De la interminable crisis por la que tristemente llevamos transitando desde hace algunos años se ha hablado, escrito y especulado con profusión, se ha dicho de todo, se han aportado visiones, complementarias, unas; contradictorias, otras, hasta el extremo de dejar a una inmensa mayoría de los afectados que -no lo olvidemos- somos prácticamente todos con el único bagaje de unos principios básicos elementales, casi de manual de escuela primaria. El exceso de información -ya se sabe- lo único que origina es 'ruido'.
Precisamente por la constatación de este escenario disperso, simplista, confuso, valoro muy positivamente el que un medio como el cine trate de ayudarnos a entender dónde nos encontramos y cómo hemos llegado hasta aquí. Me estoy refiriendo a un filme realizado especialmente para la televisión por la prestigiosa HBO y que esta misma semana ha estrenado Digital+. Su escueto título es "Malas noticias" y se remite al corto periodo de unas pocas aunque intensas jornadas en las que, hace algo más de cuatro años, nuestra sociedad -la mundial, no la española- estuvo a punto de irse a hacer puñetas. A muchos les sonará el 'affaire' del banco de inversión norteamericano Lehman Brothers, cuyas complicaciones financieras fueron el principio de un terremoto sin precedentes en la economía mundial. Lehman y su quiebra representaron la punta del iceberg de unos días durante los cuales el mundo tembló haciendo añicos la 'escala Richter' y todo el andamiaje que sostiene nuestra existencia amenazó con irse abajo con estrépito.
La gran virtud de "Malas noticias" es la de servir de clase magistral de economía aplicada, real, de espejo de los frágiles cimientos sobre los que, sin saberlo, nuestra economía está viviendo y de hacerlo con un estilo al alcance de todos (o de casi todos). Es verdad que la película, dirigida por Curtis Hanson (autor de la magistral "L. A. Confidencial" o de la más que interesante "La mano que mece la cuna"), exige del espectador una dedicación exclusiva a lo largo de sus poco más de noventa minutos, sobre todo para no perderse en el laberinto de las grandes entidades financieras "que mecen la cuna del mundo" y de sus todopoderosos grandes ejecutivos, en la complejidad de la estructura administrativa de la Administración norteamericana y los que entonces eran sus responsables.
Pero, aparte de mantener la mente despierta para no perder el hilo y mantener a cada cuál en su rol, este telefilme (¡qué lástima de peyorativismo con el que se ha investido el término!) pone al alcance de todos los que quieran acercarse a él con el espíritu abierto el trágico escenario sobre el que nos movemos a diario, un escenario en el que una exigua minoría maneja en función de sus intereses, el destino de la humanidad. Y a veces lo hace con la impericia con la que manipularía un niño de pocos años una maquinaria de alta tecnología.
"Malas noticias" nos da -si estamos dispuestos a estar atentos- una lección de historia y también de economía, nos ayuda a entender los resortes de los que dependen nuestros destinos y las verdaderas entrañas de un sistema cuya manija solamente manejan unos pocos privilegiados -entiéndase la palabra en todas sus acepciones-.
Para aquellos que quieran saber qué es lo que ha pasado en los dos últimos lustros y todos los elementos esenciales que nos han arrojado a una situación de recesión desconocida hasta ahora y para la que no acabamosde vislumbrar un fin, el filme de Hanson es un vehículo perfecto, y tras su visión podremos analizar con muchos más elementos de juicio por qué estamos en la inmensa sima en ela que nos encontramos.
En su metraje hay muchos y variados elementos de interés. Si acaso, voy a destacar especialmente dos: el primero, cuando un responsable de la Reserva Federal, confundido entre el bullicio del Middle Town neoyorquino, se detiene mientras registra frotográficamente lo que ocurre a su alrededor, una imagen que a través del móvil transmite al Secretario del Tesoro: toda esa gente sigue haciendo su vida como si tal cosa y ni siquiera atisba lo que se está produciendo a su alrededor -y ello a pesar de que la crisis ocupa todos los informativos audiovisuales y las grandes cabeceras periodísticas-. Lo dice con sorpresa, con incomprensión, cuando en los despachos de algunos relevantes edificios se está decidiendo el futuro de toda esa gente y muchos millones más, o mejor sería decir si van a tener algún futuro.
La otra secuencia que subrayaría -ésta más fácil de elevar a tal categoría- es la que cierra la película, una vez que menos de medio centenar de personas creen haber evitado con su "esfuerzo" y "altruismo" algo así como el fin del mundo. Entre las múltiples soluciones barajadas, desestimadas, retomadas, reestructuradas, la elegida es -¿de qué nos suena?- inyectar miles de millones a los nueve grandes bancos del país para darles una liquidez destinada a hacer circular de nuevo el dinero a través del crédito, en definitiva que los ciudadanos puedan sobrevivir y no se lancen a retirar sus depósitos, antes de llegar al incendio o saqueo. La pregunta de uno de los personajes secundarios es si, dada la condición de cheque en blanco que acompañaba a tal medida, las más poderosas entidades financieras van a darle a ese billonario capital el destino previsto. El rostro de un impresionante William Hurt entrevisto a través de los visillos de la ventana pronuncia con aparente convencimiento un "seguro que lo harán". Obvio añadir, por si alguno desconoce este tramo tan reciente de nuestra historia, que una serie de 'letreros' se encargan de aclarar por qué derroteros acabo por ir la realidad.
Productos como "Malas noticias", amén de su valor intrínseco, nos sirven también para hacer una pequeña reflexión sobre el futuro inmediato del cine, una reflexión sobre un hecho machacón y contundente que se puede contrastar cada vez con más frecuencia. Mientras los productos para la gran pantalla se multiplican sin sentido, con una largo desfile de absurdos superhéroes, de abusos del 3-D, de insulsas y repetidas llamadas comedias románticas; en fin, con el gran erial en el que se van convirtiendo nuestras pantallas comerciales, quizá haya que empezar a pensar en que este tipo de producciones pensadas para la televisión son la única alternativa para recuperar la esperanza en que en los próximos años podamos seguir hablando de Cine (con mayúscula).
No he tenido ocasión de ver este documental, pero hace un par de meses vi "An inside job". También intenta explicar cómo se ha llegado a esta situación y me gustó bastante la forma en la que lo hacen accesible a mucha gente ajena al mundo financiero.
ResponderEliminarRespecto al rescate de los bancos, ¿no habría costado lo mismo que el Estado se hubiera hecho cargo de las deudas hipotecarias de las familias, habilitando mecanismos facilitadores para el pago de la misma? Quiero decir que en lugar de dar el dinero a los bancos, que han seguido ejecutando hipotecas, a lo mejor la opción hubiera sido cancelar esas deudas y hacer que los deudores pagasen al Estado. Hubiera costado el mismo dinero de los contribuyentes, pero claro, yo no soy economista y no se de estas cosas.