Desde hace algunos meses, la vida interna de la organización gijonesa de Izquierda Unida no sale de sobresaltos. Desde el conflicto desencadenado entre la coordinadora local y el grupo municipal que presidía Jorge Espina no ha habido semana en la que las rabietas, los insultos, las dimisiones, no hayan contribuido a deteriorar la imagen pública de la coalición.
El penúltimo episodio (el último seguro que está por escribir, por mucho que se empeñe en poner un punto final a la crisis el cartel electoral Aurelio Martín) ha sido la renuncia de ocho de los integrantes de la lista para los comicios locales elegida por ese novedoso proceso abierto que ahora parecen abrazar algunos partiodos y que, como se ha demostrado, puede resultar más democrático pero aporta riesgos que no siempre sus impulsores están dispuestos a afrontar.
Los ocho militantes que anteayer presentaron su renuncia a concurrir a las municipales se unen a la anterior de nada menos que la número dos, Belén Iglesias. Y, como trasfondo, la lucha interna en el seno de la organización que derivó en la renuncia de Marcos Muñiz como coordinador general, un Marcos Muñiz elegido muy recientemente en otro proceso interno que ha abierto una vez más las heridas de una coalición desangrada día a día por esa especie de cainismo que la caracteriza en los últimos periodos.
La organización gijonesa de IU precisa -y la precisa ya- una catarsis y una recomposición -difícil, pero posible- que la lleve a resituarse en su espacio natural, el mismo que hasta la aparición de Podemos le prestaba una relevancia creciente en el panorama político. A esta falta de voluntad de entendimiento y de renuncias mutuas se suma la intervención -quizá sería mejor hablar de la ausencia de ella- de una dirección regional débil y dubitativa desde que se iniciara el mismo proceso de renovación en el ámbito territorial del Principado. Manuel González Orviz en un líder 'tocado' desde hace muchos meses y 'rematado' en el proceso de primarias para los comicios autonómicos que le ganó con relativa amplitud Gaspar Llamazares. Hasta el momento ninguno de ellos ha sabido diagnosticar la enfermedad o no ha sido capaz de aplicar el remedio adecuado.
Que en Izquierda Unida hay familias no lo duda nadie. ¿En que organización política no las hay? El meollo es que en otras de éstas los rivales desarrollan estrategias que permiten mantener una imagen de presunta calma y de adaptación al 'medio' de manera que, sin renunciar a sus objetivos, los hacen invisibles temporalmente.
Aquí, en la villa de Jovellanos, unas y otras de esas familias han sido incapaces de aparcar sus diferencias para centrarse en las metas comunes a la coalición. Hasta llevar a la misma a un permanente sinvivir que resta muchos puntos a la necesaria imagen que debería de ofrecer a sus militantes y votantes.
Ateniéndome a los 'incendios' más recientes, quizá habría que poner el punto de atención en una de las frases pronunciadas por el portavoz de los aspirantes a ediles ahora dimisionarios. Y es que no se puede abrir un proceso como el afrontado en las últimas semanas si no estás seguro del resultado o, mucho más importante, si estás dispuesto a aceptarlo cuando contradice tues previsiones.
Y, yendo un poco más atrás, quizá habría que pensar si el lanzamiento 'oficial' de la candidatura de un 'trallado' Aurelio Martín para encabezar la lista local fue una idea acertada. Al final, como consecuencia de los eslóganes de Podemos nos hemos quedado con que la exclusividad de "la casta" la tienen Partido Popular y Partido Socialista. En otros, como en Izquierda Unida, aunque menos numerosa, existe también una cierta "casta" que se ha ido forjando merced a muchos años a la sombra del poder, o compartiéndolo incluso, aunque fueran sus migajas. Y esa "casta" ha adquirido modos y maneras que los llegan a identificar con los modelos 'originales'.
Si no son capaces de "llevarse" internamente, se me antoja un exceso pretender captar el voto del ciudadano mínimamente informado. Ofrecen una imagen patéticamente pedestre. Y lo manifiesto con cierta tristeza. La irrupción de Podemos parece haber exacerbado sus intrínsecas disputas internas.
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