sábado, 28 de marzo de 2015

¿De qué hablamos cuando hablamos de perdón?

En este circo en el que se convierte cualquier pre-campaña electoral siempre hay alguien dispuesto a ser original. Frente a los alardes habituales que convierten en éxitos los mayores fiascos o las incontinencias a la hora de hacer promesas, la presidenta del Partido Popular en Asturias ha comparecido tras la última reunión de la dirección regional de su partido para pedir perdón por los errores cometidos. Somos la alternativa aunque hemos cometido equivocaciones y mostramos nuestro arrepentimiento, ha venido más o menos a decir Mercedes Fernández, apelando a una supuesta humildad.

Lo que no nos ha dicho la 'lideresa' de los populares del Principado es exactamente por qué o para quién solicita el perdón de sus paisanos. Hablar con tanta generalidad como lo ha hecho invita a pensar que se trata de otro de los muchos recursos a los que apelan los dirigentes y candidatos para mostrarse ante los electores como fervientes defensores de la responsabilidad y de lo correcto.

Lo primero que a mí se me ocurre es que la señora Fernández solicita el perdón de los asturianos por los errores propios, es decir aquellos que pudiera haber detectado a lo largo y ancho de su mandato al frente del partido conservador y de su grupo parlamentario en la Junta General, un mandato que se inicio con amplias expectativas de recuperación tras la debacle que se produjo cuando Francisco Álvarez-Cascos dio el portazo y se fue para crear Foro Asturias Ciudadanos. Sería lo lógico, ya que se trata de una gestión de la que ella y su equipo son los máximos responsables. No haber recuperado ni mínimamente la opción de ser alternativa de gobierno puede ser motivo de reflexión y base para reclamar la exculpación.

Pero también se me ocurre que su solicitud de indulgencia a los asturianos puede tener como origen el periodo inmediatamente anterior a su desembarco al frente del partido, aquel que llevó a los populares del Principado a una situación que su Presidencia sólida no ha sido capaz de enderezar. Puede que requiera la gracia de la ciudadanía para la lamentable actuación de sus predecesores, los mismos que, ante la posibilidad de perder su 'chiringuito', declararon la guerra a su candidato natural, incluso a la dirección nacional, echando un pulso a Génova. Que las posiciones intransigentes de Cascos eran de difícil tragadero es obvio, pero también que esas mismas personas renunciaron a ganar las autonómicas de 2011 con el egoísta objetivo único de salvar sus cabezas. De ahí derivan todos los males actuales del PP asturiano y su situación minoritaria cuando nadie pone en duda, ni sus adversarios más directos que ahora estarían finalizando una legislatura con mayoría absoluta.

Y se me ocurre que Cherines requiere la clemencia de los gijoneses por estos últimos cuatro años de despropósitos que han abocado a su partido en la ciudad a unos presumibles peores resultados que nunca. La demolición de su enemiga confesa Pilar Fernández Pardo, primero; la creación de una comisión gestora que estuvo a punto de convertirse en vitalicia antes de llegar a un convulso congreso que acabó desautorizado por los tribunales; la designación de un candidato -el segundo, ya que el primero acabó mal- tras el susodicho congreso- a dirigir los destinos locales de su fuerza política al que no conocen ni sus propios compañeros; sin olvidar la convulsión a la que ha sometido desde su llegada al grupo municipal popular, forzando la salida de los 'pardistas' y haciendo correr la lista para facilitar la entrada de afines, aunque estos no resultaron en definitiva tales y los tiene ahora finalmente unidos pero en contra de su gestión.

¿Es por alguna de estas causas -o algunas otras que se podrían reseñar pero que harían excesivamente largo este comentario- por las que Mercedes Fernández pide perdón antes de afrontar la cita con las urnas de mayo? Eso es lo que todavía no ha explicado la dirigente popular.

1 comentario:

  1. No se trata de pedir perdón, simplemente, sin concreción, sin matices, sin alusiones. La petición carece así de credibilidad, a la vez que se percibe una intencionalidad engañosa y tacticista.

    Porque, además, no podemos obviar de quién procede esa petición (y como bien dices, Marcelino, a quién se dirige y por qué motivo o motivos), de su ejecutoria, de su lealtad, de su coherencia... Baremos, todos ellos negativos en mi opinión, por lo que no me cabe más que el desprecio, dados la trascendencia pública del personaje y lo espurio y calculado de su "gesto".

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