El tiempo va pasando y el actual presidente del Principado y su equipo concretan su descenso a los sótanos de la Administración autonómica para proceder a su adecuación a los tiempos que corren.
Hasta hace pocos días, el secreto mejor guardado del nuevo Ejecutivo era la configuración del plan de ajuste al que obligaba imperativamente el Ministerio de Hacienda para que el Principado de Asturias no fuera intervenido, una amenaza que data de meses anteriores, cuando el entonces primer mandatario Francisco Álvarez-Cascos mereció el único rechazo formal del departamento del señor Montoro a los proyectos autonómicos para el cumplimiento del déficit.
Con el acceso del socialista Javier Fernández al Gobierno asturiano se abrió una nueva vía de entendimiento que culminó con la aprobación del plan remitido por el nuevo Gobierno autonómico. Desde entonces han sido numerosas las voces de la oposición que han pedido concreciones sobre los aspectos puntuales de los ajustes; una información que ha llegado con lentitud y con cuentagotas.
En los últimos días el presidente del Principado y sus consejeros han empezado a desbrozar el alcance de los tijeretazos autonómicos y el tantas veces recurrido 'vamos a cumplir con las exigencias de Madrid pero sin renunciar a nuestros planteamientos'. Era demasiado simple y de uso exclusivamente temporal. Los recursos son los que son y hay que empezar ya a señalar sobre sectores o colectivos muy concretos el sacrificio derivado del ahorro necesario.
Hasta ahora podría decirse que el mandatario asturiano ha podido parapetarse bajo el paraguas de Rajoy, responsable último de todos los ataques al estado del bienestar de los últimos meses. Sin embargo, no ser insumiso y cumplir con los deberes impuestos obliga a aplicar a escala las mismas recetas, aunque exista -es verdad- un margen relativo para la aplicación de esas políticas. La nueva 'medicación' empieza a ponerse en marcha y al Ejecutivo autonómico ya le están saliendo colectivos respondones de afectados. Es su turno señor Fernández.
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