martes, 24 de marzo de 2015

La avestruz popular

A estas alturas de la película no vamos a descubrir la personalidad de Mariano Rajoy Brey. Lleva demasiados años en la política como para sorprendernos con su permanente 'pasotismo' y su estilo de esperar sentado a que sus adversarios se despeñen. Nadie mejor que el humorista Peridis lo ha reflejado gráficamente en sus viñetas del diario "El País", muy especialmente en el día a día de la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero. Laso, relajado, esperando que la fruta madura cayera del árbol para recogerla. Pero eso ya ha pasado y ahora el arbusto es el suyo, el Partido Popular, y el otoño amenaza con dejarle completamente desnudo y a merced de las inclemencias del tiempo.

El actual presidente del Gobierno no ha querido nunca cambiar su 'estilo' y ha navegado durante los tres años largos de mandato fiel a unos eslóganes que han ignorado desgastes, escándalos o fracasos. Es posible que si su predecesor al frente de los conservadores, José María Aznar, no lo hubiera 'patentado' antes, el mandatario gallego habría esculpido a las puertas de La Moncloa aquello de "España va bien".

Ayer, Rajoy ha dado una muestra más de su inconfundible método a la hora de analizar los resultados de las elecciones andaluzas del pasado domingo. No ha podido decir que los números fueran buenos para el Partido Popular -hasta ahí podíamos llegar-, pero sí ha adoptado una actitud de autocompacencia y de ignorancia ante los hechos consumados que le ratifican en su imagen de esfinge. Extraer conclusiones favorables para su partido de la voluntad de los ciudadanos andaluces no tiene consistencia alguna, aunque el que lo haga sea todo un presidente del Gobierno. El PP se ha descalabrado en el Sur y no hay más cera que la que arde. Renunciar a la autocrítica, sostenella y no enmendalla, y jalear a un candidato perdedor desde el mismo momento de su designación no son los mejores métodos para afrontar un año con demasiadas citas electorales y unas perspectivas cuando menos sombrías para sus intereses.

Da igual que en una organización como el PP haya siempre esos versos sueltos más o menos reconocidos -ahora es Esperanza Aguirre; antes de ser ministro lo fue Alberto Ruiz-Gallardón-; al final, la grey avanza sonriente y silenciosa -aquí en Asturias tenemos el ejemplo de Mercedes Fernández- por el camino que marca el pastor de la manada.

Es posible que el Partido Popular no incluya entre sus temores de urgencia la aparición de Podemos. A fin de cuentas, estamos hablando de espacios políticos separados por un abismo social e ideológico. Pero quizá debería reconsiderar su agresividad hacia la otra fuerza emergente que ha aparecido por su territorio, Ciudadanos, sobre todo si Unión, Progreso y Democracia logra neutralizar el egocentismo y la megalomanía de su principal dirigente, Rosa Díez, para empujar juntos hacia la construcción de una alternativa real de "derecha civilizada", en palabras del líder socialista, Pedro Sánchez.

Si bien es cierto que los resultados andaluces no deberían ser usados con carácter general, también lo es que el todavía partido mayoritario en el ámbito nacional tendría que hacer un alto en el camino y reconsiderar su 'hoja de ruta' si no quiere encontrarse con alguna sorpresa desagradable, esa que no parece figurar por el momento en su agenda. Ignorar la realidad, ni la cambia ni la hace desaparecer.

No es fácil que con Rajoy el PP afronte una catarsis de estas características. No es propio de él y desmontaría toda 'una forma de hacer' trabajada durante muchos años. Sin embargo, esconder la cabeza como el avestruz mientras mantiene sobre la piel el calor solar de las mayorías absolutas no va a reportarles triunfo alguno.

Y eso que no hablamos de Gürtel.

1 comentario:

  1. Déjalo estar, Marcelino. Deja que Rajoy, instalado en su proverbial imperturbabilidad y en su autocomplacencia, siga poniendo en evidencia su nula capacidad para cambiar el paso (mientras el partido, y sobre todos Esperanza Aguirre, se lo sigan permitiendo, claro). En el fondo Rajoy sabe que maneja valores seguros, como son la inquebrantable jerarquización de su partido y la inalterable fidelidad del votante conservador.

    Pero son demasiados los errores acumulados (incluido Gürtel, por supuesto) y los frentes judiciales abiertos. Así que poco a poco, como con la gota china, la fortaleza popular puede llegar a resquebrajarse.

    Y es que necesitamos que el bipartidismo se rompa al menos por una de sus patas; aunque sería mejor por las dos. Una ya nos llega dudosamente recompuesta desde el descalabro de Zapatero. Tenemos que rematar la faena con el descalabro de Rajoy. Pero de verdad, no como en Andalucía donde el pretendido descalabro lo mantiene en segunda posición más que doblando en escaños a la tercera fuerza. Y qué decir del PSOE, que, pese al asunto de los ERE y al de los cursos de formación, gana las elecciones con holgura manteniendo el mismo número de escaños. Aberrante, patético, deplorable.

    Aprovechemos los comicios venideros para impulsar una auténtica renovación parlamentaria que posibilite la regeneración democrática que venimos demandando. Sólo lo conseguiremos evitando que PP y PSOE sigan siendo las dos fuerzas más votadas, prolongando los cada vez más insoportables beneficios que les otorga la Ley D'Hondt que al unísono se niegan a replantear.

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