Francisco Álvarez-Cascos será, con toda probabilidad, el candidato del Partido Popular a la Presidencia del Principado de Asturias. Mucho se tendrían que torcer las cosas para que el ansiado regreso del veterano político gijonés no se convierta en más o menos oficial dentro de unos meses -eso sí, de unos cuantos, más de los que muchos de sus seguidores desearían, que quieren tenerlo claro desde ya-.
Los que son habituales seguidores de esta modesta tribuna saben perfectamente que la afirmación que hago más arriba representa un giro en los argumentos en contra del regreso de Cascos a "su casa" que he venido esgrimiendo (el rechazo, en definitiva, o el miedo -quizá sería más preciso- de quienes tienen la sartén por el mango en la organización regional del partido). Pero también me reconocerán que esos recelos siempre terminaban con un contrapeso incuestionable: "si él quiere no habrá problemas, ni aquí ni en Madrid".
Pues bien, ahora resulta que estoy en condiciones de aseverar, con muy pequeño margen de error, que el ex vicepresidente del Gobierno ha terminado de deshojar la margarita y tiene decidido dar el paso adelante. Con esta premisa, y a pesar de los disgustos que va a provocar en más de un dirigente, no creo que haya nadie dispuesto a plantarle cara y llenar de obstáculos el camino de regreso.
Pero -y voy a insistir una vez más- la decisión es del propio Cascos, quien, si la memoria no me falla, solamente en una ocasión admitió la vuelta al primer plano de la política si las situaciones de deterioro especial tanto nacional como regional daban motivo para una marcha atrás en la vieja decisión de no regresar a la alta política institucional bajo ningún concepto. Desde luego, el panorama podría justificar plenamente la decisión, aunque es más que probable que una decisión como la que al parecer ha tomado responda a un grupo más complejo de argumentos.
Lo que sí es seguro es que Cascos no vuelve porque sus incondicionales se lo estén pidiendo en público y en privado, por el ruego de un par de diputados regionales, algunas juntas locales o un alcalde, ni siquiera porque cada vez que visita su tierra hasta los taxistas -porque a este político sí que lo conocen todos- le piden que regrese para que algo cambie y para que desenrede la madeja en que se ha convertido el conjunto de la política regional. Tampoco influye en su decisión que algunos dirigentes regionales, que por detrás no ocultan el temor por su futuro, hayan cambiado de discurso y, aunque con una calculada ambigüedad, alaben las condiciones políticas para cualquier empresa del ex ministro de Fomento. Ni, por supuesto, tiene nada que ver en el asunto el que quien verdaderamente manda en el PP asturiano, el alcalde ovetense, Gabino de Lorenzo, se haya explayado este fin de semana dando la impresión de que puede capitanear desde Asturias la 'operación Cascos'.
La única verdad es que el propio Cascos ha despejado las incógnitas de sus 'ecuaciones diferenciales' y se ha decidido a dar el salto. Naturalmente, con el beneplácito de la dirección nacional y del personal de su líder, Mariano Rajoy. Alguna vez me he referido a la falta de química entre ambos y a una posible preferencia del político gallego de que Cascos siga en la vida privada, con alguna que otra intervención puntual en algunos momentos en asuntos propios del ejercicio de la 'cosa pública'. Sin embargo, la política es 'per se' cambiante y lo que antes eran una relaciones marcadas sólo por la educación y una pasada relación en el mismo equipo de gobierno, ahora se han transformado y, sin necesidad de que por ello tengan que haberse hecho amigos, el líder popular ha dado su visto bueno incondicional a Cascos.
Bueno, incondicional no sería exacto. Porque no hay que olvidar que el ex ministro ha dicho en alguna ocasión, en privado, que para volver al principado tenían que "barrerle" la casa, y eso no es posible.
Cascos volvería a Asturias para ser cartel autonómico a la Presidencia del Principado con una organización de partido y unos líderes locales que tienen el control de sus respectivas parcelas en plena vigencia avalados por congresos democráticos. Y eso es algo que no puede cambiar ni él, ni Rajoy, ni nadie, salvo a través de una "revolución" que nadie quiere y que mermaría sustancialmente las posibilidades de victoria que sus compañeros le da como seguras en Asturias. Digamos que Cascos, pese a su carácter, también tendrá que dejar algunas plumas en la pelea y dejar a un lado sus enfrentamientos personales, especialmente con la presidenta gijonesa, Pilar Fernández Pardo, o , más que con el propio Ovidio Sánchez, con la guardia de corps de la que se ha rodeado el presidente regional. A cambio, todos sus adversarios internos no le van a recibir con "abrazos", como hipócritamente aseguraba De Lorenzo este fin de semana. Se podría decir que el escenario pergeñado es un pacto de no agresión que pasaría por el esfuerzo común -con más o menos entusiasmo- para ganar el Gobierno asturiano, mientras que el candidato se concentraría específicamente en ese objetivo con manos libres para dirigir la campaña y elegir a sus más directos colaboradores - incluido el hipotético Ejecutivo, de ganar los comicios, dejando el partdio "tal y como está", al menos por ahora. La posibilidad de entrar en el PP asturiano como elefante en cacharrería romparía ese escenario común.
Hay un aspecto importante que no me resisto a comentar. Decía al principio que la oficialización de la candidatura de cascos se va a retrasar, probablemente más que en otras ocasiones. ¿Por qué? En parte lo acabo de decir; cuanto más tarde en aterrizar menor riesgo hay de que salten chispas y los planes nacionales se pongan en peligro. Por otra parte, al contrario que otros, el PP no tiene que "vender" a Cascos; es conocido de todos, para lo bueno y para lo malo. Empezar a ejercer de candidato muy pronto, por otra parte, significaría que sus adversarios de otros partidos centrarían todos sus esfuerzos y tendrían más tiempo en el objetivo claro de desgastar la figura de su oponente.
Quiere esto decir que, por muchas declaraciones que se hagan, por mucho que se suspireo se maldiga, que nadie espere que Cascos aparezca como candidato hasta desdentro de bastante tiempo. Que escriba algún artículo puntual sobre temas regionales, que se reúna a comer o cenar con tales o cuales compañeros podrá ser siempre interpretado en clave de futuro, pero no van por ahí los tiros. Seguro que cuando se pregunte a unos u otros por el tema -y se seguirá haciendo- las respuestas se mantendrán en una calculada ambigüedad y sin dar pábulo a hacer oficial que Cascos disputará a Javier Fernández la Presidencia del Principado el año próximo.
Completamente de acuerdo, don Marcelino. Sería absurdo que un candidato con el renombre de Cascos adelante su nominación a quince meses vista de las autonómicas. Absurdo e imperdonable porque con la que está arreciando sobre España los partidos políticos deben centrarse en solucionar los problemas de los ciudadanos en lugar de arreglar sus cuitas electorales internas.
ResponderEliminarYo también creo que hasta bien entrado 2011 no se dará el banderazo a la candidatura de Cascos. También considero muy probable que se rodee de su equipo de fieles (puede que ya lo venga haciendo y no solo para comer con el Ferreiru) para ir trabajando en el programa electoral y en el desarrollo de la campaña. Los fieles estaban en Avilés cuando lo del Sabugo famoso y los menos fieles estaban ese dia muy ocupados. Ahora están menos ocupados aunque, despues del plácet gabiniano, más nerviosos. ¡Qué cosas habrá que ver y oir en los próximos meses! Todo sea por el bien de Asturias, que es lo que nos importa. Falta hace.