Aun a riesgo de ser tachado de reiterativo, voy a incidir una vez más en el significado que en la etapa en la que nos encontramos tienen las promesas y compromisos que las diferentes fuerzas políticas desgranan ante sus conciudadanos y reflejan los titulares de los medios de comunicación. Las hay que solamente manifiestan una declaración de intenciones, y como tal hay que acogerlas; nos las podemos creer o no pero podría decirse que se trata de unn ofrecimiento con altos componentes de volatilidad. Pero también se formulan otras que tienen corporeaidad, que adquieren volumen físico, Entre una bajada de impuestos y la ejecución de una importante obra no existe diferencia moral, pero podría decirse que la segunda entra mucho más por los ojos y los oídos del votante.
El periodo en el que nos encontramos es propicio para la formulación de unas y de otras promesas y todos sabemos que la de bajar impuestos es recurrente y da igual el signo político de aquellos que la plantean. En el Principado contamos ahora con un ejemplo claro a la hora de rebajar o suprimir el impuesto de Sucesiones, algo que quienes se apuntan no han hecho cuando gobernaban o limitan las bajadas a ese primer año de mandato para volver a elevarlo a medida que avanza su gestión.
Con las medianas o grandes obras es diferente. No es extraño encontrarnos estos días con destacados titulares que ofrecen infraestructuras nuevas o la culminación de las inacabadas, aunque en buena parte de los casos una amplia mayoría debería estar en funcionamiento hace tiempo, incluso varios años atrás.
Prometer por prometer cuesta más bien poco y de esas promesas está empedrado el infierno de nuestra sociedad. Aventurar ocurrencias o comprometer fechas para sacar adelante las grandes inversiones ralentizadas o paralizadas es moneda de cambio de los dirigentes políticos cuando tienen que someterse a la voluntad del electorado.
Vemos estos días, y seguiremos asistiendo en los que vienen, a ese desfile de feria en el que salen de los cajones viejos proyectos, en algunos casos de los adversarios cuando gobernaban, aunque estos últimos los hayan olvidado y se afanen por descalificarlos cuando llevan la firma de sus oponentes.
Nos quejamos los ciudadanos con frecuencia del déficit democrático que representa el limitar nuestro veredicto al voto emitido cada cuatro años. No es tal. Existen en la estructura constitucional mecanismos orientados a ejercer la función de control, aunque muchas veces los ignoremos.
En todo caso, las campañas electorales -tan denostadas por la pasividad de los electores- representan el momento idóneo para pedir cuentas y exigir a los candidatos la explicación de sus compromisos pasados y futuros. No deberíamos aceptar que los mismos se formulen al albur, sin otra trascendencia que un discurso al uso. Tenemos que exigir que sobre cada una de esas promesas nos digan el qué, el cómo y el con qué. En definitiva, obra, proyecto y presupuesto. Para entendernos todos, ¿de dónde va a salir el dinero para hacerloy a qué otros objetivos se le va a mermar? Porque todos sabemos que los fondos públicos no estiran y solamente con partidas específicas y cuantificadas podremos creernos que se van a ejecutar.
Desde esta humilde tribuna invito a los ciudadanos a acudir a los actos públicos abiertos que organizan todas las candidaturas y, con el debido respeto a sus integrantes, reclamar que den cuenta de los detalles mínimos sobre cómo piensan llevar a termino esas inversiones. El talante de la interpelación tiene que ser de templanza pero, a la vez, de exigencia. Que no se puedan ir por las ramas mientras sostienen con un brazo su cesta vacía de regalos. Ya se encargarán los sicarios de cada partido de acusar de subversivos y revientamítines a quienes ejerzan ese derecho inalienable, pero hay que hacerles ver que se trata de una vía plenamente legítima y constitucional de la que nadie dberíamos de abjurar.
lunes, 30 de marzo de 2015
sábado, 28 de marzo de 2015
¿De qué hablamos cuando hablamos de perdón?
En este circo en el que se convierte cualquier pre-campaña electoral siempre hay alguien dispuesto a ser original. Frente a los alardes habituales que convierten en éxitos los mayores fiascos o las incontinencias a la hora de hacer promesas, la presidenta del Partido Popular en Asturias ha comparecido tras la última reunión de la dirección regional de su partido para pedir perdón por los errores cometidos. Somos la alternativa aunque hemos cometido equivocaciones y mostramos nuestro arrepentimiento, ha venido más o menos a decir Mercedes Fernández, apelando a una supuesta humildad.
Lo que no nos ha dicho la 'lideresa' de los populares del Principado es exactamente por qué o para quién solicita el perdón de sus paisanos. Hablar con tanta generalidad como lo ha hecho invita a pensar que se trata de otro de los muchos recursos a los que apelan los dirigentes y candidatos para mostrarse ante los electores como fervientes defensores de la responsabilidad y de lo correcto.
Lo primero que a mí se me ocurre es que la señora Fernández solicita el perdón de los asturianos por los errores propios, es decir aquellos que pudiera haber detectado a lo largo y ancho de su mandato al frente del partido conservador y de su grupo parlamentario en la Junta General, un mandato que se inicio con amplias expectativas de recuperación tras la debacle que se produjo cuando Francisco Álvarez-Cascos dio el portazo y se fue para crear Foro Asturias Ciudadanos. Sería lo lógico, ya que se trata de una gestión de la que ella y su equipo son los máximos responsables. No haber recuperado ni mínimamente la opción de ser alternativa de gobierno puede ser motivo de reflexión y base para reclamar la exculpación.
Pero también se me ocurre que su solicitud de indulgencia a los asturianos puede tener como origen el periodo inmediatamente anterior a su desembarco al frente del partido, aquel que llevó a los populares del Principado a una situación que su Presidencia sólida no ha sido capaz de enderezar. Puede que requiera la gracia de la ciudadanía para la lamentable actuación de sus predecesores, los mismos que, ante la posibilidad de perder su 'chiringuito', declararon la guerra a su candidato natural, incluso a la dirección nacional, echando un pulso a Génova. Que las posiciones intransigentes de Cascos eran de difícil tragadero es obvio, pero también que esas mismas personas renunciaron a ganar las autonómicas de 2011 con el egoísta objetivo único de salvar sus cabezas. De ahí derivan todos los males actuales del PP asturiano y su situación minoritaria cuando nadie pone en duda, ni sus adversarios más directos que ahora estarían finalizando una legislatura con mayoría absoluta.
Y se me ocurre que Cherines requiere la clemencia de los gijoneses por estos últimos cuatro años de despropósitos que han abocado a su partido en la ciudad a unos presumibles peores resultados que nunca. La demolición de su enemiga confesa Pilar Fernández Pardo, primero; la creación de una comisión gestora que estuvo a punto de convertirse en vitalicia antes de llegar a un convulso congreso que acabó desautorizado por los tribunales; la designación de un candidato -el segundo, ya que el primero acabó mal- tras el susodicho congreso- a dirigir los destinos locales de su fuerza política al que no conocen ni sus propios compañeros; sin olvidar la convulsión a la que ha sometido desde su llegada al grupo municipal popular, forzando la salida de los 'pardistas' y haciendo correr la lista para facilitar la entrada de afines, aunque estos no resultaron en definitiva tales y los tiene ahora finalmente unidos pero en contra de su gestión.
¿Es por alguna de estas causas -o algunas otras que se podrían reseñar pero que harían excesivamente largo este comentario- por las que Mercedes Fernández pide perdón antes de afrontar la cita con las urnas de mayo? Eso es lo que todavía no ha explicado la dirigente popular.
Lo que no nos ha dicho la 'lideresa' de los populares del Principado es exactamente por qué o para quién solicita el perdón de sus paisanos. Hablar con tanta generalidad como lo ha hecho invita a pensar que se trata de otro de los muchos recursos a los que apelan los dirigentes y candidatos para mostrarse ante los electores como fervientes defensores de la responsabilidad y de lo correcto.
Lo primero que a mí se me ocurre es que la señora Fernández solicita el perdón de los asturianos por los errores propios, es decir aquellos que pudiera haber detectado a lo largo y ancho de su mandato al frente del partido conservador y de su grupo parlamentario en la Junta General, un mandato que se inicio con amplias expectativas de recuperación tras la debacle que se produjo cuando Francisco Álvarez-Cascos dio el portazo y se fue para crear Foro Asturias Ciudadanos. Sería lo lógico, ya que se trata de una gestión de la que ella y su equipo son los máximos responsables. No haber recuperado ni mínimamente la opción de ser alternativa de gobierno puede ser motivo de reflexión y base para reclamar la exculpación.
Pero también se me ocurre que su solicitud de indulgencia a los asturianos puede tener como origen el periodo inmediatamente anterior a su desembarco al frente del partido, aquel que llevó a los populares del Principado a una situación que su Presidencia sólida no ha sido capaz de enderezar. Puede que requiera la gracia de la ciudadanía para la lamentable actuación de sus predecesores, los mismos que, ante la posibilidad de perder su 'chiringuito', declararon la guerra a su candidato natural, incluso a la dirección nacional, echando un pulso a Génova. Que las posiciones intransigentes de Cascos eran de difícil tragadero es obvio, pero también que esas mismas personas renunciaron a ganar las autonómicas de 2011 con el egoísta objetivo único de salvar sus cabezas. De ahí derivan todos los males actuales del PP asturiano y su situación minoritaria cuando nadie pone en duda, ni sus adversarios más directos que ahora estarían finalizando una legislatura con mayoría absoluta.
Y se me ocurre que Cherines requiere la clemencia de los gijoneses por estos últimos cuatro años de despropósitos que han abocado a su partido en la ciudad a unos presumibles peores resultados que nunca. La demolición de su enemiga confesa Pilar Fernández Pardo, primero; la creación de una comisión gestora que estuvo a punto de convertirse en vitalicia antes de llegar a un convulso congreso que acabó desautorizado por los tribunales; la designación de un candidato -el segundo, ya que el primero acabó mal- tras el susodicho congreso- a dirigir los destinos locales de su fuerza política al que no conocen ni sus propios compañeros; sin olvidar la convulsión a la que ha sometido desde su llegada al grupo municipal popular, forzando la salida de los 'pardistas' y haciendo correr la lista para facilitar la entrada de afines, aunque estos no resultaron en definitiva tales y los tiene ahora finalmente unidos pero en contra de su gestión.
¿Es por alguna de estas causas -o algunas otras que se podrían reseñar pero que harían excesivamente largo este comentario- por las que Mercedes Fernández pide perdón antes de afrontar la cita con las urnas de mayo? Eso es lo que todavía no ha explicado la dirigente popular.
viernes, 27 de marzo de 2015
El contrato electoral
En ese sinvivir en que se ha convertido el día a día de la actividad política de este año multielectoral, provoca irritación ver cómo los diferentes partidos y coaliciones desempolvan de sus archivos documentos y propuestas de antiguas convocatorias, viejos axiomas olvidados por la prolongada estancia en la moqueta, referencias generalistas de esas que valen tanto para un roto como para un descosido; en fin, todo aquello que pueda servir, aunque sea mínimamente, para atraer la atención del irritado ciudadano. "Prométele cualquier cosa" es el estandarte con el que candidatos de uno u otro signo se lanzan estos días a la calle con la esperanza de movilizar a un electorado hastiado de incumplimientos y desatenciones permanentes.
Los que aún están gobernando se afanan en mostrar "lo que se ha conseguido" y piden un tiempo para completar su labor; los de enfrente, afean a los primeros sus muchas insuficiencias y piden plaza para cumplir ellos -los mismos que nada hicieron cuando anteriormente gobernaron- con esos objetivos. Todo vale. Desde la tradicional promesa de bajada de impuestos -ésta es universal y no se circunscribe a España- hasta pequeños proyectos capaces de mejorar la vida de colectivos minoritarios, todo tiene cabida en la agenda de estos depredadores que se lanzan en manada a buscar la pieza allá donde creen que pueden encontrarla.
En las citas electorales que cronológicamente más cerca nos quedan, vemos a los aspirantes multiplicar su presencia en pueblos diminutos (autonómicas) o barrios (municipales), en pequeños cónclaves que, en la mayoría de los casos, apenas logran reunir un puñado de asistentes, buena parte de ellos reclutados previamente por tratarse de afines de la zona o compañeros de dirección de los candidatos. Resulta penoso ver a tal o cual cabeza de lista en un 'despacho' -de eso ya se cuida la intendencia- y poder contar esa media docena de cabecitas que ocupan el espacio disponible. Son reuniones "sectoriales", suelen decir para justificar esta escasa capacidad de convocatoria. La realidad es que en la mayoría de los casos se antoja innecesario el despilfarro de tiempo y dinero para mostrar una mercancía sin mercado.
Es lamentable ver al urbanita Javier Fernández recorrer la zona rural para poner a la cabeza de sus compromisos la "reforma agraria" (¿no suena como concepto a algo decimonónico?) ; o a la alcaldesa de Gijón madrugar o trasnochar para patear los alrededores de la villa y departir con los paisanos en un atisbo de recuperar aquellos "tres turnos"; por no hablar del optimismo visionario de Mercedes Fernández al arrojar sobre la mesa de sus actos percepciones de una victoria en la que no creen ni sus más fieles allegados; y qué decir de una Izquierda Unida que pierde más tiempo lamiéndose las heridas de sus cainismos que en recuperar "el manifiesto comunista"; como Unión, Progreso y Democracia, pendiente de tapar los boquetes que su líder nacional se ha encargado de abrir con su arrogancia y egolatría. De los emergentes habrá que esperar a que Podemos muestre su verdadera cara, resultante del paso del asamblearismo de factoría industrial a la previsible presencia institucional, o a que Ciudadanos se baje de esa ola que les lleva en volandas y sin control hacia una meta que ni ellos mismos conocen.
Finalmente, todos ofreceran sus promesas ilusionantes al hipotético votante, conscientes de que, si gobiernan, será el momento de reconocer las dificultades o la imposibilidad de llevarlas a cabo, cuando no pasar olímpicamente de ellas si se dispone de una mayoría absoluta.
Usted o yo, cuando asumimos un compromiso y los rubricamos en papeles adquirimos una responsabilidad contractual que hace que, si no lo cumplimos, vendrá la ley que nos obligue a ello o nos sancione. Eso no vale para los candidatos políticos que se llenan la boca con lo de que su programa electoral es un contrato con la ciudadanía, aunque la realidad es que ni lo cumplen ni se les exigen responsabilidades por ello.
Los que aún están gobernando se afanan en mostrar "lo que se ha conseguido" y piden un tiempo para completar su labor; los de enfrente, afean a los primeros sus muchas insuficiencias y piden plaza para cumplir ellos -los mismos que nada hicieron cuando anteriormente gobernaron- con esos objetivos. Todo vale. Desde la tradicional promesa de bajada de impuestos -ésta es universal y no se circunscribe a España- hasta pequeños proyectos capaces de mejorar la vida de colectivos minoritarios, todo tiene cabida en la agenda de estos depredadores que se lanzan en manada a buscar la pieza allá donde creen que pueden encontrarla.
En las citas electorales que cronológicamente más cerca nos quedan, vemos a los aspirantes multiplicar su presencia en pueblos diminutos (autonómicas) o barrios (municipales), en pequeños cónclaves que, en la mayoría de los casos, apenas logran reunir un puñado de asistentes, buena parte de ellos reclutados previamente por tratarse de afines de la zona o compañeros de dirección de los candidatos. Resulta penoso ver a tal o cual cabeza de lista en un 'despacho' -de eso ya se cuida la intendencia- y poder contar esa media docena de cabecitas que ocupan el espacio disponible. Son reuniones "sectoriales", suelen decir para justificar esta escasa capacidad de convocatoria. La realidad es que en la mayoría de los casos se antoja innecesario el despilfarro de tiempo y dinero para mostrar una mercancía sin mercado.
Es lamentable ver al urbanita Javier Fernández recorrer la zona rural para poner a la cabeza de sus compromisos la "reforma agraria" (¿no suena como concepto a algo decimonónico?) ; o a la alcaldesa de Gijón madrugar o trasnochar para patear los alrededores de la villa y departir con los paisanos en un atisbo de recuperar aquellos "tres turnos"; por no hablar del optimismo visionario de Mercedes Fernández al arrojar sobre la mesa de sus actos percepciones de una victoria en la que no creen ni sus más fieles allegados; y qué decir de una Izquierda Unida que pierde más tiempo lamiéndose las heridas de sus cainismos que en recuperar "el manifiesto comunista"; como Unión, Progreso y Democracia, pendiente de tapar los boquetes que su líder nacional se ha encargado de abrir con su arrogancia y egolatría. De los emergentes habrá que esperar a que Podemos muestre su verdadera cara, resultante del paso del asamblearismo de factoría industrial a la previsible presencia institucional, o a que Ciudadanos se baje de esa ola que les lleva en volandas y sin control hacia una meta que ni ellos mismos conocen.
Finalmente, todos ofreceran sus promesas ilusionantes al hipotético votante, conscientes de que, si gobiernan, será el momento de reconocer las dificultades o la imposibilidad de llevarlas a cabo, cuando no pasar olímpicamente de ellas si se dispone de una mayoría absoluta.
Usted o yo, cuando asumimos un compromiso y los rubricamos en papeles adquirimos una responsabilidad contractual que hace que, si no lo cumplimos, vendrá la ley que nos obligue a ello o nos sancione. Eso no vale para los candidatos políticos que se llenan la boca con lo de que su programa electoral es un contrato con la ciudadanía, aunque la realidad es que ni lo cumplen ni se les exigen responsabilidades por ello.
miércoles, 25 de marzo de 2015
Donde no hay panchón...
"En la casa donde no hay panchón todos riñen y todos tienen razón", reza un popular refán español. Y algo de esto es aplicable al delicado momento que atraviesa estos días Unión, Progreso y Democracia. Y no es que la cita andaluza del pasado domingo haya marcado un antes y un después en lo que a relaciones internas se refiere. De ninguna manera. Que las convulsiones constituían moneda habitual entre los 'sectores' del partido magenta era un secreto a voces. Sin embargo, más allá de algún disidente ocasional -vease el ex eurodiputado Francisco Sosa Wagner- los descontentos habían preferido morderse la lengua en público y aguantar un tiempo, quizá por aquello de que se trata de una formación con cargos públicos en las instituciones.
La debacle de las urnas andaluzas ha abierto la espita y todos los cabreos acumulados se han desbordado como pantano en temporada de lluvias. Ahora ya son muy pocos los que se recatan a la hora de exigir cabezas y cuestionar sin tapujos el estilo de su presidenta. El escenario se enreda cuando Rosa Díez decide hacer oídos sordos a este clamor y mantenerse en sus trece sin aceptar la sobresaliente parte de responsabilidad que le corresponde en el fracaso.
Suena especialmente la letra del fallido pacto con Ciudadanos, un anhelo de sectores mayoritarios de UPyD que fue la propia 'lideresa' quien se encargó de desactivar sin contemplaciones. Meses atrás, desencadenó la renuncia del mencionado Paco Sosa y, más recientemente -otro ejemplo- el único diputado autonómico asturiano, Ignacio Prendes, se unió a esa postura abandonando la dirección nacional. Superado el impacto del domingo, se han incorporado a esa corriente numerosos dirigentes que han plasmado gráficamente con su dimisión la delicada situación que vive la formación magenta. Ahora ya nadie tiene miedo a hablar y Díez se ha encastillado rodeada de una corte de fieles incondicionales que, como ella, resisten ante la disyuntiva de perder sus cargos.
Mal bagaje éste con el que ha decidido cargar la mermada ejecutiva del partido para afrontar las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo. Y todo mientras sus rivales por un mismo espacio electoral, Ciudadanos, los mismos con quienes podrían haber confluido en las listas, experimentan un crecimiento desmesurado.
No quiero dejar de señalar que, en ese marco de enfrentamiento, el ya mencionado diputado autonómico asturiano ha terminado de romper los delgados hilos que le mantenían conectado con Madrid y se ha sumado a las peticiones más exigentes de amplios sectores, la dimisión inmediata de Rosa Díez y su retirada a los cuarteles de invierno. Y todo ello mientras Ignacio Prendes, elegido candidato a la Presidencia del Principado antes de que explotara la bomba de la disensión, se mantiene como la opción de UPyD para mantener alguna presencia en el Parlamento asturiano.
¿Decidirá la debilitada dirección nacional retirar esa confianza y confirmar el cisma en Asturias con un relevo fulminante? Es posible, como lo es que quizá ese fuera el mejor de los escenarios posibles para el propio Ignacio Prendes. ¿Habra que apelar al hecho de que Ciudadanos sigue sin candidato en el Principado?
La debacle de las urnas andaluzas ha abierto la espita y todos los cabreos acumulados se han desbordado como pantano en temporada de lluvias. Ahora ya son muy pocos los que se recatan a la hora de exigir cabezas y cuestionar sin tapujos el estilo de su presidenta. El escenario se enreda cuando Rosa Díez decide hacer oídos sordos a este clamor y mantenerse en sus trece sin aceptar la sobresaliente parte de responsabilidad que le corresponde en el fracaso.
Suena especialmente la letra del fallido pacto con Ciudadanos, un anhelo de sectores mayoritarios de UPyD que fue la propia 'lideresa' quien se encargó de desactivar sin contemplaciones. Meses atrás, desencadenó la renuncia del mencionado Paco Sosa y, más recientemente -otro ejemplo- el único diputado autonómico asturiano, Ignacio Prendes, se unió a esa postura abandonando la dirección nacional. Superado el impacto del domingo, se han incorporado a esa corriente numerosos dirigentes que han plasmado gráficamente con su dimisión la delicada situación que vive la formación magenta. Ahora ya nadie tiene miedo a hablar y Díez se ha encastillado rodeada de una corte de fieles incondicionales que, como ella, resisten ante la disyuntiva de perder sus cargos.
Mal bagaje éste con el que ha decidido cargar la mermada ejecutiva del partido para afrontar las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo. Y todo mientras sus rivales por un mismo espacio electoral, Ciudadanos, los mismos con quienes podrían haber confluido en las listas, experimentan un crecimiento desmesurado.
No quiero dejar de señalar que, en ese marco de enfrentamiento, el ya mencionado diputado autonómico asturiano ha terminado de romper los delgados hilos que le mantenían conectado con Madrid y se ha sumado a las peticiones más exigentes de amplios sectores, la dimisión inmediata de Rosa Díez y su retirada a los cuarteles de invierno. Y todo ello mientras Ignacio Prendes, elegido candidato a la Presidencia del Principado antes de que explotara la bomba de la disensión, se mantiene como la opción de UPyD para mantener alguna presencia en el Parlamento asturiano.
¿Decidirá la debilitada dirección nacional retirar esa confianza y confirmar el cisma en Asturias con un relevo fulminante? Es posible, como lo es que quizá ese fuera el mejor de los escenarios posibles para el propio Ignacio Prendes. ¿Habra que apelar al hecho de que Ciudadanos sigue sin candidato en el Principado?
martes, 24 de marzo de 2015
La avestruz popular
A estas alturas de la película no vamos a descubrir la personalidad de Mariano Rajoy Brey. Lleva demasiados años en la política como para sorprendernos con su permanente 'pasotismo' y su estilo de esperar sentado a que sus adversarios se despeñen. Nadie mejor que el humorista Peridis lo ha reflejado gráficamente en sus viñetas del diario "El País", muy especialmente en el día a día de la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero. Laso, relajado, esperando que la fruta madura cayera del árbol para recogerla. Pero eso ya ha pasado y ahora el arbusto es el suyo, el Partido Popular, y el otoño amenaza con dejarle completamente desnudo y a merced de las inclemencias del tiempo.
El actual presidente del Gobierno no ha querido nunca cambiar su 'estilo' y ha navegado durante los tres años largos de mandato fiel a unos eslóganes que han ignorado desgastes, escándalos o fracasos. Es posible que si su predecesor al frente de los conservadores, José María Aznar, no lo hubiera 'patentado' antes, el mandatario gallego habría esculpido a las puertas de La Moncloa aquello de "España va bien".
Ayer, Rajoy ha dado una muestra más de su inconfundible método a la hora de analizar los resultados de las elecciones andaluzas del pasado domingo. No ha podido decir que los números fueran buenos para el Partido Popular -hasta ahí podíamos llegar-, pero sí ha adoptado una actitud de autocompacencia y de ignorancia ante los hechos consumados que le ratifican en su imagen de esfinge. Extraer conclusiones favorables para su partido de la voluntad de los ciudadanos andaluces no tiene consistencia alguna, aunque el que lo haga sea todo un presidente del Gobierno. El PP se ha descalabrado en el Sur y no hay más cera que la que arde. Renunciar a la autocrítica, sostenella y no enmendalla, y jalear a un candidato perdedor desde el mismo momento de su designación no son los mejores métodos para afrontar un año con demasiadas citas electorales y unas perspectivas cuando menos sombrías para sus intereses.
Da igual que en una organización como el PP haya siempre esos versos sueltos más o menos reconocidos -ahora es Esperanza Aguirre; antes de ser ministro lo fue Alberto Ruiz-Gallardón-; al final, la grey avanza sonriente y silenciosa -aquí en Asturias tenemos el ejemplo de Mercedes Fernández- por el camino que marca el pastor de la manada.
Es posible que el Partido Popular no incluya entre sus temores de urgencia la aparición de Podemos. A fin de cuentas, estamos hablando de espacios políticos separados por un abismo social e ideológico. Pero quizá debería reconsiderar su agresividad hacia la otra fuerza emergente que ha aparecido por su territorio, Ciudadanos, sobre todo si Unión, Progreso y Democracia logra neutralizar el egocentismo y la megalomanía de su principal dirigente, Rosa Díez, para empujar juntos hacia la construcción de una alternativa real de "derecha civilizada", en palabras del líder socialista, Pedro Sánchez.
Si bien es cierto que los resultados andaluces no deberían ser usados con carácter general, también lo es que el todavía partido mayoritario en el ámbito nacional tendría que hacer un alto en el camino y reconsiderar su 'hoja de ruta' si no quiere encontrarse con alguna sorpresa desagradable, esa que no parece figurar por el momento en su agenda. Ignorar la realidad, ni la cambia ni la hace desaparecer.
No es fácil que con Rajoy el PP afronte una catarsis de estas características. No es propio de él y desmontaría toda 'una forma de hacer' trabajada durante muchos años. Sin embargo, esconder la cabeza como el avestruz mientras mantiene sobre la piel el calor solar de las mayorías absolutas no va a reportarles triunfo alguno.
Y eso que no hablamos de Gürtel.
El actual presidente del Gobierno no ha querido nunca cambiar su 'estilo' y ha navegado durante los tres años largos de mandato fiel a unos eslóganes que han ignorado desgastes, escándalos o fracasos. Es posible que si su predecesor al frente de los conservadores, José María Aznar, no lo hubiera 'patentado' antes, el mandatario gallego habría esculpido a las puertas de La Moncloa aquello de "España va bien".
Ayer, Rajoy ha dado una muestra más de su inconfundible método a la hora de analizar los resultados de las elecciones andaluzas del pasado domingo. No ha podido decir que los números fueran buenos para el Partido Popular -hasta ahí podíamos llegar-, pero sí ha adoptado una actitud de autocompacencia y de ignorancia ante los hechos consumados que le ratifican en su imagen de esfinge. Extraer conclusiones favorables para su partido de la voluntad de los ciudadanos andaluces no tiene consistencia alguna, aunque el que lo haga sea todo un presidente del Gobierno. El PP se ha descalabrado en el Sur y no hay más cera que la que arde. Renunciar a la autocrítica, sostenella y no enmendalla, y jalear a un candidato perdedor desde el mismo momento de su designación no son los mejores métodos para afrontar un año con demasiadas citas electorales y unas perspectivas cuando menos sombrías para sus intereses.
Da igual que en una organización como el PP haya siempre esos versos sueltos más o menos reconocidos -ahora es Esperanza Aguirre; antes de ser ministro lo fue Alberto Ruiz-Gallardón-; al final, la grey avanza sonriente y silenciosa -aquí en Asturias tenemos el ejemplo de Mercedes Fernández- por el camino que marca el pastor de la manada.
Es posible que el Partido Popular no incluya entre sus temores de urgencia la aparición de Podemos. A fin de cuentas, estamos hablando de espacios políticos separados por un abismo social e ideológico. Pero quizá debería reconsiderar su agresividad hacia la otra fuerza emergente que ha aparecido por su territorio, Ciudadanos, sobre todo si Unión, Progreso y Democracia logra neutralizar el egocentismo y la megalomanía de su principal dirigente, Rosa Díez, para empujar juntos hacia la construcción de una alternativa real de "derecha civilizada", en palabras del líder socialista, Pedro Sánchez.
Si bien es cierto que los resultados andaluces no deberían ser usados con carácter general, también lo es que el todavía partido mayoritario en el ámbito nacional tendría que hacer un alto en el camino y reconsiderar su 'hoja de ruta' si no quiere encontrarse con alguna sorpresa desagradable, esa que no parece figurar por el momento en su agenda. Ignorar la realidad, ni la cambia ni la hace desaparecer.
No es fácil que con Rajoy el PP afronte una catarsis de estas características. No es propio de él y desmontaría toda 'una forma de hacer' trabajada durante muchos años. Sin embargo, esconder la cabeza como el avestruz mientras mantiene sobre la piel el calor solar de las mayorías absolutas no va a reportarles triunfo alguno.
Y eso que no hablamos de Gürtel.
lunes, 23 de marzo de 2015
De Andalucía para Andalucía
No hay manera más precisa de testar el sentir de la ciudadanía que unas elecciones. Previamente se superponen los sondeos más o menos interesados que ofrecen solamente un valor orientativo y que únicamente las urnas pueden rubricar.
En ese sentido, las autonómicas andaluzas de ayer se hacían especialmente relevantes para constatar si el derrumbe del bipartidismo y el ascenso fulgurante de los emergentes, ese binomio que ha polarizado todos los análisis y debates de los últimos meses, eran tales o respondían más a una 'moda' fruto del legítimo cabreo de los españoles ante un deterioro institucional y partidario que ya había alcanzado cotas de escándalo.
Andalucía ha hecho oir su criterio y ha ratificado a un PSOE más dependiente de su estrella emergente que el Fútbol Club Barcelona de Leo Messi. Susana Díaz ha ganado el envite, y lo ha hecho pese a esa pesada losa que en la comunidad del Sur ha sido y está siendo el 'caso de los ERE'. La líder de los socialistas andaluces ha demostrado su carácter mediático y que, en estos momentos, es la principal -quizá la única- baza que su partido tiene para volver a tomar mayoría en el Estado.
Cosa distinta será si el nuevo astro del firmamento socialista es capaz de responder a las expectativas que ahora se abren frente a ella. Por el momento, ha probado que puede ganar unos comicios, algo que hasta ayer era un supuesto -como el valor en el antiguo servicio militar-, a pesar de llevar ya algo más de año y medio presidiendo la comunidad andaluza sin pasar por las urnas.
La nueva "lideresa" socialista ha aguantado el tirón de una cita con las urnas complicada por la presencia de nuevas fuerzas políticas en la disputa de cada voto. Seguirá con toda seguridad como mandataria de la comunidad, aunque precise de los pactos, pero tampoco convendría olvidar que, si bien mantiene el número de escaños (47), ha logrado menos sufragios que en la anterior cita electoral.
El otro resultado relevante de esta cita andaluza era saber la fuerza real de Podemos en el electorado. Tras el éxito de las europeas, primera convocatoria a la que concurrió el partido de Pablo Iglesias, se han sucedido avalanchas de tinta sustentadas tanto en reiteradas encuestas como en criterios 'expertos' que prácticamente se negaban a poner techo a los sucesores del 11-M. Ahora, con el voto andaluz, han alcanzado la condición de tercera fuerza política en la comunidad, nada menos que con 15 escaños, un resultado excepcional para un partido aún a medio hacer pero probablemente por debajo de las previsiones de dirigentes y militantes entusiastas. No sé si será procedente para el caso aquel comentario de Francisco Álvarez-Cascos que aseguraba que se trata de uno de esos casos "que al cocer mengua".
¿Y qué decir de Ciudadanos? Los nueve diputados autonómicos del partido de Albert Rivera significan también la confirmación de que el electorado del centro-derecha precisaba una opción alternativa, algo que Unión, Progreso y Democracia (0 escaños) nunca ha sabido aprovechar. Los resultados son una machacona realidad que rima con los sondeos, aunque chirría cuando se trata de poner en verso con la realidad. Ciudadanos existe desde hace años y a su vocación de partido nacional desde Cataluña no puede ser ajeno ningún ciudadano. Por qué en unos meses se ha transformado en una opción de futuro es algo que algunos solamente nos explicamos por aquella tentación tan humana de probar algo diferente en un momento en el que la comida tradicional nos repugna.
De los derrotados poco se puede decir. El Partido Popular ha unido su gran desgaste en el ámbito nacional con la presencia de un cartel electoral poco trabajado. Por mucho que Rajoy haya viajado al Sur en las últimas semanas y haya alabado a su 'chico', Juan Manuel Moreno era un naipe perdedor de antemano. Y por lo que a Izquierda Unida se refiere, la irrupción de Podemos y su condición de presuntos 'pringados' en los casos de corrupción institucional han pasado factura a sus ilusiones de seguir siendo decisorios en Andalucía.
Las urnas han hablado y han dejado claras muchas cosas. Pero tan irreal sería ignorar la inclinación del voto en la autonomía como empezar a traspolar los resultados a los comicios de mayo o a los de noviembre, como algunos 'ganadores' se han lanzado a publicitar. Andalucía es Andalucía, pero no es Valencia, ni Madrid, ni Asturias. No sé si tiene que ver con este criterio el escueto mensaje que a través de Twitter ha mandado pocas horas después del escrutinio el presidente del Principado a su homóloga andaluza, dando su enhorabuena "a Susana Díaz y al pueblo andaluz".
En ese sentido, las autonómicas andaluzas de ayer se hacían especialmente relevantes para constatar si el derrumbe del bipartidismo y el ascenso fulgurante de los emergentes, ese binomio que ha polarizado todos los análisis y debates de los últimos meses, eran tales o respondían más a una 'moda' fruto del legítimo cabreo de los españoles ante un deterioro institucional y partidario que ya había alcanzado cotas de escándalo.
Andalucía ha hecho oir su criterio y ha ratificado a un PSOE más dependiente de su estrella emergente que el Fútbol Club Barcelona de Leo Messi. Susana Díaz ha ganado el envite, y lo ha hecho pese a esa pesada losa que en la comunidad del Sur ha sido y está siendo el 'caso de los ERE'. La líder de los socialistas andaluces ha demostrado su carácter mediático y que, en estos momentos, es la principal -quizá la única- baza que su partido tiene para volver a tomar mayoría en el Estado.
Cosa distinta será si el nuevo astro del firmamento socialista es capaz de responder a las expectativas que ahora se abren frente a ella. Por el momento, ha probado que puede ganar unos comicios, algo que hasta ayer era un supuesto -como el valor en el antiguo servicio militar-, a pesar de llevar ya algo más de año y medio presidiendo la comunidad andaluza sin pasar por las urnas.
La nueva "lideresa" socialista ha aguantado el tirón de una cita con las urnas complicada por la presencia de nuevas fuerzas políticas en la disputa de cada voto. Seguirá con toda seguridad como mandataria de la comunidad, aunque precise de los pactos, pero tampoco convendría olvidar que, si bien mantiene el número de escaños (47), ha logrado menos sufragios que en la anterior cita electoral.
El otro resultado relevante de esta cita andaluza era saber la fuerza real de Podemos en el electorado. Tras el éxito de las europeas, primera convocatoria a la que concurrió el partido de Pablo Iglesias, se han sucedido avalanchas de tinta sustentadas tanto en reiteradas encuestas como en criterios 'expertos' que prácticamente se negaban a poner techo a los sucesores del 11-M. Ahora, con el voto andaluz, han alcanzado la condición de tercera fuerza política en la comunidad, nada menos que con 15 escaños, un resultado excepcional para un partido aún a medio hacer pero probablemente por debajo de las previsiones de dirigentes y militantes entusiastas. No sé si será procedente para el caso aquel comentario de Francisco Álvarez-Cascos que aseguraba que se trata de uno de esos casos "que al cocer mengua".
¿Y qué decir de Ciudadanos? Los nueve diputados autonómicos del partido de Albert Rivera significan también la confirmación de que el electorado del centro-derecha precisaba una opción alternativa, algo que Unión, Progreso y Democracia (0 escaños) nunca ha sabido aprovechar. Los resultados son una machacona realidad que rima con los sondeos, aunque chirría cuando se trata de poner en verso con la realidad. Ciudadanos existe desde hace años y a su vocación de partido nacional desde Cataluña no puede ser ajeno ningún ciudadano. Por qué en unos meses se ha transformado en una opción de futuro es algo que algunos solamente nos explicamos por aquella tentación tan humana de probar algo diferente en un momento en el que la comida tradicional nos repugna.
De los derrotados poco se puede decir. El Partido Popular ha unido su gran desgaste en el ámbito nacional con la presencia de un cartel electoral poco trabajado. Por mucho que Rajoy haya viajado al Sur en las últimas semanas y haya alabado a su 'chico', Juan Manuel Moreno era un naipe perdedor de antemano. Y por lo que a Izquierda Unida se refiere, la irrupción de Podemos y su condición de presuntos 'pringados' en los casos de corrupción institucional han pasado factura a sus ilusiones de seguir siendo decisorios en Andalucía.
Las urnas han hablado y han dejado claras muchas cosas. Pero tan irreal sería ignorar la inclinación del voto en la autonomía como empezar a traspolar los resultados a los comicios de mayo o a los de noviembre, como algunos 'ganadores' se han lanzado a publicitar. Andalucía es Andalucía, pero no es Valencia, ni Madrid, ni Asturias. No sé si tiene que ver con este criterio el escueto mensaje que a través de Twitter ha mandado pocas horas después del escrutinio el presidente del Principado a su homóloga andaluza, dando su enhorabuena "a Susana Díaz y al pueblo andaluz".
sábado, 21 de marzo de 2015
Subvenciones inaceptables
Desde hace ya varios años afrontamos cada día, por las mañanas, con el convencimiento de que entre las noticias de última hora nos vamos a encontrar, a buen seguro, alguna o algunas que van a herir nuestra sensibilidad, que nos van a irritar, que van a sacar a la luz nuestros deseos de 'venganza'. Pasa cada jornada pero, cuando creemos que hemos llegado al límite, siempre aparece algo capaz de generar una mayor agresividad en el ciudadano.
El de hoy ha sido uno de esos, cuando he leído en la primera página de "El Comercio" que el Principado da a Unión General de Trabajadores, Comisiones Obreras y la Federación Asturiana de Empresarios más ayudas que a los centros de investigación. Algo capaz de hacer montar en colera a cualquier asturiano con dos dedos de frente.
Pone la noticia el dedo en la llaga de una práctica que se remonta prácticamente al inicio de la presente democracia y que se ha ido institucionalizando a través de sucesivos acuerdos de rimbombantes nombres firmados por los respectivos gobiernos, los sindicatos mayoritarios y la patronal. Los datos no se los ha inventado ningún grupo opositor, ni pertenecen a la libre interpretación de los 'enemigos externos'. No. Están recogidos en papel oficial, el de la Ley de Presupuestos Generales del Principado para el presente ejercicio económico y arrojan 450.000 euros de subvención a cada uno de los mencionados agentes sociales (casi millón y medio de euros en total) frente a los 1.130.000 consignados a las principales entidades que desarrollan la I+D en la región.
Como digo, la cosa no debería extrañar a nadie, ya que se trata de una práctica habitual de todos o casi todos los gobiernos que en Asturias -y fuera de Asturias- han sido y son. Sin embargo, como tantos otros guarismos de los dineros públicos cobran un mayor significado cuando se ponen en relación con otras cifras del mismo documento, como es el caso comentado. Y encorajinan aún más, si cabe, cuando se da lectura al epígrafe bajo el que se recogen en las Cuentas regionales: "Participación institucional".
Nadie pone en duda que el edificio social de un país democrático precisa de la existencia de sindicatos y que, en contrapartida, debe haber enfrente una agrupación organizada de los empresarios que completan el marco del diálogo social. La cosa se complica cuando se analizan este tipo de ayudas (perfectamente legales y recogidas en todas las normativas al efecto) y la falta de control que sobre las mismas existe. Máxime si se ponen en paralelo con ese otro "instrumento" que han sido los fondos de formación, que están bajo sospecha permanente aquí y en todas partes, aunque a veces nos olvidemos, sobre todo por el ruido evidente de los EREs andaluces. Como a los partidos políticos, a las vías de financiación de sindicatos y patronal les acompañan muchas dudas que sería preciso despejar de una vez por todas. Los presupuestos públicos no pueden recurrir a ese paraguas para consolidar a organizaciones que deberían sostenerse por sí mismas o, en todo caso, percibir subvenciones para asuntos específicos y urgentes de carácter finalista y con una ejecución transparente. No suele ser este el caso.
Decía antes, y me ratifico en ello, que estas líneas de ayudas han significado un importante grifo de millones para los agentes sociales. Lo han sido; y han sido, también, un flotador para los gobiernos que los han concedido, que se han servido de ellas para 'domesticar' a sindicatos y patronal, incapaces de morder abiertamente la mano que les alimenta. eso y la inclusión de sus dirigentes en tantos y tantos viajes institucionales que jalonan la historia de la autonomía.
Sé que lo que acabo de decir es "políticamente incorrecto" y que levantará ampollas en algunos de mis hipotéticos lectores afectados directamente. No importa.
Quizá en los años de bonanza este tipo de actuaciones podrían ser relativamente consentidas y muchos habrán mirado para otro lado. Pero ahora, cuando esa etapa ha finalizado y es preciso recontar cada partida para ofrecer esos buenos servicios a la ciudadanía de los que se presume, poner en negro sobre blanco la aportación "institucional" y situarla en consonancia con las ayudas a la investigación de fundaciones (con participación total o parcial de capital público) no son sino una muestra palpable de una mala gestión de un Ejecutivo, sea del signo que sea.
El de hoy ha sido uno de esos, cuando he leído en la primera página de "El Comercio" que el Principado da a Unión General de Trabajadores, Comisiones Obreras y la Federación Asturiana de Empresarios más ayudas que a los centros de investigación. Algo capaz de hacer montar en colera a cualquier asturiano con dos dedos de frente.
Pone la noticia el dedo en la llaga de una práctica que se remonta prácticamente al inicio de la presente democracia y que se ha ido institucionalizando a través de sucesivos acuerdos de rimbombantes nombres firmados por los respectivos gobiernos, los sindicatos mayoritarios y la patronal. Los datos no se los ha inventado ningún grupo opositor, ni pertenecen a la libre interpretación de los 'enemigos externos'. No. Están recogidos en papel oficial, el de la Ley de Presupuestos Generales del Principado para el presente ejercicio económico y arrojan 450.000 euros de subvención a cada uno de los mencionados agentes sociales (casi millón y medio de euros en total) frente a los 1.130.000 consignados a las principales entidades que desarrollan la I+D en la región.
Como digo, la cosa no debería extrañar a nadie, ya que se trata de una práctica habitual de todos o casi todos los gobiernos que en Asturias -y fuera de Asturias- han sido y son. Sin embargo, como tantos otros guarismos de los dineros públicos cobran un mayor significado cuando se ponen en relación con otras cifras del mismo documento, como es el caso comentado. Y encorajinan aún más, si cabe, cuando se da lectura al epígrafe bajo el que se recogen en las Cuentas regionales: "Participación institucional".
Nadie pone en duda que el edificio social de un país democrático precisa de la existencia de sindicatos y que, en contrapartida, debe haber enfrente una agrupación organizada de los empresarios que completan el marco del diálogo social. La cosa se complica cuando se analizan este tipo de ayudas (perfectamente legales y recogidas en todas las normativas al efecto) y la falta de control que sobre las mismas existe. Máxime si se ponen en paralelo con ese otro "instrumento" que han sido los fondos de formación, que están bajo sospecha permanente aquí y en todas partes, aunque a veces nos olvidemos, sobre todo por el ruido evidente de los EREs andaluces. Como a los partidos políticos, a las vías de financiación de sindicatos y patronal les acompañan muchas dudas que sería preciso despejar de una vez por todas. Los presupuestos públicos no pueden recurrir a ese paraguas para consolidar a organizaciones que deberían sostenerse por sí mismas o, en todo caso, percibir subvenciones para asuntos específicos y urgentes de carácter finalista y con una ejecución transparente. No suele ser este el caso.
Decía antes, y me ratifico en ello, que estas líneas de ayudas han significado un importante grifo de millones para los agentes sociales. Lo han sido; y han sido, también, un flotador para los gobiernos que los han concedido, que se han servido de ellas para 'domesticar' a sindicatos y patronal, incapaces de morder abiertamente la mano que les alimenta. eso y la inclusión de sus dirigentes en tantos y tantos viajes institucionales que jalonan la historia de la autonomía.
Sé que lo que acabo de decir es "políticamente incorrecto" y que levantará ampollas en algunos de mis hipotéticos lectores afectados directamente. No importa.
Quizá en los años de bonanza este tipo de actuaciones podrían ser relativamente consentidas y muchos habrán mirado para otro lado. Pero ahora, cuando esa etapa ha finalizado y es preciso recontar cada partida para ofrecer esos buenos servicios a la ciudadanía de los que se presume, poner en negro sobre blanco la aportación "institucional" y situarla en consonancia con las ayudas a la investigación de fundaciones (con participación total o parcial de capital público) no son sino una muestra palpable de una mala gestión de un Ejecutivo, sea del signo que sea.
viernes, 20 de marzo de 2015
Las otras "castas"
Desde hace algunos meses, la vida interna de la organización gijonesa de Izquierda Unida no sale de sobresaltos. Desde el conflicto desencadenado entre la coordinadora local y el grupo municipal que presidía Jorge Espina no ha habido semana en la que las rabietas, los insultos, las dimisiones, no hayan contribuido a deteriorar la imagen pública de la coalición.
El penúltimo episodio (el último seguro que está por escribir, por mucho que se empeñe en poner un punto final a la crisis el cartel electoral Aurelio Martín) ha sido la renuncia de ocho de los integrantes de la lista para los comicios locales elegida por ese novedoso proceso abierto que ahora parecen abrazar algunos partiodos y que, como se ha demostrado, puede resultar más democrático pero aporta riesgos que no siempre sus impulsores están dispuestos a afrontar.
Los ocho militantes que anteayer presentaron su renuncia a concurrir a las municipales se unen a la anterior de nada menos que la número dos, Belén Iglesias. Y, como trasfondo, la lucha interna en el seno de la organización que derivó en la renuncia de Marcos Muñiz como coordinador general, un Marcos Muñiz elegido muy recientemente en otro proceso interno que ha abierto una vez más las heridas de una coalición desangrada día a día por esa especie de cainismo que la caracteriza en los últimos periodos.
La organización gijonesa de IU precisa -y la precisa ya- una catarsis y una recomposición -difícil, pero posible- que la lleve a resituarse en su espacio natural, el mismo que hasta la aparición de Podemos le prestaba una relevancia creciente en el panorama político. A esta falta de voluntad de entendimiento y de renuncias mutuas se suma la intervención -quizá sería mejor hablar de la ausencia de ella- de una dirección regional débil y dubitativa desde que se iniciara el mismo proceso de renovación en el ámbito territorial del Principado. Manuel González Orviz en un líder 'tocado' desde hace muchos meses y 'rematado' en el proceso de primarias para los comicios autonómicos que le ganó con relativa amplitud Gaspar Llamazares. Hasta el momento ninguno de ellos ha sabido diagnosticar la enfermedad o no ha sido capaz de aplicar el remedio adecuado.
Que en Izquierda Unida hay familias no lo duda nadie. ¿En que organización política no las hay? El meollo es que en otras de éstas los rivales desarrollan estrategias que permiten mantener una imagen de presunta calma y de adaptación al 'medio' de manera que, sin renunciar a sus objetivos, los hacen invisibles temporalmente.
Aquí, en la villa de Jovellanos, unas y otras de esas familias han sido incapaces de aparcar sus diferencias para centrarse en las metas comunes a la coalición. Hasta llevar a la misma a un permanente sinvivir que resta muchos puntos a la necesaria imagen que debería de ofrecer a sus militantes y votantes.
Ateniéndome a los 'incendios' más recientes, quizá habría que poner el punto de atención en una de las frases pronunciadas por el portavoz de los aspirantes a ediles ahora dimisionarios. Y es que no se puede abrir un proceso como el afrontado en las últimas semanas si no estás seguro del resultado o, mucho más importante, si estás dispuesto a aceptarlo cuando contradice tues previsiones.
Y, yendo un poco más atrás, quizá habría que pensar si el lanzamiento 'oficial' de la candidatura de un 'trallado' Aurelio Martín para encabezar la lista local fue una idea acertada. Al final, como consecuencia de los eslóganes de Podemos nos hemos quedado con que la exclusividad de "la casta" la tienen Partido Popular y Partido Socialista. En otros, como en Izquierda Unida, aunque menos numerosa, existe también una cierta "casta" que se ha ido forjando merced a muchos años a la sombra del poder, o compartiéndolo incluso, aunque fueran sus migajas. Y esa "casta" ha adquirido modos y maneras que los llegan a identificar con los modelos 'originales'.
El penúltimo episodio (el último seguro que está por escribir, por mucho que se empeñe en poner un punto final a la crisis el cartel electoral Aurelio Martín) ha sido la renuncia de ocho de los integrantes de la lista para los comicios locales elegida por ese novedoso proceso abierto que ahora parecen abrazar algunos partiodos y que, como se ha demostrado, puede resultar más democrático pero aporta riesgos que no siempre sus impulsores están dispuestos a afrontar.
Los ocho militantes que anteayer presentaron su renuncia a concurrir a las municipales se unen a la anterior de nada menos que la número dos, Belén Iglesias. Y, como trasfondo, la lucha interna en el seno de la organización que derivó en la renuncia de Marcos Muñiz como coordinador general, un Marcos Muñiz elegido muy recientemente en otro proceso interno que ha abierto una vez más las heridas de una coalición desangrada día a día por esa especie de cainismo que la caracteriza en los últimos periodos.
La organización gijonesa de IU precisa -y la precisa ya- una catarsis y una recomposición -difícil, pero posible- que la lleve a resituarse en su espacio natural, el mismo que hasta la aparición de Podemos le prestaba una relevancia creciente en el panorama político. A esta falta de voluntad de entendimiento y de renuncias mutuas se suma la intervención -quizá sería mejor hablar de la ausencia de ella- de una dirección regional débil y dubitativa desde que se iniciara el mismo proceso de renovación en el ámbito territorial del Principado. Manuel González Orviz en un líder 'tocado' desde hace muchos meses y 'rematado' en el proceso de primarias para los comicios autonómicos que le ganó con relativa amplitud Gaspar Llamazares. Hasta el momento ninguno de ellos ha sabido diagnosticar la enfermedad o no ha sido capaz de aplicar el remedio adecuado.
Que en Izquierda Unida hay familias no lo duda nadie. ¿En que organización política no las hay? El meollo es que en otras de éstas los rivales desarrollan estrategias que permiten mantener una imagen de presunta calma y de adaptación al 'medio' de manera que, sin renunciar a sus objetivos, los hacen invisibles temporalmente.
Aquí, en la villa de Jovellanos, unas y otras de esas familias han sido incapaces de aparcar sus diferencias para centrarse en las metas comunes a la coalición. Hasta llevar a la misma a un permanente sinvivir que resta muchos puntos a la necesaria imagen que debería de ofrecer a sus militantes y votantes.
Ateniéndome a los 'incendios' más recientes, quizá habría que poner el punto de atención en una de las frases pronunciadas por el portavoz de los aspirantes a ediles ahora dimisionarios. Y es que no se puede abrir un proceso como el afrontado en las últimas semanas si no estás seguro del resultado o, mucho más importante, si estás dispuesto a aceptarlo cuando contradice tues previsiones.
Y, yendo un poco más atrás, quizá habría que pensar si el lanzamiento 'oficial' de la candidatura de un 'trallado' Aurelio Martín para encabezar la lista local fue una idea acertada. Al final, como consecuencia de los eslóganes de Podemos nos hemos quedado con que la exclusividad de "la casta" la tienen Partido Popular y Partido Socialista. En otros, como en Izquierda Unida, aunque menos numerosa, existe también una cierta "casta" que se ha ido forjando merced a muchos años a la sombra del poder, o compartiéndolo incluso, aunque fueran sus migajas. Y esa "casta" ha adquirido modos y maneras que los llegan a identificar con los modelos 'originales'.
jueves, 19 de marzo de 2015
¡Hasta las cejas!
No es lo mismo dejar constancia de que la deuda actual del Principado de Asturias anda en torno a los 3.500 millones de euros (¡que ya tiene tela!) que poner en el contexto adecuado la evolución de esa cifra como muy acertadamente ha publicado hoy en "El Comercio" mi apreciado compañero Andrés Suárez. "Mil días de gobierno, mil millones más de deuda" es el titular de la susodicha información que hace 'rimar' la pesada carga acumulada por el Ejecutivo de Javier Fernández en sus tres años de gestión con el eslogan con la que él y su partido se presentan a la cita autonómica de mayo.
Lo cierto es que, incluso a quienes seguimos la actualidad regional en el día a día, resulta un tanto sorprendente un dato derivado de la labor de gobierno de un equipo que se ha envuelto en la bandera del respeto a la austeridad, incluso en contra de sus propias bases, para profesar la religión del seguidismo a la 'sastrería' financiera implantada desde los despachos del Ministerio de Hacienda.
Vamos camino de los tres años de gobierno de Javier Fernández y durante todo este tiempo hemos escuchado una defensa numantina de ese extraño binomio formado por la contención en el gasto y el mantenimiento de los servicios. Fueron las medidas que evitaron la "intervención" de Madrid en las cuentas del Principado y obligaron a la responsable de Economía a aplicar una ingeniería financiera rayana con la alquimia.
Finalmente, ahora sabemos que en todo este periodo, lo que debemos los asturianos -porque ellos no deben nada- se ha ido incrementando en estos tres años a razón de un millón de euros al día, como si tal deriva no tuviera más consecuencia que un simple guarismo de diez cifras esculpido en la fachada del palacio de la ovetense calle de Suárez de la Riva, cual si de una inscripción epigráfica de la época romana se tratara.
Asturias debe ahora unos 3.500 millones de euros -ahora sí nos fijamos en el dato- y nada hace pensar que ese listón haya marcado un techo, ni para el actual gobierno ni para el hipotético que pueda salir de las unas dentro de poco más de dos meses. Y esa deuda hay que pagarla. Y no precisamente cuando a tal ejecutivo le venga bien. Más de la mitad del 'pufo' habrá de ser abonado en los próximos cinco años y esa carga tendrá que tener su reflejo en los presupuestos de cada ejercicio en ese lustro, los mismos que desde hace años se resienten en el capítulo de ingresos, el único que permite ajustar el gasto a tales compromisos.
Dos argumentos aportan los socialistas a la asunción de esta pesada carga: el mantenimiento de los cimientos del llamado Estado del Bienestar en esta comunidad y la comparación con el nivel de deuda que asumen la mayorías de las autonomías. Del primero, habrá que preguntar a los asturianos y, sobre todo, a aquellos que más directamente son usuarios de esos servicios básicos. Las protestas y reclamaciones no invitan precisamente a tirar voladores por mucho que se empeñen sus actuales gestores. Menos base aún tiene el segundo, más relacionado con aquel dicho del tuerto en el país de los ciegos. Es correcto, incluso necesario, que las administraciones públicas se endeuden, pero siempre en unos límites razonables acordes con el grado de compromiso de devolución que conlleva. Claro que la relativa temporalidad de los cargos políticos lleva a muchos de ellos a esgrimir el popular "el que venga detrás que arree".
Y no quiero terminar sin señalar que, si bien las cifras mencionadas corresponden al periodo de gestión de Javier Fernández, están ahí también las correspondientes a ese interregno del oscuro mandato de Foro Asturias Ciudadanos, que no le van a la zaga a sus sucesores. Total, que entre unos y otros nos han endeudado hasta las cejas y tocará pagar a los de siempre.
Lo cierto es que, incluso a quienes seguimos la actualidad regional en el día a día, resulta un tanto sorprendente un dato derivado de la labor de gobierno de un equipo que se ha envuelto en la bandera del respeto a la austeridad, incluso en contra de sus propias bases, para profesar la religión del seguidismo a la 'sastrería' financiera implantada desde los despachos del Ministerio de Hacienda.
Vamos camino de los tres años de gobierno de Javier Fernández y durante todo este tiempo hemos escuchado una defensa numantina de ese extraño binomio formado por la contención en el gasto y el mantenimiento de los servicios. Fueron las medidas que evitaron la "intervención" de Madrid en las cuentas del Principado y obligaron a la responsable de Economía a aplicar una ingeniería financiera rayana con la alquimia.
Finalmente, ahora sabemos que en todo este periodo, lo que debemos los asturianos -porque ellos no deben nada- se ha ido incrementando en estos tres años a razón de un millón de euros al día, como si tal deriva no tuviera más consecuencia que un simple guarismo de diez cifras esculpido en la fachada del palacio de la ovetense calle de Suárez de la Riva, cual si de una inscripción epigráfica de la época romana se tratara.
Asturias debe ahora unos 3.500 millones de euros -ahora sí nos fijamos en el dato- y nada hace pensar que ese listón haya marcado un techo, ni para el actual gobierno ni para el hipotético que pueda salir de las unas dentro de poco más de dos meses. Y esa deuda hay que pagarla. Y no precisamente cuando a tal ejecutivo le venga bien. Más de la mitad del 'pufo' habrá de ser abonado en los próximos cinco años y esa carga tendrá que tener su reflejo en los presupuestos de cada ejercicio en ese lustro, los mismos que desde hace años se resienten en el capítulo de ingresos, el único que permite ajustar el gasto a tales compromisos.
Dos argumentos aportan los socialistas a la asunción de esta pesada carga: el mantenimiento de los cimientos del llamado Estado del Bienestar en esta comunidad y la comparación con el nivel de deuda que asumen la mayorías de las autonomías. Del primero, habrá que preguntar a los asturianos y, sobre todo, a aquellos que más directamente son usuarios de esos servicios básicos. Las protestas y reclamaciones no invitan precisamente a tirar voladores por mucho que se empeñen sus actuales gestores. Menos base aún tiene el segundo, más relacionado con aquel dicho del tuerto en el país de los ciegos. Es correcto, incluso necesario, que las administraciones públicas se endeuden, pero siempre en unos límites razonables acordes con el grado de compromiso de devolución que conlleva. Claro que la relativa temporalidad de los cargos políticos lleva a muchos de ellos a esgrimir el popular "el que venga detrás que arree".
Y no quiero terminar sin señalar que, si bien las cifras mencionadas corresponden al periodo de gestión de Javier Fernández, están ahí también las correspondientes a ese interregno del oscuro mandato de Foro Asturias Ciudadanos, que no le van a la zaga a sus sucesores. Total, que entre unos y otros nos han endeudado hasta las cejas y tocará pagar a los de siempre.
jueves, 12 de marzo de 2015
Fracaso
Cuando, allá por principios de 2012, el entonces presidente del Principado, Francisco Álvarez-Cascos, convocó elecciones autonómicas anticipadas, la palabra más repetida por los grupos de la oposición, o sea todos menos el suyo, fue "Fracaso". Fracaso por no haber sabido recurrir al diálogo tras un año de gestión convulsa y en solitario; fracaso por ser incapaz de encontrar los apoyos necesarios para sacar adelante un proyecto presupuestario teniendo que recurrir a una prórroga; fracaso por no resistir desde el Ejecutivo las zancadillas que a cualquiera de sus iniciativas le ponían desde la derecha y desde la izquierda.
Admitido ese fracaso, ahora habría que plantearse lo que han sido los otros tres años entre comicios, la legislatura presidida por el socialista Javier Fernández. Está a punto de concluir este periodo y andan el actual presidente del Principado y su partido embarcados en una precampaña electoral que lleva como enseña "Mil días que marcan la diferencia".
Pero, ¿cuál es esa diferencia, al menos en lo institucional? Repásemosla someramente. Si empezamos por el fracaso del Gobierno de Foro Asturias Ciudadanos y colocamos el punto de inflexión en la imposibilidad de lograr apoyos a un proyecto presupuestario, habrá que recordar que Javier Fernández también tuvo que recurrir a una prórroga, que hubieran sido dos de no acudir en su ayuda el Partido Popular, el mismo que al anterior Ejecutivo le denegó esa dote de "responsabilidad" esgrimida más tarde pese a su proximidad ideológica. Parece que nos hemos acostumbrado ya, pero es difícil de entender el desenganche absoluto de la propuesta forista que hicieron los populares y la aceptación de las normas de suplemento de créditos (el año pasado) y del proyecto de ley (este año) socialistas después. Los argumentos esgrimidos por la presidenta del PP para justificar tal postura es en sentido estricto comprensible, pero a nadie se le escapa que tras los mismos subyace claramente la definición de cuál es el enemigo del que librarse y cuál el menos dañino para los intereses de partido.
Pero vayamos a lo más próximo. El presidente socialista del Principado planteó, a principios de su mandato, una serie de propuestas básicas que, a la hora de repasar ofrecen un balance más que pobre. Del primer paquete, comprometido en el fallido acuerdo de gobierno con Unión, Progreso y Democracia e Izquierda Unida, nos queda para la historia el fracaso de la reforma de la ley electoral y una ley presupuestaria.
Replanteada la situación, con algo más de cintura a la hora de establecer pactos, dos grandes temas (que en realidad son tres) se esculpieron con fuego en los estandartes del Gobierno socialista: reforma del sector público, por un lado, y las leyes de buen gobierno y de transparencia, por otro. De la primera queda constancia que una parcialización orientada a ganar tiempo para no descabalgar a los amigos colocados ha dejado a Asturias como la comunidad en la que menos se ha reducido el conglomerado de empresas, fundaciones y demás entidades públicas, eso que la oposición ha tildado en numerosas ocasiones de "chiringuitos". La legislatura se termina y el cambio de cromos practicado se queda como un falido objetivo de racionalizar el sector.
¡Y qué decir de las normas reguladoras del buen gobierno y de transparencia! Ahí están atascadas y sin ningún viso de adquirir rango de ley en las escasas semanas que le restan a esta legislatura. La culpa, como no podía ser de otra manera, es de la oposición. Así lo vocean los dirigentes socialistas que, al menos en su caso, no lo reacionan con un fracaso de su incapacidad de diálogo con el resto de las fuerzas políticas.
Todo esto no figura para nada en la campaña "Mil días que marcan la diferencia", solamente centrada en la política social y en el carcter marcadamente opuesto a la desarrollada por el Ejecutivo estatal y los de la mayor parte de las autonomías. Podría tener un pase si fuera tal, pero, propagandistas aparte, habría que preguntar a los usuarios reales de tales servicios si, en verdad, las gestiones desarrolladas son acordes con las necesidades de los asturianos. Si repasamos los titulares de los medios informativos de los últimos meses son muchas las voces que nos dicen que no. Aunque eso lo dejaré para mejor ocasión porque, como decía un entrañable personaje de Billy Wilder, "esa es otra historia".
Admitido ese fracaso, ahora habría que plantearse lo que han sido los otros tres años entre comicios, la legislatura presidida por el socialista Javier Fernández. Está a punto de concluir este periodo y andan el actual presidente del Principado y su partido embarcados en una precampaña electoral que lleva como enseña "Mil días que marcan la diferencia".
Pero, ¿cuál es esa diferencia, al menos en lo institucional? Repásemosla someramente. Si empezamos por el fracaso del Gobierno de Foro Asturias Ciudadanos y colocamos el punto de inflexión en la imposibilidad de lograr apoyos a un proyecto presupuestario, habrá que recordar que Javier Fernández también tuvo que recurrir a una prórroga, que hubieran sido dos de no acudir en su ayuda el Partido Popular, el mismo que al anterior Ejecutivo le denegó esa dote de "responsabilidad" esgrimida más tarde pese a su proximidad ideológica. Parece que nos hemos acostumbrado ya, pero es difícil de entender el desenganche absoluto de la propuesta forista que hicieron los populares y la aceptación de las normas de suplemento de créditos (el año pasado) y del proyecto de ley (este año) socialistas después. Los argumentos esgrimidos por la presidenta del PP para justificar tal postura es en sentido estricto comprensible, pero a nadie se le escapa que tras los mismos subyace claramente la definición de cuál es el enemigo del que librarse y cuál el menos dañino para los intereses de partido.
Pero vayamos a lo más próximo. El presidente socialista del Principado planteó, a principios de su mandato, una serie de propuestas básicas que, a la hora de repasar ofrecen un balance más que pobre. Del primer paquete, comprometido en el fallido acuerdo de gobierno con Unión, Progreso y Democracia e Izquierda Unida, nos queda para la historia el fracaso de la reforma de la ley electoral y una ley presupuestaria.
Replanteada la situación, con algo más de cintura a la hora de establecer pactos, dos grandes temas (que en realidad son tres) se esculpieron con fuego en los estandartes del Gobierno socialista: reforma del sector público, por un lado, y las leyes de buen gobierno y de transparencia, por otro. De la primera queda constancia que una parcialización orientada a ganar tiempo para no descabalgar a los amigos colocados ha dejado a Asturias como la comunidad en la que menos se ha reducido el conglomerado de empresas, fundaciones y demás entidades públicas, eso que la oposición ha tildado en numerosas ocasiones de "chiringuitos". La legislatura se termina y el cambio de cromos practicado se queda como un falido objetivo de racionalizar el sector.
¡Y qué decir de las normas reguladoras del buen gobierno y de transparencia! Ahí están atascadas y sin ningún viso de adquirir rango de ley en las escasas semanas que le restan a esta legislatura. La culpa, como no podía ser de otra manera, es de la oposición. Así lo vocean los dirigentes socialistas que, al menos en su caso, no lo reacionan con un fracaso de su incapacidad de diálogo con el resto de las fuerzas políticas.
Todo esto no figura para nada en la campaña "Mil días que marcan la diferencia", solamente centrada en la política social y en el carcter marcadamente opuesto a la desarrollada por el Ejecutivo estatal y los de la mayor parte de las autonomías. Podría tener un pase si fuera tal, pero, propagandistas aparte, habría que preguntar a los usuarios reales de tales servicios si, en verdad, las gestiones desarrolladas son acordes con las necesidades de los asturianos. Si repasamos los titulares de los medios informativos de los últimos meses son muchas las voces que nos dicen que no. Aunque eso lo dejaré para mejor ocasión porque, como decía un entrañable personaje de Billy Wilder, "esa es otra historia".
lunes, 9 de marzo de 2015
Mentirtosos, mentirosos
"Se caza antes al mentiroso que a un cojo", asevera un dicho popular. Y, como toda la sabiduría que emana de la base social, deberíamos de tenerlo bien presente ahora que la mayoría de los partidos políticos se encuentran embarcados en lo que eufemísticamente llaman pre-campaña electoral (¿Dónde y de qué forma esta regulado este proceso que supone un sobrecoste millonario al ya de por sí gasto despilfarrador que desembolsan en la campaña propiamente dicha y regulada por ley?).
El caso es que se ha abierto la espita para que los candidatos y cargos públicos echen la lengua a pacer y recurran a toda clase de objetivos para comprometerse con la mejora de nuestras vidas, nuestros recursos y nuestros servicios. Se trata de una práctica habitual y generalmente asumida por la ciudadanía, que asiste indiferente a las promesas de estos y de aquellos pese a que la experiencia les dice que casi nunca van a llevarse a efecto.
Apelo a este preámbulo para mostrar mi sorpresa ante unas manifestaciones del líder del Partido Socialista en su visita de este fin de semana a Asturias. En un acto público, en Langreo, Pedro Sánchez, que aspira legítimamente a presidir los destinos del país allá por finales de año, ha recurrido una vez más a esa práctica de los compromisos electorales y ha asegurado que, si los españoles le dan su confianza, garantiza que Hunosa seguirá activa.
Sorprende que el dirigente socialista haga tales afirmaciones cuando hace tiempo que el futuro de la minería del carbón tiene los días contados, por mucho que los asturianos defendamos a muerte su valor estratégico en la economía del Principado. Porque no se trata de que la empresa hullera tenga un carácter público y, por tanto, su planeamiento corresponda al Ejecutivo de la nación. Eso podía ser tal hace algunos años, antes de que España estuviera imbricada plenamente en los designios de la Unión Europea. Ahora esa "soberanía" ha sido trasladada a Bruselas y, amagos aparte para alargar la agonía de las minas, desde la capital belga ya se ha escrito su epitafio y tienen el nicho preparado para ser entrerradas.
"Arriesgada" promesa, pues, la de Pedro Sánchez que, por si fuera poco, ha demostrado con sus palabras un desconocimiento rallano en la ignorancia al afirmar su compromiso de mantener "la planta de Hunosa en Asturias". No sé que entiende el dirigente socialista por planta en una empresa como la hullera, distribuida en pozos geográficamente diseminados, por mucho que se encuentren ubicados en las cuencas del Nalón y del Caudal. Tampoco sé muy bien qué pinta la referencia "de Asturias", toda vez que se trata de una actividad asentada geográficamente en el territorio del Principado (No creo que el dirigente socialista estuviera pensando en el famoso "pozo moqueta" de Madrid).
Probablemente este 'neófito' de la política no distinga minería y siderurgia. Por de pronto, en su visita express del sábado no ha incluido tan siquiera la visita a un pozo como suelen hacer otros políticos de su categoría, aunque nada más que fuera para hacerse la foto.
El alcance del compromiso del secretario general del PSOE cobra más relevancia cuando ha convertido en 'leit motiv' de su precampaña la puesta en evidencia de su adversario del PP, Mariano Rajoy, por el incumplimiento sistemático de sus promesas de hace cuatro años.
Al final, mentiras y más mentiras de quienes solamente se dirigen a sus conciudadanos cuando quieren reclamarle su sufragio. Hablar no cuesta dinero y dibujar un escenario de soluciones, prácticamente tampoco. Gráficamente, podría describirse la situación con otro chascarrillo popular, aquél de "prometer, prometer, y no meter".
El caso es que se ha abierto la espita para que los candidatos y cargos públicos echen la lengua a pacer y recurran a toda clase de objetivos para comprometerse con la mejora de nuestras vidas, nuestros recursos y nuestros servicios. Se trata de una práctica habitual y generalmente asumida por la ciudadanía, que asiste indiferente a las promesas de estos y de aquellos pese a que la experiencia les dice que casi nunca van a llevarse a efecto.
Apelo a este preámbulo para mostrar mi sorpresa ante unas manifestaciones del líder del Partido Socialista en su visita de este fin de semana a Asturias. En un acto público, en Langreo, Pedro Sánchez, que aspira legítimamente a presidir los destinos del país allá por finales de año, ha recurrido una vez más a esa práctica de los compromisos electorales y ha asegurado que, si los españoles le dan su confianza, garantiza que Hunosa seguirá activa.
Sorprende que el dirigente socialista haga tales afirmaciones cuando hace tiempo que el futuro de la minería del carbón tiene los días contados, por mucho que los asturianos defendamos a muerte su valor estratégico en la economía del Principado. Porque no se trata de que la empresa hullera tenga un carácter público y, por tanto, su planeamiento corresponda al Ejecutivo de la nación. Eso podía ser tal hace algunos años, antes de que España estuviera imbricada plenamente en los designios de la Unión Europea. Ahora esa "soberanía" ha sido trasladada a Bruselas y, amagos aparte para alargar la agonía de las minas, desde la capital belga ya se ha escrito su epitafio y tienen el nicho preparado para ser entrerradas.
"Arriesgada" promesa, pues, la de Pedro Sánchez que, por si fuera poco, ha demostrado con sus palabras un desconocimiento rallano en la ignorancia al afirmar su compromiso de mantener "la planta de Hunosa en Asturias". No sé que entiende el dirigente socialista por planta en una empresa como la hullera, distribuida en pozos geográficamente diseminados, por mucho que se encuentren ubicados en las cuencas del Nalón y del Caudal. Tampoco sé muy bien qué pinta la referencia "de Asturias", toda vez que se trata de una actividad asentada geográficamente en el territorio del Principado (No creo que el dirigente socialista estuviera pensando en el famoso "pozo moqueta" de Madrid).
Probablemente este 'neófito' de la política no distinga minería y siderurgia. Por de pronto, en su visita express del sábado no ha incluido tan siquiera la visita a un pozo como suelen hacer otros políticos de su categoría, aunque nada más que fuera para hacerse la foto.
El alcance del compromiso del secretario general del PSOE cobra más relevancia cuando ha convertido en 'leit motiv' de su precampaña la puesta en evidencia de su adversario del PP, Mariano Rajoy, por el incumplimiento sistemático de sus promesas de hace cuatro años.
Al final, mentiras y más mentiras de quienes solamente se dirigen a sus conciudadanos cuando quieren reclamarle su sufragio. Hablar no cuesta dinero y dibujar un escenario de soluciones, prácticamente tampoco. Gráficamente, podría describirse la situación con otro chascarrillo popular, aquél de "prometer, prometer, y no meter".
sábado, 7 de marzo de 2015
Los cojines de Asturias
Estamos en vísperas electorales y, desde hace unos días, los escándalos de la llamada clase política han vuelto a presidir las informaciones de relevancia en este territorio. En esta ocasión, por añadidura, han sido imputados nada menos que 22 cargos públicos o institucionales, fundamentalmente alcaldes y concejales de todo signo y diferente procedencia.
Hace tiempo que andaba rondando por ahí la constatación de una práctica habitual de la empresa Aquagest, la de hacer regalos e invitar a viajes pagados a ediles de diferentes concejos, incluso de algunos con la que no mantiene relación comercial alguna.
La conocida como "trama del agua" había sembrado sospechas en un buen número de puntos del territorio asturiano, pero solamente en estos últimos días hemos tenido conocimiento de la decisión judicial de considerar a esa veintena larga de políticos imputados por presuntos delitos de fraude, cohecho, blanqueo de capitales y tráfico de influencias.
La noticia ha caído como una bomba en el seno de PSOE, PP y Foro, que consideran un serio inconveniente la aparición de los nombres de sus cargos públicos en un momento en el que sus respectivos aparatos se hallan embarcados en la preparación de la inminente campaña.
De momento, quienes han tomado la iniciativa de salir al paso de su imputación han sido, esencialmente, los propios implicados, toda vez que algunos ocupan o han ocupado cargos de relevancia en algunos de los principales consistorios de Asturias.
Resulta cuando menos curioso escuchar los argumentos de algunos de los señalados, que apelan a su honradez y buscan la manera de relacionar viajes pagados por la empresa de gestión del agua con su actividad institucional. Incluso, provoca carcajadas escuchar a más de uno afirmar que sus viajes de ocio se los paga de su bolsillo. ¿A qué me recuerda esto? Sí, hombre, a ese presidente de Extremadura que cargaba al erario público el coste de sus traslados a Canarias para ver a una amiga del alma. O el de los trajes a coste cero. Nadie los creyó entonces y resulta muy difícil que sea diferente ahora. Sobre todo si quienes en estos momentos argumentan tal son los del mismo signo que en esas otras ocasiones aprovecharon para arremeter contra los rivales.
Entre tanto, los señalados por el dedo de la ley se rasgan las vestiduras y ponen el grito en el cielo en defensa de su "honorabilidad", pero muy pocos han sido capaces de argumentar razonadamente la relación contractual que les ligó a Aquagest en sus respectivos casos.
Dirán muchos que se trata de calderilla, que se magnifica el alcance del presunto delito; incluso, habrá quien para disipar dudas intentará devolver de su bolsillo aquellos importes "menores". Probablemente, también, la cosa no pase a mayores y acabe diluyéndose en un proceso largo y tedioso; probablemente, buena parte de los imputados acaben exonerados legalmente de los delitos que se les atribuyen. Lo que no podrán evitar los señalados es que, ante la ciudadanía, vuelvan a dejar patente la facilidad con que muchos políticos están dispuestos a abusar de su condición de cargo público para conseguir beneficios colaterales a sus emolumentos ordinarios, en forma de regalos o invitaciones.
Son cuatro perras, clamarán. Posiblemente, pero es que ahora esta "casta" está dispuesta a reclamar hasta por el precio de unos cojines. Los cojines de Asturias.
Hace tiempo que andaba rondando por ahí la constatación de una práctica habitual de la empresa Aquagest, la de hacer regalos e invitar a viajes pagados a ediles de diferentes concejos, incluso de algunos con la que no mantiene relación comercial alguna.
La conocida como "trama del agua" había sembrado sospechas en un buen número de puntos del territorio asturiano, pero solamente en estos últimos días hemos tenido conocimiento de la decisión judicial de considerar a esa veintena larga de políticos imputados por presuntos delitos de fraude, cohecho, blanqueo de capitales y tráfico de influencias.
La noticia ha caído como una bomba en el seno de PSOE, PP y Foro, que consideran un serio inconveniente la aparición de los nombres de sus cargos públicos en un momento en el que sus respectivos aparatos se hallan embarcados en la preparación de la inminente campaña.
De momento, quienes han tomado la iniciativa de salir al paso de su imputación han sido, esencialmente, los propios implicados, toda vez que algunos ocupan o han ocupado cargos de relevancia en algunos de los principales consistorios de Asturias.
Resulta cuando menos curioso escuchar los argumentos de algunos de los señalados, que apelan a su honradez y buscan la manera de relacionar viajes pagados por la empresa de gestión del agua con su actividad institucional. Incluso, provoca carcajadas escuchar a más de uno afirmar que sus viajes de ocio se los paga de su bolsillo. ¿A qué me recuerda esto? Sí, hombre, a ese presidente de Extremadura que cargaba al erario público el coste de sus traslados a Canarias para ver a una amiga del alma. O el de los trajes a coste cero. Nadie los creyó entonces y resulta muy difícil que sea diferente ahora. Sobre todo si quienes en estos momentos argumentan tal son los del mismo signo que en esas otras ocasiones aprovecharon para arremeter contra los rivales.
Entre tanto, los señalados por el dedo de la ley se rasgan las vestiduras y ponen el grito en el cielo en defensa de su "honorabilidad", pero muy pocos han sido capaces de argumentar razonadamente la relación contractual que les ligó a Aquagest en sus respectivos casos.
Dirán muchos que se trata de calderilla, que se magnifica el alcance del presunto delito; incluso, habrá quien para disipar dudas intentará devolver de su bolsillo aquellos importes "menores". Probablemente, también, la cosa no pase a mayores y acabe diluyéndose en un proceso largo y tedioso; probablemente, buena parte de los imputados acaben exonerados legalmente de los delitos que se les atribuyen. Lo que no podrán evitar los señalados es que, ante la ciudadanía, vuelvan a dejar patente la facilidad con que muchos políticos están dispuestos a abusar de su condición de cargo público para conseguir beneficios colaterales a sus emolumentos ordinarios, en forma de regalos o invitaciones.
Son cuatro perras, clamarán. Posiblemente, pero es que ahora esta "casta" está dispuesta a reclamar hasta por el precio de unos cojines. Los cojines de Asturias.
jueves, 5 de marzo de 2015
La gran chapuza ferroviaria
Al hecho de que el plan de vías de Gijón se haya convertido en relevante polémica de actualidad no es ajena la condición de año electoral en el que nos encontramos. Más bien diría que lo contrario. Que es la inmediata cita con las urnas para renovar las instituciones locales y autonómicas la que ha colocado en un primer plano la agria controversia política.
Y es que, leyendo las informaciones de estos últimos días y el carácter destacado de las mismas en los medios de comunicación, cualquiera diría que se ha producido un punto de inflexión en el lentísimo proceso de un proyecto que se remonta muchos años atrás y que ha hivernado durante la mayor parte de los mismos. Argumentar ahora con parones suena más a retranca política que a debate serio sobre infraestructuras.
No es el momento ni el lugar éste para apelar a documentación de un largo periodo que se inició en 2002 con la idea de la supresión de la llamada barrera ferroviaria, que partía en dos una parte sustancial de la ciudad. Soterramiento de la playa de vías, desplazamiento hacia el extrarradio de la estación terminal y aprovechamiento del suelo para nuevos proyectos urbanísticos son aspectos que ahora suenan a musiquillas del pasado y que una simple visita al terreno diluyen frente a la cruda realidad.
De entonces acá ha habido gobiernos de distinto color y ministros de diverso pelaje en Madrid. Incluso en Asturias también ha habido una corta alternancia de siglas y cambios de presidente autonómico. Total, nada de nada. En la práctica, un "solarón", como acostumbramos a denominar en la villa, y mucha palabrería para rellenar líneas en la prensa escrita o minutos en las ondas radiofónicas o en las pantallas de televisión.
Aunque lo peor de todo no es el continuado arrumbamiento de uno de los planes estrellas para Gijón por parte de unos y de otros, sino su sincronía con el abandono de algunos otros proyectos también relacionados con la villa y los 'caminos de hierro'. El más sangrante es, sin duda, el tristemente conocido como metrotrén, íntimamente ligado al plan de vías ya señalado. Ahora, esta "fantástica" idea se ha quedado en un obsoleto agujero con constantes cargas económicas y sin una previsión de uso ni a corto, ni a medio, ni a largo plazo. No en vano, esta "genial" idea se pone en marcha bajo los auspicios de un Francisco Álvarez-Cascos en el Gobierno de la nación que, de entrada, fue rechazado por sus adversarios políticos asturianos pero que ha alternado beneplácitos y críticas de los mismos a lo largo de todos estos larguísimos años, hasta el extremo de hacer propio el proyecto, según aconsejaran las circunstancias del momento, algunos de quienes lo denigraron en origen.
Y qué decir de un asunto cual es el de la alta velocidad que, si bien no es exclusivo de la villa de Jovellanos, si afecta directamente a sus habitantes, una cuarta parte de la población del Principado. La llegada a Asturias y a Gijón de los convoyes más rápidos se topa, de entrada, con la necesaria culminación de la variante de Pajares, multimillonaria obra siempre pendiente de rematar y al que las hemerotecas han puesto fecha en inumerables ocasiones merced a las osadas declaraciones de los sucesivos responsables. Ahora, el Gobierno de Mariano Rajoy, y su ministra Ana Pastor, han vuelto a establecer ese dato como algo próximo. Lástima que los asturianos ya estemos tan escarmentados y, como Santo Tomás, necesitemos tocar para creer.
Y si el túnel de Pajares es fundamental para la conexión de alta velocidad, no es menos relevante el establecimiento de un objetivo claro para la llegada de la misma al centro de Asturias y a Gijón, otra patata caliente que hasta la fecha se han ido pasando los sucesivos gobiernos estatales. Por no hablar de ese clavo en el zapato que nos colocó años atrás el presidente José Luis Rodríguez Zapatero con el cuello de botella de la estación de León, también -nos dicen- de cercana solución.
No vamos a hablar ahora del AVE del Cantábrico, del tren-tran o de un largo capítulo de ocurrencias que se han repartido alternativamente socialistas y populares. En definitiva, todo ello y alguna cosa más invitan a tomar prestada la denominación utilizada por el líder de Foro Asturias Ciudadanos a propósito de la actual situación del reseñado plan de vías y hacerla extensible a prácticamente a todo lo que tiene que ver con ese medio de transporte y este territorio. Asturias, y Gijón, no se merecían esta gran chapuza ferroviaria.
Y es que, leyendo las informaciones de estos últimos días y el carácter destacado de las mismas en los medios de comunicación, cualquiera diría que se ha producido un punto de inflexión en el lentísimo proceso de un proyecto que se remonta muchos años atrás y que ha hivernado durante la mayor parte de los mismos. Argumentar ahora con parones suena más a retranca política que a debate serio sobre infraestructuras.
No es el momento ni el lugar éste para apelar a documentación de un largo periodo que se inició en 2002 con la idea de la supresión de la llamada barrera ferroviaria, que partía en dos una parte sustancial de la ciudad. Soterramiento de la playa de vías, desplazamiento hacia el extrarradio de la estación terminal y aprovechamiento del suelo para nuevos proyectos urbanísticos son aspectos que ahora suenan a musiquillas del pasado y que una simple visita al terreno diluyen frente a la cruda realidad.
De entonces acá ha habido gobiernos de distinto color y ministros de diverso pelaje en Madrid. Incluso en Asturias también ha habido una corta alternancia de siglas y cambios de presidente autonómico. Total, nada de nada. En la práctica, un "solarón", como acostumbramos a denominar en la villa, y mucha palabrería para rellenar líneas en la prensa escrita o minutos en las ondas radiofónicas o en las pantallas de televisión.
Aunque lo peor de todo no es el continuado arrumbamiento de uno de los planes estrellas para Gijón por parte de unos y de otros, sino su sincronía con el abandono de algunos otros proyectos también relacionados con la villa y los 'caminos de hierro'. El más sangrante es, sin duda, el tristemente conocido como metrotrén, íntimamente ligado al plan de vías ya señalado. Ahora, esta "fantástica" idea se ha quedado en un obsoleto agujero con constantes cargas económicas y sin una previsión de uso ni a corto, ni a medio, ni a largo plazo. No en vano, esta "genial" idea se pone en marcha bajo los auspicios de un Francisco Álvarez-Cascos en el Gobierno de la nación que, de entrada, fue rechazado por sus adversarios políticos asturianos pero que ha alternado beneplácitos y críticas de los mismos a lo largo de todos estos larguísimos años, hasta el extremo de hacer propio el proyecto, según aconsejaran las circunstancias del momento, algunos de quienes lo denigraron en origen.
Y qué decir de un asunto cual es el de la alta velocidad que, si bien no es exclusivo de la villa de Jovellanos, si afecta directamente a sus habitantes, una cuarta parte de la población del Principado. La llegada a Asturias y a Gijón de los convoyes más rápidos se topa, de entrada, con la necesaria culminación de la variante de Pajares, multimillonaria obra siempre pendiente de rematar y al que las hemerotecas han puesto fecha en inumerables ocasiones merced a las osadas declaraciones de los sucesivos responsables. Ahora, el Gobierno de Mariano Rajoy, y su ministra Ana Pastor, han vuelto a establecer ese dato como algo próximo. Lástima que los asturianos ya estemos tan escarmentados y, como Santo Tomás, necesitemos tocar para creer.
Y si el túnel de Pajares es fundamental para la conexión de alta velocidad, no es menos relevante el establecimiento de un objetivo claro para la llegada de la misma al centro de Asturias y a Gijón, otra patata caliente que hasta la fecha se han ido pasando los sucesivos gobiernos estatales. Por no hablar de ese clavo en el zapato que nos colocó años atrás el presidente José Luis Rodríguez Zapatero con el cuello de botella de la estación de León, también -nos dicen- de cercana solución.
No vamos a hablar ahora del AVE del Cantábrico, del tren-tran o de un largo capítulo de ocurrencias que se han repartido alternativamente socialistas y populares. En definitiva, todo ello y alguna cosa más invitan a tomar prestada la denominación utilizada por el líder de Foro Asturias Ciudadanos a propósito de la actual situación del reseñado plan de vías y hacerla extensible a prácticamente a todo lo que tiene que ver con ese medio de transporte y este territorio. Asturias, y Gijón, no se merecían esta gran chapuza ferroviaria.
lunes, 2 de marzo de 2015
Renovarse o morir
El candidato socialista a la Alcaldía de Gijón sacó adelante, sin apenas oposición, el pasado fin de semana la lista de las personas que le acompañarán en su objetivo de recuperar el bastón de mando local para su partido. Y para ello ha adoptado una medida a mi juicio inteligente cual es la renovación de la mayor parte de la candidatura que el PSOE presentó hace cuatro años encabezada por Santiago Martínez Argüelles. Había entonces demasiados nombres repetidos, mucho calienta-asientos por mucho que algunos -siguiendo una práctica hasta ahora practicada con profusión- intercambiarán cromos entre la Casa Consistorial y el Parlamento autonómico.
José María Pérez no tiene fácil presentarse como un Pedro Sánchez de la política local. No es un perfecto desconocido ni un renovador merced a sus doce años de presencia en la Plaza Mayor como concejal y los últimos cuatro como diputado regional. Sin embargo, ha escogido el camino de rodearse de caras nuevas, en parte jóvenes y sin experiencia institucional, para dar así carpetazo al interregno protagonizado por Martínez Argüelles y que ha significado un duro batacazo en la historia de los socialistas gijoneses. Pasar página y presentarse con una imagen nueva. Esa parece ser la intención del candidato al desechar la continuidad de ediles con pedigrí y rodearse de gente sin demasiada historia y, por lo tanto, con vía libre para hacerla.
Claro que todavía quedan algunos incombustibles como Begoña Fernández -¿cuántos años lleva esta mujer en las instituciones?- o Celso Ordiales -el 'comisario' del aparato del partido en el grupo municipal-, sin olvidar el retorno de José Ramón Tuero, otro veterano rescatado del equipo de gestión confeccionado hace tres años por Javier Fernández. Pero tampoco podía esperarse una 'revolución' en toda regla. El PSOE hace tiempo que abandonó tales prácticas.
Ahora, lo único que le inetresa al binomio Pérez-Martínez Argüelles es encontrar la llave para abrir de nuevo la puerta de la Alcaldía a un partido que ha transitado durante este último mandato como un boxeador sonado desorientado por el 'derechazo' al mentón de un Foro Asturias Ciudadanos que le arrebató el mando de la ciudada cuando creían que tenía para ellos rango vitalicio.
Y no es que los socialistas gijoneses vayan de rompedores con su estilo "renovador". No. Si nos fijamos en otras listas del propio partido en diferentes municipios, esa media del 80% de caras nuevas -un par de puntos arriba o abajo da igual- se repite como si de una consigna emanada de instancias superiores se tratara. Es un a modo de "pedrosanchezismo".
De momento, el PSOE local ha adelantado sus propuestas 'físicas' para los comicios de mayo y su candidato va desgranando aquí y allá algunas de las de carácter programático, algo que parece importar bastante menos al electorado, cuando debería ser lo único de verdadera relevancia. El enemigo, ya lo han dejado claro en las manifestaciones del día a día, es el actual partido en el gobierno local, conscientes quizá de que el PP ha quedado en la villa hecho unos zorros meced a la desastrosa gestión que en los últimos años ha realizado desde Oviedo la líder regional. A nadie, ni al PSOE ni a Foro, parece preocuparle apenas lo que pueda hacer el partido de Mercedes Fernández en esta ocasión. Si acaso, Santiago Martínez Argüelles y José María Pérez tienen el retrovisor puesto en aquellos que tratan de adelantarles por la izquierda, que ya no es Izquierda Unida, también 'renovada' con el diputado autonómico Aurelio Martín, sino ese vástago rebelde de Podemos que es Xixón si puede.
José María Pérez no tiene fácil presentarse como un Pedro Sánchez de la política local. No es un perfecto desconocido ni un renovador merced a sus doce años de presencia en la Plaza Mayor como concejal y los últimos cuatro como diputado regional. Sin embargo, ha escogido el camino de rodearse de caras nuevas, en parte jóvenes y sin experiencia institucional, para dar así carpetazo al interregno protagonizado por Martínez Argüelles y que ha significado un duro batacazo en la historia de los socialistas gijoneses. Pasar página y presentarse con una imagen nueva. Esa parece ser la intención del candidato al desechar la continuidad de ediles con pedigrí y rodearse de gente sin demasiada historia y, por lo tanto, con vía libre para hacerla.
Claro que todavía quedan algunos incombustibles como Begoña Fernández -¿cuántos años lleva esta mujer en las instituciones?- o Celso Ordiales -el 'comisario' del aparato del partido en el grupo municipal-, sin olvidar el retorno de José Ramón Tuero, otro veterano rescatado del equipo de gestión confeccionado hace tres años por Javier Fernández. Pero tampoco podía esperarse una 'revolución' en toda regla. El PSOE hace tiempo que abandonó tales prácticas.
Ahora, lo único que le inetresa al binomio Pérez-Martínez Argüelles es encontrar la llave para abrir de nuevo la puerta de la Alcaldía a un partido que ha transitado durante este último mandato como un boxeador sonado desorientado por el 'derechazo' al mentón de un Foro Asturias Ciudadanos que le arrebató el mando de la ciudada cuando creían que tenía para ellos rango vitalicio.
Y no es que los socialistas gijoneses vayan de rompedores con su estilo "renovador". No. Si nos fijamos en otras listas del propio partido en diferentes municipios, esa media del 80% de caras nuevas -un par de puntos arriba o abajo da igual- se repite como si de una consigna emanada de instancias superiores se tratara. Es un a modo de "pedrosanchezismo".
De momento, el PSOE local ha adelantado sus propuestas 'físicas' para los comicios de mayo y su candidato va desgranando aquí y allá algunas de las de carácter programático, algo que parece importar bastante menos al electorado, cuando debería ser lo único de verdadera relevancia. El enemigo, ya lo han dejado claro en las manifestaciones del día a día, es el actual partido en el gobierno local, conscientes quizá de que el PP ha quedado en la villa hecho unos zorros meced a la desastrosa gestión que en los últimos años ha realizado desde Oviedo la líder regional. A nadie, ni al PSOE ni a Foro, parece preocuparle apenas lo que pueda hacer el partido de Mercedes Fernández en esta ocasión. Si acaso, Santiago Martínez Argüelles y José María Pérez tienen el retrovisor puesto en aquellos que tratan de adelantarles por la izquierda, que ya no es Izquierda Unida, también 'renovada' con el diputado autonómico Aurelio Martín, sino ese vástago rebelde de Podemos que es Xixón si puede.
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