El presidente del Principado abrió hoy el debate de orientación política general del Consejo de Gobierno y lo hizo en su línea habitual. Fue algo más de hora y media en la que repasó la gestión de este último año y planteó cuál es 'el estado de la región' (como popularmente se conoce esta cita parlamntaria). Estabilidad, diálogo o cooperación han sido algunos de los terminos más utiliazados en su intervención por Javier Fernández. Otra vez el mismo bagaje de su gestión, institucionalmente impecable pero manifiestamente insuficiente para la situación que atraviesa Asturias.
No acaba de acertar el líder socialista en su intento de conciliar el planteamiento de sus políticas con los obstáculos 'naturales' con los que se encuentra para desarrollarlas. Renunció -dijo- a apelar como es habitual a "la herencia recibida", si bien destinó una parte de su argumentación a fundamentar la necesidad de priorizar el clima logrado en su año largo de gobierno como contrapunto a los desastres (uso la imagen del tren descarrilado) del Ejecutivo anterior, eso sí sin citar siglas ni nombres.
Más preocupante resultaron sus planteamientos en lo referente a las relaciones con el Gobierno nacional. El talante, la templanza, la comprensión son en los momentos actuales material inflamable para quien los maneja. A estas alturas nadie pone en duda que Asturias no cuenta para Madrid (reparto del déficit, retrasos en las infraestructuras, rebaja brutal en la inversión presupuestaria y, muy pronto, nuevo modelo autonómico) y que, si bien es allí donde se toman muchas de las decisiones relevantes, una cierta beligerancia es obligada condición para evitar que nos empujen al vacío. Pues bien, el presidente asturiano hizo este mediodía una encendida defensa de la tibieza, del continuismo obediente en sus relaciones con Mariano Rajoy y su equipo. Es cierto que punteó sus críticas a determinadas decisiones surgidas de Moncloa en todo este tiempo, pero siempre para rubricar sus palabras con la intención de mantener el diálogo, incluso cuando considera que a este territorio se le margina o discrimina. Es la actitud de Javier Fernández la del jugador que se sienta a la mesa con los peores tahures y se niega a hacer trampa alguna, aunque ve cómo a sus rivales les salen los ases por la manga.
Apeló también el mandatario asturiano en más de una ocasión a la responsabilidad, aunque siempre dirigida a los otros: al Ejecutivo nacional, al Partido Popular, y a sus socios de gobierno en Asturias, olvidándose casi siempre de la suya propia e ignorando deliberadamente que el marco de acción que le corresponde en la resolución de los grandes problemas es limitado, aunque sea el que ya sabía que se iba a encontrar cuando accedió a la Presidencia. Se refugió así en una especie de autocomplacencia que le llevó a alargar en demasía su discurso repasando todos y cada uno de los departamentos de su equipo de gobierno.
Evitó, en cambio, referencia alguna a uno de los temas candentes del momento actual en el panorama institucional de la región: la proyectada reforma de la normativa electoral. Supongo que esta patata caliente ha preferido dejarla para mañana, cuando los grupos más implicados en esa operación le obliguen con sus intervenciones a mojarse parlamentariamente. Olvido intencionado o estrategia, es un marrón que le va a resultar difícil esquivar. Máxime cuando se trata de la piedra de toque que podría condicionar a finales de año el resultado del debate presupuestario.
Javier Fernández se movió mejor cuando accedió a esos terrenos en los que él se maneja tan bien. La reforma constitucional, la solidaridad interregional o los modelos de Estado. El basamento principal de su balance positivo resultó ser la defensa del pisoteado estado del bienestar, esforzándose en cuantificar las prioridades de su gobierno comparativamente con España y con otras comunidades. Tenemos que recortar pero menos que los otros, parecía vocear el presidente. Aquí sí se desenvuelve muy bien. Como lo hace también cuando se trata de atacar a los nacionalismos secesionistas. Para ellos se olvida de su templanza y se muestra casi radical. Ya lo sabíamos antes.
Cumplido el trámite de la parte expositiva, Javier Fernández deberá bajar hoy a la arena para afrontar las previsibles críticas de todos los grupos parlamentarios, los de las bancadas de la derecha y también los de sus socios prioritarios, como gusta llamar. Son muchos los que creen que el mandatario autonómico se ha reservado para esta segunda sesión las principales bazas; otros, que ya ha puesto sobre el tapete todo lo que hay. En cualquier caso, la hora de la verdad empieza en la mañana del miércoles. Entonces, la prosa parlamentaria ya no será libre y reposada y requerirá un lenguaje acorde con el tono callejero o tabernario de los ataques que le puedan llover desde todos los lados. El posibilismo no le va a servir para responder ni a los enemigos ni a los 'afines'.
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