Que el Partido Socialista Obrero Español anda un poco desnortado no es ya que lo certifiquen los sondeos con su machacona insistencia indicadora de que el actual segundo gran partido del Estado no consigue remontar a un deteriorado Partido Popular. Es que de ello dan fe los continuados pronunciamientos de sus dirigentes en el día a día de los tiempos que nos están tocando vivir en este país.
La muestra más reciente la ha puesto el grupo parlamentario socialista en el Congreso de los Diputados al presentar una iniciativa que, entre otras cuestiones, tiene como estandarte la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos para ser enterrados en otro lugar menos célebre, ubicación que se deja a la discrecionalidad de sus familiares.
La iniciativa, a priori, no es sino una derivación más de la malhadada Ley de Memoria Histórica impulsada por los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero. De su redacción se derivaba la conversión del recinto monumental en "un lugar de culto y cementerio público sin que pudieran celebrarse actos de naturaleza política, ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas o del franquismo". Un texto que aludía fundamentalmente a un loable intento de convertir el conjunto arquitectónico en un auténtico símbolo de la reconciliación de los españoles.
Lo primero que a muchos se nos viene a la memoria es que, por mucho que nos haya podido joder (y lo hizo, y a conciencia), el franquismo forma parte de una etapa de la historia de este país (una etapa muy negra) y que nunca se podrá borrar del todo por mucho que se traten de 'dinamitar' sus expresiones en piedra. Personalmente, me parece que unas breves cenizas ahora 'indescifrables' no merecen tanta atención. Y siempre nos quedará la constancia de que los malos recuerdos de nuestra historia reciente se encuentran encerrados en un lugar preciso. Ojalá pudiéramos trasladar allí los residuos de la tiranía que todavía se perciben en ciertos sectores de nuestra sociedad para descansar sabiendo que los tenemos a buen recaudo.
Pero, por encima de esta teoría, supongo que para muchos cuestionable, está el hecho de que sean los socialistas quienes ahora reclaman la ejecución de uno de los objetivos de una normativa aprobada bajo su mandato y que, como tantos otras partes de su texto, fue maltratada por unos gobernantes más pendientes de recolevtar votos que de dar cumplida satisfacción a las víctimas de la contienda española.
Aunque más puntual este caso, podría afirmarse que es un eslabón más de muchas de las iniciativas con las que los socialistas tratan de salir del pozo al que les llevó el anterior Gobierno y sus principales representantes. Verbigracia: el PSOE siempre ha mantenido en su ideario el federalismo, aunque solamente lo ha colocado sobre la mesa de juego a modo de ficha después de perder unas elecciones y comprobar que aún están muy lejos de recuperar la confianza perdida en las urnas.
Dicen sus responsables que están poniendo en marcha un proyecto a diez años vista. Largo me lo fían. Si hasta entonces siguiera marcando las pautas el partido consevador no puedo ni imaginarme en que situación nos encontraría la pócima mágica de los hombres de Rubalcaba.
Otra muestra de la orfandad de ideas y de liderazgo del PSOE la dan con frecuencia algunos de sus propios dirigentes. Alfonso Guerra ha sido el más reciente con su llamada a que el partido tenga su propia marca en Cataluña, dada la sospechosa bipolaridad del PSC en el conflicto soberanista. Este tipo de posicionamientos se suele rechazar desde la dirección con veladas alusiones al 'chochismo' de su vieja guardia. Ya se ha practicado esta técnica con ex dirigentes como Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Joaquín Leguina o José Bono; incluso, por qué no decirlo, con el propio Felipe González, máxima 'deidad' del socialismo español de los últimos cuarenta años.
El Partido Socialista Obrero Español hace tiempo ya que perdió su identidad, y ello se trasluce en su comportamiento político y social diario. La etapa de Zapatero como líder del partido y presidente de sucesivos gobiernos no hizo más que ahondar en la herida y ratificar la sensación de orfandad de una personalidad perdida por la ausencia de líderes y por la compraventa de la ideología propiciada por un largo y continuado ejercicio de las responsabilidades públicas y el poder. Desde luego, amén de su efecto en titulares y para fieles incombustibles, cambiar de sitio las cenizas del dictador no parece casar con la contribución a resolver los verdaderos grandes problemas que ahora tiene planteados España.
miércoles, 30 de octubre de 2013
domingo, 27 de octubre de 2013
Cuestión de confianza
Son muchas las ocasiones en las que pienso que en la vida política de este país, sea cual sea en el estrato en el que nos movamos, existe un componente de teatralidad, de guión precocinado, que hace que el argumento sonoro responda más a la plasmación mediática de las diferentes actitudes de sus protagonistas que a una realidad identificable con la credibilidad.
Digo esto a cuenta de los 'acontecimientos' ocurridos estos últimos días en el Ayuntamiento de Gijón. El detonante ha sido una decisión del gobierno local de Foro, o de la alcaldesa, pues para el caso da igual. Concretamente, la destitución fulminante de la secretaria municipal letrada, cargo cuya consideración legal ha merecido un nuevo debate sobre el alcance de las palabras recogidas en la normativa actual vigente. Pérdida de confianza o atentado contra la necesaria independencia de un cargo funcionarial muy relevante en el devenir diario de la corporación son los argumentos de los responsable de la medida, en el primer caso, o de sus detractores, en el segundo. La oposición en pleno, entendiendo por tal a todos los grupos municipales con excepción, naturalmente, del que gobierna, se han apuntado a esa segunda postura. Faltaría más. Es su opción y para ello están, aunque no me creo que a una buena parte de ellos les importe demasiado la situación de Dora Alonso y sí, más bien, el descubrimiento de nueva munición que dirigir contra Carmen Moriyón y su equipo que, dos años y pico después de su sorprendente aparición en la escena local, se mantienen en el poder, si bien con más sobresaltos que alegrías, todo hay que decirlo.
Pero no es ahí adonde quería llegar exactamente, sino al debate posterior que han emprendido unos y otros. Y en este punto quiero detenerme en uno de los últimos capítulos del mismo. Me refiero a la petición del portavoz socialista de exigir a la alcaldesa que se someta a una cuestión de confianza con la que mostrar a los gijoneses que sigue contando con una mayoría, aunque exigua, para mantener el bastón de mando municipal.
Del estilo de un Santiago Martínez Argüelles envalentonado últimamente en su papel de jefe de la oposición ya he comentado algo anteriormente en esta tribuna. Quizá su inusual protagonismo (en los dos primeros años de mandato se le ha visto poco y mal) pueda deberse más bien a la toma de conciencia de que el tiempo corre contra sus intereses y que su objetivo de alcanzar la Alcaldía de Gijón se antoja cada día más improbable. Sin embargo, no parece que esta última iniciativa contribuya a mejorar su imagen, como no sea por conseguir algunos titulares llamativos en los medios de comunicación. La iniciativa socialista sucede a las fallidas amenazas de recurrir a la moción de censura, conscientes sus promotores de las escasas, por no decir nulas, posibilidades de prosperar.
En primer lugar, a nadie se le pasa por la cabeza que la regidora local vaya a poner su destino en manos de un pleno que, evidentemente, no controla. No lo va a hacer ella ni lo haría el proponente de estar en la misma situación. Nadie lo haría salvo aquellos que gustan de hacer brindis al sol amparados en una mayoría absoluta y sólida.
En cualquier caso, de darse el escenario que Martínez Argüelles plantea, todo apunta a que la tramitación tendría el mismo desenlace que la varias veces descartada moción de censura de los grupos de la izquierda municipal.
De lo que tienen que convencerse los socialistas y la coalición de izquierda es de que su verdadero problema no es el partido de Cascos, sino el PP. Sus concejales y no otros son los que viven prisioneros del resultado de las urnas desde 2011, desde que decidieron apoyar con sus votos la investidura de la actual alcaldesa. Por supuesto que los ediles de 'Cherines' en Gijón pagarían por echar a los concejales de Foro. En ello están desde hace tiempo, aunque todavía no han logrado encontrar la llave de una caja de los truenos que tiene una única traca final: entregarles sin condiciones a los socialistas el poder que perdieron hace dos años y pico. Y esto es algo que, sospechan, podría reportarles peores réditos electorales que su "apoyo condicionado" actual al partido de Cascos. Las matemáticas parlamentarias son incontestables (que se lo pregunten si no a Javier Fernández) y por mucho que algunos se empeñen en 'conjugar' los votos, las salidas son las que son y no hay nada más que rascar.
Queda todavía algo más de un año para la próxima cita con las urnas y es de suponer que la izquierda, por un lado, y los populares, por el otro, seguirán investigando en sus respectivos laboratorios de ideas en busca de esa pócima mágica que finalice con Moriyón y su equipo en el 'destierro'. Es tarea harto difícil, pero no imposible, tienen que pensar. Y menos en esto que algunos eufemísticamente llaman el 'noble arte de la política'. Entretanto, perseverarán en sus intentos de asalto al poder mediante cualquier argumento que sus adversarios pudieran darles. Aunque ello les lleve a protagonizar espectáculos tan indecorosos como ese reciente plenario en el que, con la colaboración involuntaria del grupo gobernante, han conseguido un desacuerdo general sobre política impositiva lesiva para todos los gijoneses.
Digo esto a cuenta de los 'acontecimientos' ocurridos estos últimos días en el Ayuntamiento de Gijón. El detonante ha sido una decisión del gobierno local de Foro, o de la alcaldesa, pues para el caso da igual. Concretamente, la destitución fulminante de la secretaria municipal letrada, cargo cuya consideración legal ha merecido un nuevo debate sobre el alcance de las palabras recogidas en la normativa actual vigente. Pérdida de confianza o atentado contra la necesaria independencia de un cargo funcionarial muy relevante en el devenir diario de la corporación son los argumentos de los responsable de la medida, en el primer caso, o de sus detractores, en el segundo. La oposición en pleno, entendiendo por tal a todos los grupos municipales con excepción, naturalmente, del que gobierna, se han apuntado a esa segunda postura. Faltaría más. Es su opción y para ello están, aunque no me creo que a una buena parte de ellos les importe demasiado la situación de Dora Alonso y sí, más bien, el descubrimiento de nueva munición que dirigir contra Carmen Moriyón y su equipo que, dos años y pico después de su sorprendente aparición en la escena local, se mantienen en el poder, si bien con más sobresaltos que alegrías, todo hay que decirlo.
Pero no es ahí adonde quería llegar exactamente, sino al debate posterior que han emprendido unos y otros. Y en este punto quiero detenerme en uno de los últimos capítulos del mismo. Me refiero a la petición del portavoz socialista de exigir a la alcaldesa que se someta a una cuestión de confianza con la que mostrar a los gijoneses que sigue contando con una mayoría, aunque exigua, para mantener el bastón de mando municipal.
Del estilo de un Santiago Martínez Argüelles envalentonado últimamente en su papel de jefe de la oposición ya he comentado algo anteriormente en esta tribuna. Quizá su inusual protagonismo (en los dos primeros años de mandato se le ha visto poco y mal) pueda deberse más bien a la toma de conciencia de que el tiempo corre contra sus intereses y que su objetivo de alcanzar la Alcaldía de Gijón se antoja cada día más improbable. Sin embargo, no parece que esta última iniciativa contribuya a mejorar su imagen, como no sea por conseguir algunos titulares llamativos en los medios de comunicación. La iniciativa socialista sucede a las fallidas amenazas de recurrir a la moción de censura, conscientes sus promotores de las escasas, por no decir nulas, posibilidades de prosperar.
En primer lugar, a nadie se le pasa por la cabeza que la regidora local vaya a poner su destino en manos de un pleno que, evidentemente, no controla. No lo va a hacer ella ni lo haría el proponente de estar en la misma situación. Nadie lo haría salvo aquellos que gustan de hacer brindis al sol amparados en una mayoría absoluta y sólida.
En cualquier caso, de darse el escenario que Martínez Argüelles plantea, todo apunta a que la tramitación tendría el mismo desenlace que la varias veces descartada moción de censura de los grupos de la izquierda municipal.
De lo que tienen que convencerse los socialistas y la coalición de izquierda es de que su verdadero problema no es el partido de Cascos, sino el PP. Sus concejales y no otros son los que viven prisioneros del resultado de las urnas desde 2011, desde que decidieron apoyar con sus votos la investidura de la actual alcaldesa. Por supuesto que los ediles de 'Cherines' en Gijón pagarían por echar a los concejales de Foro. En ello están desde hace tiempo, aunque todavía no han logrado encontrar la llave de una caja de los truenos que tiene una única traca final: entregarles sin condiciones a los socialistas el poder que perdieron hace dos años y pico. Y esto es algo que, sospechan, podría reportarles peores réditos electorales que su "apoyo condicionado" actual al partido de Cascos. Las matemáticas parlamentarias son incontestables (que se lo pregunten si no a Javier Fernández) y por mucho que algunos se empeñen en 'conjugar' los votos, las salidas son las que son y no hay nada más que rascar.
Queda todavía algo más de un año para la próxima cita con las urnas y es de suponer que la izquierda, por un lado, y los populares, por el otro, seguirán investigando en sus respectivos laboratorios de ideas en busca de esa pócima mágica que finalice con Moriyón y su equipo en el 'destierro'. Es tarea harto difícil, pero no imposible, tienen que pensar. Y menos en esto que algunos eufemísticamente llaman el 'noble arte de la política'. Entretanto, perseverarán en sus intentos de asalto al poder mediante cualquier argumento que sus adversarios pudieran darles. Aunque ello les lleve a protagonizar espectáculos tan indecorosos como ese reciente plenario en el que, con la colaboración involuntaria del grupo gobernante, han conseguido un desacuerdo general sobre política impositiva lesiva para todos los gijoneses.
domingo, 20 de octubre de 2013
Señas de identidad
En la resaca del debate sobre la reforma de la normativa electoral y sus posibles repercusiones en el proyecto presupuestario para el año venidero se ha colado esta semana la apertura de juicio oral al actual portavoz de Izquierda Unida en la Junta General del Principado. Ángel González está imputado por un presunto caso de prevaricación administrativa al haber fraccionado, cuando ocupaba el cargo de viceconsejero de Bienestar Social, la contratación de el suministro de monolitos con los que señalar los lugares en los que han sido datadas fosas comunes de víctimas del régimen franquista.
Dejaré a un lado intencionadamente la consideración que me merece la actitud de González negándose a dimitir de su actual cargo y recabando el apoyo cómplice de la dirección de la fuerza política a la que representa. Me excuso apelando al aluvión de comentarios que han reflejado el sentir mayoritario sobre tal actitud. Sobre todo si recordamos que fue precisamente Izquierda Unida la que hace escasos meses solicitaba la renuncia de Francisco González, ex diputado regional del Partido Socialista, cuando éste recibió también la notificación de apertura de juicio oral, también bajo la acusación de presunta prevaricación en el ejercicio éste de sus funciones de alcalde de Cudillero.
Evidentemente, no se trata de valorar la existencia o no de un delito (para esos están los tribunales), ni siquiera la mala intención o el improbable apetito económico desordenado del imputado. Se trata más de una cuestión de higiene democrática, algo de lo que parecen carecer la mayoría de los partidos políticos cuando las malas caen de su lado.
Aparcando la imagen que la coalición de izquierda y su portavoz transmiten a la sociedad asturiana con su actitud de enrocamiento, quisiera centrarme en este comentario en el meollo de la actuación que ha llevado al banquillo al portavoz parlamentario de IU: la adquisición de las losas destinadas al cumplimiento de lo estipulado en el texto de la Ley de Memoria Histórica promovida en su momento por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Y habría que empezar por la propia normativa, una iniciativa bienintencionada que, al final, prácticamente no logró satisfacer plenamente a casi nadie y cuyo debate y probación se aceleró intencionadamente en lo que a mi entender podría ser una búsqueda deseperada de una de esas señas de identidad que algunas veces necesita la izquierda española para seguir sintiéndose como tal.
Mi ex compañero en las tareas informativas de 'El Comercio' José Ángel García publica hoy una información que al menos yo no conocía y se me antojaba necesaria para valorar la tramitación que ha terminado con la imputación de Ángel González. Me refiero a la situación actual de esos monolitos o losas: veintiuna instaladas en su lugar de destino, otras diez en proceso de colocación y otras cincuenta de las que se ignora cuando van a empezar a cumplir la función para la que se contrataron.
Con estos datos, alguien podría decir que las buenas intenciones del entonces ex consejero de Bienestar Social se han visto traicionadas por la realidad. Si recurrió a una táctica orientada a sortear la ley de contratos del Estado con el objetivo -el imputado "dixit"- de acelerar la compra e instalación de los monolitos para dar cumplimiento a la Ley de Memoria Histórica, ¿cómo se explican esas cifras? ¿Podrían haberse evitado los atajos y estaríamos en idéntica situación? Seguramente. Claro que la izquierda asturiana siempre ha querido ser más izquierda que el resto de sus correligionarios de otros lugares de España. Para ello se afanaron en ser los primeros en poner en práctica una ley timorata cuyos promotores nunca fueron capaces de transmitir convicción en el fondo del problema y siempre dieron la sensación de poner mucho más interés en reafirmar unas señas de identidad de partido que en rehabilitar la memoria de miles de represaliados por la dictadura.
Dejaré a un lado intencionadamente la consideración que me merece la actitud de González negándose a dimitir de su actual cargo y recabando el apoyo cómplice de la dirección de la fuerza política a la que representa. Me excuso apelando al aluvión de comentarios que han reflejado el sentir mayoritario sobre tal actitud. Sobre todo si recordamos que fue precisamente Izquierda Unida la que hace escasos meses solicitaba la renuncia de Francisco González, ex diputado regional del Partido Socialista, cuando éste recibió también la notificación de apertura de juicio oral, también bajo la acusación de presunta prevaricación en el ejercicio éste de sus funciones de alcalde de Cudillero.
Evidentemente, no se trata de valorar la existencia o no de un delito (para esos están los tribunales), ni siquiera la mala intención o el improbable apetito económico desordenado del imputado. Se trata más de una cuestión de higiene democrática, algo de lo que parecen carecer la mayoría de los partidos políticos cuando las malas caen de su lado.
Aparcando la imagen que la coalición de izquierda y su portavoz transmiten a la sociedad asturiana con su actitud de enrocamiento, quisiera centrarme en este comentario en el meollo de la actuación que ha llevado al banquillo al portavoz parlamentario de IU: la adquisición de las losas destinadas al cumplimiento de lo estipulado en el texto de la Ley de Memoria Histórica promovida en su momento por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Y habría que empezar por la propia normativa, una iniciativa bienintencionada que, al final, prácticamente no logró satisfacer plenamente a casi nadie y cuyo debate y probación se aceleró intencionadamente en lo que a mi entender podría ser una búsqueda deseperada de una de esas señas de identidad que algunas veces necesita la izquierda española para seguir sintiéndose como tal.
Mi ex compañero en las tareas informativas de 'El Comercio' José Ángel García publica hoy una información que al menos yo no conocía y se me antojaba necesaria para valorar la tramitación que ha terminado con la imputación de Ángel González. Me refiero a la situación actual de esos monolitos o losas: veintiuna instaladas en su lugar de destino, otras diez en proceso de colocación y otras cincuenta de las que se ignora cuando van a empezar a cumplir la función para la que se contrataron.
Con estos datos, alguien podría decir que las buenas intenciones del entonces ex consejero de Bienestar Social se han visto traicionadas por la realidad. Si recurrió a una táctica orientada a sortear la ley de contratos del Estado con el objetivo -el imputado "dixit"- de acelerar la compra e instalación de los monolitos para dar cumplimiento a la Ley de Memoria Histórica, ¿cómo se explican esas cifras? ¿Podrían haberse evitado los atajos y estaríamos en idéntica situación? Seguramente. Claro que la izquierda asturiana siempre ha querido ser más izquierda que el resto de sus correligionarios de otros lugares de España. Para ello se afanaron en ser los primeros en poner en práctica una ley timorata cuyos promotores nunca fueron capaces de transmitir convicción en el fondo del problema y siempre dieron la sensación de poner mucho más interés en reafirmar unas señas de identidad de partido que en rehabilitar la memoria de miles de represaliados por la dictadura.
viernes, 18 de octubre de 2013
La zanahoria y el palo
Son numerosas las ocasiones en las que las respectivas trayectorias vitales nos enfrentan a situaciones en las que un refrán, una fábula o un dicho popular nos sirven para dar forma verbal y gráfica a una situación concreta. Uno de los más generalmente conocidos es el de la zanahoria y el palo, usado en primer término para enfrentar dos formas de respuesta a la evaluación de alguien, el incentivo (con la imagen de la hortaliza) o la sanción (con la de la vara castigadora).
Se me ocurre que hay otra forma de representar esta dicotomía: la de hacer a una persona o un grupo más o menos amplio de personas perseguir con ansiedad la zanahoria que representa el objetivo buscado mientras se le represalía con medidas contrarias a sus intereses.
Me ha venido esta idea a la cabeza con un somero repaso a la actualidad política y económica de España, especialmente al conocer ayer que las temidas nuevas reformas del Gobierno del Partido Popular, negadas hasta la saciedad por sus integrantes hasta ahora, van a imponer otros 17.500 millones de euros de recortes orientados al rebajar el déficit del Estado, entendiendo por tal no sólo la administración central, sino las autonómicas y municipales.
El Ejecutivo de Mariano Rajoy ha venido capeando como ha podido el temporal de las repercusiones generalizadas en la ciudadanía de sus políticas de austeridad con frecuentes apelaciones a la paciencia, "porque lo peor ya ha pasado", y con mensajes optimistas que situaban el inicio de la recuperación en un horizonte más o menos cercano. Estas han sido sus pretendidas zanahorias orientadas a hacer creer a los españoles que, si bien hasta ahora habían tenido que sufrir con sangre, sudor y lágrimas los escenarios de la crisis, ha llegado el momento de sacar la cabeza y ver la luz del sol. Para ello han contado con voces cómplices provenientes de las más altas instancias del poder económico que les alentaban a seguir profundizando con la tijera y dando barra libre a sus nada oscuras intenciones o, como ha ocurrido hoy mismo, con sonoros heraldos que hacen sonar sus trompetas doradas para anunciar el cuerno de la abundancia en forma de millonarias llegadas de inversiones.
Pero no hay nada de realidad en esta liturgia financiera. Solamente un ramillete de hortalizas anaranjadas sobre la que se trata de fijar la vista de los ciudadanos de a pie para que no sean capaces de apreciar la aplicación del palo que llega, como los maremotos, por trágicas oleadas de medidas depauperadoras.
Tal parece que este estrategia no va a tener nunca fin. El 'éxito' de las mismas, corroborado por el silencio resignado de millones de españoles, anima a sus ejecutores a seguir en el camino emprendido. De nada vale que la excusa de Europa ya no se la trague nadie, que cada día seamos más conscientes de que el poder geopolítico o de las fronteras territoriales se han venido abajo (si es que alguna vez estuvieron en pie) para entregar todo el protagonismo al capitalismo globalizado que no tiene ni patria ni bandera y sí un diós único con formas de patrón monetario único.
El anuncio del nuevo ajuste implica, en términos que todo el mundo puede entender, más subida de impuestos, más recaudación arrebatada del bolsillo de los 'súbditos', por un lado, y por el otro, nuevas restricciones en la inversión, deterioro de los servicios públicos básicos y, más generalmente, un mayor empobrecimiento.
No parecen temer en estos momentos los poderosos, y los gobernantes que hacen de silenciosos ejecutores de sus fechorías, que de tanto tensar la cuerda ésta podría romperse. Por el momento, prefieren aplicarse febrilmente en la despreciable tarea en la que se han embarcado. Y, mientras tanto, los sujetos pacientes de este terrorífico guión seguimos gritando nuestras iras en las barras de los bares o en los corrillos de los parques aliviados someramente con un becerro de oro con forma de zanahoria.
Se me ocurre que hay otra forma de representar esta dicotomía: la de hacer a una persona o un grupo más o menos amplio de personas perseguir con ansiedad la zanahoria que representa el objetivo buscado mientras se le represalía con medidas contrarias a sus intereses.
Me ha venido esta idea a la cabeza con un somero repaso a la actualidad política y económica de España, especialmente al conocer ayer que las temidas nuevas reformas del Gobierno del Partido Popular, negadas hasta la saciedad por sus integrantes hasta ahora, van a imponer otros 17.500 millones de euros de recortes orientados al rebajar el déficit del Estado, entendiendo por tal no sólo la administración central, sino las autonómicas y municipales.
El Ejecutivo de Mariano Rajoy ha venido capeando como ha podido el temporal de las repercusiones generalizadas en la ciudadanía de sus políticas de austeridad con frecuentes apelaciones a la paciencia, "porque lo peor ya ha pasado", y con mensajes optimistas que situaban el inicio de la recuperación en un horizonte más o menos cercano. Estas han sido sus pretendidas zanahorias orientadas a hacer creer a los españoles que, si bien hasta ahora habían tenido que sufrir con sangre, sudor y lágrimas los escenarios de la crisis, ha llegado el momento de sacar la cabeza y ver la luz del sol. Para ello han contado con voces cómplices provenientes de las más altas instancias del poder económico que les alentaban a seguir profundizando con la tijera y dando barra libre a sus nada oscuras intenciones o, como ha ocurrido hoy mismo, con sonoros heraldos que hacen sonar sus trompetas doradas para anunciar el cuerno de la abundancia en forma de millonarias llegadas de inversiones.
Pero no hay nada de realidad en esta liturgia financiera. Solamente un ramillete de hortalizas anaranjadas sobre la que se trata de fijar la vista de los ciudadanos de a pie para que no sean capaces de apreciar la aplicación del palo que llega, como los maremotos, por trágicas oleadas de medidas depauperadoras.
Tal parece que este estrategia no va a tener nunca fin. El 'éxito' de las mismas, corroborado por el silencio resignado de millones de españoles, anima a sus ejecutores a seguir en el camino emprendido. De nada vale que la excusa de Europa ya no se la trague nadie, que cada día seamos más conscientes de que el poder geopolítico o de las fronteras territoriales se han venido abajo (si es que alguna vez estuvieron en pie) para entregar todo el protagonismo al capitalismo globalizado que no tiene ni patria ni bandera y sí un diós único con formas de patrón monetario único.
El anuncio del nuevo ajuste implica, en términos que todo el mundo puede entender, más subida de impuestos, más recaudación arrebatada del bolsillo de los 'súbditos', por un lado, y por el otro, nuevas restricciones en la inversión, deterioro de los servicios públicos básicos y, más generalmente, un mayor empobrecimiento.
No parecen temer en estos momentos los poderosos, y los gobernantes que hacen de silenciosos ejecutores de sus fechorías, que de tanto tensar la cuerda ésta podría romperse. Por el momento, prefieren aplicarse febrilmente en la despreciable tarea en la que se han embarcado. Y, mientras tanto, los sujetos pacientes de este terrorífico guión seguimos gritando nuestras iras en las barras de los bares o en los corrillos de los parques aliviados someramente con un becerro de oro con forma de zanahoria.
lunes, 14 de octubre de 2013
Ensayo general
Superado el fragor del debate de política general de la recién cconcluida semana, un debate que ha merecido mayor número de comentarios que buena parte de cualquier otro acontecimiento de la política regional, se abre ahora un paréntesis para esbozar la que pueda ser la estrategia de todas y cada una de las fuerzas políticas asturianas con vistas al inminente periodo, marcado por la discusión del proyecto presupuestario para el próximo ejercicio económico. Solventada la parte teórica, ha llegado la hora de enfrentarse a las cifras, que son -a fin de cuentas- aquellas que permiten pasar de la teoría a la praxis.
El meollo de la cuestión estará en el proyecto de ley que actualmente trata de ultimar el Gobierno autónomo. Y, más concretamente, en lo que se suelen denominar sus grandes cifras, es decir los guarismos que permiten establecer las líneas maestras de las Cuentas regionales. Hasta la fecha poco, casi nada, sabemos de las mismas. Javier Fernández, en su primera intervención del martes pasado, apenas si avanzó un par de datos. El más relevante, el establecimiento de 3.500 millones de euros como techo de los gastos para 2014, acompañada del más abstracto de definir en presupuesto como "continuista".
Por ahí, seguramente, empezarán los primeros escarceos del Ejecutivo socialista con sus, hasta ahora al menos, socios preferentes. Es de prever que también en estos prolegómenos puedan surgir las primeras desavenencias, especialmente con Izquierda Unida, cuyos representantes van a pedir al presidente un esfuerzo superior al realizado hasta la fecha, bien sea exigiendo un mayor nivel de inversiones, bien por la defensa numantina del recurso al endeudamiento.
Frente a estos planteamientos, el Gobierno de Javier Fernández va a apelar con reiteración al argumento ya esgrimido en los días precedentes: Si la coalición de izquierda y el partido magenta apoyaron con sus votos las Cuentas de este año, no hay razón alguna para que no aprueben las del próximo, que llevan el sello del "continuismo". Contra esas razones alegan los hasta la fecha apoyos parlamentarios de los socialistas que la ejecución presupuestaria de 2013, más allá de los números -un 55,38% a 31 de agosto-, no está satisfaciendo los planteamientos en cuanto a compromisos adquiridos sobre partidas relevantes correspondientes a servicios sociales, los mismos que les llevaron a apoyar el proyecto, razón por la cual la credibilidad del próximo puede considerarse en entredicho.
Frente a las grandes cifras, principios básicos. He aquí el primer obstáculo para un hipotético acuerdo.
En todo caso, el debate presupuestario parece que va a tener su propia mesa de ensayo con el trámite parlamentario de la ley de endeudamiento elaborada por el Gobierno socialista para la asignación de los 72 millones de euros logrados por el Principado de la 'generosidad' del Ejecutivo central, fruto del reparto del incremento del déficit concedido a España por la Unión Europea. En principio, IU y UPyD se muestran proclives a apoyar la norma en la Junta General. Ambas formaciones no ocultan, sin embargo, sus recelos sobre la posibilidad de que, guiños aparte, Javier Fernández y su equipo intenten "utilizar el dinero sólo para equilibrar las Cuentas y presentarse como los mayores cumplidores de la política de Mariano Rajoy", como apuntó el portavoz de la coalición de izquierda, Ángel González. El estilo y los modos manifestados hasta la fecha por el mandatario asturiano al respecto son motivo de desconfianza hasta el extremo de adelantar posibles modificaciones puntuales orientadas a que esta 'propina' presupuestaria se dirija mayoritariamente a "servicios básicos e inversión productiva", pilares de los dos socios del Consejo de Gobierno hasta la fecha.
Podría decirse, pues, que este inminente trámite parlamentario podría ser un excelente ensayo general para adelantar las pautas del que sería el gran estreno posterior: el debate y aprobación, en su caso, del proyecto de ley de Presupuestos Generales del Principado de Asturias para 2014.
El meollo de la cuestión estará en el proyecto de ley que actualmente trata de ultimar el Gobierno autónomo. Y, más concretamente, en lo que se suelen denominar sus grandes cifras, es decir los guarismos que permiten establecer las líneas maestras de las Cuentas regionales. Hasta la fecha poco, casi nada, sabemos de las mismas. Javier Fernández, en su primera intervención del martes pasado, apenas si avanzó un par de datos. El más relevante, el establecimiento de 3.500 millones de euros como techo de los gastos para 2014, acompañada del más abstracto de definir en presupuesto como "continuista".
Por ahí, seguramente, empezarán los primeros escarceos del Ejecutivo socialista con sus, hasta ahora al menos, socios preferentes. Es de prever que también en estos prolegómenos puedan surgir las primeras desavenencias, especialmente con Izquierda Unida, cuyos representantes van a pedir al presidente un esfuerzo superior al realizado hasta la fecha, bien sea exigiendo un mayor nivel de inversiones, bien por la defensa numantina del recurso al endeudamiento.
Frente a estos planteamientos, el Gobierno de Javier Fernández va a apelar con reiteración al argumento ya esgrimido en los días precedentes: Si la coalición de izquierda y el partido magenta apoyaron con sus votos las Cuentas de este año, no hay razón alguna para que no aprueben las del próximo, que llevan el sello del "continuismo". Contra esas razones alegan los hasta la fecha apoyos parlamentarios de los socialistas que la ejecución presupuestaria de 2013, más allá de los números -un 55,38% a 31 de agosto-, no está satisfaciendo los planteamientos en cuanto a compromisos adquiridos sobre partidas relevantes correspondientes a servicios sociales, los mismos que les llevaron a apoyar el proyecto, razón por la cual la credibilidad del próximo puede considerarse en entredicho.
Frente a las grandes cifras, principios básicos. He aquí el primer obstáculo para un hipotético acuerdo.
En todo caso, el debate presupuestario parece que va a tener su propia mesa de ensayo con el trámite parlamentario de la ley de endeudamiento elaborada por el Gobierno socialista para la asignación de los 72 millones de euros logrados por el Principado de la 'generosidad' del Ejecutivo central, fruto del reparto del incremento del déficit concedido a España por la Unión Europea. En principio, IU y UPyD se muestran proclives a apoyar la norma en la Junta General. Ambas formaciones no ocultan, sin embargo, sus recelos sobre la posibilidad de que, guiños aparte, Javier Fernández y su equipo intenten "utilizar el dinero sólo para equilibrar las Cuentas y presentarse como los mayores cumplidores de la política de Mariano Rajoy", como apuntó el portavoz de la coalición de izquierda, Ángel González. El estilo y los modos manifestados hasta la fecha por el mandatario asturiano al respecto son motivo de desconfianza hasta el extremo de adelantar posibles modificaciones puntuales orientadas a que esta 'propina' presupuestaria se dirija mayoritariamente a "servicios básicos e inversión productiva", pilares de los dos socios del Consejo de Gobierno hasta la fecha.
Podría decirse, pues, que este inminente trámite parlamentario podría ser un excelente ensayo general para adelantar las pautas del que sería el gran estreno posterior: el debate y aprobación, en su caso, del proyecto de ley de Presupuestos Generales del Principado de Asturias para 2014.
sábado, 12 de octubre de 2013
Vámonos de campaña
El balance pausado del debate de orientación política general del Consejo de Gobierno que ha polarizado la actividad de la Junta General del Principado está semana se podría resumir muy esquemáticamente en la ruptura de la estabilidad parlamentaria lograda por Javier Fernández con los acuerdos, firmados en un papel o verbales, que permitieron hace un año y medio aproximadamente su investidura. La negativa del presidente asturiano a dar su apoyo a la reforma electoral pactada con los hasta ahora socios de Izquierda Unida y Unión, Progreso y Democracia, al menos sin contar con el apoyo de uno de los dos grupos de la derecha, esa negativa -digo- ha marcado, por muchas argumentaciones de todo tipo a las que se quiera recurrir, el devenir de los posibles equilibrios que permitirían a esta comunidad mantener una administración estable.
Al margen de la imagen de un Gobierno que piede 27 votaciones en el debate de las propuestas de resolución -más icónico que realista, pues ya se sabe que esas exigencias mayoritarias luego no se cumplen- nos queda la agresividad verbal del portavoz de la coalición de izquierdas (el asturianísimo término 'frayar ya queda para la galería de frases 'históricas'), el escepticismo derrotista del representante del partido magenta o la arrogancia de un mandatario dispuesto a 'inmolarse' por ser fiel a sus llamémosles fundamentos básicos.
No me voy a extender apenas en la adecuación o no a la realidad de todas estas posturas. Me limitaré a reseñar que, si bien la reforma electoral no entra dentro de ninguna de las prioridades de los asturianos en estos momentos, parece lógico que los apoyos del Ejecutivo reclamen el cumplimiento de los compromisos, especialmente aquellos que los formalizaron por escrito, sobre todo porque se nos antoja que no existe incompatibilidad alguna entre su aplicación y las medidas específicamente orientadas a la recuperación económica o la creación de empleo. Tampoco entiendo muy bien, purismos aparte, que Javier Fernández y su partido hayan convertido la negativa a abordar el cambio de las normas electorales sin esa concepción de mayoría "reforzada" en una cuestión de principios. La argumentación de la posible volatilidad de la nueva ley cuando las urnas provoquen un vuelco matemático de la correlación de fuerzas serviría para justificar el más rancio de los inmovilismos. ¿Acaso no se puede aplicar a cualquier normativa ese mismo fundamento? Por esa razón no habría forma de aprobar legislación alguna.
El caso es que el desenlace del debate sobre el 'estado de la región' ha colocado sobre el tapete un guión nuevo para la todavía larguísima parte pendiente de la presente legislatura, un guión que abandona el gran argumento sobre la gobernación (gobernanza les gusta decir ahora a nuestros políticos) del actual presidente autonómico y que abre las puertas a un periodo donde la refriega y la tensión sustituirán, previsiblemente al "diálogo tranquilo", sello del mandatario.
Desde el punto de vista de los ciudadanos, más allá de las hipotéticas consecuencias sobre el horizonte presupuestario, se plantea -al menos yo lo veo así- otra menos cuantificable en cifras, pero no menos dañina. Aclaro. Me estoy refiriendo a la conversión de una parte importante de una legislatura en una inmensa campaña pre-électoral. Éste, y no otro, ha sido el eslogan de los socialistas a la hora de definir la actitud de sus hasta ahora socios preferentes. Utilizan -afirman- la reforma electoral como señuelo para empezar a desmarcarse del partido mayoritario con tiempo suficiente para llegar 'limpios' a las urnas. Esta teoría se ve reforzada cuando esos socios son precisamente aquellos a los que todos los sondeos dan como beneficiarios del deterioro de los dos grandes partidos mayoritarios.
Sea por el convencimiento de que tal es la actitud de IU y UPyD, sea por la adaptación a los hechos consumados, el caso es que el PSOE asturiano también ha recogido ese guante y ha decidido unirse a la fiesta con ese sorprendente anuncio que promete una "millonada" para hacerle un 'lifting' de clínica para 'celebrities' al gijonés Hospital de Cabueñes. La incredulidad ha sido la respuesta generalizada a la promesa de los socialistas, sobre todo si, como parece, los ya de por sí escasos márgenes presupuestarios podrían verse aminorados por una prórroga en años subsiguientes (si Fernández no logra sacar adelante las Cuentas para 2014, ni el más optimista arriesgaría un chavo por las de 2015).
El anuncio suena más a programa electoral (sí, hombre, de esos que nunca se cumplen) que a una inversión con visos de realidad.
Y, puestos a prometer y no meter, qué mejor que hacerlo poniendo como beneficiario al municipio gijonés. La Federación Socialista Asturiana es muy consciente de que la villa de Jovellanos es su principal espina electoral y, tras el último susto en las urnas, se ha propuesto recuperar su buque insignia, el mismo que ahora sirve a Foro Asturias para navegar por los procelosos mares de la política regional con enseña propia. No es ajeno tampoco a esta actitud el progresivo desánimo de sus correligionarios con los pobres resultados cosechados como jefe de la oposición municipal por Santiago Martínez Argüelles, quien ha despertado recientemente de su condición de 'boxeador sonado' mantenida desde la derrota en las urnas con una inhabitual actividad en las redes sociales e, incluso, organizando fiestas a las que acude el secretario federal de Organización, como la celebrada ayer mismo.
Mientras tanto, los dos partidos de la derecha parlamentaria aplauden con las orejas ante la evidencia de que el río revuelto en el que amenaza con convertirse la política asturiana les va a permitir pescar cómodamente.
La evidencia es que, al final, los partidos políticos se sienten más cómodos y expresan su verdadero ser en las campañas electorales, esas en las que el lema común es "Prométele cualquier cosa", que luego ya hablaremos del Gobierno. Y, entretanto, la ciudadanía asistimos con cara embobada a este lamentable espectáculo.
Al margen de la imagen de un Gobierno que piede 27 votaciones en el debate de las propuestas de resolución -más icónico que realista, pues ya se sabe que esas exigencias mayoritarias luego no se cumplen- nos queda la agresividad verbal del portavoz de la coalición de izquierdas (el asturianísimo término 'frayar ya queda para la galería de frases 'históricas'), el escepticismo derrotista del representante del partido magenta o la arrogancia de un mandatario dispuesto a 'inmolarse' por ser fiel a sus llamémosles fundamentos básicos.
No me voy a extender apenas en la adecuación o no a la realidad de todas estas posturas. Me limitaré a reseñar que, si bien la reforma electoral no entra dentro de ninguna de las prioridades de los asturianos en estos momentos, parece lógico que los apoyos del Ejecutivo reclamen el cumplimiento de los compromisos, especialmente aquellos que los formalizaron por escrito, sobre todo porque se nos antoja que no existe incompatibilidad alguna entre su aplicación y las medidas específicamente orientadas a la recuperación económica o la creación de empleo. Tampoco entiendo muy bien, purismos aparte, que Javier Fernández y su partido hayan convertido la negativa a abordar el cambio de las normas electorales sin esa concepción de mayoría "reforzada" en una cuestión de principios. La argumentación de la posible volatilidad de la nueva ley cuando las urnas provoquen un vuelco matemático de la correlación de fuerzas serviría para justificar el más rancio de los inmovilismos. ¿Acaso no se puede aplicar a cualquier normativa ese mismo fundamento? Por esa razón no habría forma de aprobar legislación alguna.
El caso es que el desenlace del debate sobre el 'estado de la región' ha colocado sobre el tapete un guión nuevo para la todavía larguísima parte pendiente de la presente legislatura, un guión que abandona el gran argumento sobre la gobernación (gobernanza les gusta decir ahora a nuestros políticos) del actual presidente autonómico y que abre las puertas a un periodo donde la refriega y la tensión sustituirán, previsiblemente al "diálogo tranquilo", sello del mandatario.
Desde el punto de vista de los ciudadanos, más allá de las hipotéticas consecuencias sobre el horizonte presupuestario, se plantea -al menos yo lo veo así- otra menos cuantificable en cifras, pero no menos dañina. Aclaro. Me estoy refiriendo a la conversión de una parte importante de una legislatura en una inmensa campaña pre-électoral. Éste, y no otro, ha sido el eslogan de los socialistas a la hora de definir la actitud de sus hasta ahora socios preferentes. Utilizan -afirman- la reforma electoral como señuelo para empezar a desmarcarse del partido mayoritario con tiempo suficiente para llegar 'limpios' a las urnas. Esta teoría se ve reforzada cuando esos socios son precisamente aquellos a los que todos los sondeos dan como beneficiarios del deterioro de los dos grandes partidos mayoritarios.
Sea por el convencimiento de que tal es la actitud de IU y UPyD, sea por la adaptación a los hechos consumados, el caso es que el PSOE asturiano también ha recogido ese guante y ha decidido unirse a la fiesta con ese sorprendente anuncio que promete una "millonada" para hacerle un 'lifting' de clínica para 'celebrities' al gijonés Hospital de Cabueñes. La incredulidad ha sido la respuesta generalizada a la promesa de los socialistas, sobre todo si, como parece, los ya de por sí escasos márgenes presupuestarios podrían verse aminorados por una prórroga en años subsiguientes (si Fernández no logra sacar adelante las Cuentas para 2014, ni el más optimista arriesgaría un chavo por las de 2015).
El anuncio suena más a programa electoral (sí, hombre, de esos que nunca se cumplen) que a una inversión con visos de realidad.
Y, puestos a prometer y no meter, qué mejor que hacerlo poniendo como beneficiario al municipio gijonés. La Federación Socialista Asturiana es muy consciente de que la villa de Jovellanos es su principal espina electoral y, tras el último susto en las urnas, se ha propuesto recuperar su buque insignia, el mismo que ahora sirve a Foro Asturias para navegar por los procelosos mares de la política regional con enseña propia. No es ajeno tampoco a esta actitud el progresivo desánimo de sus correligionarios con los pobres resultados cosechados como jefe de la oposición municipal por Santiago Martínez Argüelles, quien ha despertado recientemente de su condición de 'boxeador sonado' mantenida desde la derrota en las urnas con una inhabitual actividad en las redes sociales e, incluso, organizando fiestas a las que acude el secretario federal de Organización, como la celebrada ayer mismo.
Mientras tanto, los dos partidos de la derecha parlamentaria aplauden con las orejas ante la evidencia de que el río revuelto en el que amenaza con convertirse la política asturiana les va a permitir pescar cómodamente.
La evidencia es que, al final, los partidos políticos se sienten más cómodos y expresan su verdadero ser en las campañas electorales, esas en las que el lema común es "Prométele cualquier cosa", que luego ya hablaremos del Gobierno. Y, entretanto, la ciudadanía asistimos con cara embobada a este lamentable espectáculo.
miércoles, 9 de octubre de 2013
¡Dejadme solo!
El guión previsto para la segunda sesión del debate de orientación política general del Consejo de Gobierno se cumplió según todas las previsiones aventuradas. Bueno, quizá no sea totalmente exacto, y sólo lo fuera en las pautas generales porque el presidente del Principado optó hoy por sacar pecho y reforzarse en sus planteamientos de rechazo a una reforma de la ley electoral que le exigen los hasta ahora socios de gobierno. Por su parte, Izquierda Unida y Unión, Progreso y Democracia aceptaron recoger el guante y endurecieron sus discursos hasta el extremo de mostrarse a ratos más oposición que los dos grupos parlamentarios de la derecha en la Junta General.
Había expectación por ver como lidiaba Javier Fernández el victorino que ayer decidió mandar a chiqueros. Los pronósticos aventuraban una faena de aliño tendente a salvar los trastos sin apenas destrozos a la espera de una mejor oportunidad. Pero no fue así. El mandatario autonómico irguió el cuerpo, compuso la figura y se lanzó al ruedo con gesto y empaque para no eludir las embestidas; al contrario, entró directo a las distintas suertes con aquella especie de grito mítico del "dejadme solo". Al representante de UPyD le dijo sin reservas que aceptó negociar el cambio de las normas electorales porque lo necesitaba para ser investido. Así de directo, lisa y llanamente. Y al portavoz de Izquierda Unida le espetó que no se considere "pareja de hecho" de los socialistas porque aquí no hay nada firmado. Así de 'chulo' se mostró ayer el líder de la FSA. Y para rematar la faena a ambos les dijo que ellos sabrán lo que tienen que hacer, dando por hecho que la "responsabilidad" con Asturias debería reblandecer sus exigencias.
Rotos los puentes desde la Presidencia, Ignacio Prendes y Ángel González consideraron que ya no había razón alguna para poner paños calientes en unas relaciones muy deterioradas en los últimos meses y que amenazan con emponzoñarse aún más. Desde el suave "anclado en el pasado" a las acusaciones de "engaño" o la constatación de la "desconfianza" que les genera Javier Fernández y su equipo, los venablos silbaron la bancada del Ejecutivo en un escenario de manifiesta ruptura.
El cierre del debate de hoy, inicialmente intrascendente en anteriores ocasiones, solamente podría constatar el enfriamiento, si no la separación, de las relaciones entre Fernández y sus dos apoyos parlamentarios hasta la fecha.
La razón argumental principal para eludir la 'urgencia' de la reforma electoral, el escaso o nulo interés que la iniciativa pudiera tener para los asturianos, acuciados por problemas más relevantes, rebotó manifiestamente en los muros de la coalición de izquierda y el partido magenta. Curiosamente, manifestó compartirla la portavoz del Partido Popular, y lo cito no tanto por los planteamientos racionales del grupo conservador como por el hecho de subrayarlo Mercedes Fernández en un debate como éste del 'estado de la región'.
Líbreme dios de hacer futurología o entrar en vaticinios quirománticos pero, a medida que el tiempo pasa, cobra fuerza, y se envuelve con hechos y palabras concretos, la hipótesis de un presunto pacto de final de legislatura entre socialistas y populares para librar al Ejecutivo de Javier Fernández de los cepos que le suponen actualmente los hasta ahora socios. Claro que ni Fernández ni Fernández (el apellido es el mismo) pueden permitirse el lujo de 'encamarse' públicamente, no siquiera en una reedición del famoso 'pacto del duernu', pero los guiones de la política a veces se escriben con renglones torcidos y un acuerdo combinado de no agresión y 'salvación nacional' es un libreto que está pidiendo a gritos que alguien lo escriba.
El lenguaje más conciliador de Mercedes Fernández de esta mañana o la reiteración del mandatario asturiano en no romper puentes de diálogo con el Ejecutivo de Mariano Rajoy, ni aún cuando te las esté dando todas en el mismo carrillo, son elementos a considerar en el actual paisaje institucional del Principado. Quizá algo de esto pudiera intuir el portavoz de IU cuando acusó al presidente regional de "escudarse detrás de la derecha". Si así fuera, a nadie le sorprendería que Javier Fernández haya entrado con valor y cercanía al toro de trapío que hoy fueron sus apoyos parlamentarios.
Había expectación por ver como lidiaba Javier Fernández el victorino que ayer decidió mandar a chiqueros. Los pronósticos aventuraban una faena de aliño tendente a salvar los trastos sin apenas destrozos a la espera de una mejor oportunidad. Pero no fue así. El mandatario autonómico irguió el cuerpo, compuso la figura y se lanzó al ruedo con gesto y empaque para no eludir las embestidas; al contrario, entró directo a las distintas suertes con aquella especie de grito mítico del "dejadme solo". Al representante de UPyD le dijo sin reservas que aceptó negociar el cambio de las normas electorales porque lo necesitaba para ser investido. Así de directo, lisa y llanamente. Y al portavoz de Izquierda Unida le espetó que no se considere "pareja de hecho" de los socialistas porque aquí no hay nada firmado. Así de 'chulo' se mostró ayer el líder de la FSA. Y para rematar la faena a ambos les dijo que ellos sabrán lo que tienen que hacer, dando por hecho que la "responsabilidad" con Asturias debería reblandecer sus exigencias.
Rotos los puentes desde la Presidencia, Ignacio Prendes y Ángel González consideraron que ya no había razón alguna para poner paños calientes en unas relaciones muy deterioradas en los últimos meses y que amenazan con emponzoñarse aún más. Desde el suave "anclado en el pasado" a las acusaciones de "engaño" o la constatación de la "desconfianza" que les genera Javier Fernández y su equipo, los venablos silbaron la bancada del Ejecutivo en un escenario de manifiesta ruptura.
El cierre del debate de hoy, inicialmente intrascendente en anteriores ocasiones, solamente podría constatar el enfriamiento, si no la separación, de las relaciones entre Fernández y sus dos apoyos parlamentarios hasta la fecha.
La razón argumental principal para eludir la 'urgencia' de la reforma electoral, el escaso o nulo interés que la iniciativa pudiera tener para los asturianos, acuciados por problemas más relevantes, rebotó manifiestamente en los muros de la coalición de izquierda y el partido magenta. Curiosamente, manifestó compartirla la portavoz del Partido Popular, y lo cito no tanto por los planteamientos racionales del grupo conservador como por el hecho de subrayarlo Mercedes Fernández en un debate como éste del 'estado de la región'.
Líbreme dios de hacer futurología o entrar en vaticinios quirománticos pero, a medida que el tiempo pasa, cobra fuerza, y se envuelve con hechos y palabras concretos, la hipótesis de un presunto pacto de final de legislatura entre socialistas y populares para librar al Ejecutivo de Javier Fernández de los cepos que le suponen actualmente los hasta ahora socios. Claro que ni Fernández ni Fernández (el apellido es el mismo) pueden permitirse el lujo de 'encamarse' públicamente, no siquiera en una reedición del famoso 'pacto del duernu', pero los guiones de la política a veces se escriben con renglones torcidos y un acuerdo combinado de no agresión y 'salvación nacional' es un libreto que está pidiendo a gritos que alguien lo escriba.
El lenguaje más conciliador de Mercedes Fernández de esta mañana o la reiteración del mandatario asturiano en no romper puentes de diálogo con el Ejecutivo de Mariano Rajoy, ni aún cuando te las esté dando todas en el mismo carrillo, son elementos a considerar en el actual paisaje institucional del Principado. Quizá algo de esto pudiera intuir el portavoz de IU cuando acusó al presidente regional de "escudarse detrás de la derecha". Si así fuera, a nadie le sorprendería que Javier Fernández haya entrado con valor y cercanía al toro de trapío que hoy fueron sus apoyos parlamentarios.
martes, 8 de octubre de 2013
Elogio de la tibieza
El presidente del Principado abrió hoy el debate de orientación política general del Consejo de Gobierno y lo hizo en su línea habitual. Fue algo más de hora y media en la que repasó la gestión de este último año y planteó cuál es 'el estado de la región' (como popularmente se conoce esta cita parlamntaria). Estabilidad, diálogo o cooperación han sido algunos de los terminos más utiliazados en su intervención por Javier Fernández. Otra vez el mismo bagaje de su gestión, institucionalmente impecable pero manifiestamente insuficiente para la situación que atraviesa Asturias.
No acaba de acertar el líder socialista en su intento de conciliar el planteamiento de sus políticas con los obstáculos 'naturales' con los que se encuentra para desarrollarlas. Renunció -dijo- a apelar como es habitual a "la herencia recibida", si bien destinó una parte de su argumentación a fundamentar la necesidad de priorizar el clima logrado en su año largo de gobierno como contrapunto a los desastres (uso la imagen del tren descarrilado) del Ejecutivo anterior, eso sí sin citar siglas ni nombres.
Más preocupante resultaron sus planteamientos en lo referente a las relaciones con el Gobierno nacional. El talante, la templanza, la comprensión son en los momentos actuales material inflamable para quien los maneja. A estas alturas nadie pone en duda que Asturias no cuenta para Madrid (reparto del déficit, retrasos en las infraestructuras, rebaja brutal en la inversión presupuestaria y, muy pronto, nuevo modelo autonómico) y que, si bien es allí donde se toman muchas de las decisiones relevantes, una cierta beligerancia es obligada condición para evitar que nos empujen al vacío. Pues bien, el presidente asturiano hizo este mediodía una encendida defensa de la tibieza, del continuismo obediente en sus relaciones con Mariano Rajoy y su equipo. Es cierto que punteó sus críticas a determinadas decisiones surgidas de Moncloa en todo este tiempo, pero siempre para rubricar sus palabras con la intención de mantener el diálogo, incluso cuando considera que a este territorio se le margina o discrimina. Es la actitud de Javier Fernández la del jugador que se sienta a la mesa con los peores tahures y se niega a hacer trampa alguna, aunque ve cómo a sus rivales les salen los ases por la manga.
Apeló también el mandatario asturiano en más de una ocasión a la responsabilidad, aunque siempre dirigida a los otros: al Ejecutivo nacional, al Partido Popular, y a sus socios de gobierno en Asturias, olvidándose casi siempre de la suya propia e ignorando deliberadamente que el marco de acción que le corresponde en la resolución de los grandes problemas es limitado, aunque sea el que ya sabía que se iba a encontrar cuando accedió a la Presidencia. Se refugió así en una especie de autocomplacencia que le llevó a alargar en demasía su discurso repasando todos y cada uno de los departamentos de su equipo de gobierno.
Evitó, en cambio, referencia alguna a uno de los temas candentes del momento actual en el panorama institucional de la región: la proyectada reforma de la normativa electoral. Supongo que esta patata caliente ha preferido dejarla para mañana, cuando los grupos más implicados en esa operación le obliguen con sus intervenciones a mojarse parlamentariamente. Olvido intencionado o estrategia, es un marrón que le va a resultar difícil esquivar. Máxime cuando se trata de la piedra de toque que podría condicionar a finales de año el resultado del debate presupuestario.
Javier Fernández se movió mejor cuando accedió a esos terrenos en los que él se maneja tan bien. La reforma constitucional, la solidaridad interregional o los modelos de Estado. El basamento principal de su balance positivo resultó ser la defensa del pisoteado estado del bienestar, esforzándose en cuantificar las prioridades de su gobierno comparativamente con España y con otras comunidades. Tenemos que recortar pero menos que los otros, parecía vocear el presidente. Aquí sí se desenvuelve muy bien. Como lo hace también cuando se trata de atacar a los nacionalismos secesionistas. Para ellos se olvida de su templanza y se muestra casi radical. Ya lo sabíamos antes.
Cumplido el trámite de la parte expositiva, Javier Fernández deberá bajar hoy a la arena para afrontar las previsibles críticas de todos los grupos parlamentarios, los de las bancadas de la derecha y también los de sus socios prioritarios, como gusta llamar. Son muchos los que creen que el mandatario autonómico se ha reservado para esta segunda sesión las principales bazas; otros, que ya ha puesto sobre el tapete todo lo que hay. En cualquier caso, la hora de la verdad empieza en la mañana del miércoles. Entonces, la prosa parlamentaria ya no será libre y reposada y requerirá un lenguaje acorde con el tono callejero o tabernario de los ataques que le puedan llover desde todos los lados. El posibilismo no le va a servir para responder ni a los enemigos ni a los 'afines'.
No acaba de acertar el líder socialista en su intento de conciliar el planteamiento de sus políticas con los obstáculos 'naturales' con los que se encuentra para desarrollarlas. Renunció -dijo- a apelar como es habitual a "la herencia recibida", si bien destinó una parte de su argumentación a fundamentar la necesidad de priorizar el clima logrado en su año largo de gobierno como contrapunto a los desastres (uso la imagen del tren descarrilado) del Ejecutivo anterior, eso sí sin citar siglas ni nombres.
Más preocupante resultaron sus planteamientos en lo referente a las relaciones con el Gobierno nacional. El talante, la templanza, la comprensión son en los momentos actuales material inflamable para quien los maneja. A estas alturas nadie pone en duda que Asturias no cuenta para Madrid (reparto del déficit, retrasos en las infraestructuras, rebaja brutal en la inversión presupuestaria y, muy pronto, nuevo modelo autonómico) y que, si bien es allí donde se toman muchas de las decisiones relevantes, una cierta beligerancia es obligada condición para evitar que nos empujen al vacío. Pues bien, el presidente asturiano hizo este mediodía una encendida defensa de la tibieza, del continuismo obediente en sus relaciones con Mariano Rajoy y su equipo. Es cierto que punteó sus críticas a determinadas decisiones surgidas de Moncloa en todo este tiempo, pero siempre para rubricar sus palabras con la intención de mantener el diálogo, incluso cuando considera que a este territorio se le margina o discrimina. Es la actitud de Javier Fernández la del jugador que se sienta a la mesa con los peores tahures y se niega a hacer trampa alguna, aunque ve cómo a sus rivales les salen los ases por la manga.
Apeló también el mandatario asturiano en más de una ocasión a la responsabilidad, aunque siempre dirigida a los otros: al Ejecutivo nacional, al Partido Popular, y a sus socios de gobierno en Asturias, olvidándose casi siempre de la suya propia e ignorando deliberadamente que el marco de acción que le corresponde en la resolución de los grandes problemas es limitado, aunque sea el que ya sabía que se iba a encontrar cuando accedió a la Presidencia. Se refugió así en una especie de autocomplacencia que le llevó a alargar en demasía su discurso repasando todos y cada uno de los departamentos de su equipo de gobierno.
Evitó, en cambio, referencia alguna a uno de los temas candentes del momento actual en el panorama institucional de la región: la proyectada reforma de la normativa electoral. Supongo que esta patata caliente ha preferido dejarla para mañana, cuando los grupos más implicados en esa operación le obliguen con sus intervenciones a mojarse parlamentariamente. Olvido intencionado o estrategia, es un marrón que le va a resultar difícil esquivar. Máxime cuando se trata de la piedra de toque que podría condicionar a finales de año el resultado del debate presupuestario.
Javier Fernández se movió mejor cuando accedió a esos terrenos en los que él se maneja tan bien. La reforma constitucional, la solidaridad interregional o los modelos de Estado. El basamento principal de su balance positivo resultó ser la defensa del pisoteado estado del bienestar, esforzándose en cuantificar las prioridades de su gobierno comparativamente con España y con otras comunidades. Tenemos que recortar pero menos que los otros, parecía vocear el presidente. Aquí sí se desenvuelve muy bien. Como lo hace también cuando se trata de atacar a los nacionalismos secesionistas. Para ellos se olvida de su templanza y se muestra casi radical. Ya lo sabíamos antes.
Cumplido el trámite de la parte expositiva, Javier Fernández deberá bajar hoy a la arena para afrontar las previsibles críticas de todos los grupos parlamentarios, los de las bancadas de la derecha y también los de sus socios prioritarios, como gusta llamar. Son muchos los que creen que el mandatario autonómico se ha reservado para esta segunda sesión las principales bazas; otros, que ya ha puesto sobre el tapete todo lo que hay. En cualquier caso, la hora de la verdad empieza en la mañana del miércoles. Entonces, la prosa parlamentaria ya no será libre y reposada y requerirá un lenguaje acorde con el tono callejero o tabernario de los ataques que le puedan llover desde todos los lados. El posibilismo no le va a servir para responder ni a los enemigos ni a los 'afines'.
domingo, 6 de octubre de 2013
Una actitud indecente y obscena
Todavía caliente el debate sobre la 'reforma' de las asignaciones salariales de los miembros de la Junta General del Principado de Asturias, con un desenlace que estadísticamente ha enfadado a una mayoría de asturianos, la semana que concluye ha estado marcada por el conocimiento de algunas de las principales cifras del proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2014. Este documento ha venido presidido por la palabra 'recorte', medida argumentada sobre la base de la interminable recesión económica que está viviendo el país. Servicios sociales, educación, sanidad, ciencia,... son sectores que han visto como se les aplica la tijera, en algunos casos en porcentajes escandalosos.
Pero las Cuentas del Estado son infinitamente más voluminosas que El Quijote o el mismo Diccionario de la RAE y su extensión permite que día a día vayamos conociendo aspectos dignos de remarcar. Como, por ejemplo, que la partida que destinan a los partidos políticos experimenta un crecimiento del 27,9%, una cifra absolutamente indecente si se la compara con las mencionadas "aminoraciones" en los dineros destinados a servicios básicos. Se argumenta que este notable incremento en las asignaciones a las fuerzas políticas viene derivado de la convocatoria de elecciones europeas prevista para el año próximo. Pero, ¿quién dijo que tuviéramos que premiarles con tantos millones para que ellos concursen en unos comicios que, convocatoria tras convocatoria, sirven para mostrar el absoluto desinterés de la ciudadanía por participar en la configuración de ese llamado Parlamento Europeo? Los españoles, y supongo que otros muchos ciudadanos de la Unión, percibimos la Cámara de Estrasburgo como un hotel de lujo al que se retiran una parte de la semana cientos de políticos que participan (cuando lo hacen) en debates filosóficos en cuyos hipotéticos resultados se cisca la Comisión Europea, en cuyas decisiones se ciscan, a su vez, los gobiernos de los países más fuertes de la UE. Aunque simplista, podría decirse que nada de provecho surge de la Cámara de Estrasburgo por mucho que las direcciones de los partidos se esfuercen en garantizar los sueldos millonarios de aquellos a quienes premian por sus servicios del pasado o exilian para evitar que sean molestos en sus filas.
España y los españoles no pueden permitirse esos dispendios cuando el desempleo se mantiene como una enfermedad rebelde contra la que nadie parece encontrar vacuna; cuando los científicos ven como se desmantelan sus laboratorios por falta de presupuesto; cuando un modelo sanitario envidiado en todo el mundo se hace saltar por los aires entregándolo a manos privadas u obligando a los pacientes a pagar una parte de servicios básicos o medicamentos imprescindibles. Dedicar millones de euros a financiar a la fuerzas políticas en estas condiciones solamente puede merecer el calificativo de obsceno. Queda el trámite del debate parlamentario del proyecto presupuestario, pero a nadie se le escapa que, entre la mayoría del Partido Popular y los intereses particulares del resto de las fuerzas políticas, ese incremento impresentable de la partida destinada a los partidos no va a sufrir modificación alguna.
Y como empecé por Asturias voy a terminar también aquí. El diario regional 'La Nueva España' publica hoy que un cálculo de la cantidad que corresponderá a cada diputado de la Junta General el año próximo, cálculo derivado de la división de los 6,98 millones de euros que el presupuesto del Parlamento autonómico dedica a sus señorías. La cifra es de 155.000 euros por cada uno de los 45 ocupantes de la Cámara considerando los salarios, el pago a asesores y las asignaciones a los grupos parlamentarios.
Creo que todos estos números no precisan de más comentarios. Realmente estamos ante una actitud indecente y obscena.
Pero las Cuentas del Estado son infinitamente más voluminosas que El Quijote o el mismo Diccionario de la RAE y su extensión permite que día a día vayamos conociendo aspectos dignos de remarcar. Como, por ejemplo, que la partida que destinan a los partidos políticos experimenta un crecimiento del 27,9%, una cifra absolutamente indecente si se la compara con las mencionadas "aminoraciones" en los dineros destinados a servicios básicos. Se argumenta que este notable incremento en las asignaciones a las fuerzas políticas viene derivado de la convocatoria de elecciones europeas prevista para el año próximo. Pero, ¿quién dijo que tuviéramos que premiarles con tantos millones para que ellos concursen en unos comicios que, convocatoria tras convocatoria, sirven para mostrar el absoluto desinterés de la ciudadanía por participar en la configuración de ese llamado Parlamento Europeo? Los españoles, y supongo que otros muchos ciudadanos de la Unión, percibimos la Cámara de Estrasburgo como un hotel de lujo al que se retiran una parte de la semana cientos de políticos que participan (cuando lo hacen) en debates filosóficos en cuyos hipotéticos resultados se cisca la Comisión Europea, en cuyas decisiones se ciscan, a su vez, los gobiernos de los países más fuertes de la UE. Aunque simplista, podría decirse que nada de provecho surge de la Cámara de Estrasburgo por mucho que las direcciones de los partidos se esfuercen en garantizar los sueldos millonarios de aquellos a quienes premian por sus servicios del pasado o exilian para evitar que sean molestos en sus filas.
España y los españoles no pueden permitirse esos dispendios cuando el desempleo se mantiene como una enfermedad rebelde contra la que nadie parece encontrar vacuna; cuando los científicos ven como se desmantelan sus laboratorios por falta de presupuesto; cuando un modelo sanitario envidiado en todo el mundo se hace saltar por los aires entregándolo a manos privadas u obligando a los pacientes a pagar una parte de servicios básicos o medicamentos imprescindibles. Dedicar millones de euros a financiar a la fuerzas políticas en estas condiciones solamente puede merecer el calificativo de obsceno. Queda el trámite del debate parlamentario del proyecto presupuestario, pero a nadie se le escapa que, entre la mayoría del Partido Popular y los intereses particulares del resto de las fuerzas políticas, ese incremento impresentable de la partida destinada a los partidos no va a sufrir modificación alguna.
Y como empecé por Asturias voy a terminar también aquí. El diario regional 'La Nueva España' publica hoy que un cálculo de la cantidad que corresponderá a cada diputado de la Junta General el año próximo, cálculo derivado de la división de los 6,98 millones de euros que el presupuesto del Parlamento autonómico dedica a sus señorías. La cifra es de 155.000 euros por cada uno de los 45 ocupantes de la Cámara considerando los salarios, el pago a asesores y las asignaciones a los grupos parlamentarios.
Creo que todos estos números no precisan de más comentarios. Realmente estamos ante una actitud indecente y obscena.
sábado, 5 de octubre de 2013
Se la juega
No podía llegar en mejor momento para el futuro inmediato de Asturias el ya muy próximo debate de orientación política general del Consejo de Gobierno, que dará comienzo en la Junta general del Principado el martes próximo. El teórico segundo debate en importancia del año (el primero sería el presupuestario) tiene en estos momentos un elemento diferenciador especial respecto a los años precedentes por dos circunstancias: una, la de su condición de posible elemento clarificador del momento que viven las alianzas políticas entre las distintas fuerzas del Parlamento autónomo; otra, las consecuencias que podría tener en el debate y aprobación, si se produce, de las Cuentas de la comunidad para el próximo ejercicio económico.
Hay expectación por ver en que forma afronta Javier Fernández esta cita trascendental para lo que pueda venírsele encima en una legislatura que empieza a hacérsele muy larga (a pesar de ser más corta que ninguna anterior). Pasadoaño y pico desde que fue investido, el actual presidente del Principado ha empezado a mostrar las debilidades que logró sortear entonces para hacerse con el poder. Sus grandes argumentos sobre la pacificación de unas instituciones habitualmente convulsas, agravadas en el negro año de gobierno de Foro Asturias, ya no tienen consistencia para seguir tirando del carro. Asturias acumula el peor bagaje de cifras negativas de este país y, aunque buene parte de la culpa corresponde a las políticas de Madrid, lo cierto es que la gente elige a sus representantes para resolver problemas y nunca para lamentarse de las dificultades con las que se encuentran en la resolución de los mismos. Son ya muchas las voces que se alzan contra una función ejecutiva excesivamente pacata, sobre todo si se tienen en cuenta los tiempos que nos está tocando vivir.
Los asturianos tenemos que asumir que el talante del actual presidente y sus buenas intenciones son insuficientes para justificarle. No es ajeno tampoco a esta situación el hecho de haber elegido en su momento a un equipo de colaboradores manifiestamente reflejo de un partido y nunca de una función. El bajo perfil de los consejeros es algo que algunos ya dejamos patente en el momento de su elección.
El discurso de Javier Fernández y los posteriores debates de días subsiguientes van a servir para saber qué piensa hacer el presidente para afrontar los larguísimos meses que le quedan antes de que sean convocadas nuevas elecciones autonómicas. En este sentido, aunque a algunos les parezca un tema de contenido menor, no es atrevido suponer que el asunto de la reforma electoral va a estar muy presente en esta cita parlamentaria. Izquierda Unida y Unión, Progreso y Democracia han mordido ya el hueso y no lo piensan soltar. Por la cuenta que les trae. Afrontar este obstáculo, como han hecho los socialistas, ofreciéndose a firmar la citada reforma con sus socios para añadir que no le darán su apoyo en la Junta General si no se suma una cuarta fuerza política al mismo es lo mismo que comprometerse con el sol en un día de aguaceros y tormentas.
El presidente del Principado tiene ahora una prueba de fuego importante en la que puede poner sobre el tapete su continuidad en un clima como el que ha disfrutado hasta la fecha, si decide mantener caballerescamente sus respetables criterios políticos, o doblegarse a las peticiones de la coalición de izquierda y el partido magenta. Ambos han aceptado la apuesta y parecen dispuestos a jugar fuerte sus bazas.
De mantener unido el pacto va a depender el resultado de la tercera jornada de este debate "sobre el estado de la región", una jornada habitualmente insulsa y de escasa o nula trascendencia.
En el horizonte ya se atisban las posibles consecuencias de un desencuentro entre los socios de gobierno con un protagonismo claro en la aprobación o rechazo de los Presupuestos para el año próximo. Sin embargo, la votación de las propuestas de resolución del próximo jueves podrían representar un tremendo dolor de cabeza para el Ejecutivo de Fernández. IU y UPyD tienen en este trámite un vehículo idóneo para castigar al presidente y a su equipo. Una retahila de propuestas aprobadas orientadas a dejar en evidencia al Consejo de Gobierno serían el primer cañozano para anunciar que la guerra ha comenzado.
Hay expectación por ver en que forma afronta Javier Fernández esta cita trascendental para lo que pueda venírsele encima en una legislatura que empieza a hacérsele muy larga (a pesar de ser más corta que ninguna anterior). Pasadoaño y pico desde que fue investido, el actual presidente del Principado ha empezado a mostrar las debilidades que logró sortear entonces para hacerse con el poder. Sus grandes argumentos sobre la pacificación de unas instituciones habitualmente convulsas, agravadas en el negro año de gobierno de Foro Asturias, ya no tienen consistencia para seguir tirando del carro. Asturias acumula el peor bagaje de cifras negativas de este país y, aunque buene parte de la culpa corresponde a las políticas de Madrid, lo cierto es que la gente elige a sus representantes para resolver problemas y nunca para lamentarse de las dificultades con las que se encuentran en la resolución de los mismos. Son ya muchas las voces que se alzan contra una función ejecutiva excesivamente pacata, sobre todo si se tienen en cuenta los tiempos que nos está tocando vivir.
Los asturianos tenemos que asumir que el talante del actual presidente y sus buenas intenciones son insuficientes para justificarle. No es ajeno tampoco a esta situación el hecho de haber elegido en su momento a un equipo de colaboradores manifiestamente reflejo de un partido y nunca de una función. El bajo perfil de los consejeros es algo que algunos ya dejamos patente en el momento de su elección.
El discurso de Javier Fernández y los posteriores debates de días subsiguientes van a servir para saber qué piensa hacer el presidente para afrontar los larguísimos meses que le quedan antes de que sean convocadas nuevas elecciones autonómicas. En este sentido, aunque a algunos les parezca un tema de contenido menor, no es atrevido suponer que el asunto de la reforma electoral va a estar muy presente en esta cita parlamentaria. Izquierda Unida y Unión, Progreso y Democracia han mordido ya el hueso y no lo piensan soltar. Por la cuenta que les trae. Afrontar este obstáculo, como han hecho los socialistas, ofreciéndose a firmar la citada reforma con sus socios para añadir que no le darán su apoyo en la Junta General si no se suma una cuarta fuerza política al mismo es lo mismo que comprometerse con el sol en un día de aguaceros y tormentas.
El presidente del Principado tiene ahora una prueba de fuego importante en la que puede poner sobre el tapete su continuidad en un clima como el que ha disfrutado hasta la fecha, si decide mantener caballerescamente sus respetables criterios políticos, o doblegarse a las peticiones de la coalición de izquierda y el partido magenta. Ambos han aceptado la apuesta y parecen dispuestos a jugar fuerte sus bazas.
De mantener unido el pacto va a depender el resultado de la tercera jornada de este debate "sobre el estado de la región", una jornada habitualmente insulsa y de escasa o nula trascendencia.
En el horizonte ya se atisban las posibles consecuencias de un desencuentro entre los socios de gobierno con un protagonismo claro en la aprobación o rechazo de los Presupuestos para el año próximo. Sin embargo, la votación de las propuestas de resolución del próximo jueves podrían representar un tremendo dolor de cabeza para el Ejecutivo de Fernández. IU y UPyD tienen en este trámite un vehículo idóneo para castigar al presidente y a su equipo. Una retahila de propuestas aprobadas orientadas a dejar en evidencia al Consejo de Gobierno serían el primer cañozano para anunciar que la guerra ha comenzado.
jueves, 3 de octubre de 2013
¿Relevo?
A lo largo de varias décadas de desempeño de la profesión periodística, he procurado huir como de la quema de uno de los elementos que habitualmente frecuentan el mundo de la comunicación y las noticias. Me estoy refiriendo al rumor, parte consustancial de los ingredientes que acompañan esa gran ensalada sin aliñar que es la información en bruto.
Sin embargo, previa advertencia de tal condición y de la necesidad de no convertir esos contenidos en palabra de fe, han sido varias las ocasiones en las que no me he resistido a dar a conocer los pormenores de ese condimento informativo; unos pormenores que, en muchos casos, si no certifican un hecho, sí que lo enriquecen y lo complementan en forma de un aditivo más que ayuda a entender las circunstancias que rodean a la noticia en estado puro (si es que tal existe).
Valga este largo preámbulo para constatar que, de un tiempo a esta parte, son manifiestos los tambores de guerra en el seno de la Agrupación Municipal Socialista de Gijón. Pasados dos años desde el fracaso electoral de esta fuerza política en el ámbito local, ya son legión los militantes que, generalmente en privado, no ocultan la decepción sufrida con la gestión realizada en este tiempo en el Ayuntamiento de Gijón por Santiago Martínez Argüelles. Muchos lo expresan sin tapujos y constatan la pobreza de la labor realizada como principal partido de la oposición. Otros, más condescendientes, apelan al hecho de que su actual líder local fue preparado para ser alcalde y no jefe de la mayoría de enfrente. En todos los casos, se refleja una cierta desilusión que lleva aparejada la evidencia de que este escenario no puede prolongarse más y que, de seguir así, el que el PSOE vendía como efímero gobierno municipal de Foro podría tener muchas opciones de repetir en 2015, a nada que el Partido Popular pague en las urnas sus múltiples errores locales y regionales (caso Pilar Fernández Prado y la actual gestora de longevidad indefinida) y, no menos importantes, los derivados del desgaste de un Ejecutivo estatal que mira para otro lado cuando de los problemas de este territorio se trata o, lo que es peor, interviene para tratar discriminatoriamente y con desprecio a sus ciudadanos.
Queda un año y medio para enderezar la nave y, salvo sorpresas, la bicefalia asumida por 'Santi' en el socialismo local no se ofrece como la fórmula adecuada para recuperar el poder ostentado durante más de treinta años en la villa. Estos son unos hechos que, si empíricamente no pueden ser demostrados, sí que están patentes en la vida ciudadana diaria a nada que uno muestre el menor interés por conocerlos.
Y de los hechos, a la 'sugerencia'. Conscientes de que las perspectivas no son halagüeñas, son bastantes los militantes que han empezado a moverse, y no precisamente en las filas de la oposición interna que en el último congreso local aglutinó José Antonio Garmón. Desde dentro de la propia comisión ejecutiva hay personas que plantean la necesidad del cambio, de optar por un cartel diferente al planteado en 2011 y empiezan a aparecer los nombres.
El más repetido es el de la ex consejera de Cultura Mercedes Álvarez, persona de confianza en su momento de Vicente Álvarez Areces, a quien, por cierto, numerosas fuentes sitúan como muñidor de la operación. El ex presidente del Principado, es sabido, no se ha conformado con el papel secundario al que su partido le ha relegado en el Senado y no piede ocasión de aparecer en primer plano de cualquier acto o involucrarse en proyectos de todo tipo, siempre con una connotación netamente intervencionista.
Otro aspirante al que se nombra con frecuencia es José María Pérez, uno de los ediles más valorados en los sucesivos mandatos de Paz Fernández Felgueroso como alcaldesa de la villa y que actualmente vela armas en la misma tienda de campaña que los 'mandamases' Jeús Gutiérrez y Fernando Lastra (centuriones fieles de Javier Fernández), y lo hace con un notable éxito, hasta el extremo de ser considerado una de las promesas con mayor proyección en el socialismo asturiano. Y eso que 'Josechu' lleva ya demasiado tiempo con esa condición de promesa sin dar el paso para convertirse en una baza segura. ¿No quiere o no le dejan?
Una y otro, y algunos más que aparecen en el candelero con menor fuerza, constituyen la esencia del rumor en este momento. Puede que haya base o que se deba solamente a las intrigas palaciegas en las que se mueven los partidos políticos. Sea lo que sea, es evidente que los tambores de guerra han empezado a sonar y tocan a relevo.
Sin embargo, previa advertencia de tal condición y de la necesidad de no convertir esos contenidos en palabra de fe, han sido varias las ocasiones en las que no me he resistido a dar a conocer los pormenores de ese condimento informativo; unos pormenores que, en muchos casos, si no certifican un hecho, sí que lo enriquecen y lo complementan en forma de un aditivo más que ayuda a entender las circunstancias que rodean a la noticia en estado puro (si es que tal existe).
Valga este largo preámbulo para constatar que, de un tiempo a esta parte, son manifiestos los tambores de guerra en el seno de la Agrupación Municipal Socialista de Gijón. Pasados dos años desde el fracaso electoral de esta fuerza política en el ámbito local, ya son legión los militantes que, generalmente en privado, no ocultan la decepción sufrida con la gestión realizada en este tiempo en el Ayuntamiento de Gijón por Santiago Martínez Argüelles. Muchos lo expresan sin tapujos y constatan la pobreza de la labor realizada como principal partido de la oposición. Otros, más condescendientes, apelan al hecho de que su actual líder local fue preparado para ser alcalde y no jefe de la mayoría de enfrente. En todos los casos, se refleja una cierta desilusión que lleva aparejada la evidencia de que este escenario no puede prolongarse más y que, de seguir así, el que el PSOE vendía como efímero gobierno municipal de Foro podría tener muchas opciones de repetir en 2015, a nada que el Partido Popular pague en las urnas sus múltiples errores locales y regionales (caso Pilar Fernández Prado y la actual gestora de longevidad indefinida) y, no menos importantes, los derivados del desgaste de un Ejecutivo estatal que mira para otro lado cuando de los problemas de este territorio se trata o, lo que es peor, interviene para tratar discriminatoriamente y con desprecio a sus ciudadanos.
Queda un año y medio para enderezar la nave y, salvo sorpresas, la bicefalia asumida por 'Santi' en el socialismo local no se ofrece como la fórmula adecuada para recuperar el poder ostentado durante más de treinta años en la villa. Estos son unos hechos que, si empíricamente no pueden ser demostrados, sí que están patentes en la vida ciudadana diaria a nada que uno muestre el menor interés por conocerlos.
Y de los hechos, a la 'sugerencia'. Conscientes de que las perspectivas no son halagüeñas, son bastantes los militantes que han empezado a moverse, y no precisamente en las filas de la oposición interna que en el último congreso local aglutinó José Antonio Garmón. Desde dentro de la propia comisión ejecutiva hay personas que plantean la necesidad del cambio, de optar por un cartel diferente al planteado en 2011 y empiezan a aparecer los nombres.
El más repetido es el de la ex consejera de Cultura Mercedes Álvarez, persona de confianza en su momento de Vicente Álvarez Areces, a quien, por cierto, numerosas fuentes sitúan como muñidor de la operación. El ex presidente del Principado, es sabido, no se ha conformado con el papel secundario al que su partido le ha relegado en el Senado y no piede ocasión de aparecer en primer plano de cualquier acto o involucrarse en proyectos de todo tipo, siempre con una connotación netamente intervencionista.
Otro aspirante al que se nombra con frecuencia es José María Pérez, uno de los ediles más valorados en los sucesivos mandatos de Paz Fernández Felgueroso como alcaldesa de la villa y que actualmente vela armas en la misma tienda de campaña que los 'mandamases' Jeús Gutiérrez y Fernando Lastra (centuriones fieles de Javier Fernández), y lo hace con un notable éxito, hasta el extremo de ser considerado una de las promesas con mayor proyección en el socialismo asturiano. Y eso que 'Josechu' lleva ya demasiado tiempo con esa condición de promesa sin dar el paso para convertirse en una baza segura. ¿No quiere o no le dejan?
Una y otro, y algunos más que aparecen en el candelero con menor fuerza, constituyen la esencia del rumor en este momento. Puede que haya base o que se deba solamente a las intrigas palaciegas en las que se mueven los partidos políticos. Sea lo que sea, es evidente que los tambores de guerra han empezado a sonar y tocan a relevo.
martes, 1 de octubre de 2013
Les importamos un pito
Con el paso de los meses creo que a nadie con un mínimo de raciocinio se le escapa ya que al Gobierno estatal del Partido Popular los asturianos le importamos un pito. Son ya demasiados los datos que se van acumulando a partir de los cuales se constata que el Principado va perdiendo peso (si es que todavía le queda algo) en el conjunto de España. Resulta patético ver a los 'chicos' asturianos de Rajoy moverse como boxeadores sonados tratando de argumentar los beneficios de tal bodrio de Ejecutivo.
Se vio a raíz de los debates y negociaciones sobre la reforma de la financiación autonómica y la distribución del déficit previsto entre las autonomías. Que los gastizos y derrochadores, si tienen un apellido original de tal o cual territorio, no deben preocuparse porque serán premiados, y que los cumplidores y formales que eligen el camino de acatar las órdenes de Madrid, aunque no las compartan, únicamente se quedarán con las sobras de la gran mesa de los repartos.
Ahora la gigantesca guinda de este extravagante pastel la han puesto las cifras del proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado para 2014, presentado hace solamente algunas horas.
Según el más importante documento económico del año, el Principado va a sufrir el mayor recorte en inversiones de todo el territorio español, con un 31,6% menos que el presente ejercicio.
Ahora, desde el mismo Gobierno autonómico al resto de los partidos políticos con presencia parlamentaria (excepción hecha, claro está de Mercedes Fernández y su equipo) hay coincidencia en el clamor por una decisión netamente discriminatoria hacia esta pequeña región que en los casi dos años de gestión nacional de los populares ha dado muestra de una mesura rayana en la sumisión ignominiosa.
Ya es obvio que cumplir y luego protestar no sirve para nada. Clamar o llorar por las esquinas no conduce a ninguna parte. Bueno, sí, al despeñadero. Por eso parece llegado el momento de que todas esas humillaciones tengan una respuesta contundente. El Ejecutivo que preside Javier Fernández tiene una mayoría exigua, pero mayoría, y debería reforzarla con una actitud netamente reivindicativa en la que juegue con las escasas bazas que el entramado constitucional le permite.
Nunca me ha parecido una buena idea reformar la ley electoral autonómica por un sólo voto de diferencia, pero el Gobierno del Principado solamente tiene el apoyo de Izquierda Unida y Unión, Progreso y Democracia y debe fortalecerlos. Debe tratar, también, de incorporar a otras fuerzas políticas (que los siervos del PP asturiano mantengan su desafortunado papel si es el único que les dejan) y agentes sociales, además de todas aquellas entidades y sociedades con implantación en el territorio que quieran evitar el desahucio de Asturias. Ahora quizá sea el momento de recordar una vieja canción de un veterano cantautor propio, aquella que empezaba pidiendo "¡Asturias ponte en pie!".
Se vio a raíz de los debates y negociaciones sobre la reforma de la financiación autonómica y la distribución del déficit previsto entre las autonomías. Que los gastizos y derrochadores, si tienen un apellido original de tal o cual territorio, no deben preocuparse porque serán premiados, y que los cumplidores y formales que eligen el camino de acatar las órdenes de Madrid, aunque no las compartan, únicamente se quedarán con las sobras de la gran mesa de los repartos.
Ahora la gigantesca guinda de este extravagante pastel la han puesto las cifras del proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado para 2014, presentado hace solamente algunas horas.
Según el más importante documento económico del año, el Principado va a sufrir el mayor recorte en inversiones de todo el territorio español, con un 31,6% menos que el presente ejercicio.
Ahora, desde el mismo Gobierno autonómico al resto de los partidos políticos con presencia parlamentaria (excepción hecha, claro está de Mercedes Fernández y su equipo) hay coincidencia en el clamor por una decisión netamente discriminatoria hacia esta pequeña región que en los casi dos años de gestión nacional de los populares ha dado muestra de una mesura rayana en la sumisión ignominiosa.
Ya es obvio que cumplir y luego protestar no sirve para nada. Clamar o llorar por las esquinas no conduce a ninguna parte. Bueno, sí, al despeñadero. Por eso parece llegado el momento de que todas esas humillaciones tengan una respuesta contundente. El Ejecutivo que preside Javier Fernández tiene una mayoría exigua, pero mayoría, y debería reforzarla con una actitud netamente reivindicativa en la que juegue con las escasas bazas que el entramado constitucional le permite.
Nunca me ha parecido una buena idea reformar la ley electoral autonómica por un sólo voto de diferencia, pero el Gobierno del Principado solamente tiene el apoyo de Izquierda Unida y Unión, Progreso y Democracia y debe fortalecerlos. Debe tratar, también, de incorporar a otras fuerzas políticas (que los siervos del PP asturiano mantengan su desafortunado papel si es el único que les dejan) y agentes sociales, además de todas aquellas entidades y sociedades con implantación en el territorio que quieran evitar el desahucio de Asturias. Ahora quizá sea el momento de recordar una vieja canción de un veterano cantautor propio, aquella que empezaba pidiendo "¡Asturias ponte en pie!".
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