martes, 9 de agosto de 2011

Las diferencias entre un líder y un aspirante

En este país muchas cosas marchan en sentido contrario a las agujas del reloj, o los papeles están cambiados hasta el extremo de recurrir a un a modo de travestismo político. La afirmación viene a cuento por las declaraciones efectuadas hace escasas horas por el candidato socialista a la Presidencia de Gobierno en la cita con las urnas del próximo 20 de noviembre. Afirma don Alfredo Pérez Rubalcaba que no sólo está dispuesto, sino que reclama debates con todo adversario político, grande o pequeño, que concurra a esa cita con las urnas. Casi siempre este papel le corresponde asumirlo a la oposición, y así ha sido históricamente, mientras que el partido gobernante se hace el 'estrecho' y cual jovencita de buen ver y mejor familia, en el baile de debutantes, va despreciando a cada uno de los pretendientes que, sucesivamente, le van solicitando el "billete" para la próxima pieza.

Sin embargo, el señor de la "R", desde el mismo momento en que fue señalado por el dedo divino como aspirante a suceder al agónico Zapatero, se ha encargado, con palabras y hechos, de mostrarse muy lejos de pertenecer a la fuerza política a la que pertenece y que, no lo olvidemos, aunque penosamente sigue gobernando.

La actitud del señor Rubalcaba es más propia de un aspirante que de un líder, suena mucho más a oposición que a alguien que hace poco más de un mes era el todopoderoso vicepresidente del Ejecutivo español. Recurriendo a la ironía, este veterano político, cuando actúa como lo está haciendo en este etapa, a uno le recuerda aquella famosa historia de la mujer que en las bodas, cuando el sacerdote preguntaba a la novia si aceptaba a su pareja por esposo, alzaba la mano y decía en voz bien alta, para que todo el mundo la oyera, "y si no para mí". Tal era su deseo de encontrar marido. El candidato socialista, de la misma manera, parece dispuesto a aceptar lo que le echen, aunque sea lo que los otros no quieren.

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