miércoles, 30 de octubre de 2013

Orfandad y desubicación

Que el Partido Socialista Obrero Español anda un poco desnortado no es ya que lo certifiquen los sondeos con su machacona insistencia indicadora de que el actual segundo gran partido del Estado no consigue remontar a un deteriorado Partido Popular. Es que de ello dan fe los continuados pronunciamientos de sus dirigentes en el día a día de los tiempos que nos están tocando vivir en este país.

La muestra más reciente la ha puesto el grupo parlamentario socialista en el Congreso de los Diputados al presentar una iniciativa que, entre otras cuestiones, tiene como estandarte la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos para ser enterrados en otro lugar menos célebre, ubicación que se deja a la discrecionalidad de sus familiares.

La iniciativa, a priori, no es sino una derivación más de la malhadada Ley de Memoria Histórica impulsada por los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero. De su redacción se derivaba la conversión del recinto monumental en "un lugar de culto y cementerio público sin que pudieran celebrarse actos de naturaleza política, ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas o del franquismo". Un texto que aludía fundamentalmente a un loable intento de convertir el conjunto arquitectónico en un auténtico símbolo de la reconciliación de los españoles.

Lo primero que a muchos se nos viene a la memoria es que, por mucho que nos haya podido joder (y lo hizo, y a conciencia), el franquismo forma parte de una etapa de la historia de este país (una etapa muy negra) y que nunca se podrá borrar del todo por mucho que se traten de 'dinamitar' sus expresiones en piedra. Personalmente, me parece que unas breves cenizas ahora 'indescifrables' no merecen tanta atención. Y siempre nos quedará la constancia de que los malos recuerdos de nuestra historia reciente se encuentran encerrados en un lugar preciso. Ojalá pudiéramos trasladar allí los residuos de la tiranía que todavía se perciben en ciertos sectores de nuestra sociedad para descansar sabiendo que los tenemos a buen recaudo.

Pero, por encima de esta teoría, supongo que para muchos cuestionable, está el hecho de que sean los socialistas quienes ahora reclaman la ejecución de uno de los objetivos de una normativa aprobada bajo su mandato y que, como tantos otras partes de su texto, fue maltratada por unos gobernantes más pendientes de recolevtar votos que de dar cumplida satisfacción a las víctimas de la contienda española.

Aunque más puntual este caso, podría afirmarse que es un eslabón más de muchas de las iniciativas con las que los socialistas tratan de salir del pozo al que les llevó el anterior Gobierno y sus principales representantes. Verbigracia: el PSOE siempre ha mantenido en su ideario el federalismo, aunque solamente lo ha colocado sobre la mesa de juego a modo de ficha después de perder unas elecciones y comprobar que aún están muy lejos de recuperar la confianza perdida en las urnas.

Dicen sus responsables que están poniendo en marcha un proyecto a diez años vista. Largo me lo fían. Si hasta entonces siguiera marcando las pautas el partido consevador no puedo ni imaginarme en que situación nos encontraría la pócima mágica de los hombres de Rubalcaba.

Otra muestra de la orfandad de ideas y de liderazgo del PSOE la dan con frecuencia algunos de sus propios dirigentes. Alfonso Guerra ha sido el más reciente con su llamada a que el partido tenga su propia marca en Cataluña, dada la sospechosa bipolaridad del PSC en el conflicto soberanista. Este tipo de posicionamientos se suele rechazar desde la dirección con veladas alusiones al 'chochismo' de su vieja guardia. Ya se ha practicado esta técnica con ex dirigentes como Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Joaquín Leguina o José Bono; incluso, por qué no decirlo, con el propio Felipe González, máxima 'deidad' del socialismo español de los últimos cuarenta años.

El Partido Socialista Obrero Español hace tiempo ya que perdió su identidad, y ello se trasluce en su comportamiento político y social diario. La etapa de Zapatero como líder del partido y presidente de sucesivos gobiernos no hizo más que ahondar en la herida y ratificar la sensación de orfandad de una personalidad perdida por la ausencia de líderes y por la compraventa de la ideología propiciada por un largo y continuado ejercicio de las responsabilidades públicas y el poder. Desde luego, amén de su efecto en titulares y para fieles incombustibles, cambiar de sitio las cenizas del dictador no parece casar con la contribución a resolver los verdaderos grandes problemas que ahora tiene planteados España.

1 comentario:

  1. El PSOE ha permitido, por dejadez o por propia descomposición interna, que un imberbe visionario (dicho sea coloquialmente), rigiera los destinos del partido y de su misión institucional de una forma absolutamente personalista, probablemente con la mejor de las intenciones pero expuesta, como han constatado los hechos, a grandes errores difícilmente reparables.

    Y esa dificultad se fundamenta en dos circunstancias: la ausencia de voces críticas dentro del propio partido, por un lado; y el ejercicio de una oposición (la del PP) absolutamente desleal en términos institucionales, volcada permanentemente en el acoso y derribo, de exclusivo interés partidario.

    Todo ello adobado con los presuntos casos de corrupción y financiación ilegal de unos y otros.

    Cuando además ambos han utilizado la Ley de Memoria Histórica como arma arrojadiza, en vez de buscar limar los agravios de nuestra historia reciente, el corolario no puede resultar más desolador: se ha profundizado la fosa de las dos Españas.

    Para colmo, la corta perspectiva, ausencia de iniciativas y confrontación cainita de unos y otros, ya en el Gobierno, ya en la oposición, han conseguido agravar las consecuencias de una crisis sistémica de repercusión global, especialmente cruda en nuestro país por las carencias y miserias antes citadas.

    No me cansaré de repetirlo: los cuadros de mando de estos dos partidos hegemónicos no están a la altura de las circunstancias. No conseguiremos salir de este agujero negro hasta que se produzca una (inimaginable a día de hoy) profunda renovación interna de los mismos; o hasta que demos presencia institucional a otras formaciones, restando presencia y capacidad de decisión a estas dos que han demostrado hasta la saciedad y el hastío sus "habilidades".

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