"En la casa donde no hay panchón todos riñen y todos tienen razón", reza un popular refán español. Y algo de esto es aplicable al delicado momento que atraviesa estos días Unión, Progreso y Democracia. Y no es que la cita andaluza del pasado domingo haya marcado un antes y un después en lo que a relaciones internas se refiere. De ninguna manera. Que las convulsiones constituían moneda habitual entre los 'sectores' del partido magenta era un secreto a voces. Sin embargo, más allá de algún disidente ocasional -vease el ex eurodiputado Francisco Sosa Wagner- los descontentos habían preferido morderse la lengua en público y aguantar un tiempo, quizá por aquello de que se trata de una formación con cargos públicos en las instituciones.
La debacle de las urnas andaluzas ha abierto la espita y todos los cabreos acumulados se han desbordado como pantano en temporada de lluvias. Ahora ya son muy pocos los que se recatan a la hora de exigir cabezas y cuestionar sin tapujos el estilo de su presidenta. El escenario se enreda cuando Rosa Díez decide hacer oídos sordos a este clamor y mantenerse en sus trece sin aceptar la sobresaliente parte de responsabilidad que le corresponde en el fracaso.
Suena especialmente la letra del fallido pacto con Ciudadanos, un anhelo de sectores mayoritarios de UPyD que fue la propia 'lideresa' quien se encargó de desactivar sin contemplaciones. Meses atrás, desencadenó la renuncia del mencionado Paco Sosa y, más recientemente -otro ejemplo- el único diputado autonómico asturiano, Ignacio Prendes, se unió a esa postura abandonando la dirección nacional. Superado el impacto del domingo, se han incorporado a esa corriente numerosos dirigentes que han plasmado gráficamente con su dimisión la delicada situación que vive la formación magenta. Ahora ya nadie tiene miedo a hablar y Díez se ha encastillado rodeada de una corte de fieles incondicionales que, como ella, resisten ante la disyuntiva de perder sus cargos.
Mal bagaje éste con el que ha decidido cargar la mermada ejecutiva del partido para afrontar las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo. Y todo mientras sus rivales por un mismo espacio electoral, Ciudadanos, los mismos con quienes podrían haber confluido en las listas, experimentan un crecimiento desmesurado.
No quiero dejar de señalar que, en ese marco de enfrentamiento, el ya mencionado diputado autonómico asturiano ha terminado de romper los delgados hilos que le mantenían conectado con Madrid y se ha sumado a las peticiones más exigentes de amplios sectores, la dimisión inmediata de Rosa Díez y su retirada a los cuarteles de invierno. Y todo ello mientras Ignacio Prendes, elegido candidato a la Presidencia del Principado antes de que explotara la bomba de la disensión, se mantiene como la opción de UPyD para mantener alguna presencia en el Parlamento asturiano.
¿Decidirá la debilitada dirección nacional retirar esa confianza y confirmar el cisma en Asturias con un relevo fulminante? Es posible, como lo es que quizá ese fuera el mejor de los escenarios posibles para el propio Ignacio Prendes. ¿Habra que apelar al hecho de que Ciudadanos sigue sin candidato en el Principado?
Estallido inoportuno, a dos meses de las autonómicas y municipales, por más que esto se viniera cociendo desde hace meses. Ahora ya no queda tiempo para la reacción y la recomposición. Una pena, desde mi punto de vista.
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