Han transcurrido ya las horas suficientes desde que el presidente del Gobierno anunciara el paquete de medidas económicas de mayor gravedad de la historia de la democracia española como para que las valoraciones puedan rehuir el calificativo de precipitadas o viscerales. Las reacciones a la intervención de Rajoy en el Congreso han pasado de la sorpresa a la indignación, y de ésta a la constatación de que lo que algunos denominamos hace escasos días como líneas rojas de lo permisible se han sobrepasado con creces.
Resulta difícil encontrar en esta jornada una sola imagen de comprensión, de aceptación, de resignación. La trayectoria de recargar el peso de una crisis galopante sobre la ciudadanía ha llegado a un punto de no retorno que los afectados -o sea, casi todos- no estamos dispuestos a tolerar.
Sobre todo porque, más allá de las declaraciones gubernamentales, ya no hay tragaderas para aceptar que los recortes -hachazos sería mejor decir- forman parte de una línea de gestión nacional; porque ya nadie duda de que España ha ido cediendo en todo este proceso una parte de su soberanía hasta situar al país en un régimen de tutela en el que las decisiones vienen impuestas por la señora Merkel, la señora Legarde o el señor Durao Barroso, entre otros poderosos personajes ocultos bajo eufemismos como ese al que ya todos nos hemos acostumbrado: los mercados.
Decía hace unas horas el señor Rajoy que a él no les gustaban nada esas medidas, las mismas que constituyen, precisamente, el certificado de defunción del programa con el que el Partido Popular ganó las últimas elecciones legislativas con una mayoría aplastante. Pues bien, ¿por qué entonces se ha decidido a llevarlas adelante con inapropiada diligencia? Y que no se nos diga que son necesarias, obligadas, la única vía que existe para llegar en algún momento a la ansiada recuperación. Eso ya no cuela. Ni siquiera los llamados expertos avalan a estas alturas ese camino y la experiencia de los que nos precedieron en su recorrido indica que la fórmula, lejos de ser el bálsamo, no es solución para casi nada.
De sus palabras da la sensación de que el presidente del Gobierno se siente atado de pies y manos para acometer algo en lo que no cree, que no le dan otra alternativa. Pero da la casualidad de que los españoles le eligieron precisamente a él en el convencimiento de que podía gestionar con acierto la salida de la recesión en la que nos sumergió el señor Zapatero y sus gobiernos. Si ahora se muestra ante sus ciudadanos como una marioneta incapaz de tomar las mejores decisiones para la supervivencia del país mejor sería que abandonara con dignidad antes de que sea la historia la que le abandone.
Como ciudadanos de este país no podemos aceptar que a quien elegimos para dirigir nuestros destinos lo haga por interposición de los citados Merkel, Lagarde o Durao, A esos nadie los ha elegido desde la legítima soberanía popular de los españoles, ni queremos que nos gobiernen. O recuperamos el derecho a decidir por nosotros mismos o, en caso contrario, que convoquen elecciones anticipadas para poder mandarles a casa.
No quiero terminar este comentario sin resaltar lo que para muchos ciudadanos puede ser la peor cara de los recortes anunciados hoy para dentro de pocos días. Y no es otra que la panorámica de los diputados del grupo popular puestos en pie aplaudiendo sonrientes las palabras de su líder. Escupir a los españoles lo peor del 'sangre, sudor y lagrimas' es grave, pero vitorearlo por una mal entendida concepción partidista es un auténtico insulto a la democracia. A algunos, por contraste, nos ha venido a la memoria la imagen de la ministra italiana de Economía cuando anunció en el Parlamento transalpino medidas similares. Entonces tuvo que interrumpir su intervención por las lágrimas que le impedías hablar. Algo bien diferente de esta corte de pelotas sin sensibilidad.
(Una nota al margen. ¿Alguien podría indicarle al señor ministro de Industria que nuestra lengua es muy rica y está para ser utilizada con propiedad? El señor Soria ha dicho hoy repetidamente que es "matafísicamente imposible" cambiar el recorte de las ayudas al sector del carbón consagrado en los Presupuestos del Estado. ¿Cómo interpretaría un académico, incluso un ciudano mínimamente versado, esa expresión? No sé si les será "metafísicamente" posible)
no puedo comentarlo,me llevarian ala carcel si lo hago
ResponderEliminarsi quereis que la gente comente en esta pagina,os recomiendo que faciliteis la lavor,no puede ser que nos pongais esas letras que no hay dios quienlas lea,lo intente siete veces para un comentario,eso no esta bien ,mejoren las cosas y no entorpezcan,gracias,vere si puedo enviar este comentario
ResponderEliminarYo veo bien¡¡ pONTE GAFAS
ResponderEliminarLabor es con B de burro, animal
España difícilmente podrá contar con un Gobierno que merezca tal calificación, sencillamente porque este bipartidismo corrosivo y cainita en que se ha convertido nuestro simulacro de democracia, evoca, lejos del desempeño político, la procaz disputa entre dos grupos mafiosos para hacerse con el poder y el control de los dineros públicos. Mientras no se renueve radicalmente la estructura y los cuadros de los partidos, o (un supuesto tan poco probable como el anterior) surja un tercer partido (no nacionalista) con capacidad de desplazar a alguno de los dos "grandes", parece impensable que se puedan acometer reformas que refuercen ese sarcasmo que es a día de hoy la "soberanía popular" justa y equitativamente distribuída. Nuestro sistema nació enfermo y actualmente presenta un cuadro agudo de deterioro.
ResponderEliminarraitanucu
como estoy seguro que con este gobierno no levantaremos cabeza y encima se nos rien a la cara, las proximas votaciones votare a los italianos, que aunque hacen lo que tienen que hacer, por lo menos no se rien a la puta cara. esto es demencial. los españoles somos como somos , pero no nos merecemos esto.
ResponderEliminareste gobierno no hace mas que mirarse su puto ombligo.