No podía llegar en mejor momento para el futuro inmediato de Asturias el ya muy próximo debate de orientación política general del Consejo de Gobierno, que dará comienzo en la Junta general del Principado el martes próximo. El teórico segundo debate en importancia del año (el primero sería el presupuestario) tiene en estos momentos un elemento diferenciador especial respecto a los años precedentes por dos circunstancias: una, la de su condición de posible elemento clarificador del momento que viven las alianzas políticas entre las distintas fuerzas del Parlamento autónomo; otra, las consecuencias que podría tener en el debate y aprobación, si se produce, de las Cuentas de la comunidad para el próximo ejercicio económico.
Hay expectación por ver en que forma afronta Javier Fernández esta cita trascendental para lo que pueda venírsele encima en una legislatura que empieza a hacérsele muy larga (a pesar de ser más corta que ninguna anterior). Pasadoaño y pico desde que fue investido, el actual presidente del Principado ha empezado a mostrar las debilidades que logró sortear entonces para hacerse con el poder. Sus grandes argumentos sobre la pacificación de unas instituciones habitualmente convulsas, agravadas en el negro año de gobierno de Foro Asturias, ya no tienen consistencia para seguir tirando del carro. Asturias acumula el peor bagaje de cifras negativas de este país y, aunque buene parte de la culpa corresponde a las políticas de Madrid, lo cierto es que la gente elige a sus representantes para resolver problemas y nunca para lamentarse de las dificultades con las que se encuentran en la resolución de los mismos. Son ya muchas las voces que se alzan contra una función ejecutiva excesivamente pacata, sobre todo si se tienen en cuenta los tiempos que nos está tocando vivir.
Los asturianos tenemos que asumir que el talante del actual presidente y sus buenas intenciones son insuficientes para justificarle. No es ajeno tampoco a esta situación el hecho de haber elegido en su momento a un equipo de colaboradores manifiestamente reflejo de un partido y nunca de una función. El bajo perfil de los consejeros es algo que algunos ya dejamos patente en el momento de su elección.
El discurso de Javier Fernández y los posteriores debates de días subsiguientes van a servir para saber qué piensa hacer el presidente para afrontar los larguísimos meses que le quedan antes de que sean convocadas nuevas elecciones autonómicas. En este sentido, aunque a algunos les parezca un tema de contenido menor, no es atrevido suponer que el asunto de la reforma electoral va a estar muy presente en esta cita parlamentaria. Izquierda Unida y Unión, Progreso y Democracia han mordido ya el hueso y no lo piensan soltar. Por la cuenta que les trae. Afrontar este obstáculo, como han hecho los socialistas, ofreciéndose a firmar la citada reforma con sus socios para añadir que no le darán su apoyo en la Junta General si no se suma una cuarta fuerza política al mismo es lo mismo que comprometerse con el sol en un día de aguaceros y tormentas.
El presidente del Principado tiene ahora una prueba de fuego importante en la que puede poner sobre el tapete su continuidad en un clima como el que ha disfrutado hasta la fecha, si decide mantener caballerescamente sus respetables criterios políticos, o doblegarse a las peticiones de la coalición de izquierda y el partido magenta. Ambos han aceptado la apuesta y parecen dispuestos a jugar fuerte sus bazas.
De mantener unido el pacto va a depender el resultado de la tercera jornada de este debate "sobre el estado de la región", una jornada habitualmente insulsa y de escasa o nula trascendencia.
En el horizonte ya se atisban las posibles consecuencias de un desencuentro entre los socios de gobierno con un protagonismo claro en la aprobación o rechazo de los Presupuestos para el año próximo. Sin embargo, la votación de las propuestas de resolución del próximo jueves podrían representar un tremendo dolor de cabeza para el Ejecutivo de Fernández. IU y UPyD tienen en este trámite un vehículo idóneo para castigar al presidente y a su equipo. Una retahila de propuestas aprobadas orientadas a dejar en evidencia al Consejo de Gobierno serían el primer cañozano para anunciar que la guerra ha comenzado.
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