No es lo mismo dejar constancia de que la deuda actual del Principado de Asturias anda en torno a los 3.500 millones de euros (¡que ya tiene tela!) que poner en el contexto adecuado la evolución de esa cifra como muy acertadamente ha publicado hoy en "El Comercio" mi apreciado compañero Andrés Suárez. "Mil días de gobierno, mil millones más de deuda" es el titular de la susodicha información que hace 'rimar' la pesada carga acumulada por el Ejecutivo de Javier Fernández en sus tres años de gestión con el eslogan con la que él y su partido se presentan a la cita autonómica de mayo.
Lo cierto es que, incluso a quienes seguimos la actualidad regional en el día a día, resulta un tanto sorprendente un dato derivado de la labor de gobierno de un equipo que se ha envuelto en la bandera del respeto a la austeridad, incluso en contra de sus propias bases, para profesar la religión del seguidismo a la 'sastrería' financiera implantada desde los despachos del Ministerio de Hacienda.
Vamos camino de los tres años de gobierno de Javier Fernández y durante todo este tiempo hemos escuchado una defensa numantina de ese extraño binomio formado por la contención en el gasto y el mantenimiento de los servicios. Fueron las medidas que evitaron la "intervención" de Madrid en las cuentas del Principado y obligaron a la responsable de Economía a aplicar una ingeniería financiera rayana con la alquimia.
Finalmente, ahora sabemos que en todo este periodo, lo que debemos los asturianos -porque ellos no deben nada- se ha ido incrementando en estos tres años a razón de un millón de euros al día, como si tal deriva no tuviera más consecuencia que un simple guarismo de diez cifras esculpido en la fachada del palacio de la ovetense calle de Suárez de la Riva, cual si de una inscripción epigráfica de la época romana se tratara.
Asturias debe ahora unos 3.500 millones de euros -ahora sí nos fijamos en el dato- y nada hace pensar que ese listón haya marcado un techo, ni para el actual gobierno ni para el hipotético que pueda salir de las unas dentro de poco más de dos meses. Y esa deuda hay que pagarla. Y no precisamente cuando a tal ejecutivo le venga bien. Más de la mitad del 'pufo' habrá de ser abonado en los próximos cinco años y esa carga tendrá que tener su reflejo en los presupuestos de cada ejercicio en ese lustro, los mismos que desde hace años se resienten en el capítulo de ingresos, el único que permite ajustar el gasto a tales compromisos.
Dos argumentos aportan los socialistas a la asunción de esta pesada carga: el mantenimiento de los cimientos del llamado Estado del Bienestar en esta comunidad y la comparación con el nivel de deuda que asumen la mayorías de las autonomías. Del primero, habrá que preguntar a los asturianos y, sobre todo, a aquellos que más directamente son usuarios de esos servicios básicos. Las protestas y reclamaciones no invitan precisamente a tirar voladores por mucho que se empeñen sus actuales gestores. Menos base aún tiene el segundo, más relacionado con aquel dicho del tuerto en el país de los ciegos. Es correcto, incluso necesario, que las administraciones públicas se endeuden, pero siempre en unos límites razonables acordes con el grado de compromiso de devolución que conlleva. Claro que la relativa temporalidad de los cargos políticos lleva a muchos de ellos a esgrimir el popular "el que venga detrás que arree".
Y no quiero terminar sin señalar que, si bien las cifras mencionadas corresponden al periodo de gestión de Javier Fernández, están ahí también las correspondientes a ese interregno del oscuro mandato de Foro Asturias Ciudadanos, que no le van a la zaga a sus sucesores. Total, que entre unos y otros nos han endeudado hasta las cejas y tocará pagar a los de siempre.
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