Somos muchos los que no salimos de nuestro asombro después de asistir ayer al 'milagro Draghi'. Resulta que después de pasar un día sí y otro también por sobresaltos y agobios que ponían en cuestión la credibilidad de España y de su economía, aparece el presidente del Banco Central Europeo y con sólo un par de frases le da la vuelta a la tortilla, y esas dos terroríficas amenazas que son ya para el común de los ciudadanos la prima de riesgo y el Ibex bursatil cambian de orientación y se apuntan al verde esperanza. Hay que suponer tras el efecto causado por sus 'insinuaciones' que el italiano posee poderes taumatúrgicos. "El BCE hará lo necesario para sostener el euro. Y, creanme, eso será suficiente". Así de sencillo. Un exiguo puñado de palabras y la fe retorna a esos descreídos mercados que nos han situado durante los últimos días al borde de la quiebra.
Si el efecto de esta alquimia verbal permanece en las próximas horas, o en los próximos días, habrá que convenir en que la fórmula funciona. Sin embargo, lo primero que a los ciudadanos se nos viene a la cabeza es que, si ésta era la receta para superar la caída libre en la que nuestro país se encontraba. ¿Por qué no se aplico antes? Si sólo un par de frases pueden resolver tamaño embrollo, ¿habrá que pedir responsabilidades al señor Draghi, don Mario, por no haber recurrido a su pócima mucho antes? ¿Habrá que preguntar al desnortado Gobierno del señor Rajoy, don Mariano, qué ha hecho hasta ahora, aparte de demorar sus propias recetas, para resolver una crisis sin precedentes? Desde luego, como en tantos sangrantes casos de nuestra realidad política y económica, este tipo de situaciones siempre tienen responsables; y tienen nombre y apellidos, por mucho que se empeñen en enmascararlos con eufemismos fantasmales, y a ellos hay que pedirles cuentas. ¿Cuantos miles de millones -luego repartidos desigualmente a la hora de la factura- hemos tirado por la borda en estos últimos meses por la indecisión, la desidia, la incapacidad de unos y de otros? (Y si no véase el caso de la desastrosa reordenación bancaria que ha llevado al Congreso de los Diputados una ópera bufa a la mayor gloria del cinismo, donde unos se muestran ignorantes a pesar de sus cargos y sus remuneraciones millonarias; otros señalan con el dedo en otra dirección, y unos terceros alardean de haber hecho las cosas con corrección pese a los nefandos resultados finales). Desde luego, tenemos que pedir responsabilidades, y hacerlo ya; no esperar a que sea demasiado tarde o la pátina del tiempo diluya la indignación actual.
Comentaba al principio que algunos todavía no nos hemos repuesto de las consecuencias en los indicadores económicos de la escueta y voluntariamente imprecisa plática del presidente del BCE. Si -como decía- el escenario se consolida, estaremos de acuerdo en que cuando la realidad se aproxima al desastre, a falta de una asidera mínimamente fiable a la que agarrarse, llega el momento de recurrir a la espiritualidad, a lo sobrenatural, a la fe. Reza la liturgia eucarística de los católicos, cuando nos dirigimos a nuestro dios, que "una palabra tuya bastará para sanarme". En este caso, Draghi parece estar en el camino de conseguirlo, lo que le concede una especie de cualidad divida, de ese ser superior al que recurrimos cuando no encontramos en este mundo un salvavidas del que aferrarnos.
POR CULPA DE ESAS MEDIDAS MAL TOMADAS HAY AHORA CASI 6 MILLONES DE PARADOS.
ResponderEliminarTodo esto parece un espejismo. Resulta inconcebible, si es cierto que tiene tanto poder, que la intervención del Presidente del BCE no se haya producido anteriormente, lo que hubiera evitado enormes pérdidas a España e Italia. ¿Ha pospuesto su intervención, pasase lo que pasase, hasta el preciso momento en que las agencias de rating han extendido su atención hacia los bancos franceses, holandeses y alemanes? ¿Perdurarán sus efectos siquiera algunos días? En breve lo sabremos.
ResponderEliminarDel Ejecutivo de Rajoy mejor no hacer ningún comentario, porque no pasaría la censura. Disculpen.
raitanucu