Mientras su titular se dedica a lo que mejor se le da, conspirar dentro y fuera del partido por el dichoso tema de la sucesión de Zapatero, el Ministerio de Fomento se las ve y se las desea para capear el temporal que se le viene encima a diario desde todos los territorios del Estado español reclamando el cumplimiento de los compromisos firmes en infraestructuras, algo por otra parte imposible, dado que los bolsillos de ese departamente están prácticamente vacíos.
Una de las principales reivindicaciones con las que el departamento de José Balnco tiene que lidiar estos días es con los incumplimientos de las promesas, presupuestos y plazos incluidos, relativas a las líneas de alta velocidad con la que el Gobierno prometió unir toda España, de norte a sur, de este a oeste y en toda serie de diagonales, si me apuran, hasta ser el país con más kilómetros de AVE de Europa.
En lo que más cerca nos atañe, los problemas empezaron con Cantabria, donde el PSOE gobierna gracias al carisma populista, y los votos, claro, de Miguel Ángel Revilla, al que le han cedido, como todo el mundo sabe, la Presidencia autonómica. El mandatario de la vecina comunidad ya advirtió hace algunas semanas al titular de Fomento que, si se paralizan o retrasan 'ad infinitum' las obras para hacer llegar la alta velocidad a Santander, los socialistas tendrán que replantearse su opción de gobierno, porque él no les va a apoyar. No sé si está hablando de una crisis inminente o, dada la proximidad de las autonómicas, se trata de un aviso para navegantes de que los acuerdos se pueden alcanzar con el PP que, en mente de muchos y según todos los sondeos, a fin de cuentas, va a gobernar en España a partir del año próximo.
En los últimos días ha sido Galicia, a través de su presidente, Alberto Núñez Feijoo, el que ha transmitido a los parlamentarios de su partido la consigna de acoso y derribo en el Congreso y en el Senado a Pepe Blanco para que explique -y rectifique- la notable rebaja del presupuesto previsto y el ya inevitable incumplimiento de que el AVE circule por tierras gallegas este mismo año, compromiso asumido públicamente no hace tanto -ya estábamos inmersos de lleno en la crisis- por el ministro, que por cierto es, como todo el mundo sabe, gallego.
Y, ¿qué hay entre Galicia y Cantabria? Pues está esta pobre comunidad nuestra en la que no solamente no se cumplen las promesas inversoras, sino que ya nadie del Ejecutivo quiere poner plazos y se recurre a frases ambiguas como "cuando se pueda" o "lo antes posible". Claro que aquí el señor Blanco no encuentra problema alguno entre sus compañeros que gobiernan, que callan, cuando no osan decir que el Ejecutivo socialista es el que mejor cumple con Asturias, y el día que se sienten 'guerreros' muestran su "preocupación" por la ausencia de una referencia económica o de plazos a la que agarrarse.
En fin, que Fomento tiene que ver cómo logra elaborar este 'bocadillo', aunque con la consciencia de que lo urgente es el pan, ya que lo que va en el medio, el relleno, no va a traerle, al menos por el momento, rompederos de cabeza. Así nos quedamos con la cara de tontos de la mayoría de los asturianos, las rabietas -sólo eso- de la oposición y los aullidos a la luna de los socios del Ejecutivo autonómico, o sea los chicos de Izquierda Unida, muy orgullosos ellos de estar en el Gobierno y así cambiar la política seguidista de Areces y los suyos (¿...?)
Como sabrán los seguidores de este humilde tribuna, me gusta, a propósito de los asuntos que comentó, rebuscar en la hemeroteca y recuperar algún referente de esos que ponen en evidencia casi siempre a los políticos. En esta ocasión, me he tropezado con uno muy significativo. Se trata de las palabras pronunciadas por el propio presidente del Gobierno el día antes de abandonar sus primeras y únicas vacaciones en la zona suroccidental asturiana de Los Oscos. Era a finales de agosto de 2007 y el periódico 'El Comercio' abría su primera página a cinco columnas con el siguiente título: "Zapatero garantiza que las grandes obras públicas en Asturias finalizarán en 2010". Así se despedía de nosotros tras gozar unos días del "mejor espacio de España para el turismo rural".
Si no fuera por la gravedad de los hechos, sería como para mondarse de risa.
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