El balance pausado del debate de orientación política general del Consejo de Gobierno que ha polarizado la actividad de la Junta General del Principado está semana se podría resumir muy esquemáticamente en la ruptura de la estabilidad parlamentaria lograda por Javier Fernández con los acuerdos, firmados en un papel o verbales, que permitieron hace un año y medio aproximadamente su investidura. La negativa del presidente asturiano a dar su apoyo a la reforma electoral pactada con los hasta ahora socios de Izquierda Unida y Unión, Progreso y Democracia, al menos sin contar con el apoyo de uno de los dos grupos de la derecha, esa negativa -digo- ha marcado, por muchas argumentaciones de todo tipo a las que se quiera recurrir, el devenir de los posibles equilibrios que permitirían a esta comunidad mantener una administración estable.
Al margen de la imagen de un Gobierno que piede 27 votaciones en el debate de las propuestas de resolución -más icónico que realista, pues ya se sabe que esas exigencias mayoritarias luego no se cumplen- nos queda la agresividad verbal del portavoz de la coalición de izquierdas (el asturianísimo término 'frayar ya queda para la galería de frases 'históricas'), el escepticismo derrotista del representante del partido magenta o la arrogancia de un mandatario dispuesto a 'inmolarse' por ser fiel a sus llamémosles fundamentos básicos.
No me voy a extender apenas en la adecuación o no a la realidad de todas estas posturas. Me limitaré a reseñar que, si bien la reforma electoral no entra dentro de ninguna de las prioridades de los asturianos en estos momentos, parece lógico que los apoyos del Ejecutivo reclamen el cumplimiento de los compromisos, especialmente aquellos que los formalizaron por escrito, sobre todo porque se nos antoja que no existe incompatibilidad alguna entre su aplicación y las medidas específicamente orientadas a la recuperación económica o la creación de empleo. Tampoco entiendo muy bien, purismos aparte, que Javier Fernández y su partido hayan convertido la negativa a abordar el cambio de las normas electorales sin esa concepción de mayoría "reforzada" en una cuestión de principios. La argumentación de la posible volatilidad de la nueva ley cuando las urnas provoquen un vuelco matemático de la correlación de fuerzas serviría para justificar el más rancio de los inmovilismos. ¿Acaso no se puede aplicar a cualquier normativa ese mismo fundamento? Por esa razón no habría forma de aprobar legislación alguna.
El caso es que el desenlace del debate sobre el 'estado de la región' ha colocado sobre el tapete un guión nuevo para la todavía larguísima parte pendiente de la presente legislatura, un guión que abandona el gran argumento sobre la gobernación (gobernanza les gusta decir ahora a nuestros políticos) del actual presidente autonómico y que abre las puertas a un periodo donde la refriega y la tensión sustituirán, previsiblemente al "diálogo tranquilo", sello del mandatario.
Desde el punto de vista de los ciudadanos, más allá de las hipotéticas consecuencias sobre el horizonte presupuestario, se plantea -al menos yo lo veo así- otra menos cuantificable en cifras, pero no menos dañina. Aclaro. Me estoy refiriendo a la conversión de una parte importante de una legislatura en una inmensa campaña pre-électoral. Éste, y no otro, ha sido el eslogan de los socialistas a la hora de definir la actitud de sus hasta ahora socios preferentes. Utilizan -afirman- la reforma electoral como señuelo para empezar a desmarcarse del partido mayoritario con tiempo suficiente para llegar 'limpios' a las urnas. Esta teoría se ve reforzada cuando esos socios son precisamente aquellos a los que todos los sondeos dan como beneficiarios del deterioro de los dos grandes partidos mayoritarios.
Sea por el convencimiento de que tal es la actitud de IU y UPyD, sea por la adaptación a los hechos consumados, el caso es que el PSOE asturiano también ha recogido ese guante y ha decidido unirse a la fiesta con ese sorprendente anuncio que promete una "millonada" para hacerle un 'lifting' de clínica para 'celebrities' al gijonés Hospital de Cabueñes. La incredulidad ha sido la respuesta generalizada a la promesa de los socialistas, sobre todo si, como parece, los ya de por sí escasos márgenes presupuestarios podrían verse aminorados por una prórroga en años subsiguientes (si Fernández no logra sacar adelante las Cuentas para 2014, ni el más optimista arriesgaría un chavo por las de 2015).
El anuncio suena más a programa electoral (sí, hombre, de esos que nunca se cumplen) que a una inversión con visos de realidad.
Y, puestos a prometer y no meter, qué mejor que hacerlo poniendo como beneficiario al municipio gijonés. La Federación Socialista Asturiana es muy consciente de que la villa de Jovellanos es su principal espina electoral y, tras el último susto en las urnas, se ha propuesto recuperar su buque insignia, el mismo que ahora sirve a Foro Asturias para navegar por los procelosos mares de la política regional con enseña propia. No es ajeno tampoco a esta actitud el progresivo desánimo de sus correligionarios con los pobres resultados cosechados como jefe de la oposición municipal por Santiago Martínez Argüelles, quien ha despertado recientemente de su condición de 'boxeador sonado' mantenida desde la derrota en las urnas con una inhabitual actividad en las redes sociales e, incluso, organizando fiestas a las que acude el secretario federal de Organización, como la celebrada ayer mismo.
Mientras tanto, los dos partidos de la derecha parlamentaria aplauden con las orejas ante la evidencia de que el río revuelto en el que amenaza con convertirse la política asturiana les va a permitir pescar cómodamente.
La evidencia es que, al final, los partidos políticos se sienten más cómodos y expresan su verdadero ser en las campañas electorales, esas en las que el lema común es "Prométele cualquier cosa", que luego ya hablaremos del Gobierno. Y, entretanto, la ciudadanía asistimos con cara embobada a este lamentable espectáculo.
Muy acertado comentario, Marcelino. Me ha agradado especialmente percibir sutiles matices (positivos, desde mi punto de vista) en relación con comentarios anteriores.
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