspecto que puede convencer a los que lo ven desde fuera pero que no cuela entre los que vimos nacer y crecer el festival y conocemos cómo funcionan sus engranajes en la realidad. En más de veinte años, si exceptuamos, quizá en parte, las primeras ediciones, aunque es verdad que el justificante cultural estaba presente en todas las ocasiones, también es cierto que esta parte de la Semana Negra fue un simple pretexto tras el que disimular un auténtico negocio amparado exclusivamente en el ocio.
Y si no que se lo pregunte el señor Taibo a los hosteleros de esta región, a los que han participado y a los que se han negado a estar presentes por las condiciones leoninas, los contratos draconianos y las exigencias dictatoriales a que se les sometía. Todas las obligaciones, ningún derecho. Los fallos que, un año sí y otro no, detraían de los participantes un bocado de sus previsibles ganacias se recurrían al maestro armero; los mejores lugares eran para los que mejor se 'portaban' y los productos para la consumición, en muchos casos obligados, fruto de los contratos exclusivos de los que se beneficiaba el señor Taibo y su equipo. Si lo quieres lo coges y si no tengo cola esperando, solían decirles.
Ésta ha sido la tónica en todos estos años mientras dicho equipo se sentía absolutamente, y con razón, blindado por los sucesivos equipos del alcalde Areces y de sus sucesores. Pocos responsables de la organización de citas culturales han tenido patente de corso tan arraigada en su actividad. Quizá por ello este año, ante la perspectiva de un nuevo gobierno municipal, han optado por presentar informes, balances de actividades y propuestas acordes con el supuesto fin de la cita. Se podía acabar el chollo y había que devolverle el maquillaje
En cualquier caso, el señor Taibo y acólitos se han embarcado en la lógica, aunque no tan noble, tarea de defender 'lo suyo', cosa que no debe extrañar a nadie. Y para ello recurren a cualquier argumento o, en este caso, bravatas sobre la cantidad de lugares que están esperando por ellos con los brazos abiertos si Gijón les niega el pan y la sal. Para ello cuentan también con una amplia corte de corifeos que, con malicia, han divulgado la imagen de que Gijón, sus mandatarios 'fachas', renuncian a la 'joya de la corona' y dan la espalda a la cultura. Aunque muchos saben del trasfondo real de la Semana Negra, esa supuesta izquierda, la misma que ha abrazado el neoliberalismo y se rinde a la liturgia de los mercados, que no acaba de resituarse y encontrar de nuevo su sitio ni con la dichosa 'R' (¿por qué se habrán empeñado de un tiempo a esta parte en jodernos el alfabeto?), esa izquierda -digo- jalea al señor Taibo y enfrenta sus proyectos culturales con la caverna, la derechona y otras lindezas de ese tipo, en un ejercicio de enmascaramiento que trata de situar en su orilla del río a mucha gente, joven sobre todo, que legítimamente encuentran en esa cita anual un motivo para solazarse y disfrutar del estío y de las vacaciones, pero sin romperse la cabeza con intelectualidades.
El equipo directivo hace su papel, facilitado -todo hay que decirlo- por un equipo municipal que, en lugar de afrontar el problema y llamar a las cosas por su nombre, opta, como ya se ha convertido en norma de la casa, por el silencio oficial en lugar de coger al toro por los cuernos y manifestar sin tapujos que el problema no es la Semana Negra, sino sus organizadores y la deriva que le han dado a la convocatoria, prostituyendo todos sus principios fundacionales. Sería conveniente que quienes ejercen el mandato de gobernar el Ayuntamiento sean claros y se dejen de marear la perdiz sobre cuestiones como las de la ubicación, que no es baladí, pero que no constituye el meollo del problema. Es verdad que no tengo mucha esperanza de que por fin alguien de ese equipo de la cara y ponga sobre la mesa las verdaderas cuestiones relevantes. Parece ser que ahora no toca hablar, ni de eso ni de nada, que en boca cerrada no entran moscas y que la férrea consigna surgida desde el palacio de Suárez de la Riva es estar bien calladito para no meter la pata. Y para eso el silencio institucional es la mejor estrategia.
Casi se me olvida mencionar al Partido Popular, una organización política que ha defendido por activa y por pasiva en todos los años precedentes una actitud beligerante hacia la Semana Negra y sus responsables y que ahora, en ese estar y no estar en el que se han instalado, señalan con el dedo a los que gobiernan y se desmarcan prácticamente de lo que han defendido hasta la fecha.
El problema de unos y de otros, de los que gobiernan y de los que hacen oposición, pese a tanta actitud torticera y farisaica, es que los gijoneses que vivimos en esta ciudad y que hemos sido testigos año tras año de la cita anual tenemos ojos y conocimiento y, sobre todo, tenemos memoria. Y esto es algo que a la clase política, y a los que viven a su sombra, les hace más daño que cualquier enmascaramiento de la realidad. El problema aquí es que nadie quiere decir la verdad. Unos por interés y otros por cobardía.
Por si esto no fuera suficiente, en la edición que finalizó el domingo, se ha tratado como nunca anteriormente de resaltar "el carácter cultural" de la cita, subrayado con el apoyo 'incondicional' de escritores e invitados, un aspecto que puede convencer a los que lo ven desde fuera pero que no cuela entre los que vimos nacer y crecer el festival y conocemos cómo funcionan sus engranajes en la realidad. En más de veinte años, si exceptuamos, quizá en parte, las primeras ediciones, aunque es verdad que el justificante cultural estaba presente en todas las ocasiones, también es cierto que esta parte de la Semana Negra fue un simple pretexto tras el que disimular un auténtico negocio amparado exclusivamente en el ocio.
Y si no que se lo pregunte el señor Taibo a los hosteleros de esta región, a los que han participado y a los que se han negado a estar presentes por las condiciones leoninas, los contratos draconianos y las exigencias dictatoriales a que se les sometía. Todas las obligaciones, ningún derecho. Los fallos que, un año sí y otro no, detraían de los participantes un bocado de sus previsibles ganacias se recurrían al maestro armero; los mejores lugares eran para los que mejor se 'portaban' y los productos para la consumición, en muchos casos obligados, fruto de los contratos exclusivos de los que se beneficiaba el señor Taibo y su equipo. Si lo quieres lo coges y si no tengo cola esperando, solían decirles.
Ésta ha sido la tónica en todos estos años mientras dicho equipo se sentía absolutamente, y con razón, blindado por los sucesivos equipos del alcalde Areces y de sus sucesores. Pocos responsables de la organización de citas culturales han tenido patente de corso tan arraigada en su actividad. Quizá por ello este año, ante la perspectiva de un nuevo gobierno municipal, han optado por presentar informes, balances de actividades y propuestas acordes con el supuesto fin de la cita. Se podía acabar el chollo y había que devolverle el maquillaje
En cualquier caso, el señor Taibo y acólitos se han embarcado en la lógica, aunque no tan noble, tarea de defender 'lo suyo', cosa que no debe extrañar a nadie. Y para ello recurren a cualquier argumento o, en este caso, bravatas sobre la cantidad de lugares que están esperando por ellos con los brazos abiertos si Gijón les niega el pan y la sal. Para ello cuentan también con una amplia corte de corifeos que, con malicia, han divulgado la imagen de que Gijón, sus mandatarios 'fachas', renuncian a la 'joya de la corona' y dan la espalda a la cultura. Aunque muchos saben del trasfondo real de la Semana Negra, esa supuesta izquierda, la misma que ha abrazado el neoliberalismo y se rinde a la liturgia de los mercados, que no acaba de resituarse y encontrar de nuevo su sitio ni con la dichosa 'R' (¿por qué se habrán empeñado de un tiempo a esta parte en jodernos el alfabeto?), esa izquierda -digo- jalea al señor Taibo y enfrenta sus proyectos culturales con la caverna, la derechona y otras lindezas de ese tipo, en un ejercicio de enmascaramiento que trata de situar en su orilla del río a mucha gente, joven sobre todo, que legítimamente encuentran en esa cita anual un motivo para solazarse y disfrutar del estío y de las vacaciones, pero sin romperse la cabeza con intelectualidades.
El equipo directivo hace su papel, facilitado -todo hay que decirlo- por un equipo municipal que, en lugar de afrontar el problema y llamar a las cosas por su nombre, opta, como ya se ha convertido en norma de la casa, por el silencio oficial en lugar de coger al toro por los cuernos y manifestar sin tapujos que el problema no es la Semana Negra, sino sus organizadores y la deriva que le han dado a la convocatoria, prostituyendo todos sus principios fundacionales. Sería conveniente que quienes ejercen el mandato de gobernar el Ayuntamiento sean claros y se dejen de marear la perdiz sobre cuestiones como las de la ubicación, que no es baladí, pero que no constituye el meollo del problema. Es verdad que no tengo mucha esperanza de que por fin alguien de ese equipo de la cara y ponga sobre la mesa las verdaderas cuestiones relevantes. Parece ser que ahora no toca hablar, ni de eso ni de nada, que en boca cerrada no entran moscas y que la férrea consigna surgida desde el palacio de Suárez de la Riva es estar bien calladito para no meter la pata. Y para eso el silencio institucional es la mejor estrategia.
Casi se me olvida mencionar al Partido Popular, una organización política que ha defendido por activa y por pasiva en todos los años precedentes una actitud beligerante hacia la Semana Negra y sus responsables y que ahora, en ese estar y no estar en el que se han instalado, señalan con el dedo a los que gobiernan y se desmarcan prácticamente de lo que han defendido hasta la fecha.
El problema de unos y de otros, de los que gobiernan y de los que hacen oposición, pese a tanta actitud torticera y farisaica, es que los gijoneses que vivimos en esta ciudad y que hemos sido testigos año tras año de la cita anual tenemos ojos y conocimiento y, sobre todo, tenemos memoria. Y esto es algo que a la clase política, y a los que viven a su sombra, les hace más daño que cualquier enmascaramiento de la realidad. El problema aquí es que nadie quiere decir la verdad. Unos por interés y otros por cobardía.
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